Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

13 mar 2014

España, la Gran Guerra de espías

Un ensayo destapa la masiva infiltración de los servicios secretos de los países que combatieron entre 1914 y 1918 y rompe con el falso mito de la neutralidad

  • Un submarino alemán inspecciona el transatlántico español Infanta Isabel de Borbón frente a Cádiz en marzo de 1918. / Getty

    Si los Estados tuviesen dignidad, podría decirse que la de España se arrastró por el fango entre 1914 y 1918
     Los servicios secretos de los países en guerra perforaron cada minúsculo espacio de la política, la economía y la sociedad hasta llegar a doblegar las decisiones oficiales.
     La prensa aceptó sobornos para vocear la propaganda de cada bando. La exportación de materias primas básicas para la guerra (piritas, wolframio, plomo...) dependía de extranjeros. En las costas se desplegó una guerra submarina que no respetó neutralidades (los alemanes hundieron en distintos mares más de 12,5 millones de toneladas de barcos mercantes, incluidos varios españoles).
    Mientras la población purgaba, unos pocos se enriquecían gracias al contrabando y esos negocios que florecen cuando la legalidad se marchita. La cacareada neutralidad era una fachada de cartón-piedra.
    Al frente de aquel Estado en manos ajenas, había un rey, Alfonso XIII, atrapado entre un sueño (ser el mediador de la paz del nuevo mundo) y una pesadilla (ser la víctima de una conspiración internacional para derrocarle).
     “El régimen está pensando en sí mismo, en llegar a mañana, en su propia supervivencia. Ningún país de alrededor habría tolerado una violación permanente de la soberanía del Estado. Nadie con responsabilidad de Gobierno está a la altura de su dignidad. Y Alfonso XIII, que no era tonto ni idiota, se daba cuenta de que había una clase social desesperada que reclamaba su sitio y que la guerra podría acelerar el proceso.
     El rey no piensa en que España está tomada por espías, piensa solo en que pueden querer cargárselo”, señala Fernando García Sanz (Segovia, 1962), el historiador que ha condensado en un ensayo de 429 páginas, España en la Gran Guerra (Galaxia Gutenberg), más de una década de investigación.
    Pilar Millán Astray, pintada por Julio Romero de Torres.
    Ser un país infiltrado de cabo a rabo tiene una gran ventaja para los investigadores.
    La reconstrucción histórica de García Sanz debe mucho a la documentación confidencial que se conserva en archivos de las potencias aliadas.
    “Los españoles ignoraban que sus claves habían sido reventadas desde antes de la guerra.
     Se interceptaban todos los telegramas y comunicaciones, incluidos los del rey Alfonso XIII”, desvela el autor, que dirige la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, el único centro de humanidades en el extranjero del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
    Por su ensayo desfilan personajes novelescos como la escritora y hermana del fundador de la Legión, Pilar Millán Astray, que colaboró con los alemanes.
     “Mata Hari fue una tontería al lado de muchas mujeres que se dedican al espionaje
    . Algunas fueron tan buenas que ni hoy sabemos de su participación”.
     Pilar Millán Astray, viuda, con tres hijos y una economía precaria, se puso al servicio del espionaje germano en Barcelona. Entre sus piezas ilustres destacó el embajador británico en España, sir Arthur Henry Hardinge, a quien conoció en el hotel Colón. “Aprovechando las ausencias del hotel del diplomático, consiguió entrar en la habitación y copiar los documentos secretos que encontró en su cartera”, detalla el libro.
     Cada entrega se compensaba con mil pesetas, un dineral entonces. Pero Pilar Millán Astray no era un verso suelto.
     Los servicios secretos de unos y otros contaron con profesionales de cualquier índole —de fogoneros y camareras a carabineros y senadores— llevados por diferentes motivaciones —algunos sufrieron chantajes por su homosexualidad o sus adicciones y otros se prestaron por simpatías ideológicas—, aunque la crematística predominó sobre las demás.
    “Se interceptaban todos los telegramas, incluidos los del rey Alfonso XIII”
    En aquella sociedad donde casi todos tenían un precio (los periodistas, los comisarios de policía como el germanófilo Manuel Bravo Portillo o el aliadófilo Francisco Martorell, los gobernadores civiles...), solo un colectivo permaneció impasible a las tentaciones: “En toda España, la Guardia Civil era incorruptible, y se movía sobre todo por un férreo espíritu de disciplina”
    . En el libro se rescata el testimonio de un agente francés: “Siguiendo órdenes tiran hoy contra los socialistas y mañana tirarán, también siguiendo órdenes, contra los reaccionarios con la misma convicción”.
    Pilar Millán Astray se puso al servicio de los alemanes en Barcelona
    Mientras los Estados combatientes creían que la Gran Guerra sería una guerrita, apenas nadie reparó en España
    . El juicio cambió cuando se vislumbró el largo conflicto. “Los neutrales son muy importantes para el esfuerzo de la guerra. España se hace imprescindible
    . Era imposible que fuera neutral. Teníamos las materias primas y una ubicación estratégica”.
    El afán de atesorar información masiva arranca entonces. Y los países como Suiza o España son sus grandes escenarios
    . Aunque los aliados ganaron la guerra, García Sanz concluye que en España “perdieron la guerra de la propaganda
    . Los alemanes dieron importancia a España desde el principio.
     Su propaganda era sencilla: Francia y Reino Unido han sido tradicionales enemigos de España e Italia atenta contra el Papa…
    Es un mensaje eficaz porque es visceral. Los aliados hablaban de libertad y democracia.
     Era un producto más difícil de vender en España porque había que creerlo”.
    El desenlace de la historia está a la altura del papel español.
     A pesar de haber sido un frente en la batalla de la información y una prestadora de servicios, “el país no logró el reconocimiento internacional”.
     Ni Alfonso XIII fue el mediador que soñó ser ni España accedió al selecto club de las potencias.
     Y ahí sigue.

Gallardón sí ha concedido indultos en casos de corrupción.............Otro que se da Rayos Uva.......

El ministro dijo ayer que nunca lo ha hecho, pero hay varios casos que lo desmienten

El titular de justicia alega ahora que se refería solo al enriquecimiento de políticos.dios que pesadez de hombre!!!!

ATLAS

El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, dijo solemnemente ayer miércoles: "Este Gobierno no ha concedido un solo indulto en casos de corrupción
. Es más, mientras yo sea ministro de Justicia, no lo va a hacer"
. La primera parte de esa afirmación no es cierta: el Gobierno del PP, a propuesta del Ministerio de Justicia, ha concedido en estos dos años varios indultos a cargos públicos condenados por delitos de prevaricación y malversación de fondos, según ha denunciado hoy la asociación Jueces para la Democracia.
Preguntado por ello, Gallardón ha alegado que: "La corrupción no es un delito jurídico que esté como tal delimitado en el Código Penal
!!!!!!!. Lo que me preguntaron ayer es si los políticos que se llevan el dinero a su bolsillo habían sido o iban a ser indultados. Y la respuesta es que no: ni lo han sido ni lo van a ser".
 Jueces para la Democracia -que pide una reforma de la ley del indulto- replica que cualquier desvío de dinero público y cualquier delito contra la administración pública es corrupción.
 "Resulta evidente que el ministro no está diciendo la verdad", afirma el portavoz de la asociación, Joaquim Bosch.
Fuentes de justicia admiten que entre 2012 y 2013 fueron concedidos 10 indultos a cargos o funcionarios públicos condenados por delitos contra la hacienda pública.
Entre ellos se cuentan, por ejemplo, estos indultos concedidos en 2012:
Caso Treball. Josep Maria Servitje, miembro de Uniò Democràtica y ex número dos del Departamento de Trabajo de la Generalitat de Cataluña, fue indultado en marzo de 2012 y evitó así entrar en la cárcel.
 Servitje había sido condenado a cuatro años y medio de prisión por prevaricación y malversación de fondos públicos. Según el tribunal, él y el resto de condenados habían pagado años atrás 7,6 millones de pesetas (46.158 euros) a varias empresas a cambio de la elaboración de varios informes sin ninguna utilidad, con el objetivo de que el empresario beneficiado “pudiera disponer del dinero obtenido en beneficio propio o de terceros".
Ese empresario también era militante de Uniò, de modo que el caso sobrevoló desde el principio la sospecha de que detrás pudiera haber una vía de financiación irregular del partido (no determinada por el tribunal).
Exalcalde del PP. Tomás Gómez Arrabal, exalcalde del PP de Abdalajís (Málaga), y otros tres concejales de ese partido fueron indultados en julio de 2012.
 Habían sido condenados a prisión por delitos continuados de prevaricación urbanística cometidos entre los años 2001 y 2004, cuando concedieron licencias de obra ilegales a sabiendas de que lo eran.
Venta de permisos falsos a inmigrantes. En mayo de 2012 el Gobierno rebajó la pena mediante un indulto a Constancio Alvarado, exsecretario de la subdelegación del Gobierno en Cáceres, condenado en 2010 por vender permisos falsos a inmigrantes (las cantidades pagadas por estos a cambio de los papeles llegaban a los 3.000 euros).
 El ministerio rebajó la pena de prisión de dos años y seis meses a dos años, lo cual impide el ingreso en la cárcel cuando no hay antecedentes.


12 mar 2014

Unamuneando....................................Arturo Pérez Reverte

Unamuneando

Es que aquí no pasa el tiempo, oigan. O lo parece. Hace ya 120 años, en 1894, Miguel de Unamuno publicó un ensayo titulado Sobre el marasmo actual de España. Leerlo tiene su puntito aterrador, porque algunos de sus párrafos parecen haber sido escritos para la España de hoy. O más bien, nota trágica del asunto, para la España de siempre: la que no muere, y una y otra vez nos mata. Por eso me permito esta vez un elocuente experimento de corta y pega, utilizando para componer este artículo una sucesión de frases cortas, todas literales, extraídas del ensayo unamuniano sin añadir ni una palabra de mi propiedad
. Decidan ustedes si el buen don Miguel estaba equivocado, si hablaba sólo de su triste tiempo, o si se limitó a describir, con buen pulso y mejor ojo, nuestro eterno día de la marmota: 
Atraviesa la sociedad española honda crisis. Nos gobiernan, ya la voluntariedad del arranque, ya el abandono fatalista. Perpetúase el férreo peso de la ley social de bien parecer y de las mentiras a que se doblegan, por mucho que se encabriten, los individuos que sin aquélla sienten falta de tierra en la que sentar el pie.
 A la sombra de individualismo egoísta y excluyente acompaña la falta de personalidad. En esta sociedad compuesta de camarillas que se aborrecen sin conocerse, es desconsolador el atomismo salvaje de que no se sabe salir si no es para organizarse con comités, comisiones, subcomisiones y otras zarandajas. Extiéndese y se dilata por toda nuestra sociedad una enorme monotonía que se resuelve en atonía, uniformidad mate, ingente ramplonería. Todo por empeñarse en disociar lo asociado y formular lo informulable. 
Es cada día mayor la ignorancia. Sobre esta miseria espiritual se extiende el pólipo político.
 En una politiquilla al menudeo suplanta la ingeniosidad al saber sólido. La pequeñez de la política extiende su virus por todas las demás expansiones del alma nacional. Los viejos partidos, amojamados en su ordenancismo de corteza, se arrastran desecados. Sudan los más populares por organizar almas hueras de ideas, hacer formas donde no hay substancia, cohesionar átomos incoherentes. Y nos recetan dieta. 
En España, el pueblo es masa electoral y contribuible. 
Todo aquí es cerrado y estrecho, de lo que nos ofrece típico ejemplo la prensa periódica. Es ésta una balsa de agua encharcada, vive de sí misma. 
En cada redacción se tiene presente, no al público, sino a las demás redacciones. Los periodistas escriben unos para otros, no conocen al público ni creen en él. Estúdiese la prensa con sus flaquezas todas, y se verá fiel trasunto de nuestra sociedad.

Esa aburrida manía de querer buscar la felicidad

Ray Loriga crea en ‘Za Za, emperador de Ibiza’ una sátira sobre un narco de poca monta y repasa su trayectoria.

El escritor Ray Loriga, en su casa de Madrid. / Claudio Alvarez (EL PAÍS)

Una estela del paraíso perdido de Ray Loriga metamorfosea su cara con los azules relampagueantes del televisor.
 Acaba de anochecer y el salón de su casa madrileña está a media luz. Ve entusiasta y preocupado la participación del patinador español Javier Fernández en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi (Rusia). Loriga vive una felicidad genuina, ahí, ahora, viendo a su compatriota en compañía de sus recuerdos y sueños infantiles en Jaca… Hielo, patines, fuerza, figuras…
Felicidades auténticas, pero extraviadas, que nada tienen que ver con las que él analiza y critica en Za Za, emperador de Ibiza (Alfaguara).
 Una narración esparcida de humor y sátira en la cual reflexiona sobre “esa extraña manía que ha entrado a todos por ser felices”. Un espejismo.
 La sociedad, afirma Loriga (Madrid, 1967), se ha embalado en un viaje de no retorno cuyo único destino obligatorio es ser felices, aunque sea tomando atajos, con efectos secundarios, “al tiempo que nos hace sentir culpables por no estar pletóricos”.
Este tiempo que nos hace sentir culpables por no estar pletóricos
Su novela cuenta esa búsqueda desaforada, a veces vacua, a través de un episodio disparatado, donde lo que muestra, en realidad, es su envés: el estigma alrededor de lo opuesto a la felicidad oficial, tristeza, melancolía y sentimientos y sensaciones vecinas.
 Para contarlo, Loriga recurre a otra parcela de su paraíso perdido: Ibiza.
Lo que representa hoy, lo que ya no es.
Se vale de la historia de Za Za (Zacarías Zaragoza Zamora), un antiguo narcotraficante de poca monta apartado del negocio pero que un día se ve envuelto en un episodio rocambolesco: hay una droga nueva que promete la felicidad total sin peajes y se llama como él, pero todo en mayúscula y junto: ZAZA.
Es solo el comienzo del embrollo. ¿O el final? Una novela en la que se va por una montaña rusa, o caminos zigzagueantes, según le guste más al lector, donde están presentes siete búsquedas comunes a todas las personas, y presentes en sus obras, y que Loriga define veloz, al ritmo de Za Za:
Paraíso:
“La Ibiza del libro es la de los 70 de mi infancia y la de hoy. Es como el paraíso perdido”.
Alegría: “Una palabra que cambia dependiendo de lo que quieras conseguir. No sé si he sido especialmente feliz. Alegre es no haberme colgado con tantas cosas vividas”.
Euforia: “Una sensación que con la edad se abandona. El éxito, las drogas…”.
Amistad: “Acaba siendo lo que más importa”.
Amor: “En sus múltiples formas está en todo. Es una complicación enorme pero hermosa”.
Sexo: “Después de la música lo más entretenido. Es sentirse vivo y muerto a la vez. Como encajar las piezas de un puzle”.
Felicidad: “Como obligación parece la causa de los males, una condena. Como anhelo no es mala”.
La búsqueda de la felicidad es un engaño. El señuelo del éxito nos hace correr más y en ese tiempo somos más productivos
Y después de ese paseo vital-literario, Ray Loriga reconoce que “a veces caerse no es malo”, sobre todo ahora que todos esperan bajo la piñata prometida de felicidades.
Una búsqueda que en términos empresariales lleva implícita una trampa: “Es un engaño. El señuelo del éxito nos hace correr más y en ese tiempo somos más productivos”. Y si hay “un malo” por esa mercantilización y capitalización de la felicidad “somos todos”.
 Y lo dice precisamente él, que ha pasado por diferentes predios de dichas artificiales.
¡La felicidad!, ¡la felicidad!, como gran embaucadora es el tema de su libro número 13, en 22 años de literatura, desde su debut con Lo peor de todo, al que siguieron títulos como Héroes, Tokio ya no nos quiere, Trífero o El hombre que inventó Manhattan.
  Echa un vistazo atrás y reconoce que le resulta difícil juzgar la literatura española de los noventa por haber formado parte de ella.
 “Una época de autores muy dispares y sin una relación directa, salvo la edad. Quizá alguna sensación de que se podía escribir desde la juventud. Por eso hay retratos o autorretratos de una época concreta pero con formas diferentes”.
¿Y el presente? Ve la literatura más tranquila que dinámica.
 Aunque confiesa que le faltan elementos para analizarla, vislumbra dos razones: “El fin de los editores clásicos, de verdad
. Ahora son contratados para una cuenta de resultados, y hay un cierto desprecio hacia el oficio de editor real.
 El segundo es el debilitamiento de la crítica literaria. Antes era más formadora, analítica. Esa posición de la crítica se ha perdido”.
La libertad es sagrada pero no se puede dejar todo en manos de la dictadura de la opinión
Esa es otra felicidad extraviada
. A cambio se ha descubierto otra de dudoso cantar. “Una de las peores formas de entender la democracia es la histeria colectiva alrededor de que cualquiera y todo vale. ¡Son gilipolleces!
 La sociedad fomenta los atajos al éxito o la fama que daría la felicidad.
 O el dinero, sea ilícito o legal. El resultado es que cualquiera puede ser un ciudadano ilustre. Hay confusión
. Además, se extiende la idea de que aquello que ven muchos es bueno a ultranza, y no siempre es así. Es un desconsuelo porque no hay elementos de juicio, ni valoración.
 Falta criterio y rango y verdadera apreciación.
La libertad es sagrada pero no se puede dejar todo en manos de la dictadura de la opinión”.
Ya es de noche y el televisor que estaba mudo recobra el sonido al empezar la actuación del patinador español en Sochi. Relampaguea en su cara.
 Mientras comenta la actuación, sus recuerdos van hasta sus nueve años, en Jaca, cuando su abuela materna lo llevaba a la pista de hielo.