Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

6 feb 2014

Objetos como homenaje a Philip Seymour Hoffman en Nueva York..................Parece que la culpa sea de quien le suministraba Heroina, no que fuese heroinomano,,,,,


Objetos como homenaje a Philip Seymour Hoffman en Nueva York. / Reuters
 ha detenido este martes a cuatro personas sospechosas de haber vendido al oscarizado actor Philip Seymour Hoffman la heroína que le causó la muerte el pasado domingo, han informado este miércoles fuentes policiales citadas por medios estadounidenses.
Los agentes encontraron 350 papelinas de esta droga en tres apartamentos de un edificio del Bajo Manhattan, el número 302 de la calle Mott, donde tuvieron lugar los arrestos.
 Los cuatro sospechosos, tres hombres y una mujer, están siendo interrogados sobre el suceso en las dependencias policiales.
Estas detenciones se enmarcan en la investigación de la muerte de Hoffman por una supuesta sobredosis de heroína en su apartamento del West Village, a solo un kilómetro y medio (una milla) del edificio donde la policía detuvo a cuatro personas que presuntamente le vendieron la droga.
 Junto al cuerpo del intérprete de 46 años se encontraron 50 papelinas de heroína marcadas con la leyenda "As de espadas" y con el símbolo del as de corazones, mensaje utilizado por los productores para indicar el origen de la droga.
Según fuentes policiales citadas por el diario New York Times, estos mensajes no coinciden con los de las papelinas de heroína encontradas en los apartamentos de los presuntos traficantes.
Poco antes de las detenciones, la policía descartó que la heroína que le causó la muerte al actor estuviera adulterada con Fentanyl, como se barajaba, un fármaco derivado del opio que se usa para la anestesia general
. La combinación de estas dos sustancias es letal y provocó la muerte de al menos 22 personas en la región occidental de Pensilvania a finales de enero.
Aunque las autoridades confirmaron que la autopsia del actor concluyó el lunes, todavía no ha trascendido el informe oficial sobre la causa de su muerte.
La autopsia, que concluyó el lunes y ha sido presentada el miércoles, no muestra resultados concluyentes sobre las causas de su muerte.
Los forenses encargados del procedimiento llevarán a cabo nuevas pruebas, informa AFP. Se trabaja sobre la hipótesis de la sobredosis de heroína porque era un adicto confeso a esta sustancia y se encontraron 50 papelinas y jeringuillas en su apartamento tras su muerte.
La familia de Hoffman prepara su funeral, que podría tener lugar el viernes en Nueva York, aunque será en la víspera cuando sus más allegados le rindan homenaje en un acto privado.

El vecino-policía, ‘The wire’ y la Barcelona negra

Una imagen nocturna de Barcelona. / Giacomo Francesco Lombardi

En la negra Baltimore enferma por su corrupto y blindado puerto autónomo que se dibuja en la televisiva The wire, un alto cargo policial experimenta con un barrio, bautizado Hamsterdam, como zona franca de droga tolerada: los bajos de las casas, con sus famosos tramos de escalera que mueren en la calle, se convierten en las oficinas al aire libre de los traficantes
. Los delincuentes alucinan: la policía hasta les protege en esa área delimitada
. La clave del ensayo (que desconoce el consistorio entero) está en que antes la misma policía ha vaciado el barrio de todos los vecinos decentes que quedaban en la ya degradada zona, reubicándolos por la ciudad. Algo de esa ficción se huele en la vida real de grandes ciudades
. Por ejemplo, Barcelona. Con esa sensación salió más de una de las 250 personas que abarrotaban la sala de actos del Colegio de Arquitectos de Cataluña que acogió la sugerente mesa redonda Ciudad y delito: La prevención del crimen y del delito a través del urbanismo, enésima demostración de la imaginación de los organizadores del encuentro BCNegra.
Itziar González podría ser un personaje de la serie: fue concejal del literario negrocriminal distrito de Ciutat Vella de Barcelona entre 2007 y 2010, cargo que abandonó por diferencias con la alcaldía y amenazas de muerte de mafias.
Todo porque, entre otras cosas, se le ocurrió hacer una cartografía del crimen del histórico Raval barcelonés y sus aledaños.
 Y denunciar y combatir lo que se deducía de él. De novela, vamos. “Barcelona hoy ya no es vista como una ciudad para vivir sino para blanquear dinero: el mayor crimen que se comete ahora en sus calles es la especulación, que está acabando con ella”, soltó ante la estupefacta mirada de su contertulio Joan Miquel Capell, doctor en derecho y comisario de los Mossos d’Esquadra. Era fuego a discreción:
 “Las mafias están leyendo mejor la ciudad que los políticos: la actividad mafiosa copa los bajos de calles enteras con negocios iguales de colmados o cadenas extrañas de supermercados y fast-foods misteriosos que son de las mismas personas; con ello se vacían las calles de vecinos, que son los que con su vida y su actividad y su complejidad hacen un uso social de la ciudad y la controlan; cuando hay uso social de la calle la policía no es necesaria en ella”.
Como apunta el veterano del género Andreu Martín en su Sociedad negra, donde novela sobre crímenes de una potencial mafia china en Barcelona que tiene uno de sus enclaves en el área marítima de la ciudad, la exconcejal apuntó hacia las actividades reales del puerto catalán:
“No hace falta ser muy listo: el puerto es el de una ciudad mediterránea con su zona franca, con su propia policía, sin control ciudadano; no sabemos qué entra ni que sale de él; solo se puede constatar que a mayor crecimiento del puerto más actividad económica criminal hay en Ciutat Vella”. ¿Los muelles de Baltimore, a la catalana?
Las tiendas de souvenirs extraños, fast-foods misteriosos y otros locales ambiguos se justifican como servicio a “un centro histórico que se ha convertido en parque temático para el turismo, en realidad una población flotante que no usa la ciudad, luego no la controla, no denuncia o reclama, no hace política en ella”, lanza González.
 El futuro de una dinámica así es “el vaciado absoluto del centro histórico de la ciudad, en unos no habrá vecinos, como ya ha ocurrido en Venecia; y si no hay gente en el barrio no hay policía social”, respondió a la inquietud de la expolítica Francesc Muñoz, profesor de Geografía Urbana y director del Observatorio de la Urbanización de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Una calle de Barcelona por la noche. / Giacomo Francesco Lombardi
Muñoz defiende que es más la gestión del espacio urbano que las medidas arquitectónicas preventivas (rejas, mobiliario urbano incómodo o punzante...) lo que reduce el delito. “La arquitectura fracasará siempre si sólo se fija en la forma preventiva”, suelta. También rompe otro tópico
: “Mucha gente abandona las grandes aglomeraciones, las ciudades compactas porque aseguran que generan mucho crimen y se mudan a urbanizaciones de casas aisladas, a los paraísos de las unifamiliares; y ahí el crimen es tanto mayor por los espacios entre vecinos, la falta de fuerzas policiales y el aislamiento entre viviendas”, dice mientras no puede evitar ilustrarlo con el libro (y la película) Revolutionary road, de Richard Yates, o con la más cinematográfica American beauty.
Muñoz sabe dos cosas sobre el crimen y el urbanismo: “Si la ciudad no tiene seguridad, su espacio sólo será utilizado por aquellos que ostenten el monopolio de la violencia o por los grupos sociales con dinero para poder pagarse su seguridad”. También sabe cómo el diseño, la forma de la urbe, puede marcar hasta la estética de la violencia urbana: ahí están Bullitt y las persecuciones en coche por las montañas rusas de las calles de San Francisco, o The French connection, con la vertiginosa y claustrofóbica violencia de los trenes elevados de Nueva York, por poner sólo dos casos.
Y cita sin decir cómo descendió la violencia en una localidad de la provincia de Barcelona en el espacio que dejaban entre sí una biblioteca, un hospital y el mercado municipal: sólo cambiar en cada uno de los edificios su entrada principal y colocarla de cara al hasta entonces espacio conflictivo redujo la criminalidad en un porcentaje espectacular: “Es el uso del espacio lo que nos da la seguridad”, resume.
De formas urbanas también habló el comisario Capell, que al pasear virtualmente por las calles de Barcelona para constatar los obstáculos reales con que se encuentra la policía en su quehacer diario acabó regalando un impagable manual de recursos para los aprendices de escritores del género negro: que las construcciones de interiores de manzana como los del Eixample barcelonés facilitan la impunidad criminal porque las patrullas no ven desde las calles; que las paradas de autobuses de cristal transparente, la misma estrategia adoptada ahora por las oficinas bancarias, les permite divisar desde fuera su interior y evitar atracos en ellas; que la manía de los supermercados de tapar sus cristaleras con un sinfín de carteles de ofertas facilita la labor del delincuente; que han pedido a los ayuntamientos que las tapas de los alcantarillados gocen de un sistema de fijación más seguro para que dejen de ser utilizadas para alunizajes contra escaparates de joyerías; que cuando llueve bajan los hurtos, que suelen ser más habituales a las 5 de la tarde que a las 19.30 y más en miércoles que en jueves, y que entre los 5,4 kilómetros que separan dos localidades de la costa Brava como Pals y Begur hay 53 urbanizaciones, con una ocupación media de 17 días al año.
 O sea, pueblos desiertos...
A la salida del acto, un buen lector negrocriminal no podía dejar de pensar en cómo se las arreglarían hoy Ataud Ed Johnson y Sepulturero Jones, los duros policías de Chester Himes, por ese concurrido Harlem, “ese hervidero donde quien sumerja la mano, retira un muñón”, construido a base de paredes de papel, calles no muy amplias y ventanas indiscretas donde todos se conocían y donde siempre hallaban a algún chota (confidente) que había visto, oído o olido algo que les ponía sobre la pista. Con el urbanismo de hoy les sería, al parecer, algo más difícil...

Revolución femenina en la alfombra roja


Jennifer Garner y Cate Blanchett, en la alfombra roja. / CORDON

Estamos en plena temporada de alfombras rojas.
 Antes solo había una, la indiscutible, la de los Oscar, pero ahora que la voracidad del voyeurismo digital lo fomenta, aparecen por todas partes, salpimentando premios cinematográficos grandes y pequeños a lo largo y ancho del planeta
. Y sobre esas alfombras desfilan las celebridades, brillando como nunca con sus trajes de alta costura pero cruzando los dedos por dentro para conseguir el aprobado en el desfile
. Del éxito que tengan sobre esas alfombras, y la aceptación o el rechazo que generen en el público, dependerá muchas veces su futuro profesional.
 Hasta que llegó Elisabeth Moss, la Peggy adelantada a sus tiempos de Mad Men, y decidió sacar el dedo corazón en medio de la pose durante su paseíllo por de los Globos de Oro.
 Fue un movimiento rápido, abortado por la cámara, que inmediatamente cambió de plano, pero en cierto modo fue un acto revolucionario en especial sobre una alfombra roja.
Y es que quizás algo esté cambiando
. La actriz Cate Blanchett, tras ser sometida a un serpenteante paneo de una cámara que recorrió todas sus curvas durante la entrega de los premios SAG, espetó: “¿Esto también se lo hacéis a los tíos?”. Desde entonces se ha convertido en la crítica más férrea del machismo mediático que sufren las actrices
. “La prensa nos juzga por las apariencias y no por nuestro talento” no se cansa de decir la protagonista y aspirante a un Oscar por Blue Jasmine
 . A ella se unió este año Emma Thompson, que rompiendo todas las normas no escritas, apareció en esa misma alfombra roja con zapato plano, imperdonable herejía.
Además han llegado también a Hollywood las nuevas generaciones
. Y ahí está Jennifer Lawrence, (candidata este año a mejor secundaria por La gran estafa americana), con todo su talento, provocando sin parar desde que cogió confianza. Durante la alfombra roja de la gala anual del Museo del Traje del Met, en mayo en Nueva York, se asomó haciendo el tonto por detrás de Sarah Jessica Parker, algo que jamás ninguna estrella se había atrevido a hacer.
 Y siguiendo su propia estela, en los Globos de Oro se coló por detrás en una entrevista que la cadena E! le estaba haciendo a la cantante Taylor Swift, puso cara de loca y luego se acercó a ella y le dijo: “Había pensado en empujarte escaleras abajo”. A Ryan Crest, el entrevistador, se le quedó cara de tonto de la sorpresa.
Mientras personajes como George Clooney y Brad Pitt pasean sus sonrisas sobre un esmoquin y aprueban el examen sin ser examinados, a las actrices se las juzga de arriba abajo en función de la autoría de su vestido, de cómo les sienta, de su peinado, de sus zapatos, de sus joyas, del tono de su piel, de lo mucho o poco que se notan sus arrugas y últimamente, hasta de su manicura.
 La cadena de televisión E! se ha inventado la mani-cam, una especie de caja con una cámara para que las mujeres pongan en ella sus manos y el mundo pueda apreciar la perfección de sus dedos.
Este fin de semana se entregan en España los Goya, y el 2 de marzo los Oscar en Los Ángeles.
Habrá que ver si alguna otra actriz se atreve a romper las normas.

5 feb 2014

Unos cuantos instantes de eternidad.......................................... Rosa Montero

Acabo de leer un libro bellísimo: Monsieur Proust (editorial Capitán Swing), las memorias de Céleste Albaret, que fue la criada del novelista durante los últimos nueve años de su vida. 
Yo no sé si el texto producirá la misma impresión en las personas que no sean tan apasionadamente proustianas como yo (incluso hice mi tesina de periodismo sobre él), pero tiendo a creer que sí, porque es un retrato íntimo, delicado y agudo de un personaje singularísimo, un enfermo real e imaginario que apenas salía de su cama, que sólo se alimentaba de café y algún que otro cruasán, un chiflado evidente, un friki notorio que, contra todo pronóstico y toda expectativa, como el patito feo que deviene en cisne, fue capaz de crear una obra no sólo rompedora, colosal y diferente a todo, sino que además sigue siendo única. En busca del tiempo perdido no ha tenido continuación ni seguidores, no ha creado escuela.
 Es una cumbre de la historia de la literatura que permanece solitaria y aislada, como un inmenso, rutilante iceberg que flota majestuoso en mitad del océano.
En realidad el libro de Céleste es la historia de una extraña pareja, porque ella es otro personaje
. Con 21 años y recién casada cuando comenzó a trabajar con Proust, era una campesina inocente e ignorante que, con increíble generosidad, se adaptó enseguida a la exigente, extraordinaria vida de su señor, tirano de guante de seda.
 Y así, la pobre Céleste terminó viviendo de noche como Proust, acostándose a las nueve de la mañana para levantarse a las doce o la una como muy tarde, trabajando sin cesar, sin vacaciones, sin domingos, siempre pendiente de las maniáticas necesidades del escritor.
 Un régimen de vida agotador que sólo su fortaleza y su juventud le permitieron aguantar. Además Proust le pagaba poco y mal, y fue tan poco previsor o tan miserable que no le dejó absolutamente nada en su testamento.
 Unas condiciones laborales durísimas.
Pero es que, claro, había una compensación inigualable
. Estar con Proust era alcanzar una intensidad, una complejidad de vida que, sin él, Céleste no hubiera podido ni imaginar. “Mi día equivale a tu año”, cantaba Lou Reed; y sin duda los nueve años que la mujer pasó junto al escritor fueron los más importantes de toda su existencia. Inteligente y sensible, Céleste pudo desarrollar esas cualidades junto a Proust
. Murió nonagenaria y echándole de meno
s. Su libro es una historia de amor, de descubrimiento estético e intelectual, de entrega, de lucha y maravilla; es, sobre todo, el relato de una feroz pelea contra la muerte.
Porque Proust era un neurótico aterrorizado y obsesionado desde la infancia por la muerte; y toda su obra es una tenaz batalla contra el tiempo, contra ese corrosivo fluir de los días que nos lleva a la nad
a. Pero esa batalla se multiplica en los años finales, en la época de Céleste, cuando Proust era consciente de que, en efecto, la muerte se acercaba a paso rápido y él aún tenía mucho libro que escribir.
 Consiguió poner fin a En busca del tiempo perdido apenas un mes antes de fallecer.
En realidad el emocionante texto de Céleste plantea a la perfección el viejo dilema entre vida y obra. Proust es uno de esos autores que, como Kafka o Pessoa, tuvieron unas existencias áridas, carentes, rutinarias, pobrísimas
. Pero les cabía el universo entero en la cabeza.
 El caso de Marcel Proust parece especialmente sangrante, porque vivió la vida de un esnob; era adulador hasta la bajeza y se moría porque le hicieran caso una serie de personajillos de la buena sociedad totalmente insulsos, vacuos o despreciables
. Pero luego todo ese tiempo dedicado a pisar salones, que en efecto podía parecer miserablemente perdido, se convirtió en el Tiempo Perdido con mayúsculas, en la sustancia misma de la vida, porque en cada existencia, por mínima o mediocre o estúpida que sea, puede contemplarse, si sabes mirar bien, la conmovedora y grotesca tragedia de la vida.
Proust murió en 1922, con 51 años. Céleste, tan joven entonces, falleció en 1984, a los 92. Sus conmovedoras palabras fueron recogidas magistralmente en 1973 por el escritor francés Georges Belmont, que murió en 2008 con casi cien años.
 El texto ha sido traducido por Esther Tusquets (junto con Elisa Martín Ortega), desaparecida en 2012 a los 76. Todos fallecieron
 Esa dura batalla contra la muerte y el olvido que vemos reflejada en el libro de Céleste, esa esforzada pelea de los dos, a solas, en la frágil barquita de la cama de Proust, sufriendo las embestidas de la tempestad del tiempo, acabó en naufragio
. Al final, la Parca siempre gana. Aunque, en esta ocasión, Proust consiguió herirla y, a fuerza de belleza, le robó unos cuantos instantes de eternidad.
@BrunaHusky, www.facebook.com/escritorarosamontero, www.rosa-montero.com