Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

3 feb 2014

Los hombres difíciles

Echemos el anzuelo: dicen que Difficult men, de Brett Martin, es el equivalente televisivo de Moteros tranquilos, toros salvajes,el celebrado tomo de Peter Biskind sobre el Nuevo Hollywood de los setenta.
 En verdad, la comparación no está justificada: escribiendo en 1998, Biskind pudo trazar el arco de triunfo y caída de sus protagonistas. Aunque Martin se apunta un tanto con el título de su libro.
Sus “hombres difíciles” son los antihéroes de las gloriosas series de los últimos quince años. Hablamos del pionero, Tony Soprano, pero también de sus parientes: Don Draper (Mad men), Walter White (Breaking bad), Al Swearengen (Deadwood), Nucky Thompson (Boardwalk empire) y los que quieran de The wire. Hombres maduros, infieles, violentos, atormentados, corruptos. Triunfadores que han asumido que el american way of life ampara las tareas criminales.
La genialidad del título reside en que también son “hombres difíciles” sus creadores, los showrunner
s. Deberían ser felices: rara vez los creadores de historias han alcanzado tal poder
. Los famosos lamentos de Raymond Chandler les suenan a risa: al incorporar funciones del productor, mandan en su obra tanto como cualquier auteur europeo; los realizadores funcionan como peones a su servicio.
 Y lo más maravilloso: escriben lo mínimo, esencialmente supervisan lo que hacen unos guionistas, tan maltratados como bien pagados, que se juntan al menos ocho horas diarias en un writing room.
Y resulta que no. David Simon se rebota al ver que el público de The wire desprecia el subtexto político
. David Chase es más Tony Soprano de lo que creíamos: de familia italiana (el apellido original era DeCesare), confiesa a uno de sus subordinados que necesita saber qué se siente al matar a un hombre, “con mis propias manos”.
Generalizando: a las mujeres, como Jenji Kohan, inventora de Weeds, les quedan reservadas las comedías de media hora.
 Son los “hombres difíciles” quienes tienen licencia para facturar y protagonizar dramas de una hora
David Milch, de Deadwood, es un hedonista y un ególatra, que por rachas se niega a poner los diálogos sobre papel: prefiere decírselos de viva voz a los (aterrados) actores.
 Y sí, también hay algunos que no se llaman David y que se comportan civilizadamente, como Gilligan, de Breaking bad.
Todos atraparon la ola en el momento adecuado. Se beneficiaron de la subordinación del cine a los blockbusters, del desprestigio de la televisión convencional
. Se encontraron con canales de TV por cable —HBO, AMC, Showtime, FX— hambrientos de ficciones diferentes, dispuestos a romper tabúes morales y preparados para pagar por alcanzar una calidad cinematográfica. En vez de 33 capítulos por temporada, preferían tandas de 12 o 13 entregas, promocionadas con rango de gran acontecimiento.
 A partir de esa ralentización de la producción, podían mimar el producto y dinamitar las convenciones narrativas: no encontrarás allí ni arrepentimiento ni redención.
También se aprovecharon de los nuevos hábitos de consumo: en vez de seguir cada serie semanalmente, los adictos prefieren darse panzadas, unos cuantos capítulos —¡o la temporada entera!— en cada sesión.
 Para el autor de Difficult men, es la Edad de Oro de la televisión: la expresión central del zeitgeist, como en otros tiempos fueron las novelas, las películas, los discos.
 Y quizás, amenaza, sus días están contados al costar rentabilizarlos, por cambios tectónicos en la propia industria y la reticencia de los espectadores a pagar por la experiencia.
Se me ocurren otros virus mortales. El endiosamiento de los showrunners provoca monumentales patinazos, que pasan desapercibidos entre el entusiasmo colectivo. La temporada final de Breaking bad ignoraba cualquier índice de verosimilitud
. El cierre de The Wire sufría por la obsesión de Simon por su conflicto con The Baltimore Sun. En la urgencia por identificarlos como los nuevos Scorsese o Coppola, se tiende a disculpar que, de forma creciente, están reciclando trucos de los culebrones. Y que frecuentemente vampirizan ideas ajenas: ¿no es Breaking bad (2008) la versión psicópata de Weeds (2005)?
Esa es otra. Parece funcionar una selección darwiniana en el negocio de la televisión creativa. Generalizando: a las mujeres, como Jenji Kohan, inventora de Weeds, les quedan reservadas las comedías de media hora.
 Son los “hombres difíciles” quienes tienen licencia para facturar y protagonizar dramas de una hora. Igual es la última batalla del general Custer: la posibilidad de ignorar el impacto del feminismo, la oportunidad para caricaturizar impunemente a los extranjeros, el desprecio de lo políticamente correcto bajo el manto de la ambigüedad

. Disfrútenlo mientras dure.

Los que se van, los que se quedan

Repaso urgente a algunas de las muertes más ilustres del mundo del cine y a las biografías de algunos de los que se salvaron de la caída.

 

Pocos universos han sufrido tanto el impacto de las drogas como el del espectáculo y, en concreto, el del cine.
 Sometidos al escrutinio del ojo público las veinticuatro horas del día, ricos y famosos, jóvenes y adulados hasta la extenuación, los actores han sido una constante en la lista de víctimas de una plaga que no deja títere con cabeza y que llena –día sí, día también- las páginas de los medios de comunicación.
La combinación letal lo es aún más (si cabe) al otro lado del Atlántico, donde las estrellas viven en un mundo impermeable, más solitario que blindado.
El actor John Belushi.
La muerte de Philip Seymour Hoffman ha servido para desatar unos cuantos infiernos, los habituales rankings, los reportajes de costumbre sobre aquellos que sucumbieron al demonio de las drogas (River Phoenix, John Belushi, Heath Ledger, Cory Monteith… añada los nombres que considere oportunos).
Cuando al mejor actor de su generación le encuentran víctima de una sobredosis, todo es posible.
 La aparición, además, de medios de comunicación dedicados íntegramente al cotilleo y el chascarrillo, provoca que –dinero mediante- cualquier detalle relativo a la autopsia, el informe policial o los atestados judiciales se filtre con una facilidad asombrosa
. Mientras se escriben estas líneas ya circulan por la red el –presunto- número de papelas que había en casa de Seymour Hoffman, las conclusiones forenses, el índice de estupefacientes y opiáceos en la sangre del actor y hasta la ropa que llevaba puesta. Pronto alguien se atreverá a publicar lo que pensaba momentos antes de cerrar los ojos.
El actor Heath Ledger, en el filme Brokeback Mountain. / AP
Aún se recuerda en Hollywood el ruido que provocó la muerte del mencionado Ledger, allá por 2008, cuando algunos ofrecieron auténticas locuras por el diario del actor, en el que supuestamente se reflejaba el estado mental que le condujo a la muerte.
 El diario nunca apareció, y con él se esfumó la idea de sacar más jugo a la muerte de un gran intérprete en la cima de su carrera. Alguien debería haber escrito, a modo de escarmiento, lo triste que es perseguir fantasmas que llevan encadenado al pie una bola de latón.
Pero ¿y qué hay de los que se quedan?
El actor Robert Downey jr. / CORDON
Pocos recuerdan en estas fechas a personas como Robert Downey Jr, Michael Douglas, Matt Damon, Samuel L. Jackson, Drew Barrymore o Robin Williams.
 Probablemente porque el hecho de que sus coqueteos con el alcohol, la cocaína y la heroína no acabó con ellos en el cementerio o sus cenizas en el océano
. Los que se quedan tendrán que seguir soportando que sus debilidades (llámense adicciones, o rupturas, o –simplemente- un mal día) se expriman con todo lujo de detalles para que el público puedo comprobar que –al final, sí- también ellos eran humanos. También ellos tenían vecinos que les daban los buenos días, amigos que les echarán de menos y familias a las que proteger
. No está de más recordar que el añorado Seymour Hoffman tenía tres hijos, de edades comprendidas entre los seis y los once años.
No debería ser naif pedir comprensión (si no respeto) sobre todo aquello que tenga que ver con la muerte de un actor. Confirmada la sobredosis de Seymour Hoffman, la sustancia que la provocó y el destino final del intérprete, no debería quedar mucho más que ofrecer al rebaño.
 O quién sabe, quizás ahí empieza la historia que no interesa contar: la del hueco que tocará tapar a los que aún siguen aquí...

La policía implica a Álvarez Cascos como receptor de comisiones de Gürtel


Francisco Álvarez Cascos declaró como testigo en la Audiencia Nacional el pasado mes de agosto. / uly martín

La Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) del Cuerpo Nacional de Policía ha entregado un informe al juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz, en el que relaciona al exministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, con las siglas P.A.C. que aparecen en documentos incautados a la trama Gürtel como perceptor de comisiones procedentes de la red corrupta.
Dichos informes, a los que ha tenido acceso Europa Press, han sido recientemente entregados al titular del Juzgado Central de Instrucción número 5 que investiga a la organización, presuntamente liderada por Francisco Correa.

En la documentación, las siglas P.A.C. aparecen relacionadas con el cobro de comisiones en contraprestación a la obtención de contratos con la Administración.
El documento, de 49 páginas, señala que a la organización de Francisco Correa se le ha incautado distinta documentación que incluye anotaciones referentes a una persona cuya identidad se oculta bajo las siglas P.A.C."vinculadas al reparto de beneficios generados con motivo de la ejecución de acciones de las campañas electorales de los años 2003 y 2004".
Las cantidades se ingresaron en base a un contrato de prestación de servicios publicitarios para el PP firmado por parte de la sociedad Rialgreen S.L.
 "Existen varios elementos que, una vez integrados de forma conjunta, permiten inferir de forma indiciaria que la persona que está detrás del acrónico P.A.C. se estaría refiriendo a Francisco (Paco) Álvarez Cascos".
Rialgreen, según este informe, facturó en 2003 y 2004 más de tres millones de euros al PP.
 Este beneficio se habría dividido en dos partes iguales: una que se repartía entre el administrador de Asian Deluxe Group, José Luis Roig Gallego y la persona identificada como P.A.C; y otra que se distribuía entre otras seis personas entre las que volvía a aparecer P.A.C junto a Luis Bárcenas, Gerardo Galeote, Jesús Sepúlveda, Jesús Merino y Francisco Correa.
A este respecto, la policía relaciona P.A.C. con Álvarez Cascos al considerar que la persona que se esconde bajo estas siglas tiene "gran capacidad de influencia, pues cobra de las dos partes y recibe un total 41.172 euros, siendo el mayor preceptor" del beneficio obtenido por Rialgreen.
Entre los indicios, la UDEF destaca que Correa manifestó, según consta en las grabaciones aportadas por el exconcejal del PP José Luis Peñas, que llevó importantes cantidades de dinero, que cifraba en 1.000 millones de pesetas, al extesorero del PP Luis Bárcenas "procedentes de adjudicaciones de Fomento, cuando estaba Cascos".
Además, Correa declaró que una de las cuentas que tenían sus empresas era la de AENA porque "Paco Cascos, con el que tenía cierta relación, le dio esta cuenta que era muy importante porque se hacía Fitur y un montón de eventos".
También destaca la Policía las relaciones comerciales establecidas entre una sociedad vinculada al asesor financiero de Correa imputado en "Gürtel" Luis de Miguel, llamada Creative Team S.L, y la mercantil Tecnas S.L., "cuyo presidente, consejero delegado y máximo accionista era Francisco Álvarez Cascos", y que facturó en 2008 69.508 euros a la primera.

Papeles de Bárcenas

El informe de la Policía se refiere además a las anotaciones aparecidas en los denominados "papeles de Bárcenas" y que incluyen un conjunto de pagos correspondientes al periodo 1990-2004 "donde se registran de forma recurrente entradas y salidas de fondos cuyo aportante y destinatario" se "infiere" que es el exministro popular.
 En la contabilidad b del extesorero se denomina a Álvarez Cascos de diferentes formas, recuerda la UDEF en este informe, tales como P.A.C., PAC, Paco A.C., Paco Alv-Casco, Paco A. Cascos, Paco, Cascos y Paco Álvarez.
Cascos declaró como testigo el pasado mes de agosto, en una de las piezas separadas del caso Gürtel, los papeles de Bárcenas.
 Ante el juez Ruz, el exsecretario general del PP entre 1989 y 1999, negó haber percibido 421.693 euros entre 1990.
Además, según ha avanzado la SER, en su informe, la UDEF constata una relación empresarial entre el abogado que diseñó la trama de evasión de capitales de Correa y el propio Cascos
. El exministro habría recibido 69.000 euros por este concepto, por lo que la Policía pide a Ruz que investigue esas vinculaciones.
El nombre del exministro también surgió cuando entre la documentación enviada por Aeropuertos Nacionales y Navegación Aérea (AENA), dependiente del Ministerio de Fomento se desveló un supuesto amaño de contratos de este organismo en favor de la red Gürtel.

2 feb 2014

La mujer normal ha muerto........................................Del Blog Mujeres

Por:

image from http://aviary.blob.core.windows.net/k-mr6i2hifk4wxt1dp-14012819/2fe36388-7fe9-40a7-8b2e-6c32212abe0a.png
Anna Magnani (CORDON PRESS)
Ponte en pie ante las canas 
y honra el rostro del anciano.
El libro del Levítico


Sí. La mujer normal ha muerto. Ha muerto porque en la televisión ha dejado de existir.
 ¿Qué les pasa a las mujeres que aparecen en ella, que no tienen arrugas, que se ríen abiertamente sin signos de expresión? ¿Por qué tienen los labios y los pechos hinchados... exageradamente? ¿Dónde están las mujeres como yo —como tú? Han muerto
. No quieren verlas y las han eliminado de la pantalla, porque... ¿para qué?, ¿para recordarnos que el tiempo pasa y pasa para todos?, ¿para que el público, cómodamente en su salón, opine que los años no pasan por ti, (mujer de la televisión), que cada día estás más joven, que quizá con un poco más de pómulo...?
Anna Magniani, antes de que el maquillaje le cubriera todo el rostro, pidió que no le quitaran las arrugas, que le habían costado toda una vida procurárselas.
 Pero ¿qué presentadora, actriz o modelo está dispuesta a ello? ¿Qué nos ocurre a las mujeres normales para querer pasar por el quirófano, obedeciendo a un supuesto deseo o cánon o perfección o visión masculina?
 ¿Quién nos ha engañado y nos ha hecho creer que estamos más guapas así, desfiguradas completamente?
¿Qué pasa en la televisión, que parece una caricatura de la sociedad?
 La mujer deformada se pasea por nuestro salón y nosotras, mujeres del otro lado de la pantalla, nos miramos en ellas y vemos que no coincide la silueta, que no hay semejanza alguna.
 La mujer normal de la televisión ha muerto y la mujer normal de fuera de la televisión se esconde, imita, compara
. No hay manera, no hay rastro de la mujer con arrugas o con flaccidez, no hay estrías que brillen bajo el foco de la luz, ni barrigas.
 No hay sobrepeso —ni siquiera hay gafas. El cuerpo de las mujeres, un documental de apenas veinticinco minutos, desenmascara a esa mujer muerta que se ha quedado dentro de la televisión y que no sale, por más que la echemos no sale de nuestra vida, de nuestras expectativas.

¿Hemos perdido la capacidad de esperar de nosotras la normalidad? ¿Nos miramos a través de un supuesto deseo masculino? ¿Por qué la televisión está llena de mujeres cuyo talento se basa en la belleza y la juventud? ¿Cuántas veces tendremos que leer que a tal o cual actriz se le nota demasiado la cirugía o, peor, necesitaría unos retoques?
Preguntas y más preguntas que nos hacemos, nos hacemos a este lado de la pantalla, y del otro lado hay un vacío, una laguna: del otro lado hay mujeres que acompañan a hombres en los programas, hay un florero con cuerpo de mujer, o una pata de la mesa; al otro lado una mujer ríe las gracias, da paso a la publicidad, es humillada, es un objeto sexual
. No, no es una exageración: veinticinco minutos de documental y todo está ahí, ahí, donde la mujer normal no tiene cabida, todo está ahí: en lo mediocre, en lo soez, en la sexualidad de las presentadoras que no presentan
. Las cualidades de las mujeres vivas de la televisión son puramente físicas: son rubias, son guapas, son simpáticas. Y cuando una mujer con talento se cuela entre bastidores, no vale —no vende.
No cabemos las mujeres normales en la televisión: estamos demasiado vivas, demasiado arrugadas, demasiado fláccidas. No se cabe en la televisión, es tan pequeña.
 La mujer normal necesita estar a este lado de la pantalla, porque sin nosotras no saben a quién dirigirse. ¿Cómo?
 El reclamo que utilizan para el hombre es una trampa, es sólo una manera de llegar hasta nosotras: sí, porque nos miramos con los ojos equivocados —los ojos sin tiempo, los ojos perfectos
. Medimos a las mujeres de la televisión, las medimos y tampoco caben ahí dentro, es tan pequeña, somos tan pequeñas: insignificantes, al margen.
Veinticinco minutos y lo veréis: la nada que puede llegar a ser la televisión, que no hay manera de entrar y salir de ella sin quedar ileso. La televisión afea, deforma, provoca.
 La televisión insulta, decora, nos vomita encima. La máscara de la televisión, la tristeza de las mujeres, la altura de la belleza —inalcanzable, tan pequeña es.
 ¿Qué les pasa a las caras de las mujeres? ¿Qué esconden bajo la máscara?