Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

27 ene 2014

Entre el ridículo y la mansedumbre.....................................................Javier Marías

¿Servimos de algo o somos efectivamente ridículos? ¿Deberíamos continuar o guardar silencio?

Esos políticos, que desde luego no nos hacen caso, preferirían que desapareciésemos.

Algunos lectores saben que cada dos por tres me pregunto qué diablos llevo haciendo tanto tiempo en esta última página de El País Semanal. 
 Pero hay dos fechas al año en que de veras me planteo dejarla: una es cuando acaba el “curso” en julio y me tomo mi asueto de agosto; la otra es enero, por aquello de los buenos propósitos. 
Entre los míos siempre se cuenta, durante unos días y en forma de duda, el de callarme de una vez.
 Y a cada enero la tentación es más fuerte, aunque sólo sea por la acumulación del cansancio (a los once años aquí hay que sumar los ocho anteriores en que también escribí cada domingo en otro lugar; luego diecinueve en total)
. Además, ya lo decía hace poco la carta publicada de un lector tan amable que incluso me llamaba “Don Javier”: “… es como si predicase en el desierto; parece que nadie le hace el menor caso …”
 Bueno, sería pretencioso aspirar a lo contrario, supongo, pero la constatación lo lleva a uno a preguntarse –y a extender la pregunta a todos los demás escritores y columnistas–: “¿Qué pretendemos, entonces? ¿Distraer, acompañar en la indignación, consolar, halagar, desahogarnos, amargar el desayuno a algunos políticos, financieros, empresarios, jueces?”
Tampoco ayudan a proseguir las declaraciones que leo de un novelista que aprecio, el cual, interrogado por el papel de los intelectuales ante las actuales crisis, responde: “No tienen ningún papel. Es ridículo pensar que sí, que pueden influir en nada.
 Seamos sinceros: el poder es poder porque no cuenta con nadie.
 Por tanto, todo el que desde un lateral intente influir es ridículo.
 El escritor libre, el que no está relacionado con una opción política, no influye”. Y remata así: “Lo que digo es que, si el alcalde dice que hay que hacer el puente, el puente se hace. Digan lo que digan los intelectuales”
. En esto último no me cabe duda de que lo asiste la razón, y aún habría que añadir: “Digan lo que digan los ciudadanos”
. Esa es la manera en que se ejerce normalmente el poder en España en la actualidad –puro caciquismo–, y más si se posee mayoría absoluta.
 ¿O no salta a la vista que es la forma de gobernar del PP, de CiU, del PNV, del PSOE, con distintos grados? ¿No es evidente que Rajoy se dijo, al ganar las elecciones:
 “Dispongo de cuatro años para hacer lo que me dé la gana.
 No me importa incumplir mis promesas y engañar, me trae sin cuidado a quién dañe y a cuántos, el perjuicio irreversible que cause a mi país
. Voy a poner España a mi gusto y al de los míos, en contra de la opinión de los médicos, los profesores, estudiantes y rectores, los jueces y fiscales, los pensionistas, los trabajadores, las clases medias, los pequeños empresarios, los artistas, los científicos, los investigadores, los parados, los dependientes, las mujeres y no digamos los intelectuales.
 Ya se me ocurrirá un nuevo fraude, cuando toque volver a votar”?
Respecto a las otras afirmaciones de ese novelista, uno no quiere pensarlo, pero no puede evitar pensarlo un poco, de refilón: ¿acaso no suenan a autojustificación?
 Puesto que es ridículo creer que desempeñamos algún papel, lo es también pronunciarse, acusar a los corruptos y a los sin escrúpulos y a los dañinos, denunciar los abusos y las injusticias y las canalladas, tratar de abrir los ojos a quienes los tienen cerrados, procurar que la gente repare en lo que se le ha pasado por alto, argumentar contra las arbitrariedades, señalar las prácticas dictatoriales ejercidas en democracia (las hay, y de ellas vengo hablando hace meses), protestar contra las nuevas leyes que privan de derechos y libertades, advertir del deslizamiento hacia formas despóticas de gobernar.
 Lo aconsejable –y también lo más cómodo– es no caer en ese ridículo, o bien dejar de ser “escritor libre” y ponerse al servicio de “una opción política” determinada. 
Es decir, convertirse en peón, alfil o torre de un partido, única vía para “influir”. No por intelectual, se entiende, sino por infiltrado: por formar parte del aparato y del engranaje.
¿Servimos de algo o somos efectivamente ridículos? ¿Deberíamos continuar o guardar silencio? Son dudas reales, no retóricas, ojo: no descarto que ese reputado novelista esté en lo cierto.
 Claro que luego hay otros a los que, para realzarse, les conviene faltar a la verdad y asegurar que ninguno de sus colegas ha estado a la altura.
 Si hablamos caemos en el ridículo, y si no, nos portamos como cobardes e incurrimos en mansedumbre. Yo carezco de respuesta a este dilema, y además sería parte interesada.
 Admito que tal vez no influimos y que nuestros pataleos son estériles
. Pero de una cosa estoy seguro: ay si ni siquiera existiésemos, si nadie dijera nunca nada, si no incomodáramos e hiciéramos rabiar un poco a los políticos que nos acogotan y que además quieren aplausos
. La única prueba que veo de nuestra no absoluta inutilidad es que esos políticos, que desde luego no nos hacen caso y se encogen de hombros ante nuestros griteríos, preferirían a buen seguro que desapareciésemo
s. Que no llamáramos la atención de quienes se molestan en leernos, ni los hiciéramos pensar, o mirar lo que pasa desde otro punto de vista del impuesto por los gobernantes, todos los días, con las televisiones a sus pies.
 Que no señaláramos sus abusos y sus imbecilidades, su cinismo y su desfachatez, sus razonamientos grotescos que ya no tratan ni de adecentar.
 Ay si además de ocurrir cuanto ocurre, uno abriera los periódicos y no se encontrara en ellos más que asentimiento e indiferencia y silencio, solamente por temor al ridículo.
elpaissemanal@elpais.es

 

El presidente Hollande hace pública su ruptura con Trierweiler.....Total.....ya está tocado por hacer las cosas engañando....


Hollande y Trierweiler el pasado 16 de octubre en un funeral. / CHARLES PLATIAU (Reuters)
Pues mira que es feo Hollande.
C’est fini. 
El presidente francés, François Hollande, ha comunicado esta tarde a la Agencia France Presse de forma oficial que su “vida en común” con la periodista Valérie Trierweiler ha terminado.
 Hollande, de 59 años, pone así un punto y aparte al folletón amoroso que ha copado la atención mediática y popular en las últimas semanas, después de que la revista Closer descubriera su relación amorosa con la actriz Julie Gayet, de 41 años, al publicar unas fotos del presidente llegando en moto a un apartamento cercano al Elíseo.
Según publicó esta mañana Le Journal du Dimanche, el jefe del Estado francés se reunió el jueves con Trierweiler, que fue primero su amante y luego su compañera estable durante varios años, para pactar “los detalles de su separación”.
Hollande, que sigue siendo soltero y tiene cuatro hijos con su primera pareja, Ségolène Royal, evitó dar explicaciones sobre el asunto en su conferencia de prensa del 14 de enero, pero prometió que aclararía su situación personal antes del viaje oficial a Estados Unidos del 11 de febrero, viaje al que en principio iba a acudir Trierweiler.
A raíz de la publicación de la noticia del romance, Trierweiler, de 49 años y madre de tres hijos, sufrió una “crisis de fatiga nerviosa” y pasó ocho días ingresada en el hospital de La Pitié. 
Luego se refugió en la residencia oficial de La Lanterne, en Versalles.
El acuerdo alcanzado por la pareja, afirmó esta mañana el Journal du Dimanche, contempla que, en un primer momento, Trierweiler se quede a vivir en el piso que la pareja presidencial compartía en el distrito XV de París.
La ex primera dama se desplazará este domingo a Bombay (India) con una delegación de la ONG Acción contra el Hambre
. Lo hará ya a título personal, como simple ciudadana.
 El desplazamiento había generado controversia por el papel que debía jugar Trierweiler, y dudas sobre su financiación. La ONG aclaró que el viaje de la ex primera dama lo sufragan diferentes patrocinadores privados.
El vodevil ha relanzado en Francia el debate sobre los límites entre vida privada y vida pública del jefe del Estado, y sobre el estatuto de sus parejas.
 Una encuesta publicada por Le Parisien’ estima que el 54% de los franceses no quieren que haya first lady, y desaprueban que la República destine a las parejas de los presidentes un estatuto oficial y recursos económicos.

La RAE se sube a las tablas

José Luis Gómez ingresa en la Academia con un canto al oficio del cómico y con un vivo recuerdo a Francisco Ayala, a quien sustituye en el sillón Z.

El actor José Luis Gómez a su llegada al acto de ingreso en la Real Academia Española. / Santi Burgos

La verdad escénica, el veneno del teatro, “purgador, sanador, catártico”, cruzó ayer las sólidas puertas de la RAE para poner al servicio de la lengua el oficio de los cómicos. José Luis Gómez leyó su discurso de ingreso,
 Breviario de teatro para espectadores activos,contestado por el académico Juan Luis Cebrián, ante un público que escuchó su canto de amor a ese “formidable juego simbólico”, el teatro.
 Una lectura pausada y ceremoniosa, a la altura de un actor imbuido de una misión: llevar su oficio a la casa de las palabras
. Citando a Peter Brook o Stanislavsky, entre otros maestros, desgranó la esencia de su trabajo: su belleza (“Es como la mano en el guante, separada pero inseparable; el papel alimenta cada una de las células del actor, pero no lo aprisiona; en el interior del papel es libre y altamente consciente”); sus contradicciones (“El actor lidia con caracteres de lobo y con caracteres de cordero: en realidad ambas energías, la del lobo y la del cordero, están en todos ellos, como lo están en nosotros mismos”) y su eterna paradoja (“¿Quién es el autor de las palabras que están en el aire y que se quedan en el cuerpo para constituirse con ellas?
 La esencia del actor se constituye en esta paradoja y este la asume dentro de su cuerpo para constituir la verdad espiritual de su mundo.
 El actor sabe que las palabras que utiliza no son suyas, pero en momentos de gracia lo olvida y cree profundamente que lo son”).
 Pero quizá el momento más emocionante fue cuando José Luis Gómez volvió a tocar el timbre de la casa de Francisco Ayala, el escritor al que ahora sucede en el sillón Z de la RAE y cuya viuda, Caroline Richmond, se encontraba entre el público.
 La figura del autor de Recuerdos y olvidos planeó ayer con esa fuerte intensidad de las cuentas no saldadas.
 “Al abrirme ustedes las puertas de esta casa, y darme la oportunidad de sentarme en el mismo sillón que ocupó don Francisco Ayala, he podido, siquiera sea en mi imaginación, pulsar de nuevo el timbre y traspasar el umbral de su casa, aquel inolvidable tercero derecha de la calle del Marqués de Cubas, número 6, cuya puerta una vez dejé que se cerrara”.
 En 1975 Gómez (que ya había logrado la colaboración de otro académico, Camilo José Cela, para la traducción del francés de La resistible ascensión de Arturo Ui, de Bertolt Brecht) fue a casa de Ayala buscando el mismo resultado para traducir del alemán un Woyzeck de Büchner
. Ayala le trató con máxima amabilidad y elegancia y accedió a la traducción, pero, aunque estaba escrita en un español modélico, no funcionaba para el teatro y el actor decidió embarcarse él mismo en la tarea y no utilizar la traducción de “don Francisco”.
 Viajó a América Latina con la obra, pero al volver a España decidió no estrenarlo, insatisfecho con su propia traducción y con el resquemor por su falta hacia el viejo escritor.
“Así se cerró una puerta, por mi propia cortedad, a la que ya no me atreví a llamar en los años siguientes
. A lo sumo acerqué la mano al timbre, pero no me atreví a pulsarlo”.
Esta confesión inédita la escucharon, entre académicos y amigos, muchos de los suyos: actores como Aitana Sánchez-Gijón, Núria Espert, Julia Gutiérrez Caba, Carmen Machi, José Sacristán o Pilar Bardem o autores como Sanchis Sinisterra.
 Todos lo arroparon desde su entrada en el salón de actos de la mano del traductor Miguel Sáenz y la novelista Carme Riera.
 Ante ellos, Cebrián dio la bienvenida al actor: “Bienvenido sea en su condición de intérprete de la lengua, y como auténtico creador en el más genuino y original sentido del término: el que define a quien da la vida”.
 Una vida que Gómez decidió dar allí mismo al Sordo de Triana de Valle-Inclán, un trozo “grandioso y poco conocido” del teatro español que usó para cerrar su discurso y cuyo lamento traspasó los centenarios muros de mármol, poco acostumbrados a los fuegos de un cómico.

 

Muere José Emilio Pacheco, el poeta amado por los mexicanos.......................El Cielo debe estar lleno de Poesía...Pablo de Llano

Fallece a los 74 años años uno de los escritores contemporáneos más importantes del español

Recibió el Cervantes y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2009

Miembro de la Generación del Medio Sigo, su poesía habla de la belleza de lo cotidiano y del tiempo.

Atlas

El poeta mexicano José Emilio Pacheco ha muerto este domingo en la Ciudad de México. El escritor, de 74 años años, fue hospitalizado en la tarde del sábado.
"Se fue tranquilo, se fue en paz", ha dicho su hija Laura Emilia Pacheco, encargada de confirmar la noticia.
Poeta, narrador, ensayista y traductor, era un hombre sencillo.
La imagen pública de José Emilio Pacheco (Ciudad de México 1939-2014) era la de un poeta sin pretensiones.
 Cuando recogió el Premio Cervantes en 2010 en España hizo un comentario sobre eso que se andaba diciendo de que él era uno de los mejores poetas latinoamericanos.
 “Pero si ni siquiera soy uno de los mejores de mi barrio. ¿No ven que soy vecino de Juan Gelman?”.
Los dos vivían en el barrio de la Condesa, en México DF.
Últimamente apenas se veían porque estaban ambos ya bastante achacosos como para andar de caminata por una ciudad tan apabullante.
 En abril se vieron en la presentación de un libro.
Pacheco le dijo a Gelman: “Te vería más si vivieras en Buenos Aires”.
El poeta argentino se adelantó unos días a su amigo José Emilio Pacheco en dar el paso al otro mundo. Falleció a los 83 años el pasado 14 de enero.
 Dos semanas después, toca despedir a Pacheco, otro de los grandes poetas latinoamericanos de las últimas décadas.
 El escritor Carlos Fuentes, otro de los grandes de las letras en español, escribía así sobre él en 2009:
“Su obra es una obra universal, y participa de la gloria de las letras de todos los tiempos”.
Pacheco era un ídolo discreto en México.
 Aparecía poco, pero era una figura siempre presente en el altar de los devotos de la literatura.
 Uno de sus poemas, Alta Traición, era, es, será una de las máximas referencias de la cultura mexicana para entender a su propio país y a los sentimientos contradictorios que genera en muchos mexicanos.
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

Poesía y prosa

POESÍA
Los elementos (1963)
El reposo del fuego (1966)
No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970)
Irás y no volverás (1973)
Islas a la deriva (1976)
Desde entonces (1979)
Los trabajos del mar (1984)
Miro la tierra (1987)
Ciudad de la memoria (1990)
El silencio de la luna (1996)
La arena errante (1999)
Siglo pasado (2000)
Tarde o temprano (poemas 1958-2009)
Como la lluvia (2009)
La edad de las tinieblas (2009)
NOVELA
Morirás lejos (1967)
Las batallas del desierto (1981)
RELATOS
La sangre de Medusa y otros cuentos marginales (1959)
El viento distante (1963)
El principio del placer (1972)
Tarde de agosto (1992)

Pacheco estudió Derecho y Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México
. Fue traductor de autores ingleses (Tennesse Williams, T. S. Eliot…), colaborador de prensa, ensayista (El derecho a la lectura, 1984; La hoguera y el viento, 1994), escribió cuentos como La sangre de Medusa (1955), El viento distante (1963) o El principio del placer (1973) y novelas como Morirás lejos (1967) y Las batallas en el desierto (1981).
Pero su género fue la poesía, o, como escribió una vez Carlos Monsiváis con su ironía: “José Emilio Pacheco, poeta, narrador, periodista cultural, traductor, antologador, dramaturgo ocasional, es, sobre todo un poeta”.
 Gran parte de su obra poética está recogida en el volumen Tarde o temprano (Poemas, 1958-2000), editado por el mexicano Fondo de Cultura Económica.
Para José Emilio Pacheco la escritura era su ser. “La lengua en la que nací constituye mi única riqueza”, dijo en 2010 cuando recogió el Cervantes.
Antes de eso, en una entrevista con este periódico en 2009, decía sobre el efecto íntimo de hacer una buena frase: “Uno se siente muy satisfecho, sí, eso sí”
. El hombre que componía versos excelentes no era de puertas para afuera un orador epatante
. Decía palabras normales, humildes, como su presencia de señor tranquilo de pelo blanco y gafas cuadradas.
 Colaborador del semanario Proceso, en esa publicación durante décadas su columna Inventario se convirtió a un mismo tiempo en una brújula para orientar a la sociedad mexicana.
La escritora Elena Poniatowska, que ganó el Cervantes el año pasado, escribió esto en EL PAÍS cuando se lo dieron cuatro años antes a su admirado Pacheco. “Siempre espero ansiosa el regreso de José Emilio.
 Me hace falta. En torno a él, el aire se vuelve cálido, familiar, verdadero.
No hace frases solemnes, no excluye a los otros, los estudiantes lo rodean, las muchachas se enamoriscan de él, no fabrica una capilla, no trata de apantallar con su presencia, sus comentarios son caseros:
 ‘Creí que iba a perder el tren’, ‘no encontré taxi’…”.

Otro detalle que definió la incompatibilidad sustancial de Pacheco con el boato ocurrió en la entrega del Cervantes
. Al premiado se le cayeron los pantalones al entrar en el claustro de la Universidad de Alcalá de Henares. Al acabar el acto dijo que nunca se había vestido “de pingüino” y que no tuvo en cuenta que hubiera sido bueno ponerse unos tirantes.
Aquel fallo de protocolo hubiera sido de pena capital en el México encorsetado y grandilocuente de su infancia; un México que describió magistralmente en Las batallas del desierto:
La cara del Señorpresidente en dondequiera: dibujos inmensos, retratos idealizados, fotos ubicuas, alegorías del progreso con Miguel Alemán como Dios Padre, caricaturas laudatorias, monumentos. Adulación pública, insaciable maledicencia privada.
 Escribíamos mil veces en el cuaderno de castigos:
 Debo ser obediente, debo ser obediente, debo ser obediente con mis padres y con mis maestros
. Nos enseñaban historia patria, lengua nacional, geografía del DF: los ríos (aún quedaban ríos), las montañas (se veían las montañas)
. Era el mundo antiguo.
 Los mayores se quejaban de la inflación, los cambios, el tránsito, la inmoralidad, el ruido, la delincuencia, el exceso de gente, la mendicidad, los extranjeros, la corrupción, el enriquecimiento sin límite de unos cuantos y la miseria de casi todos.