Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 ene 2014

Sobre historias y sobre Españas................................Arturo Pérez-Reverte

No deja de tener su guasa, oigan.
 Y les explico por qué. Desde hace unos meses, a retales, hago en esta página una especie de resumen gamberro de la historia de España, desde que la llamaban Ispahan o tierra de conejos. La idea no es otra que pasarlo bien recordando cosas, y contarles a ustedes cómo veo los accidentados siglos que dieron lugar al actual bebedero de patos. Basta leer uno de esos artículos para comprender que está lejos de mi intención el afán didáctico serio, y que el rigor extremo no es la principal de mis preocupaciones. Lector de Historia pertinaz, como soy, escribo casi siempre de memoria, o consultando por encima algún dato a fin de no meter mucho la gamba. Incluso incurro en deliberados y evidentes anacronismos, como meter litronas en Roma, tortilla de patatas en la época visigoda o al tío Gilito en la corte de los Reyes Católicos. A eso hay que añadir las simplificaciones obligadas en un folio y medio, así como las erratas o gazapos propios de simples artículos de prensa escritos en una mañana y que, si para cada uno de ellos me levantase a consultar y leer los libros correspondientes, llevarían días de prolija escritura, como ocurre cuando ando metido en una novela histórica, que ya es otra cosa. Y tampoco se trata de eso.
 El asunto, como digo, es hacer un recorrido ameno por la historia española, de manera que a quien lo lea le quede un poso general, incluido mi punto de vista sobre lo que fuimos y somos; y quizá también la curiosidad, abordando ya otros textos serios, de profundizar en la fascinante historia de esta casa de putas a la que llamamos España. 
Todo eso es bien comprendido por quienes me honran leyendo lo que escribo.
 Por los cómplices de esta manera de contar y de mirar la foto de nuestro deneí nacional. Por eso estos artículos se titulan Una historia de España.
 Es sólo una manera de contar, entre otras posibles. Sin embargo, pese a esa evidencia, en los últimos tiempos advierto resquemores entre dos clases de lector: uno, más bien joven, es el que, habiendo recibido en el colegio nociones históricas perturbadas por el descojono educativo de las últimas décadas, se traga hasta la bola versiones inspiradas por caciques de pueblo, cantamañanas catetos o historiadores de parcelita que reinventan la historia de España a gusto de quien la financia.
 Con lo que a veces uno encuentra a esos lectores en desacuerdo, a menudo de buena fe, oponiendo argumentos de una simpleza abrumadora: desde la secular lucha vascongada contra el centralismo español -nunca hubo soldados vascos en los ejércitos de España, afirma un indignado jovencito guipuzcoano- a la heroica guerra de independencia que en 1714 libraron todos los catalanes, pasando por la conmovedora, culta y tolerante Al Andalus. Al referirme a cuyos habitantes, por supuesto, se critica mucho que utilice la palabra moro. 
El otro grupo crítico es el de la bilis.
 Los espumarajos.
 Y ahí figura media docena de historiadores profesionales, o que así se consideran, a los que irrita que alguien ajeno a su oficio ose comentar cosas del pasado. Cómo se atreve ese cabrón, es el resumen de la cosa.
 Que el arriba firmante tenga publicadas, entre otras, catorce novelas históricas y lleve veinte años tocando episodios puntuales de nuestro viejo curriculum en esta página, no contribuye a mejorarles el humor. Y a eso me refería al principio de este artículo diciendo que la cosa tiene guasa.
 Porque esos pavos que ahora se indignan con que un aficionado sin otro mérito que una biografía movidilla y treinta mil libros en la biblioteca les toque la flor, podrían haber dedicado sus sabios esfuerzos, ellos, en los últimos veinte o treinta años, a llenar la inmensa brecha, el agujero negro que el desmantelamiento educativo y cultural impulsado por gobernantes analfabetos y sin escrúpulos impone a nuestra historia y nuestra memoria; escribiendo libros y artículos que hicieran anecdóticos o superfluos los míos y los de otros ajenos al gremio; denunciando ausencias o tergiversaciones; peleando por la verdadera memoria histórica que tanto necesita este desgraciado país para comprender lo que fue, lo que es y lo que podría ser. Tendrían que haber hecho eso, por ejemplo, en vez de dejarnos a otros el trabajo
. Deberían haberse mojado, como es su obligación, dando la cara, en vez de ser tantas veces cómplices oportunistas, callados y cobardes de los golfos que nos desorientan y manipulan, cuando no mercenarios pagados para reescribir y enseñar a los jóvenes diecisiete historias distintas, que a nadie aprovechan sino a los canallas que les llenan el pesebre. 
5 de enero de 2014

Platos rotos........................................Boris Izaguirre

Estamos obligados a acomodarnos, como Di María, el Rey o Cristina. También para aclarar puntos, la Reina acudió a un estreno con deseos de enseñar las uñas.

 

La Reina, con manicura de fantasía, conversa con Letizia en la Pascua Militar. / JACK AUBN (CORDON)

El gran gesto de la semana ha sido el del jugador del Real Madrid Ángel Di María acomodando una buena parte de sí mismo dentro del pantalón corto propio de su deporte. Quienes lo vieron, durante el partido contra el Celta de Vigo, asumieron que era una respuesta ante la pitada que recibía por su juego en el Bernabéu. Di María explicó que no se trataba de algo ofensivo, sino un “acomodo”.
 La intención era otra, asentar o conciliar esa parte de su ser en el apasionado ajetreo del partido. Finalmente, el club no le sancionó, como sucede también en otras instancias y con otros arreglos. Pero el gesto sintetiza el alma de 2014: el año del acomodo.
Aunque la bien armada y poco acomodaticia Jorgelina Cardoso, esposa de Di María, marcó un golazo sacando las uñas en defensa del jugador, en general todos estamos obligados a acomodarnos a algo
. Unos, a la supervivencia. Otros, como don Juan Carlos después de la Pascua Militar, al tartamudear en su discurso
. Y probablemente a lo que tenga que acomodarse la infanta Cristina es a su arrolladora impopularidad. Hasta en un programa tan superprudente como Los desayunos de TVE, varios contertulios calificaron de soberbia y egoísta la actitud, el gesto, de la hija menor del Rey al convertir la imputación en “una línea roja que al negarse a cruzar se ha vuelto condenatoria cuando en realidad es una citación para aclarar puntos ante el juez”.
También para eso, aclarar puntos, la Reina acudió al estreno de la película sobre Vicente Ferrer con deseos de enseñarle las uñas, con una divertida manicura estampada de estrellitas, a los que recibían a las autoridades con el familiar abucheo.
 Ya dentro del cine, y lejos del ruido callejero, doña Sofía le comentó a la conductora del polémico programa Entre todos, Toñi Moreno, especializado en beneficencia, que la había estado viendo esa misma tarde.
 Se entiende ese acomodaticio gesto de reina y madre que no sigue Sálvame para evitar ver lo que le pasa a su hija con la ley y que prefiere sintonizar con los problemas de otras familias en crisis.
Muchos sospechan que poco se acomodará con la declaración de la Infanta si la mayoría de sus respuestas se ciñen al manido guion de “no sé” y “no me acuerdo”. Pensar en eso hace temer que al señor Miquel Roca se le recordará más por esta defensa que por su papel como redactor de la Constitución.
 El juez ya adelanta que será difícil convencerle de la conexión entre una vajilla de 1.745 euros y las actividades de Aizoon, cuya tarjeta de crédito abonó los platos.
 Si yo fuera el juez Castro, tiraría de la vajilla.
 En primer lugar porque cuando eliges una, es una declaración de principios. “Tu mesa es tu alma”, sostienen los gurús de la decoración
. ¿Pensaban usarla en cenas para encandilar futuros socios? Ya poseían una, regalo de la Diputación de Castellón, pero prefirieron otra para llevarse a EE UU.
Ya hay quienes confirman que es “tacky, pero con rollo”. Señor juez: no hay nada que chifle más a una señora bien que hablar de la vajilla en serio.
Tire por ahí, taza a taza, plato a plato, y seguro que la Infanta se vuelve más colaboradora.
 Y sin romper nada.
Con la segunda imputación, otras noticias se avinieron a la incomodidad de ser eclipsadas. Jesulín de Ubrique, por ejemplo, cumplió cuarenta años acomodándose a su papel en la próxima entrega de Torrente. Algunos programas de televisión le enviaron felicitaciones, pero orientadas más a descubrir que esas negociantas que son su suegra y su esposa pudieran haber convencido a otro familiar de arriesgar su dinero en una inversión ruinosa.
 O sea, un pequeño Blue Jasmine, la excelente película de Woody Allen sobre la crisis financiera, pero en la finca Ambiciones.
En otros países, las malas noticias generan acuerdos políticos impensables. Tras el terrible asesinato de una Miss Venezuela, la actriz Mónica Spears, y de su exmarido ante su hija de cinco años, el Gobierno ha reconocido finalmente la apabullante escalada de inseguridad en el país, uno de los más peligrosos del mundo
. El asesinato coincide con una campaña turística que promociona Venezuela como un destino “chévere”. Spears venía precisamente de visitar una de las zonas con más potencial turístico, Los Llanos.
 En la reunión de emergencia convocada por el Gobierno, Nicolás Maduro aceptó el gesto de estrechar la mano de su opositor, Henrique Capriles.
 Algo que, lejos de simbolizar un acuerdo, reflejó el temor mutuo a contagiarse de algo malo.
Mientras unos tratan de descansar o de amoldarse a la realidad después de la Pascua Militar, la ecléctica princesa Letizia alivia la semana recuperando el tono en palacio
. Es sabido que desde octubre Letizia trata de acercar un nuevo ritmo a La Zarzuela y es el zumba, una tonificante mezcla de ritmos tropicales y mucho movimiento de caderas que entusiasma a toda una generación de europeas a la hora de mantenerse en forma
. A su cuñada, duquesa de Palma, le pilló más la moda de practicar salsa y merengue en la etapa del Instituto Nóos. Con tanto ritmo y tanta rumbera, al Rey no solo se le va la voz, sino que también le zumban los oídos, mientras recupera la cadera.

10 ene 2014

Ya no es tan bello vivir

Estas navidades las televisiones han emitido mucho menos o prácticamente nada la famosa película de Frank Capra.

Última escena de la película de Frank Capra 'Qué bello en vivir' (1947). / AP
. Estas navidades las televisiones han emitido mucho menos o prácticamente nada la famosa película de Frank Capra Qué bello es vivir, que a pesar de los años transcurridos desde 1946, venía propagando su mensajito de esperanza en la bondad humana como anatema contra las dificultades de la vida.
 La película también hacía creer en la infinita bondad de los ángeles que desde el cielo descubrían en la tierra a un hombre con problemas económicos y acudían prestos en su ayuda haciéndole milagritos. ¡Cuánto trabajo tendrían hoy en hacer realidad el cuento!
Qué bello es vivir se convirtió en una televisiva pesadilla navideña, o en otra más de entre las muchas habituales
. La razón es bien conocida
. Los propietarios de la película olvidaron renovar el copyright, entonces de 28 años, y los derechos pasaron automáticamente a dominio público.
 No había por tanto que pagar por exhibirla o editarla en vídeo.
 Incluso se realizó una versión coloreada aprovechando aquella perversa costumbre iniciada en los ochenta de trastocar las fotografías en blanco y negro para fingir modernidad, que obtuvo gran éxito en las teles. Teníamos Qué bello es vivir hasta en la sopa y para todos los gustos.
 Aunque la película no obtuvo éxito en su momento, ni en España se estrenó en época en Navidad, ni en Estados Unidos fue autorizada para todos los públicos, su propagación constante la acabó convirtiendo en una de las más vistas de la historia.
 Pero se acabó.
 Legalmente los derechos han regresado a sus dueños actuales y los milagritos, quién los pillara, habrá que buscarlos en la vida real y no en la película de marras… aunque en Internet siga colgada, como tantas otras, para su consumo gratuito.
Esa facilidad para consumir películas es uno de los elementos por los que el cine se encuentra en una encrucijada, como asegura Scorsese en una carta abierta a su hija que circula por la red. “No me refiero a las películas que ya se han hecho”, dice, “sino a las que están por venir.
” Aunque el cineasta se muestra optimista porque hacer películas ahora es más asequible y barato que hace años, y los cambios en la forma de crearlas y de verlas crean nuevos retos, siempre será imprescindible el talento, porque “las herramientas no hacen la película”
. Es decir, no hay que contar con milagros.
“No hay atajos para nada”, concluye el director.
 Vivir es bello, según y cómo.

 

Espejos

Tal vez usted sea uno de esos tipos que cuando se miran al espejo colocan la punta de la lengua sobre el labio superior mientras se atusan el pelo.
 No le gusta reconocerlo y se molesta si alguien se lo advierte, sobre todo si es ella, con sus bromitas de colegio de monjas. Pero, a pesar de sentirse ridículo, pillado como de niño mirando una revista porno, se lo toma bien y saca su vis cómica: ¿no dicen que hay que aprender a reírse de uno mismo?
Su furtiva relación con los espejos no acaba ahí
. En el gimnasio, sin sentirse dueño de sus actos, más de una vez se topa con su imagen levantando unas pesas de cuarenta kilos, postureando, la papada en alerta, el pecho hinchado.
 Lo advierte y se dice a sí mismo: “Menuda mariconada”. 
Pero el espejo tiene imán y la vista se le va, igual que hacia un escote.
 Cree que disimula bien en el vagón de metro, cuando esquiva las cabezas de los pasajeros en busca de un hueco para pasar revista y comprobar cómo le queda el cuello de la camisa.
 Con los años, se ha acostumbrado a vestir siempre igual para no sentirse torpe, aunque ha acabado por creer que no hay mejor forma de hacerse visible que pretender ser invisible.
No se ha permitido pensar si le gusta mirarse, y eso que cuando está solo en casa o en un hotel anda en bolas y se pellizca la grasa como tantas veces le ha visto hacer a ella, con el índice y el pulgar: 
“Mira, mira”, dice lacónica. 
Usted sabe que lo imperfecto es morboso y lo perfecto, aburrido. 
Pero eso de compensar los defectos propios con un agudo sentido del humor le resulta otro bodrio de la psicología de masas. Abomina esas teorías como el síndrome de Napoleón, que, en definitiva, es una formulación pretenciosa del “pequeños pero matones”
. Y más cuando está comprobado que de un hombre cotiza más el atractivo que la belleza
. O el bolsillo. Está harto de ver a tipos nauseabundos con mujeres hermosas, y a chicos guapos con mujeres horrendas, aunque bien se cuida de no juzgar: “Vete a saber, no siempre es tan sencillo”.
Pero lo importante es usted y su relación con el espejo esos días en que no acierta a encontrar su perfil, ni una pista para reconocer al muchacho que deseaba conducir un tren a medianoche; el que sentía que todo era posible, incluso susurrarle a las ballenas
. ¿Qué pasó? ¿Cuándo se torció todo? Muchos le dicen que es un tipo con suerte, cuando secretamente usted se siente un impostor. Una mentira andante, un espejismo de lo que los demás creen que es. A veces llega a pensar que algún día quedará al descubierto que es un fraude, un incompetente. 
Pero hasta que nadie levante la liebre, ha decidido que callará. 
Y seguirá observándose de reojo en cualquier espejo.
Si todo eso le sucediera a usted, amable lector, sepa que lo único que le diferencia de las mujeres es que nosotras en lugar de lamernos el labio superior con la punta de la lengua ponemos morritos.