Estas navidades las televisiones han emitido mucho menos o prácticamente nada la famosa película de Frank Capra.
. Estas navidades las televisiones han
emitido mucho menos o prácticamente nada la famosa película de Frank
Capra Qué bello es vivir, que a pesar de los años transcurridos
desde 1946, venía propagando su mensajito de esperanza en la bondad
humana como anatema contra las dificultades de la vida.
La película también hacía creer en la infinita bondad de los ángeles que desde el cielo descubrían en la tierra a un hombre con problemas económicos y acudían prestos en su ayuda haciéndole milagritos. ¡Cuánto trabajo tendrían hoy en hacer realidad el cuento!
Qué bello es vivir se convirtió en una televisiva pesadilla navideña, o en otra más de entre las muchas habituales
. La razón es bien conocida
. Los propietarios de la película olvidaron renovar el copyright, entonces de 28 años, y los derechos pasaron automáticamente a dominio público.
No había por tanto que pagar por exhibirla o editarla en vídeo.
Incluso se realizó una versión coloreada aprovechando aquella perversa costumbre iniciada en los ochenta de trastocar las fotografías en blanco y negro para fingir modernidad, que obtuvo gran éxito en las teles. Teníamos Qué bello es vivir hasta en la sopa y para todos los gustos.
Aunque la película no obtuvo éxito en su momento, ni en España se estrenó en época en Navidad, ni en Estados Unidos fue autorizada para todos los públicos, su propagación constante la acabó convirtiendo en una de las más vistas de la historia.
Pero se acabó.
Legalmente los derechos han regresado a sus dueños actuales y los milagritos, quién los pillara, habrá que buscarlos en la vida real y no en la película de marras… aunque en Internet siga colgada, como tantas otras, para su consumo gratuito.
Esa facilidad para consumir películas es uno de los elementos por los que el cine se encuentra en una encrucijada, como asegura Scorsese en una carta abierta a su hija que circula por la red. “No me refiero a las películas que ya se han hecho”, dice, “sino a las que están por venir.
” Aunque el cineasta se muestra optimista porque hacer películas ahora es más asequible y barato que hace años, y los cambios en la forma de crearlas y de verlas crean nuevos retos, siempre será imprescindible el talento, porque “las herramientas no hacen la película”
. Es decir, no hay que contar con milagros.
“No hay atajos para nada”, concluye el director.
Vivir es bello, según y cómo.
La película también hacía creer en la infinita bondad de los ángeles que desde el cielo descubrían en la tierra a un hombre con problemas económicos y acudían prestos en su ayuda haciéndole milagritos. ¡Cuánto trabajo tendrían hoy en hacer realidad el cuento!
Qué bello es vivir se convirtió en una televisiva pesadilla navideña, o en otra más de entre las muchas habituales
. La razón es bien conocida
. Los propietarios de la película olvidaron renovar el copyright, entonces de 28 años, y los derechos pasaron automáticamente a dominio público.
No había por tanto que pagar por exhibirla o editarla en vídeo.
Incluso se realizó una versión coloreada aprovechando aquella perversa costumbre iniciada en los ochenta de trastocar las fotografías en blanco y negro para fingir modernidad, que obtuvo gran éxito en las teles. Teníamos Qué bello es vivir hasta en la sopa y para todos los gustos.
Aunque la película no obtuvo éxito en su momento, ni en España se estrenó en época en Navidad, ni en Estados Unidos fue autorizada para todos los públicos, su propagación constante la acabó convirtiendo en una de las más vistas de la historia.
Pero se acabó.
Legalmente los derechos han regresado a sus dueños actuales y los milagritos, quién los pillara, habrá que buscarlos en la vida real y no en la película de marras… aunque en Internet siga colgada, como tantas otras, para su consumo gratuito.
Esa facilidad para consumir películas es uno de los elementos por los que el cine se encuentra en una encrucijada, como asegura Scorsese en una carta abierta a su hija que circula por la red. “No me refiero a las películas que ya se han hecho”, dice, “sino a las que están por venir.
” Aunque el cineasta se muestra optimista porque hacer películas ahora es más asequible y barato que hace años, y los cambios en la forma de crearlas y de verlas crean nuevos retos, siempre será imprescindible el talento, porque “las herramientas no hacen la película”
. Es decir, no hay que contar con milagros.
“No hay atajos para nada”, concluye el director.
Vivir es bello, según y cómo.
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