Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 ene 2014

La Guardia Civil investiga la agresión de los vigilantes de un centro comercial dos turistas

Un hijo del matrimonio grabó con un móvil los hechos, ocurridos en un cuarto de los guardias de seguridad.

La Guardia Civil investiga la denuncia interpuesta por una pareja de turistas franceses por, supuestamente, haber sido agredidos por los guardias de seguridad de un hipermercado en la localidad alicantina de Torrevieja, según han confirmado fuentes del Instituto Armado.
 Estas han puntualizado que los guardias también han presentado una denuncia a causa del incidente.
Las denuncias cruzadas se interpusieron el pasado día 30 después de un 'altercado' en el centro comercial, informa Europa Press.
 Según la versión de la pareja, todo comenzó cuando sonaron las alarmas de seguridad al llegar a la zona de las cajas.
 Los vigilantes, entonces, hicieron que la familia pasara por un detector sin encontrar nada y los llevaron, posteriormente, a una habitación de seguridad donde se produjo la agresión, tras la cual los turistas requirieron asistencia médica en las Urgencias de un centro sanitario.

 

8 ene 2014

Estaré aquí....................................Leila Guerriero

En un artículo llamado Mi nombre es Camba, publicado en el diario ABC en 1913 (e incluído en el libro Maneras de ser periodista,2013, Libros del K.O.), el columnista español Julio Camba decía: “(...) quiero que sepan mi nombre y que se familiaricen pronto conmigo.
 Entrar en un periódico es para uno como entrar en el seno de una familia desconocida”. Es un asunto de educación básica: cuando uno llega a un sitio nuevo —la mesa de un bar, la contratapa de un diario— lo primero es presentarse, saludar.
De modo que aquí voy: mi nombre es Leila Guerriero, soy argentina, soy periodista, vivo en Buenos Aires. Estaré aquí un tiempo, hablando, hablándoles. ¿De qué?
 Del tamaño de la aridez de nuestros corazones.
 De repollos y reyes y de por qué el mar hierve y de si los cerdos tienen alas. Del horror del amor cuando termina.
De todas las cosas que estaban hechas para olvidar que no hemos olvidado nunca; de las que estaban hechas para no olvidar jamás (el dolor, los muertos queridos, aquella tarde en la arena) y que, sin embargo, hemos olvidado para siempre.
 De los fantasmas de Navidades pasadas. De un hombre japonés que conocí en las Filipinas. Del Papa. De la Patagonia y de los mercados de Latinoamérica y del terror gélido de los cuartos de hotel en todas partes. De la chica que ayer, en el metro, se mordía los labios como si fuera a comérselos y que parecía —toda ella— una planta carnívora.
 De esta línea de Marosa di Giorgio, uruguaya, rara: “Los jazmines eran grandes y brillantes como hechos con huevos y con lágrimas”.
De esas cosas, o de otras y, a veces, inevitablemente, de cosas que no le importarán a nadie. Pero aquí estaré, no sé durante cuanto tiempo.
 Y cuando digo “aquí”, y cuando digo “no sé durante cuánto tiempo”, quiero decir aquí: en esta página, pero, también, en esta tierra.
 Nos pasa a todos.

Miedo sano, miedo tóxico..........................Pilar Jericó


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Si tienes miedo, es una gran noticia: estás vivo.
 Solo dejamos de sentirlo bajo tres circunstancias: cuando lo llamamos de otro modo, cuando tenemos una lesión cerebral o bien, cuando estamos muertos.
 Como lo resumen los budistas: “Muy pocas veces no tenemos miedo. Sólo cuando sentimos pánico”. El motivo es sencillo: nacemos con él y es la emoción estrella que nos ha permitido llegar hasta nuestros días como especie.
    El miedo nos ayuda a protegernos de los peligros y nos proporciona ciertas dosis de prudencia para no decir lo que realmente pensamos a nuestro jefe o abandonar nuestro trabajo sin otra opción laboral (aunque muchos jueguen a la lotería para permitirse el lujo de poder hacerlo algún día).
El miedo, por tanto, equilibra ciertos impulsos que tenemos desde muy pequeños.
Los padres juegan un papel esencial en su transmisión
Educan a sus hijos para que no se asomen demasiado a una ventana, no jueguen con los enchufes o respeten a los profesores (esto último no está muy claro). En definitiva, necesitamos el miedo sano para ser prudentes. Y ya lo decía Aristóteles: la prudencia es la virtud práctica de los sabios.
            Sin embargo, este tipo de miedo, el sano deja de ser positivo cuando nos paraliza y nos impide poner en juego todo nuestro potencial.
 Es entonces cuando se convierte en miedo tóxico. Y éste, sin lugar a dudas, no sólo es innecesario sino que, además, nos perjudica a nosotros y a nuestras empresas.
El uso del miedo tóxico tiene un alto precio en la cuenta de resultados y en nuestra felicidad, pero, desafortunadamente, está a la orden del día.

MIEDO SANO
MIEDO TÓXICO
Principal cualidad
Positivo para nuestros intereses. Tiene una base evolutiva
Destructivo para nuestros intereses. No contribuye a nuestra evolución
Efectos
Nos protege ante peligros
Frena nuestro talento. Nos vacía de futuro
Duración
Puntual
Prolongado en el tiempo
Tabla: Diferencias entre el miedo sano y el miedo tóxico (Fuente: NoMiedo)

            El miedo sano y el tóxico están íntimamente relacionados
 . Podríamos decir que se trata de un mismo actor interpretando los dos personajes más universales de la novela de Stevenson: el doctor Jekyll (miedo sano) y míster Hyde (miedo tóxico).
 Ambos nacen de la misma emoción –el personaje del médico, siguiendo con el ejemplo novelesco–. El tóxico es una deformación del sano. Todos tememos perder el afecto de nuestros seres queridos (miedo sano), pero condicionar nuestro comportamiento día tras día para obtener la aprobación de quienes nos rodean es miedo tóxico.
 Y las consecuencias de ambos tipos son bien distintas, tanto en la novela como en la vida real.
            ¿Qué diferencias hay entre el miedo sano y el tóxico? La más importante es su efecto.
 Cuando el miedo sano se deforma en tóxico, entra en escena míster Hyde, asesinando nuestras capacidades.
 Nos deja vacíos de futuro. Es un freno a nuestro talento y al de otros si tenemos responsabilidades directivas. El sano, por el contrario, es inocuo respecto al desempeño. Otra diferencia es su duración. El miedo tóxico no tiene fecha de caducidad (sin necesidad de conservantes ni colorantes), quien lo sufre se ve afectado por él en una gran parte de sus decisiones y comportamientos, tanto en su trabajo como fuera del mismo. El sano, sin embargo, sólo hace su “aparición estelar” en momentos puntuales. La diferencia es sutil, pero los resultados de traspasar la delgada línea roja no lo son en absoluto. Y, desgraciadamente, cuando una empresa o una personas emplea el miedo como forma de gestión o de relacionarse con el resto, pulsa el interruptor de nuestro miedo sano y lo convierte en míster Hyde.
Así pues, el primer paso para abordar un miedo es saber diferenciarlo de sano a tóxico. Piensa algo que te preocupe y reflexiona sobre las siguientes preguntas:

Recetas
  1. ¿El miedo te impide tomar decisiones que realmente desearías tomar o solo es una advertencia?
  2. Si fueras capaz de imaginarte dentro de varios años, ¿te arrepentirías de la decisión que no eres capaz de tomar por dicho miedo?
  3. ¿Es una emoción que es puntual o te está quitando el sueño?

Fórmula
El miedo sano es la prudencia que nos advierte de los peligros. El miedo tóxico paraliza decisiones que desearíamos tomar y se convierte en una preocupación constante.

Decálogo para una vida plena


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La sensación de plenitud depende de las pequeñas decisiones con la que alimentamos nuestro día a día y que dependen, una vez más, de nosotros mismos. Veamos a continuación cuáles son, conforme la propuesta de Sonja Lyubomirsky, profesora de la Universidad de California:
  1. Manifiesta gratitud: Es difícil ser feliz si no valoramos lo que tenemos. Pensar con gratitud nos ayuda a saborear las experiencias positivas, a reforzar la autoestima y el amor propio. La gratitud es el antídoto, además, para evitar la queja. Por ello, si antes de dormir revisamos tres cosas buenas que nos han sucedido hoy, vamos incorporando el hábito de agradecimiento.
  2. Cultiva el optimismo: Lyubomirsky propone una actividad llamada “el diario del mejor yo posible”, que consiste en visualizar y escribir sobre cómo nos gustaría ser en un futuro. En este apartado, no deberíamos concentrarnos en bienes materiales, sino en nosotros; en nuestros valores, comportamientos que querríamos desarrollar en un tiempo. Por ejemplo, poder vivir más espacios de ternura, tener más paciencia o entusiasmarme más con mis proyectos. 
  3. Evita darle vueltas a las cosas y las comparaciones sociales: El compararnos con el resto es un poso seguro de infelicidad. Si nos creemos mejores, nos da un sentido de superioridad insano. Si nos consideramos peores, desmerecemos nuestro trabajo y el progreso que hayamos conseguido. El reto consiste en convertirnos en la mejor expresión de nosotros mismos, más allá de lo que hagan otros. Además de lo anterior, cuando pensamos demasiado ó damos vueltas a las cosas de forma innecesaria, nos desgastamos profundamente. Necesitamos desarrollar estrategias defensivas para distraernos de los pensamientos negativos. Por ejemplo, si nos asalta una idea nociva, acudir rápidamente a un recuerdo bonito, a una imagen que nos dé paz o incluso a una canción. No olvidemos que somos nosotros quienes podemos alimentar o no los pensamientos.
  4. Sé amable: Los estudios de Seligman señalan que ser genero­sos y atentos con los demás, aunque sea un solo día a la semana, nos permite registrar un incremento de su felicidad considerable. Por ello, no es de extrañar que cuando nos rodeamos de personas con comportamientos agradables, los niveles de estrés se reducen. Por ello, incorporar la amabilidad (y la ternura) en nuestro día es un requisito para disponer de una vida plena.
  5. Cuida las relaciones sociales: Dedicar tiempo a comunicarse, manifestar apo­yo y lealtad son algunas de las actividades que han demostrado efica­cia para incrementar los niveles de felicidad. La amistad es una de las grandes riquezas que podemos cultivar como hemos comentado en otro artículo.
  6. Desarrolla estrategias de afrontamiento: Afrontar es lo que hacemos para aliviar el dolor o el estrés provocados por un acontecimiento negativo. La negación es un actitud que alimenta el conflicto. Por ello, es recomendable buscar canales para expresar lo que nos duele y con ello, poder afrontarlos. Y los hay de diversa índoles: desde una buena conversación a cualquier expresión artística, como la escritura o la pintura.
  7. Aprende a perdonar: Las personas que perdonan manifiestan una disminución de sus emociones negativas y un aumento de su autoestima y su esperanza. Lyubomirsky nos presenta varios ejercicios para aprender a perdonar, como apreciar ser perdonado: imaginar el perdón, escribir una carta de disculpas, ser más empáticos o atribuir cierta bondad o generosidad al transgresor.
  8. Saborea las alegrías de la vida: Los investigadores definen el disfrute como los pensamientos o comportamientos que son capaces de generar, intensificar y prolongar el placer. Actividades como saborear las experiencias comunes, disfru­tar y rememorar con familiares y amigos, festejar las buenas noticias o permanecer abierto a la belleza y la excelencia, permiten incrementar nuestra sensación de plenitud… Por cierto, ¿hace cuánto que no celebras un éxito por pequeño que sea?
  9. Comprométete con tus objetivos: Los comienzos del año suelen ser un buen momento para revisar nuestros objetivos, como comentamos en el último artículo. En este apartado, hemos de escogerlos para que estén en armonía con otros objetivos personales y con la flexibilidad suficiente para dejarnos sorprender por lo que la vida muchas veces nos ofrece.
  10. Cuida de tu cuerpo: La meditación, la actividad física y el actuar como una persona feliz (es decir, expresar las emociones positivas con gestos como reír o sonreír) son hábitos que nos ayudan a sentirnos mejor. En cuerpos erosionados es más difícil, por no decir imposible, cultivar una vida plena.

Las anteriores acciones podemos poner en marchar en cualquier momento para trabajar por nuestro bienestar, porque como dijo sabiamente Abraham Lincoln
“La mayoría de las personas son tan felices como ellos preparan a su mente para serlo”
  
Basado en el libro: Sonja Lyubomirsky: La ciencia de la felicidad: un método probado para conseguir  el bienestar, Barcelona, Ediciones Urano, 2008.
Imagen: La felicidad de Paul Gauguin