Mónica no tiene hijos biológicos, pero mantiene una relación muy
estrecha con el hijo de su pareja, Nicolás, de 12 años
. La prueba es que
a su comunión fueron invitados los padres, la hermana y los sobrinos de
Mónica, con quienes el niño ha compartido muchos fines de semana y
vacaciones. Pero no eran los únicos familiares postizos en esa
celebración.
Allí estaban también los abuelos de su hermanastro, hijo de
su madre con su nuevo marido, y el hijo que este tuvo con una pareja
anterior.
“Había cuatro pares de abuelos. Solo dos eran de verdad, pero
todos acabaron ejerciendo un poco”, recuerda Mónica.
“En las fiestas es
cuando mejor se ve la cantidad de familias que hay mezcladas en la vida
de Nicolás.
Y él está encantado, no tiene ningún problema porque todos
nos llevamos muy bien”, asegura. Solo a veces tiene una inquietud.
“Cuando le preguntan quién soy yo, no sabe qué decir. No soy su
madrastra porque no vive conmigo, sino con su madre, pero no soy solo la
pareja de su padre.
Pero no hay ninguna palabra para definir ese algo
más que somos”, explica Mónica.
Crecer en una familia como la de Nicolás ya no es tan raro en España.
Entre 2001 y 2011 este tipo de hogares han aumentado un 110,8%, de
235.385 a 496.135, según el
censo de población y viviendas
publicado ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Solo
otro grupo ha crecido más en esta década: el de las parejas de hecho,
que pasó de 563.785 a 1.667.512, un 195,8% más. También han subido,
aunque menos, las personas que viven solas (45,8%), las parejas sin
hijos (45,1%) y las madres o padres que viven solos con sus hijos (44,8%
y 59,7%, respectivamente).
“Nos estamos acercando de manera particularmente rápida al modelo de
familia de los países centroeuropeos y nórdicos: un modelo que cobra
formas diversas.
El objetivo de todas esas formas es buscar la felicidad
con una pareja, pero la manera de conseguirlo ya no es única: se puede
lograr teniendo hijos, no teniéndolos, casándose, separándose o viviendo
con los hijos de otra persona”, comenta Gerardo Meil, catedrático de
Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid. “Esta rápida evolución
plantea algunos problemas.
Por ejemplo, muchas parejas de hecho acaban
formalizando su relación cuando tienen hijos o deciden compartir una
hipoteca porque, tal como está organizada la burocracia, es más práctico
casarse.
O el reto que supone para las familias reconstituidas
encontrar nombres para definir sus vínculos.
Poco a poco se irá
normalizando, igual que el divorcio se ha normalizado y para nadie
supone un trauma ya, pero es un proceso más lento”, añade Meil.
“No soy su madrastra, pero tampoco solo la pareja de su padre”
Tampoco avanzan a buen ritmo las políticas familiares. “El entramado
institucional sigue básicamente dirigido a la familia nuclear
(matrimonio con hijos comunes), hay que adaptarlo a estas nuevas formas
de convivencia”, advierte Julio del Pino, profesor de Sociología de la
UNED.
“Hay modelos que necesitan atención específica.
Por ejemplo, las
familias monoparentales, que es un grupo muy vulnerable con gran riesgo
de pobreza. Hay que mirar a países como Reino Unido, que tiene una larga
tradición de apoyo a este colectivo, o también Holanda, que tiene
programas dedicados a las personas que viven solas, especialmente
mayores de 65, que es uno de los grupos que más está creciendo en España
por el envejecimiento de la población”, apunta Consuelo León, del
Instituto de Estudios Superiores de la Familia de la Universidad Internacional de Cataluña.
El envejecimiento es, de hecho, el fenómeno que más preocupa a los
sociólogos.
Es la causa del importante incremento del número de hogares
formados por solo una persona mayor de 65 años: un 25,8% entre 2001 y
2011, hasta sumar 1.709.186.
“Eso significa que el problema de la
dependencia sigue creciendo mientras las políticas de ayuda se recortan.
Hay que empezar a pensar en planes de protección específica para este
grupo, por ejemplo construyendo viviendas sociales unipersonales con
servicios compartidos”, sugiere Consuelo León.
El entramado institucional
sigue pensado para
el modelo tradicional
“¿Y quién va a pagar estos planes sociales y las pensiones de todas
estas personas mayores si los hogares tienen cada vez menos hijos?”, se
pregunta Roberto Martínez, director de la
Fundación Más Familia.
“La tasa de natalidad está en 1,2 hijos por mujer.
Si no se empiezan a
poner en marcha planes de apoyo a la familia a largo plazo, con un gran
pacto político que garantice su continuidad, en 2050 seremos el país más
envejecido del planeta”, avisa Martínez. “Hay que actuar en dos
frentes: natalidad y conciliación.
Y no con medidas aisladas como pueda
ser un cheque bebé, sino con planes integrales”, añade.
Lo mismo advierte Raúl Sánchez, director de la
Federación Española de Familias Numerosas,
el único colectivo que se ha reducido en la década 2001-2001, según el
censo del INE: de 994.666 a 631.186, un 36,5% menos. “La decisión de
tener hijos no solo depende de la economía familiar. También del peaje
que tienen que pagar las madres, por ejemplo, en su vida profesional.
No
es fácil retomar la carrera después de una baja maternal, mucho menos
después de dos, tres o cuatro”, explica Sánchez.
“Seguimos a la espera
del plan integral de apoyo a la familia que ha prometido el Gobierno,
aunque nos tememos, por experiencias anteriores, que no es una
prioridad”, lamenta. “Las consecuencias de seguir sin hacer nada ya las
estamos viendo.
Nos estamos jugando el futuro”.