Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

6 dic 2013

El mundo es desigual y triste mientras en La India se mueren de enfermedas curables en nuestro 1º mundo......................

Alfombra azul para la boda india

 

La fiesta de la familia del multimillonario Lakshmi Mittal arranca en el Museo Marítimo de Barcelona

El MNAC cierra el sábado pero para compensar la entrada será gratis el domingo.

 

El novio Gulraj Behl y la novia Shristi Mittal, posan a su llegada al cóctel de bienvenida que la multimillonaria familia de la novia ha organizado en el Museo Marítimo de Barcelona. / ALBERT OLIVÉ (EFE)

Barcelona es este fin de semana el escenario de una espectacular boda india, la de la sobrina del multimillonario indio Lakshmi Mittal.
 La fiesta empezó ayer.
 La joven Shristi Mittal y su novio, Gulraj Behl, pasearon del brazo por la alfombra azul del Museo Marítimo de Barcelona, decorado con toques oceánicos, a su llegada a la recepción para los quinientos invitados que acudirán este sábado a su boda.
  La sobrina del magnate de la empresa Arcerol-Mittal apareció ataviada con un vestido de color champagne con vuelo, mientras accedía al recinto, en donde se proyectaba un holograma con la imagen de los novios, rodeado de agua de mar y de peces.
A su llegada, los invitados que pisaban la alfombra azul, decorada con gigantescas gotas de agua iluminadas y por guirnaldas de flores, eran inmortalizados con imágenes y vídeos por un helicóptero-dron, que sobrevolaba la zona.
Shristi Mittal, de veintiséis años, es la hija menor de Pramod Mittal quien acorde con la tradición hindú ha sido el encargado de financiar la ostentosa boda. Pramod ya demostró su gusto por las celebraciones espectaculares en su 50 cumpleaños, celebrado en Londres con un gran show al estilo Bollywood.
 El tío de la novia, Lakshmi Mittal, pagó 66 millones de dólares para organizar la que es considerada la tercera boda más cara de la historia, la de su hija.
La fuente mágica de Montjuïc estará encendida para la celebración.
 Así lo ha confirmado el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, uno de los invitados a la ceremonia este sábado en el Museu Nacional d'Art de Catalunya. Trias, que no ha querido revelar qué regalo le hará Barcelona a los novios, aunque ha dicho que será "modesto", ha expresado su satisfacción por el hecho de que gente con capacidad de influencia en el mundo elija Barcelona para homenajear a sus invitados.
 Durante todo el sábado, el MNAC permanecerá cerrado al público para preparar la ceremonia y para compensar las molestias la entrada al recinto será gratis el viernes y el domingo.
Trias, quien ha subrayado el deseo de discreción de la familia en  esta boda, ha considerado que se debe evitar que el enlace se convierta "en una de esas bodas del corazón con gente filmando".

Nuestra parte negra...................................Sami Naïr

Hay muertos que no son como otros muertos, porque hay seres humanos que no son como otros
. Todavía somos, en nuestra inmensa mayoría, supervivientes del siglo XX —un siglo en el que probablemente se hayan cometido los peores crímenes desde finales de la Edad Media: enfrentamientos salvajes entre imperios, guerras mundiales que han destruido generaciones enteras, exterminios en masa de pueblos dominados, holocausto contra los judíos, colonizaciones, experimentos atómicos en pueblos inocentes de Japón, “equilibrio del terror”— hemos visto de todo.
Y es probable que no hayamos aprendido nada y que todavía estén por llegar numerosos crímenes de masas.
 Y sin embargo hay personas, centinelas de la humanidad, que atraviesan estos horrores y salen de ellos siendo más humanos aún, más optimistas en cuanto al futuro de la comunidad de los vivos.
 Estas personas son poco comunes y Nelson Mandela, junto con el gran Gandhi, es de esas personas.
Evidentemente no es posible medir lo que supone la pérdida de Mandela para el humanismo. Este hombre viene de un país en el que ser negro significaba ir al infierno desde el grito primario del nacimiento; creció en medio de un mundo fundado sobre la separación violenta de colores, donde el blanco dominaba en virtud de su tez y en el que el negro era condenado a la maldición en razón de su color; luchó en un partido político que quería que fuera para todos, negros y blancos, y que no reclamaba otra cosa que la igualdad de los humanos, independientemente de su género, su estatus social, su color.
Y es por esto que era considerado el más peligroso de todos a ojos de los partidarios del apartheid. Peligroso porque quería un África del Sur fundada sobre la ley democrática de la mayoría y sobre el respeto a las minorías.
Acusado de haber fomentado atentados contra objetivos militares, será condenado en 1962 a cadena perpetua, encarcelado en condiciones espantosas en Robben Island durante 19 años, trasladado en 1981 a otro lugar en el que permanecerá 8 años más, convirtiéndose, tras 27 años de encarcelamiento, en uno de los presos más viejos del mundo, todo ello en nombre del odio que los blancos profesaban a las poblaciones negras de las que se valían en la explotación de minas de uranio y diamantes, y en las aterradoras fábricas que recordaban a las galeras. Negros hacinados en los shop towns, acotados en bantustanes de siniestra memoria, siempre separados de sus semejantes blancos, siempre despreciados, dominados, aplastados.
Nelson Mandela representa la más poderosa conjunción entre el deber de la memoria y la fuerza del perdón
Pero Nelson Mandela, desde el fondo de su prisión, aguantaba
. Se hubiera querido que incriminase a los blancos como género, que retomara por su cuenta la guerra de razas que le imponía el apartheid, que se convirtiera de este modo en vector de un racismo antiblanco; siempre se negó, respondiendo que no luchaba contra los blancos, sino por la libertad de blancos y negros, es decir, contra el sistema del apartheid, que hacía posible la dominación del blanco sobre el negro. Se hubiera querido que preconizase, a través del tercermundismo de los años 1960 y 1970 del siglo XX, la revolución violenta en África del Sur, pero se negó, argumentando que todos los partidarios de la abolición del apartheid, independientemente de sus elecciones ideológicas, debían poder reencontrarse en su partido, el African National Congress, para luchar juntos en torno a un único objetivo: la emancipación de los negros oprimidos, la salvación de los blancos alienados por el sistema del apartheid, puesto que, según él, los blancos también eran víctimas de su propia mirada racista y debían ser salvados.
Pero la grandeza, la inmensa grandeza de Mandela va más allá aún: una vez vencido el apartheid —gracias también a la inteligencia de Frederik De Klerk, jefe del Estado sudafricano, que había comprendido que aquel sistema, a la vez que engendraba la hostilidad de toda la humanidad, estaba muerto y que hizo adoptar en 1991 en el Parlamento sudafricano una legislación que abolía las leyes raciales— Mandela rechaza la venganza y se transforma en educador de su pueblo.
 Él, que había sufrido el martirio, dijo a los negros: “Si queréis un día olvidar el apartheid, debéis aprender a perdonar”; y a los blancos: “Si queréis un día ser perdonados, debéis olvidar vuestro apartheid”.
 Esta filosofía se encuentra en estado puro, como un diamante precioso, en todos los discursos, los actos, los sentimientos de la gesta mandeliana.
 Representa la más poderosa conjunción entre el deber de la memoria y la fuerza del perdón. ¿De qué lejana sabiduría surge? ¿De qué tradición religiosa emana su fuerza?
El fenómeno Mandela ha suscitado numerosas conjeturas: este hombre ha tenido una formación al mismo tiempo de izquierdas y religiosa, profundamente espiritual.
 En realidad, surgido de un país encrucijada de continentes, en el que cohabitaban (mal, evidentemente) diversas comunidades (blancos protestantes, cristianos de diversas corrientes, judíos, musulmanes, hindúes y una diversidad infinita de antiguas creencias africanas)
, Mandela bebió de las fuentes de todas estas culturas mezcladas y las transformó, en su calvario de prisionero de por vida, en una feliz síntesis universalista, en un camino de reencuentro entre seres que, para vivir juntos, deben tenderse la mano.
Consciente de la dificultad de la tarea, acepta ser el primer presidente de los negros y de los blancos
Los creyentes verían el dedo de Dios que rozaba al ser humano, a imagen del fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina; otros verían la señal misma de la fórmula humanista de Goethe, según la cual “nada de lo humano me es ajeno”.
 Pero Mandela sabía bien que este acuerdo que acababa de sellar con los sudafricanos blancos debía también garantizarlo, sobre todo después de que estos hubieran sido vencidos en Angola y en Namibia. Desde entonces, los opresores blancos tienen miedo, hay que protegerlos de alguna manera en su capitulación y su retirada.
Y Mandela, consciente de la dificultad de la tarea, acepta ser el primer presidente de los negros y los blancos.
 Y será él quien asegurará esta imposible transición, será él quien refrenará la cólera de los negros, será él quien evitará el baño de sangre entre adversarios de miras estrechas.
Su ejemplo debería ser meditado por todos aquellos que se encuentran en medio de un conflicto trágico: los israelíes y los palestinos, los católicos y los protestantes en Irlanda, los pueblos divididos de la exYugoslavia, las minorías y las mayorías confesionales de Oriente Próximo, las tribus genocidas en África, en resumen, todos aquellos atrapados en la pasión por la diferencia excluyente y el odio hacia el otro.
Nelson Mandela rechazará renovar su mandato como presidente de África del Sur porque no había aceptado esa responsabilidad más que para llevar a cabo la paz entre negros y blancos, y de este modo dará al mundo y a los africanos en particular el ejemplo raro de un hombre político que no se deja dominar por el goce de los privilegios del poder.
 A nosotros, al resto de la humanidad, nos habrá revelado, a través de su humanismo africano, la parte de negritud que hay en cada uno de nosotros, como Gandhi nos enseñó, dentro de la más bella tradición asiática, la parte de no violencia que también nos habita.
 Símbolo universal de reconciliación, de libertad y de respeto a la dignidad, sin duda Nelson Mandela permanecerá en la memoria como el hombre más importante del siglo XX, un hombre contra el cual la muerte es impotente, pues se ha convertido, a su manera modesta y tranquila, en el ejemplo mismo de la humanidad en el ser humano.

Adiós, Madiba


Escolares indios rinden tributo a Mandela. / Ajit Solanki (ap)

Adiós, Madiba

Extraña, también hermosa.........................................Carlos Boyero

antonio nieto

Me sucede a veces que las condiciones en las que veo una película me provocan miopía ante sus transparentes valores
. O al revés. Que crees ver poesía donde solo hay pretensiones y trampas, que después de haber sufrido cuantioso tedio confundes algo atractivo a secas con una obra de arte.
 Los festivales de cine se prestan a ello.
 Puede ocurrir que hayas dormido poco y mal, que tu fatiga o tu estado de ánimo nublen la evidencia, que debido a la acumulación de películas te hagas un lío mental cuando llevas seis o siete horas diarias mirando una pantalla.
 Tus gustos y tus juicios pueden modificarse para bien o para mal cuando ves esa película un tiempo después en tu ciudad, en una sala repleta o en soledad, en el horario que tú has elegido, por placer y no por trabajo.
Vi en el último festival de Cannes La gran belleza
. Las referencias aseguraban con embeleso que era La dolce vita de Paolo Sorrentino
. No sintiendo ninguna fascinación especial hacia la celebérrima película de Fellini y habiéndome aburrido enormemente con la última entrega de Sorrentino, esa infame Un lugar donde quedarse, imagino que me sentía a la defensiva.
 Y me pareció sobrecargada, habitada por una fauna de personajes esperpénticos cuya lúdica existencia me daba igual y situaciones agotadoramente caricaturescas, con una intensidad molesta.
 Y supuso una decepción particularmente lamentable para mí, ya que me habían gustado mucho Las consecuencias del amor e Il divo, dos muestras de una forma de contar historias tan insólita como poderosa.
Pero retorno a ella en Madrid, a las 10 de la mañana, con la sala para mí solo.
 Por si acaso, porque me quedó la sensación de que la había visto un poco abotargado. Y noto desde el principio el enganche que me provoca el fastuoso lenguaje visual de la cámara de Sorrentino retratando con originalidad lugares y personajes de la Roma matinal.
 El resto está dedicado a la noche y al amanecer.
El protagonista, un profesional del cinismo y del hastío lujoso, vive su frívola existencia cuando llega la oscuridad y duerme de día.
 Cuando era joven escribió una novela que ha perdurado, pero que aparentemente también le dejó seco. Desde entonces, este dandy que no exterioriza emociones, o cree que estas ya solo forman parte de su juventud, ejerce de cronista mundano, rodeado de friquis millonarios, observando el mundo con gesto elegante desde una terraza enfrente de un Coliseo fantasmal, visitando acompañado de velas los palacios más antiguos y hermosos de Roma, de fiesta en fiesta, soltando vitriolo o irónica comprensión por esa boca a la que siempre acompaña una copa y un cigarro, descubriendo en paseos solitarios al filo del amanecer rincones y momentos dotados de una extraña belleza y de un lirismo transmisible.
Lo que en una primera visión me amodorraba o me irritaba ahora me resulta magnético.
 Las imágenes están reñidas con lo convencional, el tono esperpéntico adquiere sentido, la música está admirablemente utilizada, el permanente juego de máscaras no es gratuito, esa catarata de imágenes hipnóticas pueden fascinar a la retina.
 Sorrentino también dispone, como es habitual en casi todo su cine, de un actor admirable llamado Toni Servillo, un tipo que se mueve con idéntica veracidad y fuerza en la sátira y en el intimismo.
 No me voy a arriesgar revisando más veces La gran belleza.
Por si acaso
. Para proteger mi último recuerdo de ella.