Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 nov 2013

Dallas, 50 años después: la catarsis vivida por la ciudad del odio y la vergüenza

Una marca en el asfalto indica el punto donde Kennedy recibió uno de los disparos. / TIMOTHY A. CLARY (AFP)

Entre saludos y vítores de alegría, minutos antes de que una bala le destrozara el cráneo y le enviara al panteón de los mitos con 46 años, Nellie Connally, esposa del Gobernador de Texas, se volvió hacia Kennedy desde el asiento delantero que ocupaba en la limusina presidencial que entraba en Elm Street y le dijo: “Bien, señor presidente, desde luego no puede decir que Dallas no le quiera”.
La mañana del 22 de noviembre de 1963 había comenzado para John y Jacqueline Kennedy triste y gris, con lluvia, cuando el matrimonio que llevó la juventud a la Casa Blanca llegó a Fort Worth, oeste de Dallas. Poco después, cuando los Kennedy aterrizaron en Love Field –a las afueras de Dallas y otra burla del destino- el sol se abría paso y los periodistas que viajaban con el presidente constataron que el término ‘’Kennedy weather’ se probaba cierto una vez más: allá donde iba el presidente, el tiempo mejoraba y se tornaba agradable.
En las oficinas del FBI en la ciudad tejana bromeaban y quitaban importancia a los panfletos que en la mañana de la visita presidencial habían aparecido cubriendo las calles de Dallas y que decían –usando el viejo reclamo del oeste- que se buscaba a Kennedy por traición.
También esa mañana, los residentes de la pequeña metrópoli se desayunaban con lo que parecía ser un caluroso recibimiento, con una página entera de publicidad en el diario The Dallas Morning News dedicada al mandatario y que rezaba así: “Señor presidente, bienvenido a Dallas”.
 Pero el anuncio era un pésimo ejercicio de sarcasmo en el que se acusaba al estadista de ser un títere de Moscú y un traidor a EE UU. Junto con su café, el presidente también recibió la prensa local, y pasando el diario su esposa Jackie le dijo: “nos adentramos en territorio de chiflados”.
Dallas ha hecho un largo recorrido desde los años en que el Ku Klux Klan marchaba por su calle principal, Main Street; desde los tiempos en que la sociedad anticomunista de John Birch tenía en la localidad uno de sus capítulos más activos; desde que el general Edwin Walker, que fue invitado a abandonar el Ejército por su adoctrinamiento derechista de las tropas, se refugió en Dallas e izó la bandera de EE UU bocabajo en la entrada de su casa. Dallas, la ciudad del oído y la vergüenza, ha vivido los últimos 50 años con el estigma de ser el escenario del crimen que conmocionó a América.
El lunes pasado se borraron de la carretera de Elm Street las dos cruces blancas que marcaban los dos lugares en lo que el presidente fue alcanzado por las balas
Hoy parece preparada para la catarsis que va a vivir el próximo viernes, cuando por primera vez, la ciudad conmemore el asesinato del 35 presidente de la nación cometido con un Mannlicher-Carcano de fabricación italiana de 12 dólares en manos de Lee Harvey Oswald, según la versión oficial que presentó la Administración de Johnson pocos meses después del magnicidio.
Hoy, sus habitantes –el 95% de los cuales o no vivía en la ciudad o no había nacido en el momento del crimen- se preguntan si ya ha llegado la hora de que dejen de pagar y si su remordimiento tiene, por fin, fecha de caducidad.
“Dallas ha recorrido un largo camino para sanar sus heridas”, asegura Stephen Fagin, comisario del Museo conocido como Sixth Floor Museum, antiguo depósito de libros desde cuyo sexto piso Oswald acabó con la vida de Kennedy con un rifle de mira telescópica comprado por correo.
 Hoy es una isla demócrata rodeada de un mar republicano. Su alcalde, Mike Rawlings, expresidente de Pizza Hut, es demócrata.
 Sus jueces son demócratas. Su sheriff, Lupe Valdez, es una lesbiana latina.
“Puede que no nos guste, pero aquel asesinato es parte de nuestra historia”, explica Fagin
. “Aunque ésta no acabó ahí”, añade el autor del libro ‘JFK, Dallas y el Sixth Floor Museum en Dealey Plaza’.
 Estos día, en preparación para los actos conmemorativos del aniversario, el alcalde Rawlings ha enfatizado la importancia de que los eventos se tornen en una celebración respetuosa de la vida y legado del presidente Kennedy.
 Por eso el lunes pasado se borraron de la carretera de Elm Street las dos cruces blancas que marcaban los dos lugares en lo que el presidente fue alcanzado por las balas –una en el cuello, otra en la cabeza, la tercera impactó contra el asfalto-.
“Queremos honrarle y mostrar que Dallas sí le quería entonces”, apunta el regidor, a pesar de que los datos contradigan su tesis, ya que el presidente demócrata apenas era popular en Texas, razón por la que se desplazó hasta este Estado en un acto de precampaña política con su número dos, Lyndon B. Johnson, tejano de Stonewall.
A los residentes de Dallas ya no se les trata con desdén, como se hacía en el pasado, cuando se sabe que son de la ciudad en la que cayó abatido el príncipe de Camelot.
 Estos días, la prensa local recuerda que al alcalde Wes Wise -1971-1976-, un colega le preguntó por aquel entonces cómo se sentía siendo el líder de “la ciudad que mató a Kennedy” .
Frente a los telegramas de hace 50 años que pedían que la ciudad cambiase su nombre por ‘Deshonra, Texas’ o ‘Vergüenza, Texas’, pinturas alabando el amor.
 Es el Dallas Love Project que cubre la ciudad, que se impone con corazones, frases de buenaventura, lemas pacifistas…
 El inmenso proyecto artístico que convierte la ciudad en una enorme galería de arte dirigida por la artista gráfica ganadora del Pulitzer Karen Blessen para superar a golpe de brocha el dolor y la vergüenza del pasado
. Esto es Dallas hoy. Lejos queda la ciudad del Odio.

El juez acusa a los padres de Asunta de preparar su muerte durante tres meses

El magistrado descarta la participación de una tercera persona en los hechos

El auto revela que ha desaparecido un ordenador y un móvil del padre de la pequeña

La madre acusó al padre de tener el Orfidal en casa y darle a la niña "polvos blancos"

Los padres no se pusieron de acuerdo en el lugar y la hora a la que la vieron por última vez

 

Los sospechosos saliendo de su piso de Santiago / EFE

El juez acusa a los padres de Asunta de estar preparando la muerte de la niña desde hacía tres meses y descarta la participación de nadie más en los hechos
.Tres hombres fueron investigados por su posible implicación en la muerte de Asunta: un empresario al que la madre de la niña asesinada asesoraba en sus negocios en Marruecos, un amigo de ambos y una tercera persona ajena a la familia Basterra Porto.
 Sin embargo, su presencia en alguna de las fases del crimen queda completamente descartada: “Con solvencia se puede decir que son totalmente ajenos a los hechos”, concluye el auto con el que el juez José Antonio Vázquez Taín ha puesto fin al secreto sumarial del crimen de Asunta y que desmonta la hipótesis del tercer hombre.
  Este escrito aporta algunos datos extra sobre la causa como las contradicciones y desmentidos en los que incurrieron los padres de Asunta, únicos imputados en el asesinato de la niña, cuando los investigadores cruzaron sus versiones.
Entre las novedades sobre el caso que nunca llegaron a trascender a través de los medios de comunicación en estos dos meses transcurridos desde la muerte de la cría, está el hecho de la extraña desaparición de un ordenador y un segundo móvil del padre de Asunta y una declaración de la madre en la que acusa a su exmarido de guardar el ansiolítico que se le suministró a la niña en su casa.
 La presunta asesina también relató al juez cómo una vez su expareja dio "polvos blancos" a la menor de 12 años
. Los análisis de sangre confirmaron que Asunta Basterra Porto había ingerido el día que murió una dosis tóxica de Orfidal, cuyo principio activo es el psicofármaco lorazepam.

El instructor carga las tintas contra las “gravísimas filtraciones” que han ocasionado “graves perjuicios al procedimiento”. “Por mucho que se acuse a este instructor de ser el filtrador, al contrario, me he esforzado personalmente en tratar de evitarlas”, afirma Taín por escrito
. Antes, deja un recado para evitar que las imágenes del cadáver de la menor u otras partes delicadas del sumario lleguen a los medios.
 Cada una de las partes personadas en la causa recibirá hoy una copia con una marca de agua que será distinta para cada una de ellas a fin de seguir la pista del filtrador si el contenido llegara a reproducirse y que funcionaría como seguro de cara a futuras acciones legales. En cuatro páginas, el instructor repasa y razona los “numerosos indicios sospechosos” que existen contra ellos y que justificarían la imputación de los padres de la niña, Rosario Porto Ortega y Alfonso Basterra Camporro, en prisión provisional.
“Los indicios exhibidos a los imputados motivaron en éstos un cambio de versión que parece confirmar las sospechas iniciales”, razona el juez, muy extrañado por la misteriosa desaparición del ordenador de Basterra y de su segundo teléfono móvil “que por razones que se escapan a esta instrucción ha ocultado”
. Taín justifica el haber mantenido el secreto sumarial desde el 22 de septiembre hasta la tarde de ayer, martes 19 de noviembre, en la necesidad de obtener una explicación “fresca” de parte de “posibles terceros sospechosos”.
La declaración del último de los tres varones investigados llegó ayer al juzgado de Santiago y cierra la puerta a la participación de cualquiera de ellos en el crimen de Asunta.
 Rosario Porto, sostiene el instructor, sabe “perfectamente” que fueron sus confusas explicaciones sobre el presunto incidente en el que un desconocido trató de matar a la niña o sus contradicciones sobre cómo y dónde dejó a la pequeña el día de su muerte, el 21 de septiembre, las que sustentan la imputación por asesinato en connivencia con su expareja, el padre de la pequeña.
 Los considera a ambos responsables de haberla asesinado, presuntamente, mediante asfixia mecánica después de drogarla durante, al menos, tres meses, expone.
A él le atribuye, basándose en la autopsia y el informe toxicológico, ser el responsable de haber drogado a la menor con Orfidal en una dosis tóxica “para facilitar la asfixia en un plan concordado con Rosario”.
 Algo, que según el auto, había hecho otras veces a modo de ensayo cuando la niña dormía en su casa según declararon personas del entorno de la menor.
Repite Taín que los dos imputados conocen perfectamente los hechos e indicios que los han llevado a la prisión de Teixeiro aunque hayan optado por guardar silencio hasta ver toda la causa, posiblemente añade, “para no volver a entrar en contradicciones palmarias con pruebas objetivas”.
 El juez alude al cambio de versión de Rosario cuando los investigadores le cuentan que las cámaras de seguridad la grabaron en el coche camino de Teo junto a la niña sin explicar dónde la dejó de vuelta.
 Apunta también a las contradicciones de Basterra y Porto sobre quién tenía el Orfidal (ella le acusó a él de tener el sedante en su casa y de haberle dado a la niña polvos blancos por lo menos una vez y él lo desmintió).
 Otro punto en el que los padres no se pusieron de acuerdo fue en el lugar y la hora a la que vieron por última vez a la niña
. Aunque el marido corroboró la primera versión de su esposa, se contradijo cuando supo que las cámaras la habían grabado y terminó por decir que no le había preguntado por la niña a su exmujer.

19 nov 2013

Chandler by night

Hoy celebro un bonito aniversario: hace 40 años que descubrí a Raymond Chandler.
 Compré, por la portada y los lomos negrísimos, aquella edición de El largo adiós en Barral Enlace, y subí a un tren, y el libro me atrapó tanto que me pasé varias paradas y me encontré en un territorio casi tan desconocido como el de Los Ángeles en la posguerra.
 Chandler me pareció incluso mejor que Scott Fitzgerald, que era mi héroe de entonces: igualmente romántico, pero más divertido
. Siguieron, una tras otra, todas sus novelas.
 Para conmemorar aquel encuentro, estos días he estado leyendo A mis mejores amigos no los he visto nunca (Debolsillo), que es la versión ampliada de El simple arte de escribir. Cartas y ensayos escogidos, que Emecé publicó en 2004, probablemente tan inencontrable como la estupenda biografía firmada por Frank MacShane (Bruguera, Libro Amigo, 1977), que también convendría reeditar.
He vuelto a pensar lo que pensé entonces: he aquí a un tipo altivo, aristocrático y callejero, profundamente misantrópico y lúcido hasta el despellejamiento (“Conocerme en persona es la muerte de la ilusión”), hundido en una casi constante desdicha, pero siempre apasionado, sarcástico, y esencialmente cabal. Un poco homófobo también: no se puede tener todo.
 Chandler ha quedado como lo que siempre quiso ser, como lo que es: un gran escritor, un estilista para todos los públicos.
Muchas novelas policiales no se releen.
 A él (y he hecho la prueba) se le puede y se le debe releer.
 El único efecto negativo de su prosa fue promover la afición al gimlet, horrible brebaje.
Escribía por las mañanas, no todas, y casi cada noche, mientras su mujer dormía, él bebía y monologaba en la oscuridad, dictando cartas y más cartas en su grabadora para que su secretaria mexicana, Juanita Messick, las pasara a máquina al día siguiente. ¿Las corregía?
 No lo sé
. A mí me parecen impecables, de prosa tan flexible y elegante como la de sus libros.
Me gusta mucho lo que piensa de muchas cosas: de la literatura, de McCarthy y los Diez de Hollywood, de la maquinaria de los grandes estudios, del arte de escribir guiones, de los gatos, del alcohol.
Para despertarles el apetito por este libro tan sabio y variado he seleccionado algunas de sus frases.
 “La mayoría de los escritores”, dijo, “tienen el egotismo de los actores sin su belleza física ni su encanto”. Sobre la crítica: “Los grandes críticos, de los que lamentablemente hay pocos, construyen una casa para la verdad”. Sobre las adaptaciones:
“Escribir un guion sobre un libro tuyo es como revolcarse sobre huesos secos”.
 Acerca de la guerra dijo: “Los bombardeos de saturación sobre Hamburgo, Berlín y Leipzig no tuvieron apenas consecuencias militares, pero moralmente nos pusieron a la altura del hombre que creó Belsen y Dachau”.
 Sobre el comunismo y el catolicismo:
“Después de Katyn y los juicios por traición en Moscú y los campos de prisioneros en el Ártico, que un hombre decente pueda volverse comunista está más allá de toda comprensión.
 Pienso lo mismo acerca de convertirse a un sistema religioso que hizo amistad con Franco y sigue haciéndola con cualquier bribón que esté dispuesto a proteger y enriquecer a la Iglesia”.
Decir todo esto en 1949 me parece de una lucidez y una valentía fuera de lo común. Miró mucho, pensó mucho, amó mucho y sufrió mucho.
Lo que le escribe a Jamie Hamilton, su editor inglés, sobre la enfermedad y muerte de su esposa Cissy no puede leerse (ni siquiera recordarse) sin un turbión de lágrimas
. Última frase de la carta: “Todo lo que hice fue para alimentar un fuego en el que ella pudiera calentarse las manos”.
Para acabar, este consejo a un joven escritor: “No escriba nada que no le guste, y si le gusta no acepte el consejo de nadie para cambiarlo”.

Y Buenafuente venció al sueño

El presentador reparece en la noche con 'En el aire' tras una ambiciosa renovación de su oferta. Nuevas caras, el mismo humor, un espectáculo más coral e interactivo. La audiencia responde.

El reparto de 'En el aire': Buenafuente y Berto, en primer plano. Detrás: Bob Pop, Belén Cuesta y Jorge Ponce.

Ya estamos todos: ha vuelto Buenafuente.
 A los trasnochadores de este país, que somos demasiados, nos faltaba un motivo por el que seguir enganchados a la televisión a la hora en que deja de ser sensato seguir despierto ante ella
. Los españoles somos distintos todavía, sí: salimos de trabajar horas más tarde que un alemán habiendo producido menos, cenamos de noche cerrada, se juegan partidos de fútbol después de las 10 y en la madrugada de este lunes al martes había 1,2 millones de personas atendiendo el regreso a La Sexta de Buenafuente al frente de su nuevo show diario, En el aire.
El renovado equipo de Buenafuente, con Berto a su lado, se llevó el 14,8% de la audiencia, prácticamente el doble de la media que tenía su programa en la misma cadena hace dos años.
Se demostró que se les echaba de menos
. Y el de Reus volvió con fuerza: con nuevos colaboradores, una idea más coral, un estudio que gira en torno a una gran mesa, un ritmo intenso, más atención a lo que ocurre en las redes sociales.
 Tendrá que afinar todavía para que todo cuadre, pero dejó buen sabor de boca al que luchó contra la caída de sus párpados hasta pasadas la 1.30 de la madrugada.
El late night, ese tramo de la parrilla que acepta la charla relajada y algunas travesuras, se había quedado huérfano con su despedida como programa diario en 2011, tras años de feroz competencia. En EE UU esa franja era de los periodistas hasta que la tomaron los cómicos: Jon Stewart, Bill Maher o Stephen Colbert destripan la actualidad desde el sarcasmo.
 En España, a mediados de los noventa fue Pepe Navarro el que creó ese espacio hasta que le ganó Xavier Sardá; luego Buenafuente se impuso a Sardá, y otros aspirantes (Máximo Pradera, Eva Hache) tropezaron con el apresurado veredicto de la audiencia.
 A diferencia de Sardá o Navarro, que recurrían al corazón cañí o a sucesos truculentos para engordar las audiencias, Buenafuente lo fio todo a su humor inteligente y sosegado, aunque también invitó a desfilar por su programa a una buena galería de freaks.
 Su hueco en las noches entre semana pasó a ser ocupada en la TDT por tertulias futboleras, de esas en las que los invitados gritan mucho.
Los que no quieren oír a esas horas tonos tan altos vuelven a contar con Buenafuente
. Formado en la radio, Andreu es bastante más que un humorista: es uno de los grandes emprendedores de la televisión de este país, capaz por igual de levantar la productora El Terrat, de enviar al patético Chikilicuatre a Eurovisión, de presentar la gala de los Goya o de convertir al antes llamado Follonero Jordi Évoleen periodista de investigación.
 Ahora estaba obligado a renovarse (que no reinventarse, ese palabro de moda) para conjurar el riesgo de ser previsible.
 En su última etapa en Antena 3, donde solo duró siete domingos en 2012, ofrecía lo mismo que antes pero en frecuencia semanal.
 No funcionó. Esta vez su regreso incluye suficientes novedades para que no tengamos la sensación de estar ante algo ya visto. Una novedad es llamativa: el riguroso directo, que pretende demostrar un reloj digital tras los conductores.
Sin recurrir al corazón ni a lo truculento, despegado de las noticias que nos agobian, Buenafuente lo fía todo a su humor inteligente y sosegado
Berto Romero es un valor seguro: su humor surrealista y gamberro contrasta con el más refinado y amable del propio Buenafuente. Sin embargo, se ha caído del equipo Ana Morgades y en su lugar se ha montado un reparto más coral. Se ha incorporado Jorge Ponce, que apunta a revelación: se mantuvo todo el programa en primer plano, al lado de Berto, y nos sacó algunas carcajadas
. De la actriz Belén Cuesta se esperan irrupciones sorprendentes: en la primera entrega la vimos atacada de los nervios y enfrentada a los guionistas y a Berto. Un papel por pulir
. Y Bob Pop (Roberto Enríquez) es el rastreador de las redes sociales, tarea que aborda con ansiedad encerrado en una cabina. Será el community manager, quien conecte a Buenafuente con lo que está diciendo el público.
 El cruce de redes sociales y televisión está haciendo ganar peso a la participación en un medio del que siempre se dijo que nos hace pasivos, aunque existe el peligro de amplificar cualquier tontería que no merecía haber trascendido su rincón en el ciberespacio. Ese riesgo está conjurado, porque los de En el aire se ríen de todo. Pero de nadie con saña.
El regreso de Buenafuente completa una parrilla, la de La Sexta, que ha reunido un buen abanico de figuras con las que puede sentirse afín una audiencia determinada.
 Es emisora de nicho, pero de un nicho nada menor, un entorno mejor para la transgresión (aún moderada) que las grandes cadenas generalistas
. Allí Buenafuente vuelve a encontrarse con El Gran Wyoming, con quien en el pasado simuló una falsa rivalidad pero llegó a intercambiarse la dirección de sus programas en 2009.
 A diferencia del madrileño, que se ha consolidado en El Intermedio con un humor combativo muy pegado a las noticias de cada día, el presentador catalán adopta una perspectiva más lejana hacia esa actualidad que nos agobia. Brillante uno de los primeros sketches sobre la declaración del fin de rescate a España, que Berto y Ponce entendieron como una invitación a volver a vivir por encima de nuestras posibilidades. Divertida la imitación por Buenafuente y Berto del farsante (lo llaman vidente) que ocupa las madrugadas en la misma cadena engañando a incautos, aunque uno hubiera agradecido más mala leche. Ingenioso el fallo del sistema informático que frustró una falsa videoconferencia con Bill Gates.
La renovación implica riesgos, pero el mayor era aburrirnos.
 Los que llevaremos más ojeras por la mañana celebramos el regreso del rey de la noche televisiva.