Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 nov 2013

Mujeres de Hoy y de Siempre

Lucía Bosé: 80 años de Belleza Azul...

       Recientemente la actriz italiana Lucía Bosé cumplió 80 años, lo celebró rodeada de los suyos, una familia con mucha solera. Para la ocxasión los diversos medios se hicieron eco, así que pudimos ver muchas fotografías de la actriz de sus años mozos, la verdad es quedé sorprendida por su belleza, esa mujer rar que recuerdo desde siempre con su pelo azul había sido un belleza de las de rompe y rasga...









Isabel Preysler causó retrasos en la boda de Porcelanosa

La musa del imperio cerámico llegó tarde a la boda de María Colonques y Andrés Benet, provocando el enfado de los invitados al enlace..

 Es constante y contumaz en sus defectos y exotismo, los años no han hecho cambiar costumbres que a veces exasperan a quienes no la conozcan más allá de su sonrisa icónica permanente y generalmente imperturbable que solo varía y endurece si Isabel se ve retratada de un perfil que no recuerda el arquetípico de Cleopatra.
 Apenas le queda nariz, aquella tan achatada  de cuando estaba casada con el infiel JulioIglesias.
 Le costó años y operaciones superar aquella nariz apatatada a la que no mejoraba una barbilla respingona y sus entonces redondos y relucientes pómulos
. Todo lo evidenció en la boda presuntamente fastuosa –lo fue el modelo de ElieSaab suntuoso de la guapa y rubia novia, lo nunca visto en esos pagos castellonenses– luego reducida a festividad local llena de nombres superfamosos.
 Lo acogió Villarreal de los Infantes, antiguo feudo carlista y sede de la universalizada firma cerámica que pronto inaugura tiendón de 3.000 metros en la mejor esquina de la Quinta Avenida neoyorquina con Broadway, donde ya brillan los igualmente españoles Mango y Desigual, yendo por libre sin la desmejorada marca España.
 La firma que alicata hasta el techo, encargó plan remodelador al inglés NormanFoster, marido de ElenaOchoa, él superará lo de SantiagoCalatrava ideando daliniano y derrochador la Ciudad de las Artes valenciana, marco del banquete casamentero que hoy parece agonizar entre goteras y desfasada arquitectura futurista

Kennedy se nos muere

La imagen de JFK no suscita el mismo entusiasmo que hace años

El 50 aniversario de su magnicidio ha suscitado muchos homenajes pequeños y puntuales pero no un boom como en otros aniversarios.

El presidente en Nebraska durante la primavera de 1960.

El magnicidio de John F. Kennedy cumple 50 años cuando el presidente histórico de moda es Abraham Lincoln.
 Puede achacarse el asunto a una carambola: Spielberg estrenó biopic sobre este último a finales de 2012 y así contribuyó a devolver a Lincoln a la conversación colectiva.
 También se puede hablar de actualidad.
Los muy divididos Estados Unidos de hoy tienen más en común con los de Lincoln, que presidió el país durante la guerra civil, que con el optimismo y la vitalidad que suelen asociarse a la era Kennedy.
Kennedy y la primera dama en pleno baño de masas en 1963.
Pero sobre todo es una cuestión generacional: la conexión emocional que EE UU sentía con JFK se está enfriando
. No es que él haya perdido puntos como político (las encuestas populares de los mejores presidentes de la historia lo sitúan cada vez más alto), es que su imagen y su apellido ya no suenan como sinónimos de la grandeza estadounidense.
Este año ha aparecido el volumen Killing Kennedy, del ultraconservador Bill O’Reilly (y su adaptación televisiva con Rob Lowe), donde no solo se le presenta como el rancio icono conservador que él nunca fue, sino como una víctima de las circunstancias y no el estadista visionario que tal vez sí fue.
También se ha publicado Kennedy: el álbum de una época, de La Fábrica.
 En este volumen lo muestran como figura histórica. Será que los hombres mujeriegos y así de acaudalados han pasado de moda; será que el trauma nacional de su magnicidio ha sido sustituido por dos torres gemelas envueltas en llamas; será que ya no reaccionamos con tanto entusiasmo a la nostalgia de los sesenta.
El caso es que cuesta encontrar a un menor de 30 años que reconozca el término Camelot: aquella América condenada a inventar el futuro que en 1960 recibió la fotocopiadora, el láser, la píldora y a un presidente joven, guapo y rico.

 

Los abanicos más vanguardistas

El Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca expone 59 piezas creadas por pintores, escultores y literatos.

 

Abanico decorado por Antoni Muntadas.

Un total de 30 artistas y escritores fueron invitados en 1971 a decorar cada uno un abanico para una subasta benéfica. El conjunto fue adquirido por un coleccionista de la época que, además, encargó a algunos pintores que se habían quedado fuera del proyecto el mismo trabajo
. Finalmente reunió 59 piezas.
 En noviembre del mismo año se expusieron por primera vez en la galería Trece de Barcelona. Tras un período de tiempo de cara al público fueron retirados y recolocados en colecciones privadas. Ahora, la Fundación Juan March los ha reunido para ser contemplados en la exposición 59 abanicos de 59 artistas, que mostrará el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca hasta el 16 de marzo de 2014.
Rafael Santos Torroella, un reputado crítico de arte de la época definió la esencia de la muestra en el texto de presentación que escribió para la exposición en el museo Trece de Barcelona, en 1971:
 “Todos los ismos recientes a través de sus más destacados cultivadores han tenido oportunidad de rendir homenaje nuevamente al eterno femenino”.
Por la diversidad de artistas que componen el elenco, la exposición bien pudiera servir de muestrario de todas las corrientes de la época: desde autores de las vanguardias históricas como José Caballero, Salvador Dalí o Joan Miró o representantes de la Escuela de París, un grupo heterodoxo de artistas que trabajaron en la ciudad eterna en el periodo de entreguerras, como el pintor y escultor catalán Antoni Clavé o su coetáneo Emilio Grau Sala.
 Además, se encuentran representantes del informalismo, un movimiento pictórico de tendencias abstractas que se desarrolla en Francia después de la Segunda Guerra Mundial, tanto de la vertiente catalana, como el pintor Joan Hernández Pijuán o de la madrileña, en la figura de Manolo Millares.
Abanico pintado por Eusebio Sempere.
Rafael Canogar (Toledo, 1935) fue uno de los artistas abstractos llamados a reinterpretar este objeto. Su propuesta consistía en un conjunto de manos pintadas en blanco y negro, alzadas y con las palmas abiertas que rodean la semicircunferencia del abanico.
 “No se sabe si están pidiendo auxilio”, asegura Manuel Fontán, director del museo. Estas obras hay que situarlas en su contexto. A comienzos de los años 70 comienza a surgir en España una clase social muy crítica con la dictadura y bastante activa en cuanto a movilizaciones.
 El propio Canogar asegura que se identificaba en esa corriente y por lo tanto trataba de expresarlo en sus trabajos. Como él mismo reconoce, fue un periodo en el que su obra era más reivindicativa.
“En mis imágenes se representaba siempre a un hombre que luchaba por la libertad”, asegura.
En su obra, explica Canogar por teléfono, la intención era denunciar “una situación de injusticia en cuanto a la falta de libertades y ese sentir se manifiesta en las marchas estudiantiles”
. El conjunto de manos alzadas representa la masa clamando por sus derechos. En el centro del abanico, donde todos los puntos convergen y el dibujo desaparece, el autor trata de lanzar un segundo mensaje: la masa somos todos, no hay una cabeza visible.
Obra de Joan Miró.
Además de artistas visuales también dejaron su impronta escritores como Rafael Alberti o Pablo Neruda.
 El poeta chileno escribió en su abanico:
“Entre morir y no morir me decidí por la guitarra, y en esta intensa preferencia mi corazón no tiene tregua porque donde menos me esperan yo llegaré con mi equipaje a cosechar el primer vino de los sombreros del otoño”.
 Además, dibujó en uno de sus lados una flor.
Cualquiera pensaría que el abanico es un elemento representativo y exclusivo de la cultura española.
 Lo cierto es que ya los egipcios de la época faraónica lo usaban para aliviarse del calor y es muy común en otros países como Japón o China. En nuestras fronteras ha estado muy presente desde las representaciones pictóricas femeninas de artistas como Alonso Sánchez Coello (Valencia, 1531)
. En esta ocasión, explica el director del museo, Manuel Fontán, los creadores usaron el objeto como si de un lienzo se tratase. Por lo que no son abanicos decorados, sino espacios autónomos donde se representan sus obras de arte.