Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 nov 2013

Veinte años sin el icono del terror

Tenía una voz profunda, mirada turbadora y voz profunda, características perfectas para ser el gran villano del mundo del cine: Vincent Price.

 

Medía más de un metro noventa, tenía una voz profunda y una mirada turbadora: las características perfectas para convertirse en el villano por excelencia del mundo de cine.
 Y así fue, sobre todo a partir de la década de los sesenta, cuando rodó decenas de películas de género fantástico y de terror de la llamada serie B. Era Vincent Price, que falleció en Los Ángeles hace ya dos décadas, el 25 de octubre de 1993, a los 82 años.
El viernes 25 de octubre, cuando se cumple el 20 aniversario de su muerte, TCM recordará la figura de este gran actor con la emisión de dos de sus películas más emblemáticas: Los crímenes del museo de cera, el film que le sirvió para asentarse definitivamente como estrella del cine de terror, y El péndulo de la muerte, dirigida por Roger Corman, basada en un relato de Edgar Allan Poe.
“A veces siento que estoy suplantando el inconsciente oscuro de todo el género humano.
Sé que esto suena enfermizo, pero me encanta”, explicó en una ocasión el acto
r. Lejos de ver a sus personajes simplemente como los malos de la historia, sentía hacia ellos una profunda simpatía y comprensión. “No son monstruos, sino hombres asediados por el destino y en busca de venganza”, decía.
 Quizá por eso conectó durante décadas con millones de espectadores de todo el mundo.
Vincent Leonard Price nació en la ciudad de St. Louis en Missouri el 27 de mayo de 1911
. Provenía de una familia acomodada y amante de la cultura. Se licenció en Historia del Arte por la prestigiosa Universidad de Yale, una pasión que no abandonó jamás.
En los años sesenta firmó una columna periodística sobre el mundo del arte en varios periódicos. Fue un gran coleccionista, abrió su propia galería en Los Ángeles y animó a sus amigos y conocidos a que invirtieran en obras artísticas.
 Su otro gran amor, además del teatro y el mundo de la interpretación, fue la cocina.
 Con los años se convirtió en un gran gourmet, escribió varios libros de cocina y sus opiniones en programas de televisión como afamado gastrónomo eran muy valoradas.
Debutó como actor en Londres, luego trabajó en Broadway y, a finales de la década de los treinta, dio el salto a las pantallas interviniendo, por ejemplo, en títulos como La vida privada de Elizabeth y Essex, en la que interpretó el papel del corsario Walter Raleigh junto a Bette Davis, Errol Flynn y Olivia de Havilland
. Su carrera se fue consolidando gracias a cintas como La Canción de Bernardette de Henry King, Las llaves del reino de John M. Stahl o Laura de Otto Preminger.
En 1953 protagonizó Los crímenes del museo de cera, una nueva versión de una historia estrenada veinte años antes pero esta vez color y en tres dimensiones.
 En ella Vincent Price era el protagonista absoluto, y gracias al éxito del film se convirtió en una estrella, una fama que le llevó a intervenir posteriormente en largometrajes como La mosca, La mansión de los horrores, La caída de la casa Usher, Historias de terror o El cuervo.
 Price dibujaba la mayoría de sus personajes con una idiosincrasia especial, casi siempre añadiendo una fina ironía que contribuía a aumentar su popularidad.
Él, en la vida real, también tenía un gran sentido del humor.
 Solía acudir a las proyecciones de sus películas vestido con las ropas de sus personajes para bromear con los espectadores.
 En los últimos años de su vida firmaba autógrafos con el nombre de la actriz Dolores del Río.
 Cuando le preguntaban por qué lo hacía, respondía con voz seria: “Le prometí en su lecho de muerte que haría todo lo posible para mantener su nombre vivo".
Su último trabajo en el cine data de 1990, en el film Eduardo Manostijeras de Tim Burton.
Su papel iba a ser más largo, pero por entonces sufría un enfisema y la enfermedad de Parkinson, que solo le permitieron rodar unas cuantas escenas
. Sus cenizas fueron esparcidas en la costa californiana de Malibú pero el gran malo del cine de terror se había reservado una última y pequeña broma íntima
. Sus restos se habían incinerado junto con su sombrero de jardinería favorito.

La canción que le metió un gol al franquismo

Se cumplen 50 años del triunfo de la canción “Se’n va anar” en el Festival de la Canción del Mediterráneo

La pieza cantada por Raimon se convirtió en un fenómeno social y reivindicativo.

Salomé y Raimon, vencedores del V Festival de la Canción del Mediterráneo. / Pérez de Rozas

La noche del 22 de septiembre de 1963 el Palacio de las Naciones de la Feria de Muestras de Barcelona acoge la final del V Festival del Mediterráneo, un certamen musical que ha nacido siguiendo el modelo de San Remo y que reúne un conjunto de melodías de los países ribereños del Mediterráneo como Francia, Italia, Grecia, Israel, Mónaco, Argelia, y por supuesto España, el país organizador.
 El festival promovido por Radio Nacional cuenta con la colaboración de TVE como altavoz mediático. Entre las canciones finalistas una balada en catalán con el título de Se’n va anar y firmada por el poeta Josep Maria Andreu y el compositor Lleó Borrell que se alza con el triunfo por votación popular
. Para Raimon, uno de los defensores de la canción junto con la cantante Salomé resultaba curioso que "en un festival donde se podían oír canciones en griego, hebreo, francés, italiano, turco o español, no se pudiera escuchar una canción cantada en catalán”.
La organización del festival ha admitido la composición en catalán junto a otras dos canciones en español como representantes de España
. “Creo que ellos, los organizadores, no se imaginaban que la canción pudiera pasar a la final y mucho menos, ganar” recuerda Josep Maria Macip, director de la discográfica Edigsa, el sello que a trancas y barrancas ha conseguido vencer los obstáculos de la administración franquista y comenzar a publicar discos en catalán.
 Desde la editorial, se ve la oportunidad de oro que puede significar el festival para la difusión de esta nova cançó y la cultura catalana
."Se trataba de utilizar los medios de comunicación que para nosotros eran inaccesibles como la televisión para dar a conocer una lengua y una realidad de país”, agrega.
“En esos momentos" —afirma Raimon— "había por parte del régimen, con Fraga Iribarne en el Ministerio de Información y Turismo, una voluntad de dar una imagen de flexibilización y sin duda pensaron que no pasaría nada que una canción en catalán participara en el Festival”.
 Pero el triunfo de Se’n va anar acabó convirtiéndose en el altavoz de una nueva canción cantada en catalán y que iba más allá de muchas de las melodías estereotipadas que se escuchaba en la radio”
. Josep Maria Macip evoca todavía con emoción aquella aventura musical.
“Tuvimos que luchar mucho para convencer a Raimon ya que como es lógico no se veía ni participando ni interpretando un tema que se salía de las canciones que él hacía como Al vent o Diguem no.
Y el cantautor prosigue:
 “A mí me convencieron con un argumento: si cantaba yo tendría un significado distinto la interpretación de esta canción en catalán que si lo hacía otro cantante”.
 Pero había un peaje a su participación.”Creo que ha sido la única vez en mi carrera profesional que he cantado con americana y corbata”.
Si las imágenes de Raimon grabadas para el No-Do nunca más se volverían a ver, sí que se puede ver a una jovencísima Salomé interpretando apasionadamente Se’n va anar.
“Todavía recuerdo la gala final —relata la cantante— con el público puesto en pie aplaudiendo, sin duda a una canción en catalán, pero también a una balada que fundía maravillosamente lirismo y fuerza
. La prueba de su calidad es que se hicieron muchas versiones de ella, entre ellas una de la cantante italiana Mina cantando en catalán”.
Para Salomé el triunfo en el festival significó su definitiva profesionalización. “Pasé a cobrar hasta 30.000 pesetas por gala que en aquellos años era una cifra astronómica para un intérprete en España”.
“Como en otro momentos de la historia —explica Macip— hubo una movilización de la gente, resultaba curioso ver tanto profesor universitario y sacerdotes entre el patio de butacas del Palacio de las Naciones”. Raimon añade: “Recuerdo que estando entre bastidores uno de la organización comentó: 'como gane la canción en catalán, se jode el festival".
Pero Se’n va anar acabaría venciendo para sorpresa de los administradores franquistas.
 En las ediciones posteriores Radio Nacional cambió el sistema de votación y nunca más volvería a ganar una canción en catalán.

 http://youtu.be/YqDQYAKG-sk

 

El libro más desgarrador de Guillermo Cabrera Infante......................Juan Cruz

Guillermo Cabrera Infante. / daniel mordzinski

El libro más desgarrador de Guillermo Cabrera Infante, Mapa dibujado por un espía llega mañana martes a las librerías españolas, editado por Galaxia Gutenberg.
Narra ahí el autor de La Habana para un infante difunto el largo y doloroso proceso que concluyó con su despedida definitiva de Cuba y su largo exilio en Europa y sobre todo en Londres, donde vivió después de un breve periodo en España, de donde fue tácitamente expulsado por sus escritos revolucionarios en la época de la guerrilla cubana, antes de que Castro asumiera el poder en su país.
Cabrera Infante se exilió de Cuba en 1965 y murió en Londres en febrero de 2005.
Durante todo el exilio compartió su vida con su mujer, Miriam Gómez, que recibió entre muchos papeles inéditos este Mapa dibujado por un espía.
 Su marido lo escribió en seguida que comenzó su exilio, pero jamás dejó que ella leyera ese manuscrito, algunos de cuyos detalles ella conocía bien.
 Jamás, sin embargo, se atrevió a abrir el sobre donde él seguramente había contado los episodios más tremendos, y más conmovedores, de sus últimos tiempos en La Habana.
El escritor había ido a la isla para velar a su madre muerta
. Era entonces agregado cultural de Cuba en Bruselas. En las primeras semanas que pasó en La Habana observó que su país ya había caído en manos de la burocracia dictatorial y supo en seguida que no era hombre grato ni para las autoridades ni para quienes habían sido sus mejores amigos.
 La persecución fue al principio sutil y en seguida grosera, hasta que él tomó la determinación de irse de allí por las buenas o por las malas. La historia que ocurrió mientras tanto está contada en este libro, preparado por Antoni Munné para la colección que está publicando Galaxia Gutenberg.
 Es un libro desgarrador, minucioso, triste y profundo, acaso el libro más conmovedor de los escritos por el autor de Tres tristes tigres.

3 nov 2013

Un siglo de Burt Lancaster

Un siglo de Burt Lancaster

No estudió nunca Drama ni fue a escuela alguna. El ganador del Oscar por 'El fuego y la palabra' aprendió el oficio actuando.

“Me desperté un día siendo una estrella.
 Luego trabajé duro para convertirme en actor”.
 Así resumió en una ocasión Burt Lancaster cómo se había desarrollado su vida artística y, ciertamente, no pudo explicarlo mejor.
Burton Stephen Lancaster no estudió nunca arte dramático ni se formó en ninguna escuela de actores. Aprendió el oficio actuando. De niño se aficionó a la gimnasia y de joven se unió a un circo en el que pudo desarrollar todas sus habilidades atléticas.
 Participó como soldado en la Segunda Guerra Mundial y fue allí donde comenzó a intervenir en diversos espectáculos que se organizaban para entretener a las tropas. Cuando se licenció, decidió convertirse en actor. Un agente de Hollywood se fijó en él y debutó en el cine en 1946 al lado de la mismísima Ava Gardner en Forajidos.
Mañana sábado se cumplen 100 años del nacimiento de esta gran estrella y TCM va a recordarle todos los sábados del mes emitiendo algunos de los títulos más importantes de su filmografía.
 Películas como Apache, Los que no perdonan, El hombre de Alcatraz, Los profesionales, Trapecio o El nadador. Una selección de largometrajes en los que se puede apreciar, además, la evolución de su trayectoria como actor.
Al comienzo de su carrera fue contratado para interpretar personajes en thrillers, dramas y películas de cine negro como la mencionada Forajidos, La hija del pecado, Voces de muerte o Todos eran mis hijos.
 Pero enseguida rompió estos moldes para protagonizar largometrajes que le permitían dar rienda suelta a su fabulosa energía.
 Y así fueron llegando El halcón y la flecha, El temible burlón o Su majestad de los mares del Sur.
Burt Lancaster podía hacer sin dificultad todo tipo de acrobacias sobre la cubierta de un barco, convertirse en pirata, en sheriff, en pistolero o en indio
. Había dos cosas que siempre destacaban de sus películas.
 Una era su espléndido físico y la otra, su amplia sonrisa, que a menudo desembocaba en estruendosas carcajadas.
Pero, poco a poco, el acróbata se fue reconvirtiendo en un gran actor
. En 1948 fundó su propia productora y empezó a elegir otro tipo de personajes, papeles más sutiles que le permitían desarrollar toda su capacidad interpretativa.
 En De aquí a la eternidad se daba un apasionado beso en la playa con Deborah Kerr; en El fuego y la palabra interpretó a un falso predicador, papel que le valió su único Oscar; en El hombre de Alcatraz dio vida a un preso que se convertía en un gran experto en ornitología sin salir de prisión, y en Vencedores o vencidos se puso en la piel del juez Ernst Janning, uno de los acusados en el proceso de Núremberg.
Sin embargo, como si se tratara del mundo del circo, faltaba el “más difícil todavía”.
En 1963 se convirtió en el Príncipe Fabrizio Salina en El gatopardo, de Luchino Visconti.
 “Él quería a un actor ruso pero era demasiado viejo. Prefería a Laurence Olivier, pero estaba demasiado ocupado. Cuando me propusieron a mí, Visconti dijo: ‘¡Oh, no! ¡Un vaquero!’. Pero necesitaba los tres millones de dólares que ponía la 20th Century Fox si me contrataba y ocurrió lo que parecía imposible”
. El resultado fue tan satisfactorio que Visconti le volvería a llamar años después para Confidencias, y Bernardo Bertolucci le dio el papel de viejo terrateniente en Novecento.
“Todos seremos olvidados tarde o temprano, pero las películas no”, dijo en una ocasión.
 En su caso no es del todo cierto. Se cumplen cien años de su nacimiento y aún le recordamos yendo de piscina en piscina, vestido tan solo con un bañador en El nadador, o rescatando a Claudia Cardinale en Los profesionales.
 Es Burt Lancaster: el hombre capaz de volar de trapecio en trapecio, el galán seductor, el aventurero, el cowboy, el noble decadente. Toda una estrella.