Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

1 nov 2013

¿Funcionan los antidepresivos?

La prescripción de antidepresivos crece pero el debate sobre su eficacia está abierto

EL PAÍS pone en marcha una encuesta para recabar experiencias de los lectores.

Una mujer toma una capsula de un paquete de antidepresivos Prozac, en Leicester, Reino Unido. / REUTERS/Darren Staples

Más de seis millones de personas padecen depresión en España, según datos del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam); un problema que afecta a unos 350 millones en todo el mundo, según la OMS.
 La prescripción de antidepresivos está creciendo cada vez más en todo el mundo, es uno de los grupos terapéuticos más vendidos. Sin embargo, el debate sobre su eficacia está abierto.
Los seis medios de comunicación europeos que comparten el proyecto Europa, un suplemento conjunto para abordar la realidad de la UE (The Guardian, Le Monde, La Stampa, Gazeta Wyborcza, Süddeutsche Zeitung y EL PAÍS) lanzan ahora esta encuesta común en la que puedes participar rellenando el siguiente formulario. ¿Alguna vez has tomado o prescrito antidepresivos? Comparte tus experiencias de forma anónima.

 

Un tiroteo obliga al cierre parcial del aeropuerto de Los Ángeles

Un agente de seguridad ha muerto, según AP, y el autor de los disparos está detenido. Hay seis heridos.

La policía ha evacuado este viernes la Terminal 2 y 3 del aeropuerto de Los Ángeles, el sexto con más tráfico aéreo de Estados Unidos, después que se produjera varios disparos. Al menos un agente de seguridad ha fallecido en el suceso, según ha explicado Tim Kauffman, un portavoz de la Federación Americana de Trabajadores del Gobierno a AP. El incidente ha ocurrido pasadas las 09.00 hora local (las 17.00, en la España peninsular), según han informado fuentes policiales.
"Ha habido siete heridos y seis han sido traslados a hospitales", según la policía.
 "En este momento, en nuestro centro, tres personas están ingresadas.
 Un paciente se encuentra en condición crítica y los otros dos, estables", según un portavoz del Centro Médico UCLA.
La policía ha confirmado que el tirador, de nacionalidad estadounidense, actuó en solitario y que el suceso ocurrió "prioritariamente" en la terminal 3, dirigida a los vuelos internacionales:
 "Sacó un rifle de asalto de su bolsa y empezó a disparar a todo el mundo; pasó el control de seguridad y siguió disparando hasta que fue abatido por agentes de la Agencia de Seguridad del Transporte de EE UU (TSA, personal que no va armado)
. El pistolero está detenido y el incidente, según las autoridades, está bajo control.
El aeropuerto, en este momento, admite aterrizajes aunque se recomienda que si alguien tiene que volar esta tarde que no lo intente:
 "No por razones de seguridad, sino porque se está llevando a cabo la investigación".
 Las carreteras que lo unen con la ciudad están cerradas al tráfico.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, ha declarado durante la rueda de prensa diaria en la Casa Blanca que el presidente ya había sido informado de lo ocurrido.
 "Estamos en contacto directo con las autoridades locales y el presidente está  siendo informado de las actualizaciones sobre este evento en todo momento. De momento, desconozco más detalles", ha dicho Carney.
Según informa la CBS, los autobuses del aeropuerto han recogido a los pasajeros de las pistas de aterrizaje para facilitar la evacuación.
Varios pasajeros han declarado que “se oyeron varios disparos y todo el mundo se tiró al suelo”.
Nigh Pugh, otro de los testigos del tiroteo, aseguró que oyó entre 8 y 10 disparos, según indicó al canal de televisión local NBCLA. Otros testigos elevan el número de disparos escuchados hasta 12.
Robert Pérez estaba durmiendo en la terminal cuando se despertó de repente por los disparos y empezó el caos, según ha explicado a la televisión local KCAL.
 El columnista de deportes de la Fox, Bill Reiter, se encontraba en el aeropuerto durante el altercado. “Después de los disparos, la gente empezó a saltar una sobre otra, tiraron las sillas y se empujaban para salir.
 Caos y miedo”, ha escrito en su cuenta de Twitte

 

La odisea de un amuleto


La modelo Poppy Delevingne viste camisa con cuello redondo en algodón blanco de Y-3. Pendientes y brazalete en cobre de Jennifer Fisher Jewelry. / Fotografía de GUY AROCH / Estilismo de ALMUDENA GUERRA

Si Jennifer Fisher hubiera vivido en la Europa medieval, probablemente habría encargado un anillo sello de los que llevaban algunos caballeros con las iniciales grabadas en caligrafía historiada.
 Pero cuando esta californiana de nacimiento (y neoyorquina de adopción) trataba de perpetuar un recuerdo en forma de joya, en 2005, no encontró nada a su medida.
Licenciada en Empresariales y estilista de series televisivas, esta decidida rubia no pensó en rendirse. Su espíritu de lucha estaba fuera de duda.
 A los 30 años, al poco tiempo de haber conocido al hombre que acabaría por convertirse en su esposo, Fisher fue diagnosticada con un sarcoma, había peleado contra el cáncer sin dejar de trabajar ni un día y cuando su oncólogo le desaconsejó que pasara por un embarazo (el estrógeno podía reactivar la enfermedad) buscó con ahínco un vientre de alquiler.
 Hubo dos intentos fallidos, parecía que sus óvulos habían quedado afectados por la intensa quimioterapia. Mientras buscaba una mujer parecida a ella que pudiera ser donante se quedó embarazada, y nueve meses después nació Shane.
 Pero la chapa-amuleto con la que quería celebrar a su hijo no existía ahí fuera, así que decidió diseñarla y hacerla. “Llevaba ese amuleto en una cadena muy larga, y aquello se convirtió en el centro de todas las conversaciones. Una y otra vez me preguntaban por mi colgante, que dónde lo había comprado y si podía conseguirles uno, así que empecé a hacerlos y venderlos”, cuenta sentada en su estudio del Soho una tarde de septiembre.
Han pasado siete años, y Fisher sigue fabricando sus piezas de oro en el distrito joyero de Manhattan. Una segunda línea en latón pulido se hace en Rhode Island. Las chapas grabadas y personalizadas forman parte de los cerca de 4.000 artículos con los que cuenta su marca, desplegados en las vitrinas de terciopelo negro que rodean su estudio neoyorquino. “Son alhajas que representan algo para quien las lleva”, dice. Una metáfora, alusión o resumen personal e intransferible.
Todos se pueden poner una gran pieza, pero eso no expresa tu personalidad”
Fisher lleva una coleta y poco maquillaje, pantalones de aire motorista, botas, una camiseta escotada de tirantes y una chaqueta verde guateada
. A este conjunto sobrio, práctico y urbano ha añadido más de dos decenas de piezas de joyería. 
De la cadena dorada cuelgan 15 amuletos, varias chapas de oro y círculos, con distintas leyendas y fechas, colgantes con forma de ramas y siluetas de formas geométricas con pequeños diamantes, lleva brazaletes en distintos tonos de oro, uno de los cuales está unido a uno de los anillos que decoran sus manos
. Por difícil que parezca, el caso es que el estilismo resulta armonioso, y nada estridente ni opulento.
 “Es cuestión de crear capas, como con la ropa, pero con joyas.
 Mi idea siempre es que haya múltiples anillos, pulseras o amuletos y que puedas ponerte uno o diez, combinarlos como quieras y ponértelos sin parar”, explica. “Todo el mundo se puede poner una sola gran pieza, pero eso no te permite expresar tu personalidad, aportar algo tuyo”
. Cuenta que esa misma mañana vio en la cola del supermercado a una mujer que llevaba sus diseños y, aunque feliz al verlo, no se atrevió a decir nada.
 A veces no acaban de convencerle las combinaciones que sus clientas hacen, pero a esta estilista retirada le gusta que su marca ofrezca la libertad necesaria para que cada cual se exprese como quiera.
Es precisamente esa combinación o mezcla de piezas, ese arte casi mágico, el principio que rige el trabajo de Fisher. Sus joyas se venden en los almacenes Bar­­neys New York, en su estudio y en su página web. “Cerca del 95% de nuestro negocio es comercio electrónico”, dice antes de añadir que en el nuevo portal que lanzará a mediados de octubre, los clientes podrán experimentar, probar y crear combinaciones virtuales. También anda buscando un local en el barrio neoyorquino de Meatpacking, porque piensa que una tienda es un paso definitivo para legitimarse
. Dentro del estilo Fisher –sobrio, urbano, geo­­mé­­trico, con un muy tami­­zado aire femenino y sin apenas colores– hay espacio pa­­ra apropiarse de las piezas, no solo mediante la compra, sino por medio de la combinación y del grabado, dos viejas costumbres en el arte de la joyería a las que ella ha sabido darles un giro particular.
La nominación en 2012 de su marca como una de las 10 finalistas al programa de ayuda a firmas emergentes del Council of Fashion Designers of America (CFDA) fue un paso definitivo para reafirmar su empeño. Este otoño viajará a París amparada por la organización. Aunque sus joyas se venden por todo el mundo gracias a Internet, la californiana siente que ha entrado en una nueva liga.
Camisa vaquera de Levi’s. En la mano derecha, anillos de bronce con doble calavera, con forma de escudo y doble calavera con ojos de circonitas negras.
 En la mano izquierda, anillo con forma de tabla, con doble calavera y con forma de serpiente. Todos de Jennifer Fisher Jewelry. / Fotografía de GUY AROCH / Estilismo de ALMUDENA GUERRA
Habladora, cálida y expresiva, Fisher cuenta que hasta que empezó a diseñar nunca había usado joyas. “Lo que veía por ahí me parecía muy comercial. Crecí en California y no conectaba con los grandes nombres”, explica.
 “Es algo muy personal. Nadie las lleva de la misma manera, para determinada gente tiene que ver con la marca, como símbolo de estatus, se trata más de demostrar riqueza que de otra cosa”. 
La sensibilidad de Fisher está en las antípodas de esto. 
Dice que diseña pensando en lo que a ella le gustaría ponerse, encuentra inspiración en las formas geométricas, en los edificios, tanques de agua y aceras de Nueva York
. No se fija tanto en lo que llevan las chicas, pero esta ciudad y sus mujeres son el contexto indiscutible y el público de sus creaciones: “Hay un halo de poder en torno a ellas, las mujeres aquí son duras y se merecen todo mi respeto
. Las joyas, muchas veces sirven como una armadura”, reflexiona.
Alicia Keys, Beyoncé y Rihanna forman parte de las extensa lista de clientas famosas de Fisher, en la que también se encuentran Liv Tyler o Naomi Watts.
 Dice que encuentra interesante el carácter algo provocador y arriesgado que las cantantes negras han infundido a su marca, curiosamente más asociada a las estrellas de la música que a las del cine. “Las estilistas juegan un papel fundamental en todo esto, porque son quienes llevan tus piezas a sus clientas.
A Rihanna, yo no la conocía, y un buen día me llamó por teléfono una dependienta de una de mis tiendas favoritas del Soho.
 Era amiga de Rihanna del colegio y me dijo que si podían subir a verme a mi estudio”.
Las joyas, según Fisher, deben reflejar tu personalidad, y ella no tiene miedo de expresar su fuerza, sin atisbo de cursilería.
 Franca, abierta, decidida, entre su selección de colgantes no hay animalitos, ni flores. Rechaza de plano las piedras preciosas: “Para mí, representan el mundo de las tendencias en joyería, y por eso no trabajo con ellas. Yo quiero hacer algo que sea un clásico y que quien lo compre no acabe metiéndolo en un cajón porque se ha pasado esa moda. Estas piezas son caras y deben durar más allá de la tendencia”. Las calaveras son uno de sus símbolos favoritos
. Las emplea en pulseras, colgantes y anillos, pero rechaza la etiqueta de gótica o punki. “Crecí en una zona con fuerte presencia mexicana. Una de las caligrafías que empleo se llama letra mexicana”, dice. “Siento que las calaveras dan buena suerte, y son un recordatorio de que al final todos somos iguales, tenemos los mismos huesos bajo la cara”
. Antes de despedirse, Fisher elabora un poco más: “Las joyas han estado ahí siempre.
 Hay un deseo universal por ellas que se remonta a la antigüedad y abarca todas las culturas, pero los adornos expresan tu individualidad”.

Deneuve sigue riendo

Es una película de carretera de libro: trayecto físico y moral de una mujer a la que le cambiará el sentido de la existencia durante el viaje.

 

Catherine Deneuve, en 'El viaje de Bettie'.

Tras una interminable serie de papeles solemnes, la mítica Greta Garbo, rictus perdonavidas, mirada de acero, soltaba de pronto una carcajada en su primera comedia, Ninotchka, y los medios de comunicación y mercadotecnia no tuvieron más remedio que coincidir: "¡Garbo ríe!".
 Acontecimiento. Algo que casi podría repetirse con otra actriz asentada en semejante tipo de gesto, esta vez el de hielo, y que, sin embargo, en una sorprendente última parte de su carrera, recién entrada en la setentena de edad, ha venido a soltarse el pelo de una forma tan inesperada como reivindicable.
 Así, El viaje de Bettie es Deneuve; la nueva Deneuve, payasa, desinhibida y auténticamente graciosa.
La película, cuarto largo de la también actriz y guionista Emmanuelle Bercot, de la que ya se estrenó el año pasado la olvidable Los infieles, es una película de carretera de libro: trayecto físico y moral de una mujer a la que le cambiará el sentido de la existencia durante el viaje; y retrato de la sociedad contemporánea a través de sucesivos encuentros con variopintos personajes que acaban conformando un estado de la cuestión, en este caso la Francia de la crisis económica, el cuestionamiento moral y la debacle política.
 Un trabajo que, a pesar de su puesta en escena, que no es ni clásica ni académica sino sencillamente pedestre (hay hasta un reencuadre con zoom que parece sacado de un vídeo de la primera comunión), y de que el encaje final de las historias resulta algo forzado, consigue atrapar por la naturalidad, la cercanía, la carnalidad y la ternura con las que se desenvuelve Deneuve.