Los análisis de criminalística confirman la mancha de semen en la camiseta de la pequeña
La aparición del esperma es, según fuentes de la investigación, “una pieza más en el puzzle”
Con ellos en la mano, cobra cada vez más fuerza la que se ha convertido en hipótesis principal de los policías judiciales responsables del caso: que la menor no muriese por asfixia, sino por la ingesta masiva de fármacos, suministrados por sus progenitores de forma habitual desde hacía tiempo. La otra línea de investigación, hoy por hoy menos consolidada, que se basaba en los datos iniciales de la autopsia (provisionales a la espera de las pruebas toxicológicas) planteaba la posibilidad de que la cría fuese asesinada, provocándole una muerte por sofocación con una almohada, un peluche o algo semejante. Varios de los objetos susceptibles de haber sido usados con ese fin se llevaron tras los registros en las viviendas familiares de Santiago a Madrid, para rastrear posibles restos de saliva.
Entre los informes que este viernes llegaron de vuelta desde el departamento de ADN, aparece la confirmación de que las manchas de fluidos biológicos detectadas con luz ultravioleta en la ropa de Asunta corresponden a diferentes personas, e incluyen, en la variedad de perfiles, el sudor que la pequeña.
Las pruebas demuestran además que alguna de las manchas de la camiseta de la niña es de semen. En concreto, el flujo identificado como esperma se localizó sobre la zona de la ropa del pecho izquierdo. No obstante, fuentes de la investigación recuerdan que lo que se está aclarando “es un asesinato, no una violación”, y que el forense confirmó el primer día que el cadáver no presentaba signos de violencia sexual. La aparición del rastro de esperma representa, según otras fuentes del caso, “una pieza más en el puzzle”, pero “no desvirtúa la historia principal”. Si cabe, siguen, “la puede hacer más sórdida”, y abre una nueva línea porque ahora hay que saber a quién pertenece ese semen y por qué llegó a la prenda. Cabe la posibilidad de que se produjese una transferencia o contaminación accidental, que el fluido estuviese en la tierra o que alguien tocase el cadáver con la mano sucia. Según informó Europa Press, el ADN del esperma no coincide con el del entorno más próximo de la cría.
Los investigadores siguen enfocando sus sospechas en la madre y el padre de la niña. Sitúan la muerte en la casa de campo de Teo, y según el juez, la progenitora estaba presente en el momento del óbito. Pero todavía quedan muchas incógnitas por despejar, como la manera en que el cuerpo fue llevado en coche hasta el camino cercano.
El cadáver, según los últimos datos obtenidos, no fue arrastrado, sino llevado en brazos y posado “como se acostaría a una hija”, explican estas fuentes.
En la báscula de la prisión de Teixeiro (A Coruña), la madre, Rosario Porto, pesó 46 kilos. Difícilmente podría levantar a la cría, de 42, y 1,55 metros de altura.
La analítica sanguínea de la niña reveló hace ya días que había recibido una dosis letal de ansiolítico, en concreto del principio activo lorazepam, cuyo nombre comercial más conocido es el Orfidal.
La sangre de la cría contenía 0,68 microgramos de este psicofármaco por mililitro de sangre, una cantidad que por sí misma provoca la muerte.
Médicos consultados por este diario explican que la sobredosis de lorazepam propicia una muerte lenta, indolora, incolvulsa y en pleno sueño.
El medicamento deprime el nivel de conciencia hasta que la ventilación pulmonar deja de ser efectiva: el individuo respira cada vez más débilmente y en consecuencia va aumentando la proporción de dióxido de carbono, que termina ganándole la batalla al oxígeno.
El aire saturado de dióxido de carbono es “incompatible con la vida” y termina causando una parada respiratoria para después devenir en parada cardíaca.
Con una dosis tan alta de lorazepam “se produce una insuficiencia respiratoria por hipoventilación”, explica un médico de Urgencias habituado a encontrarse esta situación en suicidas.
“En ese estado a los pacientes no se les despierta, sino que se les suministra oxígeno” para recuperar la normalidad pulmonar y salvarles la vida.
La investigación que dirige el magistrado Vázquez Taín ha confirmado que el suministro de ansiolíticos a la niña era muy habitual. Asunta Basterra Porto llevaba, al menos, meses recibiendo gran cantidad de comprimidos.
En estas últimas semanas trascendieron varios episodios relacionados con esta práctica: el 16 de julio, dos profesoras contaron que la niña llegó fuertemente mareada, sin poder tenerse el pie, a la clase particular de música.
Tres días antes de la muerte de la menor, que se estima en torno a las siete de la tarde del sábado 21, la madre excusó por mensaje su asistencia tanto al instituto como al gimnasio donde practicaba ballet. Según este aviso de Porto, imputada por homicidio y en prisión sin fianza (una situación que ratificó la Audiencia Provincial de A Coruña), la cría había tomado pastillas y estaba “KO”.
Según explica a EL PAÍS el psiquiatra forense y toxicólogo José Cabrera, “no existen analíticas científicas que se puedan usar como referencia respecto a niveles tóxicos de lorazepam en sangre de niños de 12 años o menores” (este medicamento está explícitamente contraindicado hasta esa edad).
“Los casos de niveles tóxicos de lorazepam en sangre conocidos van desde 0,10 a 0,60 microgramos por mililitro de sangre en adultos de 80 kilos de peso tras ingestas de entre 100 y 120 miligramos de fármaco”, es decir “cuatro o cinco cajas de este medicamento”, porque cada una trae 25 comprimidos de un gramo.
En el caso de Asunta, sigue aclarando Cabrera, “por ser niña, asiática [fue adoptada con un año de edad, y su raza metaboliza más lentamente estas sustancias] y pesar 42 kilos, si los niveles fueron de 0,68, pudo haber llegado a ese nivel con aproximadamente la mitad de lorazepam que un adulto”.
“Si tenemos en cuenta que los comprimidos de lorazepam son muy pequeños y la pulverización de una caja llenaría apenas un dedal”, describe Cabrera, “es factible que la cantidad de polvo de dos cajas fuera una cantidad fácilmente manejable y mezclable con cualquier alimento”.
El toxicólogo apunta para concluir un dato más: el lorazepam en comprimidos “se asocia a lactosa [como excipiente] por lo que no tiene un sabor amargo o desagradable”.