Puede ser un policía brutal, un gordo deprimido, un payaso desfigurado. Con un Goya a sus espaldas y otras cuatro nominaciones, Antonio de la Torre se ha convertido en el rostro fetiche del cine español. En su próxima película se sumerge en el horror y da vida a un caníbal..
De todas las formas posibles de conseguir el papel protagonista de un
asesino de mujeres, con la peculiaridad de que primero las mata y
después se las come, el actor Antonio de la Torre optó por la más
cotidiana. Tras leer el guion, acudió a la prueba con un filete metido
en un tupperware.
Lo calentó en el microondas de las oficinas de casting y se lo comió delante de Manuel Martín Cuenca, el director y coguionista de este “cuento”, así suele llamarlo, quizá para tomar distancia de un tema tan peliagudo
. Ver a un tío normal cortar un solomillo normal y saborearlo de forma normal puede resultar terrorífico cuando uno es consciente del origen de la carne
. De eso va la película Caníbal: del mal nuestro de cada día.
La cinta se detiene en esos instantes hogareños en los que, por ejemplo, un tipo de aspecto corriente deposita en el congelador paquetitos de filetes envueltos en film transparente. Para Martín Cuenca, el horror se encuentra en esos pequeños gestos. Pero le faltaba ponerlo en imágenes. Y en eso llegó De la Torre con su tupper: “Se sentó, se comió el filete… Y yo ahí vi la película. La vi”.
De este largometraje, que se estrena el 11 de octubre, se había hablado poco hasta que, hace dos semanas, apareció una crítica en The Hollywood Reporter, tras su pase en el Festival de Cine de Toronto, y acto seguido se coló entre los cuatro largometrajes preseleccionados por la Academia del Cine para representar a España en los Oscar. La pieza de la revista estadounidense menciona el retrato “escalofriante y conmovedor” de un caníbal, la “seguridad y convicción” de la realización de Martín Cuenca y sus resultados “memorables”, y encumbra al protagonista:
“La mejor interpretación de su carrera”, dice sobre De la Torre, y alaba su capacidad para desmontar el cliché del psicópata creado por Anthony Hopkins en El silencio de los corderos.
La acumulación de adjetivos le hace pronunciar al actor, nada más sentarse en una terraza junto a la Casa de Campo de Madrid, una expresión barriobajera que tiene que ver con el grado de humedad de sus pantalones. Luego rectifica:
“Estoy contento, claro”. Es media tarde de un jueves, y el actor, como si siguiera metido en la doble vida del personaje de Caníbal –un sastre elegante y solitario en la superficie; un depredador brutal bajo las costuras–, en breves momentos tendrá que salir a la carrera hacia la otra punta de la ciudad para acudir como invitado al programa de televisión El hormiguero 3.0 y promocionar allí otra película, La gran familia española, de Daniel Sánchez Arévalo; este filme también figura entre las preseleccionadas para los Oscar (al cierre del reportaje no se conocía la candidata final). Como si el actor fuera el fetiche.
En otras palabras, dos de las tres películas que ha estrenado o estrenará De la Torre en 2013 han gustado al menos a los académicos. La tercera es Los amantes pasajeros, de Almodóvar. A Martín Cuenca no le sorprende: “Es increíble ver dónde ha llegado el Antonio de hace 20 años. No hace un papel sin dejarse la piel. No transita por ningún lugar con piloto automático. Ha crecido frase a frase”.
La relación entre ambos se remonta a los días en que ninguno se había labrado aún un nombre. Son de la misma quinta (Martín Cuenca tiene 48 años; De la Torre, 45) y de provincias hermanas (el primero nació en Almería, y el segundo, en Málaga). Han recorrido caminos paralelos (Antonio estudió Periodismo; Manuel, Imagen y Sonido). Y a los veintipocos se dieron cuenta de que querían dedicarse al cine. Coincidieron por primera vez en Hola, ¿estás sola? (1995), en la que Martín Cuenca era ayudante de dirección y De la Torre encarnaba su primer papel (breve) de cine en el que se le veía y se le oía. Ambas cosas juntas no habían sucedido hasta entonces: en Los peores años de nuestra vida (1994) hacía de periodista 3 y se escuchaba su voz, pero quedaba fuera de plano; en Cuernos de mujer (1995) hacía de taxista 1 y se le veía y decía unas frases, pero el director, Enrique Urbizu, le dobló
. A partir de ahí, en palabras del intérprete, “comienza una ristra de personajes de obrero 3, tipo 2, parroquiano, hombre deprimido, tipo al fondo, fracasado 4… Y por eso alguna vez dije: he currado en 30 pelis, pero sumándolas todas no llegan a un protagonista”.
Se volvieron a encontrar en Flores de otro mundo (1999; Antonio, como camionero; Manuel, de director de casting) y anteriormente, el realizador lo había llamado para su segundo cortometraje, Hombres sin mujeres. Diez años después, cuando llegaron las vacas gordas para ambos, volvió a contar con él en la TV movie El tesoro.
Y le hizo un hueco en su anterior película,
La mitad de Óscar (2010). Pero De la Torre reconoce que llegó a sentirse “un príncipe destronado”. “No entendía por qué no me daban papeles, si yo era muy bueno. Me preguntaba: ¿Por qué no me dejan saltar al campo? Que me den una oportunidad, aunque sea en el segundo tiempo, verás cómo revoluciono el partido”.
Antes que actor, Antonio fue un periodista deportivo que se fue ganando un puesto fijo en Canal Sur. De adolescente, cuenta, solía imitar a José María García
. El también actor Alberto San Juan fue su primer compañero de mesa en la Facultad de Periodismo. Siguen siendo amigos. En 1992 hasta compartieron piso en Sevilla, cuando daban sus primeros pasos como plumillas. San Juan se volvió a Madrid para estudiar interpretación en la escuela de Cristina Rota. Poco después, De la Torre le siguió los pasos. Pero no abandonó su vínculo con Canal Sur. Durante años compaginó ambos empleos.
En 2007, cuando ganó el Goya al mejor actor de reparto por Azuloscurocasinegro, ópera prima de Daniel Sánchez Arévalo, se lo dedicó a los compañeros del canal, que solían cubrirle la espalda y cambiarle turnos. Dos meses después le hicieron fijo en la tele.
Pidió una excedencia. Y desde entonces le han nominado cuatro veces al Goya, aunque no ha ganado ninguno. Pero ha recogido galardón en las últimas tres ediciones de los Premios de la Unión de Actores (lo votan sus colegas de profesión).
Él asegura que, más que un método, lo suyo es una “cuestión de confianza, de voluntad, de estado de ánimo”. Dice que le gusta trabajar un papel de tal modo que si hace de camarero, cualquier camarero se vea reflejado. “Yo siempre digo: no hago personajes, hago personas.
Esta tarde, un policía me ha parado, me ha pedido una foto y me ha dicho: ‘En Grupo 7 parecías un compañero”.
El personaje de sastre lo preparó dos meses junto a un artesano real. Y la contención del caníbal la buscó entre los leopardos que iba a ver al Zoo de Madrid, a un paso de su piso, en el barrio de Batán (aunque vive en Sevilla con su familia).
Pero eso es el trabajo. Luego, alguien tiene que fijarse en ti. Sacarte al campo
. A él le ocurrió con Sánchez Arévalo. De la Torre protagonizó dos de sus cortos, cuando aquel era un desconocido
. Y un día, el incipiente director le dijo: “Antonio, nadie te ha escrito un papel a la altura de tu talento. Yo lo voy a hacer en mi primera peli”
. Así llegó el Goya. “Lo sentí como cuando Valdano le dijo a Raúl: ‘El que quiera comerse el mundo tiene todo el permiso para hacerlo”. Aún faltaban unos años para que llegara su primer papel de “protagonista absoluto que aparece en el 100% de los planos”, como dice Martín Cuenca de su película.
Y en esta ocasión había un filete en el plato.
Lo calentó en el microondas de las oficinas de casting y se lo comió delante de Manuel Martín Cuenca, el director y coguionista de este “cuento”, así suele llamarlo, quizá para tomar distancia de un tema tan peliagudo
. Ver a un tío normal cortar un solomillo normal y saborearlo de forma normal puede resultar terrorífico cuando uno es consciente del origen de la carne
. De eso va la película Caníbal: del mal nuestro de cada día.
La cinta se detiene en esos instantes hogareños en los que, por ejemplo, un tipo de aspecto corriente deposita en el congelador paquetitos de filetes envueltos en film transparente. Para Martín Cuenca, el horror se encuentra en esos pequeños gestos. Pero le faltaba ponerlo en imágenes. Y en eso llegó De la Torre con su tupper: “Se sentó, se comió el filete… Y yo ahí vi la película. La vi”.
De este largometraje, que se estrena el 11 de octubre, se había hablado poco hasta que, hace dos semanas, apareció una crítica en The Hollywood Reporter, tras su pase en el Festival de Cine de Toronto, y acto seguido se coló entre los cuatro largometrajes preseleccionados por la Academia del Cine para representar a España en los Oscar. La pieza de la revista estadounidense menciona el retrato “escalofriante y conmovedor” de un caníbal, la “seguridad y convicción” de la realización de Martín Cuenca y sus resultados “memorables”, y encumbra al protagonista:
“La mejor interpretación de su carrera”, dice sobre De la Torre, y alaba su capacidad para desmontar el cliché del psicópata creado por Anthony Hopkins en El silencio de los corderos.
La acumulación de adjetivos le hace pronunciar al actor, nada más sentarse en una terraza junto a la Casa de Campo de Madrid, una expresión barriobajera que tiene que ver con el grado de humedad de sus pantalones. Luego rectifica:
“Estoy contento, claro”. Es media tarde de un jueves, y el actor, como si siguiera metido en la doble vida del personaje de Caníbal –un sastre elegante y solitario en la superficie; un depredador brutal bajo las costuras–, en breves momentos tendrá que salir a la carrera hacia la otra punta de la ciudad para acudir como invitado al programa de televisión El hormiguero 3.0 y promocionar allí otra película, La gran familia española, de Daniel Sánchez Arévalo; este filme también figura entre las preseleccionadas para los Oscar (al cierre del reportaje no se conocía la candidata final). Como si el actor fuera el fetiche.
En otras palabras, dos de las tres películas que ha estrenado o estrenará De la Torre en 2013 han gustado al menos a los académicos. La tercera es Los amantes pasajeros, de Almodóvar. A Martín Cuenca no le sorprende: “Es increíble ver dónde ha llegado el Antonio de hace 20 años. No hace un papel sin dejarse la piel. No transita por ningún lugar con piloto automático. Ha crecido frase a frase”.
La relación entre ambos se remonta a los días en que ninguno se había labrado aún un nombre. Son de la misma quinta (Martín Cuenca tiene 48 años; De la Torre, 45) y de provincias hermanas (el primero nació en Almería, y el segundo, en Málaga). Han recorrido caminos paralelos (Antonio estudió Periodismo; Manuel, Imagen y Sonido). Y a los veintipocos se dieron cuenta de que querían dedicarse al cine. Coincidieron por primera vez en Hola, ¿estás sola? (1995), en la que Martín Cuenca era ayudante de dirección y De la Torre encarnaba su primer papel (breve) de cine en el que se le veía y se le oía. Ambas cosas juntas no habían sucedido hasta entonces: en Los peores años de nuestra vida (1994) hacía de periodista 3 y se escuchaba su voz, pero quedaba fuera de plano; en Cuernos de mujer (1995) hacía de taxista 1 y se le veía y decía unas frases, pero el director, Enrique Urbizu, le dobló
. A partir de ahí, en palabras del intérprete, “comienza una ristra de personajes de obrero 3, tipo 2, parroquiano, hombre deprimido, tipo al fondo, fracasado 4… Y por eso alguna vez dije: he currado en 30 pelis, pero sumándolas todas no llegan a un protagonista”.
Se volvieron a encontrar en Flores de otro mundo (1999; Antonio, como camionero; Manuel, de director de casting) y anteriormente, el realizador lo había llamado para su segundo cortometraje, Hombres sin mujeres. Diez años después, cuando llegaron las vacas gordas para ambos, volvió a contar con él en la TV movie El tesoro.
Y le hizo un hueco en su anterior película,
La mitad de Óscar (2010). Pero De la Torre reconoce que llegó a sentirse “un príncipe destronado”. “No entendía por qué no me daban papeles, si yo era muy bueno. Me preguntaba: ¿Por qué no me dejan saltar al campo? Que me den una oportunidad, aunque sea en el segundo tiempo, verás cómo revoluciono el partido”.
Antes que actor, Antonio fue un periodista deportivo que se fue ganando un puesto fijo en Canal Sur. De adolescente, cuenta, solía imitar a José María García
. El también actor Alberto San Juan fue su primer compañero de mesa en la Facultad de Periodismo. Siguen siendo amigos. En 1992 hasta compartieron piso en Sevilla, cuando daban sus primeros pasos como plumillas. San Juan se volvió a Madrid para estudiar interpretación en la escuela de Cristina Rota. Poco después, De la Torre le siguió los pasos. Pero no abandonó su vínculo con Canal Sur. Durante años compaginó ambos empleos.
En 2007, cuando ganó el Goya al mejor actor de reparto por Azuloscurocasinegro, ópera prima de Daniel Sánchez Arévalo, se lo dedicó a los compañeros del canal, que solían cubrirle la espalda y cambiarle turnos. Dos meses después le hicieron fijo en la tele.
Pidió una excedencia. Y desde entonces le han nominado cuatro veces al Goya, aunque no ha ganado ninguno. Pero ha recogido galardón en las últimas tres ediciones de los Premios de la Unión de Actores (lo votan sus colegas de profesión).
Él asegura que, más que un método, lo suyo es una “cuestión de confianza, de voluntad, de estado de ánimo”. Dice que le gusta trabajar un papel de tal modo que si hace de camarero, cualquier camarero se vea reflejado. “Yo siempre digo: no hago personajes, hago personas.
Esta tarde, un policía me ha parado, me ha pedido una foto y me ha dicho: ‘En Grupo 7 parecías un compañero”.
El personaje de sastre lo preparó dos meses junto a un artesano real. Y la contención del caníbal la buscó entre los leopardos que iba a ver al Zoo de Madrid, a un paso de su piso, en el barrio de Batán (aunque vive en Sevilla con su familia).
Pero eso es el trabajo. Luego, alguien tiene que fijarse en ti. Sacarte al campo
. A él le ocurrió con Sánchez Arévalo. De la Torre protagonizó dos de sus cortos, cuando aquel era un desconocido
. Y un día, el incipiente director le dijo: “Antonio, nadie te ha escrito un papel a la altura de tu talento. Yo lo voy a hacer en mi primera peli”
. Así llegó el Goya. “Lo sentí como cuando Valdano le dijo a Raúl: ‘El que quiera comerse el mundo tiene todo el permiso para hacerlo”. Aún faltaban unos años para que llegara su primer papel de “protagonista absoluto que aparece en el 100% de los planos”, como dice Martín Cuenca de su película.
Y en esta ocasión había un filete en el plato.