Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 sept 2013

¿Para qué sirven los notarios?........................Rosa Montero

José Manuel Pedrosa

Voy a contarles una historia tremenda con final feliz.
 No sé si recordarán el increíble caso de Juana Vacas, una anciana analfabeta de 75 años de Torredelcampo (Jaén) que se veía obligada a pagar las deudas del asesino de su hija
. ¿Que cómo podía suceder semejante disparate? Pues porque, a los cinco meses de la muerte de su hija Purificación (que padecía un 44% de discapacidad y fue reventada a martillazos por su marido, Fermín Jiménez, un fontanero alcohólico), Juana fue a arreglar los papeles de la testamentaría y aceptó la herencia de su hija, sin ser advertida por el notario de que, al hacerlo, lo que estaba heredando eran las deudas del criminal: 60.000 euros.
 Cuando se enteró, Juana creyó morir.
 Sólo cobra 600 euros de pensión y es una persona claramente indefensa. De los cuatro hijos que tuvo, sólo le queda una chica, Encarnación
. Los otros dos murieron a causa de la droga.
 Hay personas que, más que pasar por la vida, son atropelladas por ella.
Esta barbaridad incendió las redes: se recogieron 172.000 firmas en apoyo de Juana.
 Hasta que, a finales del pasado mes de julio, el Juzgado de Primera Instancia número 1 de Jaén declaró nula la herencia y además les echó un rapapolvo a los notarios por no haber advertido a Juana debidamente
. De hecho, la juez señaló que en la notaría no se le habló a Juana “de la posibilidad de aceptar la herencia a beneficio de inventario”, una información que, obviamente, “no debió omitir”, porque, al aceptar a beneficio de inventario, el heredero “no queda obligado a pagar las deudas y demás cargas de la herencia sino hasta donde alcancen los bienes de la misma”
. Tras la anulación, todo el mundo respiró aliviado. Fue una de esas sentencias que parecen enderezar el orden del mundo
. Uno de esos pequeños actos de evidente cordura que permiten respirar un poco mejor.
"Los notarios, si quieren servir para algo, deben informar y defender a sus clientes"
Pero hete aquí que, en agosto, los notarios cometieron la suprema inclemencia de recurrir la sentencia ante la Audiencia Provincial, según contaba Pedro Simón en El Mundo.
 Leí la noticia y me estremecí. Se sentirán orgullosos esos notarios, pensé.
 Se sentirán contentos de sí mismos, me dije, alucinada.
 Cuando parece obvio que no informaron debidamente a Juana Vacas, prácticamente iletrada y sumida en el dolor
. Es evidente que nadie firma de manera consciente esa barbaridad, sobre todo cuando hay una fórmula tan fácil para evitar cargar con las deudas del asesino de tu hija.
Y, sin embargo, el Colegio de Notarios de Andalucía se había apresurado a defender, en un comunicado, la actuación de sus compañeros en el caso de Juana Vacas, y a descartar tajantemente que hubiera habido mala praxis.
Esa fue para mí la gota final, así que me puse a escribir este ar­­tícu­­lo indignada. Para empezar por el principio, me pregunté: ¿para qué demonios sirven los notarios? ¿Para qué los queremos?
 Se llevan un dineral sin hacer absolutamente nada, es decir, sí, se supone que tienen que ofrecer su rigor de testigos, su veracidad y su sabiduría para supervisar la operación y que nadie sea engañado.
 Es decir, su única obligación era la de explicarle a Juana lo que firmaba.
 Y explicárselo una y otra vez hasta que le quedara lo suficientemente claro.
Al parecer, apenas estuvieron un minuto y medio con ella, o sea, que se diría que ni siquiera se esforzaron mucho en contárselo.
 Pero es que aunque se lo hubieran dicho detalladamente, tendrían que haber insistido todo lo necesario hasta comprobar que la mujer lo había entendido.
 En fin, la situación era tan increíble, tan delirante, que, la verdad, sólo se podía entender que hubiera sucedido algo así imaginando el desdén de esos notarios ante la pobre mujer enlutada, de pueblo, nerviosa, analfabeta
. O el notario estaba malísimo, con fiebre, con gastroenteritis, casi desmayado, y era él quien no se enteraba (en cuyo caso no habría recurrido la sentencia), o simplemente le importaba un pepino doña Juana
. No se me ocurría otra explicación.
Pero entonces, cuando el artículo estaba a punto de imprimirse, salió en la prensa que los notarios habían llegado a un acuerdo con Juana (“por razones humanitarias”, dicen, aunque es por pura justicia, pero vale). Y, así, lo único que van a mantener en su recurso dos de los tres notarios condenados es que ellos no tuvieron nada que ver con la escritura de Juana
. Cosa que la mujer ha reconocido y exoneración que me parece lógica, puesto que normalmente los asuntos sólo se tratan con uno de los titulares del despacho. Punto final, pues, para la angustia, para el escándalo, para este disparate tan rotundo. Triunfó la sensatez.
 Eso sí, qué papelón el del Colegio de Notarios de Andalucía, ¿no? A ver si este triste caso recuerda a los notarios que, si quieren servir para algo, deben ser garantes de la Ley e informar y defender a sus clientes.
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Piedad Bonnett: autorretrato del dolor innombrable

La escritora colombiana Piedad Bonnett. / julián lineros (EL PAÍS)

…Y Daniel sube corriendo por las escaleras mientras su madre se gira desde el escritorio para verlo antes de que él desaparezca. Una y otra vez. Es como si toda la vida Piedad Bonnett hubiera caminado hacia este dolor que no tiene nombre, incluso dando los pasos con los que creía evitarlo.
 Pero el joven pintor ya no está, se suicidó a los 28 años. Ya no es.
Todo son preguntas, “como mariposas enloquecidas revoloteando” alrededor de su cabeza. De ese zumbido mudo surgió un relato en el que a medida que desteje el amor materno en busca de respuestas, teje el de la vida con preguntas. Lo que no tiene nombre (Alfaguara) le puso por título
. Aún hoy, Piedad Bonnett (Antioquia, Colombia, 1951), que asistió ayer al Hay Festival de Segovia (España), lidia “tercamente con las palabras para tratar de bucear en el fondo de la muerte, de sacudir el agua empozada, buscando, no la verdad, que no existe, sino que los rostros que tuvo en vida (su hijo) aparezcan en los reflejos vacilantes de la oscura superficie”.
No es que quiera resucitar a Daniel, sino que busca saber quién era en realidad, cómo era aquel hijo que desde muy pequeño ya pintaba y era un perfeccionista en miniatura. Lo que no tiene nombre es un testimonio que se lee como una historia de vida que aborda el tabú del suicidio y establece un diálogo permanente con el lector porque, a medida que se acompaña a la autora en su desandar por la vida de su hijo, brotan preguntas, preguntas, preguntas encadenadas unas a otras con el oro fundido de la razón y la emoción que dan como resultado el encuentro con la belleza de la vida.

Duelo en primera persona

De la madre: Richard Ford, Mi madre(Anagrama).
Del padre: Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos (Seix Barral).
Del padre: Marcos Giralt Torrente, Tiempo de vida (Anagrama).
Del marido: Joyce Carol Oates, Memorias de una viuda (Alfaguara)
De la esposa: Francisco Goldman, Di su nombre (Anagrama).
De la hija: Isabel Allende, Paula (Plaza y Janés).
Del marido y la hija: Joan Didion, El año del pensamiento mágico y Noches azules (Global Rhythm y Mondadori).
Sobre la inminencia de la propia muerte: Christopher Hitchens, Mortalidad (Debate).
En medio del camino, el rastro de círculos que se cierran sembrando dudas sobre la existencia de un destino predeterminado, un sino.
Sobre todo el de la confrontación de una verdad que Piedad Bonnett descubrió temblorosa cuando era niña, y cuyo envés fue el suicidio de su hijo hace casi dos años y medio dejándola abismada ante lo desconocido. Mucho tiempo atrás, la niña descubrió el concepto de eternidad que imaginó como “un mar negro, infinito, sin orillas” que le produjo tal terror que sintió náuseas.
 Medio siglo después, un nuevo temblor y sensaciones parecidas la asaltaron ante la realidad de lo No eterno, la mortalidad.
 Pese a saber que sobre esa realidad podía precipitarse un día su hijo, que estaba en tratamiento psiquiátrico pero que llevaba una vida normal, aunque por dentro mantuviera un duelo perpetuo contra los demonios agazapados.
La autora de poemarios como El hilo de los días y novelas como Para otros es el cielo empezó a ver la historia cuando, abismada en el duelo, viajó con su esposo y sus dos hijas para apaciguar la devastación
. De la madre dolida emergió la escritora; la exploradora de historias, emociones y condiciones humanas, solo que esta vez desde su mundo más profundo y amado
. A partir de aquel viaje en tren por lugares hermosos, Bonnett empezó a desandar parte de su vida.
 Ahora, en su casa de Bogotá, a los pies de los cerros otoñales, y cerca del escritorio donde aún se da la vuelta para mirar las escaleras, recuerda con voz suave lo vivido...
“Es el libro más misterioso desde el punto de vista del proceso. La palabra no es tanto dolor en ese momento, sino terrible desconcierto; desconcierto con la vida, no es desconcierto de que él se matara, pero sí preguntándome ¿me pasó esto?, ¿cómo me pasa esto con este muchacho y después de todo lo que hicimos?, porque todos hicimos todo y no pudimos detener el destino, que fue la idea que hizo generar el libro”.
La palabra no es tanto dolor en ese momento, sino terrible desconcierto; desconcierto con la vida, no es desconcierto de que él se matara, pero sí preguntándome ¿me pasó esto?
Entre las preguntas que revolotean como mariposas enloquecidas se cuela el arte como refugio, el arte como reconciliador, la literatura como catalizadora…
“Uno suele decir que la literatura va por un lado y la vida por otro
. Nunca había comprobado de manera tan impresionante cómo literatura y yo somos una sola cosa. Porque lo primero que se me ocurrió fue escribir
. A partir de ahí fueron apareciendo preguntas sobre otras cosas: qué es un duelo o que significa perder a alguien
. A ese viaje me había llevado libros en los que esperaba hallar alguna aclaración ante la incertidumbre; entre ellos El Dios salvaje, de Al Álvarez, y de pronto comprendí la potencia dramática de esta historia que es como una tragedia griega: todos los pasos eran para que todo fuera exitoso y, como en Edipo rey, todo lo que iba pasando estaba mal.
La decisión de escribir fue tremenda. Fue lo que me permitió sortear el duelo
. Todo el tiempo estuve haciendo un movimiento de lo puramente emotivo, que me arrasaba, a un movimiento intelectual.
 Una de las preguntas más inquietantes era la que me había hecho Daniel, porque él sufría al tener un trastorno esquizo-afectivo: ‘¿Me ayudarías a llegar al final?’. El amor de una mamá es de tal naturaleza que prefiere el hijo muerto que el hijo sufriendo
. Cuando él me hizo esa pregunta, yo pensé sí, si este niño me dice: ‘Mamá, estoy sufriendo, no puedo vivir así, ayúdame a morir’, yo lo ayudo.
Esa es la dimensión del amor de la mamá”.
Él moriría en Nueva York, donde estudiaba arte en Columbia, mientras ella estaba en Bogotá
. Ahí empieza la historia.131 páginas en las que el lector es testigo de cómo ella “miraba vivir a Daniel con un secreto temblor”. La reacción de la gente ha sido cálida y le ha descubierto otras verdades…
“Se nos olvidó que la literatura está para conmover en el mejor sentido del término, no para hacer llorar, ni como algo sentimental.
 Pero sí para conectar con el alma del lector. La literatura se nos volvió una cosa muy intelectual.
 Yo estaba incluida dentro del paquete de los intelectuales haciendo maromas
. Y recordé que cuando yo entré a la literatura, a los 15 o 16 años, ella me consolaba, me ayudaba a vivir, me permitía soñar”.
La decisión de escribir fue tremenda. Fue lo que me permitió sortear el duelo. Todo el tiempo estuve haciendo un movimiento de lo puramente emotivo, que me arrasaba, a un movimiento intelectua
Una ligera y triste sonrisa se vislumbra en su cara al recordar que los lectores han señalado caminos equivocados que han tomado ciertos intelectuales y parte de la sociedad en aras de una modernidad y evolución mal entendida…
“Hay mucho un pudor. Les da pena expresar el sentimiento; no es que no sientan, pero niegan manifestaciones efusivas.
 Es resultado de la sobredimensión de la razón. Desde Descartes lo que hemos hecho es adorar y rendir un culto tremendo a la racionalidad, a costa de cosas tan importantes como la intuición y los afectos.
 Por supuesto hay unas corrientes que han tratado de recuperar eso pero siempre dentro de una mesura. Yo misma soy partidaria de una moderación, pero no de la negación del sentimiento.
 Y yo que estoy en la poesía sé que ella es la aseveración a través de la palabra de que hay una cosa que está más allá de la racionalidad”.
Se nos olvidó que la literatura está para conmover en el mejor sentido del término, no para hacer llorar, ni como algo sentimental. Pero sí para conectar con el alma del lector
Habla emocionada de las docenas de emails que recibe y que, también, le han descubierto otros desvíos de la sociedad, la enorme presión de éxito sobre las personas, la competitividad que horada todo lo demás…
Si alguna reflexión sale de este libro sería que solo es bueno lo que nos hace felices.
 Lo digo yo que duré 30 años como profesora en una universidad viendo a la gente joven, que es cuando se define la vida, haciendo cosas que no querían.
 Entonces a los más sensibles o con tendencia depresiva esto se les convierte en algo así como llevar el mundo sobre los hombros
. Y en algunos casos puede desencadenar el suicidio al que llegan no porque no quieran la vida o a sus padres sino porque no los quieren hacer sufrir. Los liberan de esa carga. El amor hace eso”.
Luego se detiene en los recuerdos. De esa compañía sí eterna.
 Los prefiere reales y no transferidos en las fotografías. Se rebela contra la invasión de esas imágenes estáticas que todo lo vuelven banal…
Por eso hago mucho el ejercicio de ver a Daniel en movimiento. Tengo listo un poema que nace de una imagen muy recurrente: él subía por la escalera y yo siempre estaba ahí en el salón como escritora.
 Ahora, en la ausencia, mi deseo es que él suba, lo veo emerger…”.
… hasta que las palabras de Piedad Bonnett encuentran un destello de felicidad al hablar de lo que sigue: una exposición que organiza de la obra de Daniel y la segunda edición del catálogo que publicará con el dinero del premio Casa de América de Poesía Americana, que le concedieron por Explicaciones no pedidas (Visor), la víspera de la muerte de su hijo, en uno de cuyos poemas dice:
y la literatura, ya sabemos
está hecha por dioses pequeños e impacientes
y a menudo rabiosos
que adoran lo que existe y sin embargo
viven de consagrar lo que no existe”.
'Autorretrato', de Daniel Segura Bonnett.

Adiós a 'Breaking bad': de Walter White a Heisenberg, en seis pasos Por: Natalia Marcos | 30 de septiembre de 2013


Heisenberg
Ha llegado. El momento de la despedida.
 Ayer se emitió en Estados Unidos el capítulo final de Breaking bad. Una serie que, para muchos, se ha puesto a la altura de títulos míticos como Los Soprano o The Wire
. Para saber si realmente es así necesitaremos tiempo y perspectiva, pero méritos no le faltan. El esperado episodio final no ha decepcionado (mañana lo comentaremos con más detalle). La expectación era máxima y la expectativas estaban por las nubes.
Más después de una tanda de capítulos finales que ha dejado a los fans de la serie al borde de la taquicardia y ha tocado su fibra sensible en repetidas ocasiones a través de los detalles de cada episodio.
 Todo tiene un porqué en Breaking bad. Incluso el título del último capítulo, 'Felina': anagrama de finale y unión de Fe (hierro, elemento dominante en la sangre), Li (litio, utilizado en la producción de metanfetamina) y Na (sodio, elemento químico presente en las lágrimas). Sangre, metanfetamina y lágrimas. Breaking bad.
Felina
Pero antes de la despedida final, repasamos algunos de los momentos que han marcado el cambio de Walter White, un profesor de química normal y corriente, en Heisenberg, el temido narcotraficante sin pizca de compasión.
1 - El poder de la química
Antes ya había dado muestras de la persona en la que se iba a transformar, pero con Tuco Salamanca Walter empieza realmente su conversión en Heisenberg. El cristal de fulminato de mercurio le permite hacer frente al traficante de droga, un violento sociópata.

2 - "Yo soy el peligro"
La relación de Walter con Skyler y con su familia va cambiando a lo largo de la serie.
 Todo saltará por los aires en la última temporada, pero la cuarta marca un cambio en la actitud de Skyler hacia él. "No estoy en peligro, Skyler, yo soy el peligro". Es Heisenberg el que habla en uno de los monólogos inolvidables de la serie.

3 - La risa de Heisenberg
En el lugar donde solía guardar su dinero, Walter descubre que ya no está. De la desesperación, pasará a un ataque de risa que hiela la sangre. La cámara se aleja mientras deja a Walter en ese agujero de su casa.

4 - "I won"
Uno de los grandes rivales de Walter fue Gus Fring. El dueño de Los Pollos Hermanos tendrá a Walter y Jesse a su servicio durante muchos capítulos. El último episodio de la cuarta temporada deja una de las muertes más impactantes de la serie y a Heisenberg tomando control definitivamente del señor White. Su llamada a Skyler para presumir de su victoria marca el principio del fin.

5 - El ego de Heisenberg
El séptimo capítulo de la quinta temporada empieza en alto y termina todavía más alto. Ya no queda ni rastro de aquel Walter White de los primeros capítulos. Hace tiempo que no necesita el sombrero para disfrazarse de Heisenberg. Él es Heisenberg. "Di mi nombre".

6 - Ozymandias
Antes de llegar al final (mañana hablaremos de él), el capítulo 14 de la quinta entrega, el antepenúltimo de la serie, fue uno de los más comentados de esta última tanda de episodios, quizá uno de los mejores capítulos de la serie. En constante tensión y sin descanso. Desde el lugar en el que todo empezó hasta la última huida. El principio es dramático, y esta confesión de Walter a Jesse duele como si le diera un tiro.

29 sept 2013

Los amores de un torero


http://youtu.be/EwVODokMJYo
http://youtu.be/LyjSuyKIPp8

La Filmoteca Española recuerda este mes de septiembre la figura de Carmen Amaya y su paso por el cine en el 50 aniversario de su fallecimiento
. El ciclo recoge casi toda la filmografía que realizara la genial bailaora, algunos títulos nunca vistos en España y otros ya míticos en la historia cinematográfica tales como La hija de Juan Simón (José Luis Sáenz de Heredia, 1935), en su primera intervención de importancia como artista invitada; María de la O (Francisco Elías, 1936); el corto El embrujo del fandango (Jean Angelo, 1940), hasta Tarantos (Francisco Rovira Beleta, 1963) que sería su última actuación y que la universal artista no vio representarse. Gran parte de su paso por los rodajes aconteció entre 1936, fecha en que sale de España acompañada por su familia, hasta el año 1947 cuando regresa convertida en una artista reconocida mundialmente.
 De esta época pertenecen títulos rodados en Estados Unidos como Follow the Boys (Sueños de gloria, Eddie Sutherland, 1944), See My Lawyer (Entiéndase con mi abogado, Edward F. Cline, 1945), ambos en los estudios Universal, y Knickerbocker Holiday (Pierna de plata, Harry Joe Brown, 1944).
También de esta época es el filme Los amores de un torero. Pasión gitana, dirigida por José Díaz Morales, y realizada en México durante el año 1945. 
La película es un melodrama clásico del cine mexicano, como también un tópico argumental de las relaciones entre un torero y una gitana que tan habitualmente se han trasladado a la vida y a la literatura.
 Hoy (25 de septiembre) se proyecta en la sala 1 del cine Doré en Madrid y merece la pena el paseo por la fuerza testimonial de la mítica bailaora.
 Precisamente, en los próximos días se exhibirán dos documentales: Bajarí, en el cual la directora catalana Eva Vila reconstruye la escasamente conocida etapa de Carmen Amaya en la capital azteca, y El fabuloso Sabicas, realizado por Pablo Calatayud para homenajear al guitarrista flamenco que coincidió artísticamente con Carmen Amaya durante su exilio en las tierras mexicanas