Habla de la corrupción en el Vaticano, del papel de la mujer, de su
relación con Benedicto XVI y de la actitud de la Iglesia ante las nuevas
familias.
Media hora después de despegar de
Río de Janeiro con destino a
Roma, el
papa Francisco
se presenta ante los periodistas que lo acompañan en el vuelo papal –75
enviados especiales de 14 países-- para responder a cuantas cuestiones
quieran plantearle.
No hay preguntas pactadas ni líneas rojas. Durante
una hora y 20 minutos, Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, responde con
amabilidad y sin escurrir el bulto sobre los asuntos más peliagudos de
la vida de la Iglesia mientras el Airbus A330 de Alitalia, con el código
AZ4000 destinado a los vuelos papales, atraviesa una tormenta.
De pie,
Francisco habla de la corrupción en el
banco del Vaticano, de la
detención de monseñor Nunzio Scarano
–“no ha ido a la cárcel porque se pareciera precisamente a la beata
Imelda”--, de la necesidad de una teología de la mujer en la Iglesia, de
los gais –“¿quién soy yo para criticarlos?”—y hasta de su relación con
Joseph Ratzinger:
“La última vez que hubo dos papas no se hablaban entre ellos, se
peleaban para ver quién era el verdadero. Yo quiero mucho a Benedicto
XVI. Es como tener al abuelo en casa”.
Antes de pasar a las preguntas, Bergoglio confiesa que está “bastante cansado”, pero feliz de
lo vivido en Río:
“El corazón del pueblo brasileño es grande. Es un pueblo amable, que
ama la fiesta, que hasta en el sufrimiento encuentra siempre un camino
para hacer el bien.
La alegría de los brasileños es contagiosa”.
Se
refiere por propia iniciativa a los problemas de seguridad surgidos a su
llegada a Río de Janeiro:
“Se ha hablado de la seguridad por aquí y por
allí.
No ha habido ni un incidente. Todo era espontáneo. Gracias a que
tenía menos seguridad, he podido estar con la gente, abrazarles,
saludarles, sin coches blindados.
La seguridad es fiarse de un pueblo.
Siempre hay el peligro de que un loco haga algo, pero la verdadera
locura es poner un espacio blindado entre el obispo y el pueblo.
Prefiero el riesgo a esa locura.
La cercanía nos hace bien a todos”.
Pregunta. En estos cuatro meses de pontificado ha
creado varias comisiones para reformar la Curia vaticana. ¿Qué tipo de
reforma tiene en mente? ¿Contempla la posibilidad de suprimir el IOR, el
llamado banco del Vaticano?
La parte económica pensaba tratarla el año que viene, porque no es lo
más importante que hay que tocar. Sin embargo, la agenda se cambió
debido a unas circunstancias que ustedes conocen [los escándalos en el
banco del Vaticano], que son de dominio público y que había que
enfrentar. Estas cosas suceden en el oficio de gobierno.”
Respuesta. Todo procede de dos vertientes. La
primera es que estoy reformando aquello que los cardenales dijeron que
se tenía que reformar durante las congregaciones generales [las
reuniones preparatorias del cónclave].
Yo me acuerdo que pedía muchas
cosas, pensando que sería otro el que las tendría que hacer…
La segunda
vertiente es la oportunidad.
La parte económica pensaba tratarla el año
que viene, porque no es lo más importante que hay que tocar. Sin
embargo, la agenda se cambió debido a unas circunstancias que ustedes
conocen [los escándalos en el banco del Vaticano], que son de dominio
público y que había que enfrentar
. Estas cosas suceden en el oficio de
gobierno. Uno va por un lado pero le patean un golazo por la parte de
allá y lo tiene que atajar, ¿no es cierto? La vida es así y eso es lo
lindo de la vida.
No sé cómo terminará el IOR. Algunos dicen que tal vez
es mejor que sea un banco, otro que es mejor que sea un fondo de ayuda,
otros dicen que hay que cerrarlo. Se escuchan estas voces. Yo no sé, me
fío del trabajo de las personas que están trabajando en el asunto. En
cualquier caso, las características del IOR -sea un banco, un fondo o lo
que sea- deben de ser la transparencia y la honestidad.
P. Usted dijo que hay personas santas en la Curia y
otras que no lo son tanto. ¿Ha encontrado resistencia a su deseo de
cambiar las cosas en el
Vaticano?
R. Yo no he visto resistencia.
Aunque es verdad que
todavía no he hecho tantas cosas. Lo que sí he encontrado es ayuda y
gente leal. Por ejemplo, a mí me gusta cuando una persona me dice: 'Yo
no estoy de acuerdo', y esto lo he encontrado. 'Yo esto no lo veo, no
estoy de acuerdo, yo se lo digo y luego haga lo que quiera': alguien que
te dice eso es un verdadero colaborador, y eso lo he encontrado.
Pero
esos que te dicen: 'Ay, qué bonito, qué bonito, qué bonito', y luego
dicen lo contrario en otra parte, todavía no me he dado cuenta.
Quizás
hay alguno, pero no me he dado cuenta de estas resistencias.
En cuatro
meses no se pueden encontrar muchas.
En cuanto a si hay santos… Hay
santos de verdad. Cardenales, sacerdotes, obispos, monjas, laicos… Es
gente que reza, que trabaja mucho y que también va, a escondidas, al
encuentro de los pobres…
Aunque también hay alguno que no es tan santo. Y
esos son los que hacen más ruido.
Ya sabéis que hace más ruido un árbol
que cae que un bosque que crece.
Y me duelen esas cosas. Hay algunos
que dan escándalo. Tenemos este monseñor en prisión [Nunzio Scarano,
acusado de manejar grandes cantidades de dinero negro], y no ha ido a la
cárcel porque se pareciera precisamente a la beata Imelda… No era un
santo. Son escándalos y hacen daño.
P. Usted no ha hablado todavía sobre el aborto ni sobre el matrimonio ente personas del mismo sexo. En
Brasil se ha aprobado una ley que amplía el derecho al aborto y otra que
contempla los matrimonios entre personas del mismo sexo. ¿Por qué no ha hablado sobre eso?
R. La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre
eso, no era necesario volver sobre eso, como tampoco hable sobre la
estafa, la mentira u otras cosas sobre las cuales la Iglesia tiene una
doctrina clara. No era necesario hablar de eso, sino de las cosas
positivas que abren camino a los chicos.
Además los jóvenes saben
perfectamente cuál es la postura de la Iglesia.
P. ¿Pero cuál es su postura en esos temas?
R. La de la Iglesia, soy hijo de la Iglesia.
P. Cuando se ha reunido con los jóvenes argentinos, les ha dicho que a veces se siente enjaulado. ¿A qué se refería exactamente?
R. ¿Usted sabe la de veces que he tenido ganas de
pasear por las calles de Roma? Porque a mi me gusta andar por las
calles, me gustaba tanto y en ese sentido me siento un poco enjaulado.
Pero debo decir que los de la Gendarmería vaticana son buenos, son
realmente buenos y yo les estoy agradecido.
Ahora me dejan hacer algunas
cuantas cosas más, pero es su deber garantizar la seguridad.
Enjaulado
en ese sentido, de que a mi me gusta andar por la calle, pero entiendo
que no es posible, lo entiendo. Lo dije en ese sentido.
Porque, como
decimos en
Buenos Aires, yo era un cura callejero. Por cierto, creo que es hora de servir la cena, ¿no tenéis hambre?
P. No. ¿Está usted cansado?
R. No estoy casado, yo soy single [risas].
P. ¿Cómo debe ser participación de las mujeres en la Iglesia? ¿Qué piensa de la ordenación de las mujeres?
R. Como dije a los obispos, sobre la participación
de las mujeres en la Iglesia no nos podemos limitar a las mujeres
monaguillo, a la presidenta de Cáritas, a la catequista…
Tiene que haber
algo más, hay que hacer una profunda Teología de la Mujer. En cuanto a
la ordenación de las mujeres, la Iglesia ha hablado y dice no.
Lo dijo
Juan Pablo II, pero con una formulación definitiva.
Esa puerta está
cerrada. Pero sobre esto quiero decirles algo: la Virgen María era más
importante que los apóstoles y que los obispos y que los diáconos y los
sacerdotes.
La mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y
que los curas. ¿Cómo? Esto es lo que debemos tratar de explicitar mejor.
Creo que falta una explicitación teológica sobre esto.
P. En cuanto al acceso a los sacramentos de los
divorciados vueltos a casar, ¿existe la posibilidad de que algo cambie
en la disciplina de la Iglesia y que estos sacramentos sean una ocasión
de acercar a estas personas y no una barrera?
R. La Iglesia es madre, debe ir a curar a los
heridos con misericordia.
Si el Señor no se cansa de perdonar, nosotros
no tenemos otra elección que ésa.
Primero de todo, curar a los heridos.
La Iglesia es mamá. Debe ir en este camino de la misericordia, encontrar
una misericordia para todos. Pienso que cuando el hijo pródigo volvió a
casa, el papá no le dijo “¿quién sos? qué hiciste con el dinero”. No,
hizo una fiesta
. Quizás luego, cuando el hijo quiso hablar, habló. Pero
el padre no sólo esperó, fue a encontrarlo.
Esto es misericordia, esto
es kairos.
En cuanto el problema de la comunión a las personas en
segunda unión --porque los divorciados sí pueden hacer la comunión--,
creo que esto es necesario mirarlo en la totalidad de la pastoral
matrimonial.
P. ¿Cuál es su relación con Benedicto XVI? ¿Tienen contactos frecuentes? ¿Le ayuda?
R. La última vez que hubo dos papas o tres papas no
se hablaban entre ellos, se estaban peleando a ver quién era el
verdadero. Tres llegaron a haber durante el Cisma de Occidente. Hay algo
que califica mi relación con Benedicto: yo lo quiero mucho.
Siempre lo
quise mucho, para mí es un hombre de Dios, es un hombre humilde, que
reza. Yo fui muy feliz cuando fue electo Papa. También cuando él
renunció para mí fue un ejemplo de un grande, un hombre de Dios, un
hombre de oración.
Él ahora vive en el Vaticano y algunos me dicen:
“¿pero cómo se puede hacer esto, dos papas en el Vaticano, pero no te
molesta, él no te hace la revolución en contra?”.
Todas esas cosas que
dicen, ¿no? Pero yo encontré una frase para esto: es como tener al
abuelo en casa, pero el abuelo sabio. En una familia el abuelo está en
casa, es venerado, es amado, es escuchado. El es un hombre de una
prudencia exquisita, no se mete.
Yo lo digo muchas veces: “santidad,
haga su vida, venga con nosotros”.
Para mí, es como tener el abuelo en
casa, es mi papá.
Si yo tuviera una dificultad o tengo algo que no he
entendido, puedo llamarlo.
Y cuando fui para hablar de ese problema
grande de Vatileaks él me lo contó todo con simplicidad. Además, no sé
si saben, pero cuando nos habló en el discurso de despedida, el 28 de
febrero, dijo: “entre ustedes está el próximo Papa y yo prometo
obediencia”. Es un grande.
Yo quiero mucho a Benedicto XVI. Es como tener al abuelo en casa.
Pero el abuelo sabio. En una familia el abuelo está en casa, es
venerado, es amado, es escuchado”
P. ¿Se asustó cuando vio el informe
Vatileaks?
R. No.
Les voy a contar una anécdota sobre el
informe Vatileaks. Cuando fui a ver al papa Benedicto después de mi
elección, tras rezar en la capilla [de Castel Gandolfo] nos reunimos en
el estudio y había una caja grande y un sobre.
Benedicto me dijo: en
esta caja grande están todas las declaraciones que han prestado los
testigos.
Y el resumen y las conclusiones finales están en este sobre. Y
aquí se dice tal tal tal… ¡Lo tenía todo en la cabeza! Pero no, no me
he asustado. Es un problema grande, pero no me he asustado.
P. La historia de monseñor Battista Ricca [nombrado
por el Papa para controlar el banco del Vaticano y en el centro de una
polémica por un supuesto pasado de escándalos sexuales] ha dado la
vuelta al mundo. ¿Queríamos saber cómo va afrontar este asunto y todos
los relacionados con el supuesto lobby gay en el Vaticano?
R. Con respecto a monseñor Ricca, he hecho lo que el
derecho canónico manda hacer, que es una investigación previa.
Y esta
investigación no se corresponde con lo que se ha publicado. No hemos
encontrado nada. Pero yo querría añadir una cosa sobre esto.
Yo pienso
que muchas veces en la Iglesia --con relación a este caso o con otros--,
se va a buscar los pecados de juventud. Y se publican.
No los delitos,
los delitos son otra cosa.
Los abusos de menores son delitos. Me refiero
a los pecados. Pero si una persona –laico, cura o monja— comete un
pecado y luego se arrepiente, el Señor la perdona.
Y cuando el Señor
perdona, olvida.
Y esto para nuestra vida es importante. Cuando
confesamos, el señor perdona y olvida. Y nosotros no tenemos derecho a
no olvidar. Luego usted hablaba del lobby gay. Se escribe mucho del
lobby gay.
Todavía no me he encontrado con ninguno que me dé el carnet
de identidad en el Vaticano donde lo diga. Dicen que los hay. Cuando uno
se encuentra con una persona así, debe distinguir entre el hecho de ser
una persona gay y el hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es
bueno.
Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad,
¿quién soy yo para criticarlo? El catecismo de la Iglesia católica lo
explica de forma muy bella.
Dice que no se debe marginar a estas
personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es
tener esta tendencia. Debemos ser hermanos
. El problema es hacer un
lobby. De esta tendencia o el lobby de los avaros, de los políticos, de
los masones... Tantos lobbys… Este el problema más grande.
Después de responder a esta cuestión, sin duda la más complicada, la
última después de una hora y 20 minutos de conversación, Jorge Bergoglio
mira a la periodista que lo ha puesto en el brete y le dice con una
amplia sonrisa:
“Le agradezco tanto que me haya hecho esta pregunta.
Muchas gracias. Gracias a todos”.