Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 jul 2013

El viaje a Compostela

El viaje a Compostela

Por: | 26 de julio de 2013
Es cierto lo que decía Brecht: hay que cantar también en los tiempos oscuros. Y lo que decía Vallejo, hay golpes en la vida tan fuertes, qué sé yo. Pero a veces la realidad de la vida no permite las palabras sino el sentimiento, lo que viaja por dentro, lo indecible, lo que sólo está en la mirada. Estos días ha sido y es tan impresionante el impacto de la tragedia de Santiago de Compostela que ningún alivio, ni siquiera la quimera de que aún sea tan solo una pesadilla, es capaz de hacer que el círculo concéntrico de la pena halle otro aposento que la rabia.
       Esta mañana, en la televisión, una joven de veintiún años que cambió de tren en Orense y ya no siguió el viaje que la debía haber llevado a esa ruta nefasta en la que el tren descarriló decía que aún sentía en su cuerpo y en su ánimo la sensación de rabia por el destino de muchos de los que sí habían seguido. En cierto modo, a ella le tocaba, o le hubiera tocado ese destino, su trayecto natural concluía en Santiago, pero el azar de los billetes la detuvo en otra ciudad, y allí se quedó con sus amigos. Le quedaba un consuelo, que no era capaz de sacarla de su decaimiento, sin embargo: los amigos que había hecho en ese tren atroz se habían salvado.
       Pero murieron tantos. Uno ya son tantos, y ochenta son tantísimos. Soy de una generación que ya contempló muchas catástrofes, algunas de ellas en las islas Canarias, donde, en el aeropuerto de Los Rodeos, se produjo en mi juventud un accidente aéreo que aún pone los pelos de punta en las estadísticas y en los corazones. Más adelante vivimos otros azares atroces, como aquella tremenda escena de la niña Omayra muriendo ante la cámara en el proceso de las inundaciones del Nevado del Ruiz colombiano. La vida es, en algún momento, catástrofe; el verano (recuerden Biescas) convoca muchas de estas distracciones terribles de la alegría, estas tristezas inconmensurables de las que no se libra nadie, desde Indochina a Galicia, desde Estados Unidos a la India. Y no vale la advertencia de la precaución; los precavidos son también víctima de la fuerza de la coincidencia, de ese inclemente efecto mariposa que no se sabe dónde pica la flor maldita de la muerte.
Por razones que tienen que ver con la pasión literaria por Álvaro Cunqueiro me tocaba este fin de semana viajar a Mondoñedo, y ahí iré, pasando por Santiago de Compostela. Ahora, mientras escribo, está a punto de salir el avión; la ruta es la más bella entre las rutas bellas de España; allí, como diría Gonzalo Torrente Ballester, da la vuelta el aire de la civilización occidental, por allí pasan historias de poetas y artistas, sacerdotes y santos, laicos maravillosos y civiles que han hecho de su paso por la tierra una celebración de la vida. Y está el Obradoiro, y la gran literatura gallega, y la música. Sin duda, todo eso alivia del dolor, o debería; pero no es cierto, el dolor está instalado, es el presente más nítido y más terrible.
Hay un instante en que el dolor humano es una pelota que cabecea sin destino sobre la pared oscura de lo que no tiene razón ni esperanza. Damos el pésame, cubrimos al otro de la habitual retahíla sentimental de las condolencias, pero sabemos que no basta. Manuel Rivas, el gran poeta, envió a sus amigos una fotografía, horas después de la tragedia, en la que se veía un nido vacío. Era su símbolo de desolación tras la tremenda conmoción vivida en su tierra y vivida en todas partes.
La imagen inolvidable –el por qué del suceso—del tren rompiéndose en pedazos en medio de una lluvia de llanto no tiene otro parangón que la imagen de esas personas que lloran desesperadas mientras buscan, en las listas y en los hospitales, el resquicio de una esperanza. Pero esa foto del poeta constituye una metáfora singular, esencial, de lo que es la desolación cuando no se puede decir.
El nido vacío, el centro del mundo de pronto despojado de un ser. Decía Rivas que cada persona es una nación; en medio de ese nido en el que habita cada uno de nosotros está nuestro mundo de afectos, la mano a la que nos agarramos cuando estamos solos. Y cuando se vacía el nido ya alrededor todo es estupor en los alrededores de nuestra vida. Brecht tenía razón, pero cuánta razón tenía sobre todo César Vallejo. Hay golpes en la vida tan fuertes, qué sé yo.

25 jul 2013

Se abre la flor más grande del mundo

La Amorphophalus Titanum ha florecido este lunes en el Museo Botánico de Washington. Es famosa por su olor apestoso.

Los visitantes observan la Titan Arum en flor. / WIN MCNAMEE (AFP)

A pesar de que todo apuntaba a que ocurriría la semana pasada, finalmente, la Titan Arum o Amorphophalus Titanum, la flor más apestosa y grande del mundo -cómo es conocida en botánica-, se ha abierto totalmente este lunes en el Museo Botánico de Washington. La planta que mide más de 1,5 metros ha tenido en tensión a ciudadanos y expertos durante días. La expectación es comprensible, ya que la Titan tarda de varios años a décadas en florecer.
Entre las hojas de color anaranjado ya se puede ver su enorme polinizador que atrae a miles de insectos a la redonda, gracias al "olor a carne podrida" que emana. "Todavía esta fase no ha ocurrido, suele pasar 12 horas después del florecimiento", según explicaron desde el museo. "Por lo que es probable que comience esta noche y se marchite en menos de dos días -vive de 24 a 48 horas-", añadieron.
"Será muy difícil aguantar cerca de ella", informó el Doctor McLaughin, experto del botánico. De la misma manera que una encantadora rosa atrae a una abeja u otro tipo de insecto con su olor agradable, en el caso de la Titan, "éste es fétido", agregó.
Como si de una obra de arte se tratara, el maravilloso ejemplar exótico saluda a los miles de curiosos que se han acercado este lunes al invernadero de la pinacoteca, lugar que ha llegado a extender sus horarios para "que todo el mundo disfrute del acontecimiento".
La planta es originaria de Sumatra (Indonesia) y fue descubierta en 1878. La flor actual tiene alrededor de siete años y "tenía el tamaño de una judía cuando llegó al museo en 2007", prosiguió McLaughlin. Pesa más de 110 kilogramos y es su primer florecimiento. Para florecer necesita humedad y temperaturas cálidas, añadió el experto.
La última vez que ocurrió un acontecimiento similar en Washington fue en 2007. Otros brotes similares se han dado recientemente en el Estado de Ohio y Bélgica.

 

Una nube que fue árbol

Chema Madoz se mueve entre la fotografía y la escultura, pero tiene alma de copiloto. Le gusta viajar por carretera.

 

Fotografía del esqueleto de un árbol usando una nube como ramas / AMELIA CASTILLA

Le gusta viajar por carretera y contemplar cómo evoluciona el paisaje ante la ventana de su coche
. Chema Madoz (Madrid, 1958) se mueve profesionalmente entre la fotografía y la escultura, pero tiene alma de copiloto. En su trabajo predominan las ideas sobre la realidad
. La fantástica idea que dio origen a la nube convertida en árbol fue creciendo a medida que corrían los kilómetros; luego la fue ordenando, entrelazó elementos y la construyó para poder retratarla.
 Vista sobre la página entra bien por los ojos, todo queda en su sitio. En una primera impresión causa una ligera extrañeza, luego aporta confianza y al final invita a la sonrisa. Forma parte del mundo personal de su creador, aunque en este caso corra el riesgo de resultar demasiado atractiva y que el espectador se quede en esa primera etapa y se dé por satisfecho. Carece de ese revulsivo que surge de imágenes más secas. Pero, como el resto de su obra, tiene múltiples lecturas, empezando por el aura poética que desprende. No se trata de algo que busque, pero surge de entre esas nubes perdidas en el cielo y del árbol que no clava sus raíces en la tierra. Poesía y fotografía coinciden en que ambas trazan conceptos e ideas con los mínimos elementos posibles.
 Como en esta foto, aunque no se trate del territorio habitual de Madoz. Sus imágenes suelen ser más áridas, con menos paisaje.
 Técnicamente ha sido construida como se hacían los collages antiguos: dos imágenes superpuestas, una del cielo y otra de un árbol, puestas una encima de la otra.
Sencillo de técnica pero nada fácil de resolver
. Detrás quedan muchas horas de espera para cazar la nube que mejor se adapte a la copa del árbol y a su ligero y volátil tronco.

Angustiosa espera de los familiares ante la difícil identicación de los cadáveres

“Les hablaba para que no murieran”Un vecino que ayudó a las víctimas grabó un sobrecogedor vídeo antes de que llegaran las ambulancias

“¡Mi niña, mi niña! ¿Qué voy a hacer sin mi niña?”. Es la una de la tarde
. Una mujer con un vestido veraniego verde grita y tiembla en una silla de resina, pese al abrazo de una compañera.
 Es el más clamoroso, pero no el único gemido de dolor que se oye en el exterior del edificio Cersia, en un barrio a las afueras de Santiago, donde la Xunta de Galicia ha centralizado la información para los familiares de las víctimas del accidente ferroviario ocurrido este lunes. 
 Una hora antes, el ambiente era dramático, pero calmado.
 Los familiares que no habían localizado a sus parientes en los hospitales aguardaban noticias en el interior del edificio, en el porche, delante de la batería de cámaras, o deambulaban como noqueados por las extensiones de césped que rodean el edificio.
Otros familiares habían acudido desde la madrugada al Hospital Clínico Universitario, donde están ingresados el mayor número de heridos y los más graves
. Allí, la incertidumbre de los que no sabían la suerte de sus allegados se mezclaba con la ansiedad de los que ya conocían que sus familiares se encontraban en estado crítico.
 Poco antes del mediodía, quedó completada la lista de heridos. 
Y por descarte, la de los fallecidos
. La última herida identificada fue una chica de A Coruña. Uno de sus hermanos supo por el personal sanitario que tenía un anillo con la palabra Finisterre y se dio cuenta de que era su alianza de bodas.
Uno de los jueces encargados del caso, José Antonio Vázquez Taín, ha señalado que espera identificar visualmente al 95% de los fallecidos.
 En los casos restantes, habrá que recurrir a pruebas de ADN, como el del cadáver que contabiliza la víctima número 79, hallado completamente carbonizado en un vagón después del mediodía.
 Hasta ese momento están identificados 40 cadáveres a través de las autopsias o de huellas dactilares.
 Cerca de las siete de la tarde la cifra subía a 66 cuerpos reconocidos.
 El juez Taín también ha hecho un llamamiento para que los heridos leves que no necesitaron hospitalización vuelvan a presentarse ante las autoridades, ya que todavía no se ha podido completar el recuento de los 218 pasajeros del tren.

En el centro dispuesto por la Xunta para atender a los familiares de los fallecidos, la dignidad del silencio se quiebra en contadas ocasiones.
 “Es la novia de mi hijo, Laura, venía de acabar un máster en Madrid”, rompía a llorar una mujer en cuanto la interpeló un micrófono.
 Otra, con un marcado acento argentino, representaba a un grupo de excursionistas que permanecían expectantes en el salón de actos, a la espera de noticias sobre la situación del párroco de la iglesia de Santa Teresa de Colmenar Viejo (Madrid), José María Romeral.
 También se han resignado a lo peor los tres primos de Manuel Suárez Rosende, un agente comercial de A Susana (Santiago), de 57 años.
 A pesar de que el de su pariente no es uno de los cadáveres identificados, no tienen muchas esperanzas de que sea uno de los heridos muy graves y más bien se inclinan al fatalismo de que sea uno de los irreconocibles.
 El mismo fatalismo que le hizo coger ese tren y morir a muy pocos kilómetros de casas.
 “Fue a Madrid el lunes, como siempre, por motivos de trabajo. Iba siempre en coche o en avión, pero en esta ocasión dijo ‘esta vez voy en tren” dice uno de ellos, Mario. “Sí", –tercia otro-, “era la primera vez que Manolo cogía el tren”.
No puedes saber en que vehiculo viaja la Muerte, y ella va en el que toca.