Los esclavos germanos no tenían derecho a la vida ni a la muerte,
pero sí bonitas melenas rubias.
La envidia de las mujeres romanas, que
mandaban importar cabellos del norte de Europa para confeccionar sus
elaboradas pelucas.
La élite de la antigüedad imponía su canon de lujo y
exotismo mediante prácticas esnobistas que se nutrían de los piojos de
los descastados
. Las mujeres del Romanticismo del XVIII entraron en una
competición suicida por conseguir un aspecto frágil y pálido ingiriendo
vinagre y limón.
La meta era limar las curvas y tornar sus caras de
enfermedad.
Al contrario que sus lustrosas antecesoras del Renacimiento,
bien orgullosas de sus grandes caderas y sexis papadas
. Todas ellas se
lucen hasta el 12 de enero de 2014 en el Museo de la Evolución Humana de
Burgos en la exposición
La belleza, una búsqueda sin fin.
Protegidas por la vegetación de la sierra de Atapuerca que se recrea a
la entrada de la institución, más de 100 piezas reflexionan sobre cómo
“la belleza ha ido cambiando a la luz de los acontecimientos
culturales”, como apunta Quionia Herrero, comisaria de la muestra.
La
institución, en colaboración con la firma de cosmética L’Oréal España,
afronta el recorrido desde la biología como sustrato de la belleza, pero
rendida al fundamentalismo cultural, responsable último de establecer
los cánones
. “Lanzamos la pregunta: ‘¿Por qué estamos programados para
detectar la belleza?’ y la confrontamos con las teorías clásicas de la
simetría, la proporción y la herencia genética”, apostilla Herrero.
Una bonita y simétrica concha de nautilus recibe al visitante.
Su
espiral perfecta se desliza por el cascarón siguiendo la fórmula áurea,
para fortuna de Pitágoras, la mancha de texto de los libros medievales,
el Partenon, La Gioconda de Da Vinci o los diseños de Le Corbusier
. Pero
para desgracia de Darwin. Por muy controlados que creyera que tenía a
los pinzones de Galápagos, hubo un pájaro que decidió llevarle la
contraria
. El pavo real sacaba de sus casillas al naturalista inglés con
su plumaje colorido y su pavoneo a la conquista de las hembras.
Para
Darwin la provocación era más bien el cebo para los depredadores, no
para las pretendientas. Es decir, toda su teoría de la lucha contra el
medio para la supervivencia de la especie se iba al traste por el
coqueteo
. Así que antes de tirar la toalla, introdujo en
El origen de la especies
(1859) un capítulo sobre la selección sexual.
Los machos ya tenían
excusa para seguir contoneándose
. “Hay teorías científicas que plantean
que la belleza es un sistema de señales para transmitir los genes”,
explica la comisaria, “cuanto mayor éxito reproductivo, mayores
cualidades genéticas especiales, como por ejemplo un sistema inmunitario
fuerte”.
Menos peligrosas, aunque igual de superficiales, son algunas herramientas de la Prehistoria.
Los bifaces fabricados por el
Homo ergaster
de la exposición evidencian la búsqueda de la belleza de los primeros
hombres: un instrumento simétrico de piedra pulida, nada efectivo para
la tarea que se le presuponía.
En 2004, un grupo de espeleólogos
encontraba en la Sala del Caos del complejo kárstico de la Sierra de
Atapuerca una misteriosa joya de oro perteneciente a la Edad del Bronce
.
Conocida como la
Joya del Silo,el brazalete comparte vitrina
con una diadema de oro de Roma del siglo I a.C. y los collares egipcios,
pertenecientes a la colección de Rafel Pagés.
“Civilizaciones como la griega y la romana no consideraban bella a
una persona si no se aplicaba ungüentos, perfumes o maquillaje, a los
que concedían un valor mágico”, relata Herrero.
“En la Prehistoria o en
determinadas culturas aborígenes, un cuerpo al natural, sin decorar, no
es humano". La intervención consciente para conseguir la aceptación
social aunque implique el sufrimiento.
En los 400 metros cuadrados
dedicados a la exposición aparecen unos cuantos ejemplos de esta
dictadura de la belleza: los pies de loto de las mujeres chinas, las
deformaciones en el cráneo en Mesoamérica, las anillas en el cuello de
las mujeres de la tribu Karen de Tailandia, los dientes negros tras
aplicar la técnica del
ohaguro de los japoneses o el
absolutismo de los corsés de la Francia anterior a la Revolución
Francesa. “Se mezcla la necesidad de cumplir con un canon de belleza y
la distinción social, porque por mucho que las clases populares hayan
intentado imitar a las élites, siempre existían algunos límites".
No muchos podían permitirse una fragancia a medida como consiguió
Napoleón. El Rodillo del Emperador encierra el Agua de Colonia creada
por Jean-Marie Farina en un frasco alargado.
Gracias al recipiente, el
conquistador solo tenía que dejarlo resbalar hasta su bota, sin
necesidad de bajarse del caballo y sin perder la frescura cítrica del
perfume. Antes de que la Revolución Francesa e Industrial acabaran con
sus vanidades, las cortes europeas de los siglos XVII y XVIII elevaron
sus peinados al surrealismo y se embadurnaron hasta la distinción
social.
La casa del hombre
- El 13 de junio de 2010 abrió sus puertas el Museo de la Evolución Humana, muy cerca de la Catedral de Burgos.
- La exposición permanente ofrece los hallazgos de Atapuerca tras medio siglo desde el hito arqueológico.
- Uno de los atractivos principales de la muestra es contemplar fósiles homínidos de 850.000 años, encontrados de la Sierra de Atapuerca, en la Trinchera de Ferrocarril.
- Atapuerca 4x4 es una de las principales novedades de este 2013. Un
paseo por los yacimientos a bordo de uno de estos vehículos por 20 euros
para mayores de 16 años.
- Entre las actividades que podrán disfrutarse este 2013, destaca Sinfonías del subsuelo, un concierto de Silverio Cavia que tratará de recorrer melódicamente la distancia que separa el Paleolítico de nuestros días. Será el 26 de julio a las ocho de la tarde y la entrada valdrá cinco euros.
- El arte del arco en la prehistoria es lo que
tendrán que practicar las principales figuras europeas de este deporte
entre el 14 y el 15 de septiembre.
- La cita será en Ibeas de Juarros.
La belleza, una búsqueda sin fin reúne pigmentos que han
sido utilizados a lo largo de la historia, como el ocre mineral, el khol
y la henna, el sulfuro de mercurio o el antimonio, la harina de arroz y
de trigo, además de los productos sintéticos que comienzan a
desarrollarse a finales del siglo XIX.
Los cítricos y el incienso
formaron parte de los primeros mejunjes que sirvieron como desodorantes
al frotarlos contra el cuerpo
. Aunque el que realmente hizo su labor
llegó en el siglo XIX con cloruro de zinc.
Lo que la guerra había separado, lo unieron la paz de finales del XX y
el nuevo siglo a través del bombardeo del cine, la televisión y la
publicidad
. No solo se propiciaron nuevos cánones en los que la gordura
representaba la pereza y la delgadez el éxito, sino que las religiones
tuvieron que retroceder sus líneas de defensa.
“El cristianismo aboga
por la pureza del cuerpo, el objeto más bello y la medida de todo”,
cuenta Herrero, “sin embargo, los
piercings y los tatuajes,
considerados algo exótico, más propios de culturas africanas donde prima
la escarificación y el uso de pigmentos, han terminado por ser parte de
la cultura occidental”.
“Los avances técnicos no solo han permitido realizar ese ideal de
belleza, sino que en este momento han multiplicado las patentes en
biotecnología y medicina relacionados con la cosmética”, cuenta Herrero
al lado de una vitrina donde la firma L’Oréal expone cultivos de tejido
humano que además de laboratorio para probar sus productos, permiten a
sus científicos (dedican un 3,5% de su negocio a la investigación)
avanzar en la reconstrucción de grandes quemados.
“La aspiración eterna a la inmortalidad será una preocupación que
perdure”, afirma Quionia Herrero, “no me atrevo a aventurar nuevos
cánones de belleza, pero el futuro se debate entre la tendencia
biológica de la eugenesia [conocida como bebés a la carta] que ya se
practica y no tendría por qué limitarse al sexo, y la tecnología
aplicada al cuerpo".
¿Terminaremos siendo cyborgs? "Además de los
implantes, puede que lleguemos a ese momento en que los robots sirvan
para mejorar nuestra memoria, entre otras muchas funciones”.