Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

21 jul 2013

Saldos: ya no son lo que eran

España da la impresión de vivir siempre en rebajas.
 El día 20 de junio, los escaparates de algunas de las marcas líderes en nuestro país amanecían con el cartel de «¡Saldos!», aunque la campaña en 2013 no ha generado la misma expectación que otras. ¿Uno de los posibles motivos? De un tiempo a esta parte, se hacen ofertas durante todo el año
. Lo que empezó como una medida anticrisis va camino de estandarizarse. «El cliente se ha acostumbrado a comprar con descuento y es un elemento clave en el factor de decisión», explica Borja Oria, presidente de la Asociación Empresarial del Comercio Textil y Complementos (Acotex).
 Opinión que refuerza Carles Feixa, doctor en Antropología Social de la Universidad de Barcelona: «Todo apunta a que se irá imponiendo un nuevo sistema de precios con promociones puntuales restringidas a productos, tipo de comercio, edades y géneros. E incluso personalizadas. Los descuentos serán tan elásticos como la sociedad en la que se insertan».
Cuando surgieron las rebajas, «el objetivo era compatibilizar los intereses de la producción –renovar el stock al final de la temporada– y del consumo –la atracción psicológica del regateo–», explica Feixa. Hoy, son un mecanismo esencial para la compra. Se estima que entre julio y agosto, el sector textil recaude 2.600 millones de euros en nuestro país
. Cada español gastará entre 65 y 70 euros de media y se realizarán, durante las dos campañas de rebajas, en torno al 40% del total de adquisiciones anuales
. Antes de la crisis esta cifra era del 25%. «En los primeros días acudieron a los centros de El Corte Inglés unos dos millones de personas en todo el país», comenta un portavoz de estos grandes almacenes, que arrancaron sus rebajas el 1 de julio.
Saldos
La tienda de la firma Scotch & Soda en Madrid.
Foto: Mirta Rojo
Sin embargo, otros como Desigual, Springfield, Cortefiel y Women’secret las adelantaron al día 20 de junio –desde el año pasado las rebajas pueden establecerse en cualquier momento por el Real Decreto Ley 20/2012–.
La mayoría de las marcas coinciden en que durante las primeras semanas es cuando más negocio se mueve. «Al principio el cliente busca gangas, pero esta tendencia se invierte tras 15 días», comenta Lidia Meca, responsable de comunicación de Mango.
 «En tienda esperamos no tener nada de verano a mediados de agosto», cuenta un portavoz de Women’secret, que prevé facturar más mercancía de nueva temporada que de rebajas a partir de la tercera semana de julio. «Mantenemos dos promociones importantes a lo largo del año. Y, de forma esporádica, organizamos otras asociadas a prendas concretas: pijamas, baño, etc.», sostiene.
Frente a estas estrategias del mass market está el mundo del lujo, que sigue siendo alérgico al descuento o, por lo menos, a hablar de él. Por eso algunas firmas hacen solo ventas especiales fuera de sus tiendas, en hoteles de cinco estrellas, por ejemplo.
 Y otras, como Vuitton, son tajantes: su política de descuentos consiste en no realizarlos. Es la manera de mantener el prestigio de la firma y la percepción de valor del producto.
Aun así, las grandes marcas son las responsables de atraer a otros clientes muy importantes que también buscan chollos: los turistas. Los outlets y factories son un reclamo para el público extranjero.
 El pasado año, los compradores chinos hicieron un gasto medio de 305 euros en el centro Las Rozas Village. «Durante 2012, el 30% de todos sus visitantes fueron turistas.
Una cifra que alcanzó en La Roca Village más del 60%», señala un portavoz de Value Retail, compañía madre de ambos parques comerciales.

El infierno de la artista que iluminó a Tim Burton

Margaret y Walter Keane, en 1962. En la película 'Big eyes' les darán vida Amy Adams y Christoph Waltz.

En la película El dormilón (1973), Woody Allen nos traslada a una fiesta esnob en un futuro improbable donde Diane Keaton, la anfitriona, recibe como regalo un cuadro: “¡Es un auténtico keane!”, exclama extasiada ante el lienzo de una niña de ojos grandes asomando de una puerta realizado con un trazo rudimentario. La intención del cineasta no era otra que hacer un chiste a costa de lo que en la época se consideraba una corriente kitsch y denostada por la crítica. Con el tiempo, el arte bautizado como big eye o big eyed (retratos de niños, mujeres, perros y gatos con enormes globos oculares) pasó de baratija a codiciada joya underground. Fans confesos de Keane, como los artistas plásticos Mark Ryden y Takashi Murakami o el creador de Las Supernenas, Craig McCracken, han actualizado y concedido un barniz cool al estilo.
Margaret Keane, hoy. / keane eyes gallery
Pero mucho antes, en los años sesenta, hubo un crío que creció obsesionado con esas reproducciones populares que se vendían hasta en las gasolineras.
 Con los años, el chaval rendiría tributo a algunos de los iconos que amasaron su desbordante imaginación: Batman, Ed Wood, Roald Dahl, Lewis Carroll… Hablamos, claro, de Tim Burton. El director cumple estos días el sueño largamente acariciado de llevar a la pantalla la vida de Margaret Keane, que hoy cuenta 86 años, iniciadora de este estilo pictórico y una de sus musas eternas.
 Lleva años tratando de dar aliento al proyecto. Incluso, anunció hace un lustro que la rodaría con Reese Witherspoon y Ryan Reynolds como protagonistas. Finalmente, lo serán Amy Adams y Christoph Waltz. La película, titulada, evidentemente, Big eyes, comienza a rodarse este verano y verá la luz en 2014.
Natalie Wood posó en 1961 para Keane. "Es la mejor modelo que tuve nunca. Ni pestañeó durante tres días. Cuando se lo dije, me respondió: 'Margaret, querida, llevo haciendo esto desde los cinco años". / CORBIS
Su idilio con este arte para minorías se hizo público el día en el que el director se plantó en casa de Margaret Keane, en Sebastopol (California), para solicitarle que retratara a su novia de entonces, Lisa Marie, la marciana que se cuela en la Casa Blanca en Mars Attacks!
“Acababan de rodar esa película”, recuerda Margaret Keane por teléfono. “Vinieron con su chihuahua, y decidimos que tenía que posar también en el cuadro. Un perrito encantador, encantador…”, relata. “Años después vino a pedirme otro retrato de Helena Bonham Carter y su hijo, Billy, que entonces tenía tres años. Tim no quería salir, así que lo saqué escondido en una nube”.
El discurso naíf y la dulce cadencia con la que habla Margaret Keane contrastan con las turbulencias que sellaron su existencia hasta el día en que se hizo testigo de Jehová, a principios de los setenta.
 Antes tuvo que escapar de un infierno matrimonial que la convirtió en pintora en la sombra mientras su marido, Walter Keane, se atribuía el éxito de sus cuadros (firmados como Keane, a secas). Durante algo más de una década se convirtió, literalmente, en prisionera de su éxito.
 Él la confinó en casa a pintar, mellando su autoestima. “Walter era un genio del marketing y la autopromoción, pero un mal hombre”, relata. “Yo era extremadamente introvertida y solo me hacía feliz pintar. Y se aprovechó de eso. Antes de salir de casa me decía cosas como ‘estás horrible’, o, si teníamos una cita, ‘estás mejor con la boca cerrada’. Pasaba los días encerrada en casa. Tardé un par de años en darme cuenta de lo que estaba haciendo. Una noche fuimos a un club de jazz donde él vendía los cuadros. Con su ritual habitual, me dijo que me quedara en un rincón y que no hablara con nadie para no avergonzarnos. Hasta que alguien se me acercó, la conversación derivó a la pintura y me preguntó: ‘¿Así que tú también pintas, como Walter?’
. Ahí estábamos, en un bar lleno de pinturas mías. Me sentí humillada”.
Cuando plantó cara a su esposo y le amenazó con marcharse, él le imploró que le enseñara a pintar. “Lo intenté, sin ningún éxito. Sus talentos eran otros”.
Había conseguido colocar sus obras entre algunas de las estrellas de Hollywood. Joan Crawford, Kim Novak, Natalie Wood o Jerry Lewis formaban parte de su cartera de clientes. Incluso llegó a enviar una pintura suya a los infantes John Jr. y Caroline Kennedy a la Casa Blanca.
Durante un verano, retrató a la familia del cómico Jerry Lewis (en el centro). "Su esposa, Patti, se convirtió en uno de mis grandes apoyos cuando me separé de mi marido. Durante años nos escribimos", cuenta Keane. / keane eyes gallery
Los cuadros de Margaret se tornaron más oscuros.
 Niños llorosos en callejones nocturnos o asomando escondidos de cajas. “Eran una traducción de cómo me sentía”. Walter la amenazó con que la mataría a ella y a su hija (fruto de un matrimonio anterior de Margaret) si osaba revelar la verdad. Ella reunió valor y puso un océano de por medio.
 Dejó California para instalarse en Hawai en 1965, donde había pasado su luna de miel con Walter. “Pensé que sería incapaz de volverme a enamorar”, dice. Hoy está casada con el exdirector de comunicación de los San Francisco 49ers y columnista deportivo Dan McGuire.
Uno de los característicos cuadros de la pintora. / keane eyes gallery
Le quedaba otra guerra por librar: la recuperación de la autoría de sus cuadros.
 Walter aún paseaba por ahí dándoselas de artista. Para entonces, las galerías populares y los grandes almacenes despachaban millones de pósteres y platos reproduciendo sus imágenes. En una entrevista con la revista Life proclamó que ni Rembrandt, ni El Greco, ni Miguel Ángel pintaban los ojos mejor que él. Harta, Margaret confesó en una entrevista radiofónica, en 1970, que los cuadros los pintaba ella y, por consejo de un reportero del San Francisco Chronicle, lo retó a un concurso de pintura en público en la Union Square de San Francisco
. Él respondió demandándola -el juez lo desestimó por ausencia de pruebas- y ausentándose 12 años a Europa.
A mediados de los ochenta reapareció, asegurando en una entrevista en USA Today que si Margaret se adjudicaba la autoría era porque pensaba que él había muerto.
 Fue la gota que colmó el vaso. Esta vez le demandó ella por difamación. Hacía 20 años que no se veían las caras. Él tenía 70 (falleció en 2000), ella, 58.
El proceso duró cuatro semanas. “Mi abogado solicitó desde el primer día que nos pusiera a pintar juntos ante el jurado, pero el juez se negó y se negó. Finalmente, plantó dos caballetes. Walter se presentó con un maletín de pinturas, los pinceles y todo, pero alegó que tenía una lesión en el hombro y que le resultaba imposible pintar”. Ella remató un esmerado rostro de niño en menos de una hora. La causa quedó vista para sentencia. Walter fue condenado a pagar a Margaret cuatro millones de dólares por daños morales y psicológicos.
“Por supuesto, jamás vi ni un céntimo, pero yo no aspiraba a eso. Tan solo quería que el mundo supiera que esos eran mis cuadros”.
Joan Crawford posó para uno de sus libros de memorias ante uno de los retratos que le realizó Margaret Keane.
Hoy, gracias a uno de sus más ardientes seguidores, su historia será contada.
 Los guionistas de Ed Wood, Scott Alexander y Larry Karaszewski, se han reunido en numerosas ocasiones con ella para no dejar ni un detalle fuera de la historia.
Y Tim Burton, que organizó un almuerzo para presentar el proyecto en el último Festival de Cannes junto a su distribuidor, Harvey Weinstein, le ha pedido que haga un cameo en la película. Ella se resiste. “Igual puede sacarme disfrazada o como extra, a lo lejos, que no se me vea mucho”, dice entre tímida e ilusionada.
Se contenta con saber que sus obras, que tanto rechazo han provocado entre los eruditos, hoy lleguen a alcanzar la cifra de 200.000 dólares
. También, con seguir recibiendo encargos, particularmente de centros de testigos de Jehová. “Acabo de terminar un Cristo a tamaño natural”, dice poco antes de colgar.
 “El estudio de la Biblia y la búsqueda de la verdad guían hoy mis pasos”.

Nosotros y nuestras caras............................Rosa Montero



Eso de que la cara es el espejo del alma no siempre es cierto.
 Sería sumamente cómodo que supiéramos de qué va el tipo que tenemos delante con sólo echarle una ojeada, pero las cosas no funcionan así.
 No hay más que recordar, por ejemplo, al famoso Jeffrey Dahmer, El Carnicero de Milwaukee (1960-1994), un joven rubio y guapo de aspecto angelical que asesinó, torturó, mutiló y devoró a 17 hombres y muchachos.
 Claro que los seres humanos siempre le hemos dado una importancia desmedida a la apariencia física y que en nuestra manera de juzgar a los demás influyen los prejuicios: los rubios muy blancos y de ojos claros tienden a parecernos más educados y finos que los tipos pequeñitos, renegridos y peludos, pongamos por caso.
Un caso extremo de esa peligrosa manía de juzgar por lo externo fue el médico y criminólogo César Lombroso (1835-1909), que se dedicó a medir cabezas y pergeñó demenciales teorías sobre el aspecto físico de lo que él llamaba criminales natos, que, según él, tenían ciertos rasgos específicos como, por ejemplo, el rostro asimétrico (¡pobre Rossy de Palma!), prognatismo (o sea, mentón prominente, como Felipe II e incluso un poquitín como el propio Juan Carlos), orejas de gran tamaño (igual que el príncipe Carlos de Inglaterra: se ve que las monarquías están bien servidas de rasgos supuestamente criminales), un rostro muy ancho (como Mao: y, miren por dónde, ése sí que fue un asesino) y otros pormenores semejantes.
 Sus extravagantes conjeturas fueron desautorizadas por la comunidad científica hace tiempo.
Pero, sin meternos en honduras teóricas, hay un dicho del saber popular que me parece bastante atinado: me refiero a eso de que, a partir de cierta edad, cada cual tiene el rostro que se merece.
 O lo que es lo mismo: no controlamos la cara con la que nacemos, pero al madurar la vamos tallando, o nos va emergiendo a la superficie el verdadero rostro interior.
 Me puse a pensar esto viendo la foto de Carmen Rodríguez Flores, concejala de Madrid y diputada autonómica del PP, la protegida del extesorero Lapuerta.
 No sé si tienen su rostro en la memoria, pero les aseguro que es tremendo: una cara durísima, y con ello no pretendo hacer un juego fácil de palabras; unos ojos pequeños opacados por toneladas de desprecio al mundo, una boca apretada que sólo parece apta para pronunciar palabras amargas, el peinado como un casco de titanio. Parece un dios azteca a punto de extraerle el corazón a su víctima.
“Me pregunto qué ven esas personas cuando se
miran al espejo”
Ciertamente ha habido mutaciones físicas espectaculares.
 Por ejemplo, doña Carmen Polo, la mujer de Franco. Las fotos de su juventud la muestran bastante guapa, la verdad.
 En su boda está fina y cimbreante, morena y delicada, con un aire antiguo y un poco ñoño, pero no muy distinta de algunas de las actrices del cine mudo de la época. Y con el tiempo, ¿qué fue de esa pequeña belleza modesta y virginal?
 Pues que acabó convertida en un vampiro. No me digan que doña Carmen de mayor no guardaba un inquietante parecido a Nosferatu con collar de perlas.
Hay muchas otras derivas carnales estrepitosas, como la de Manuel Fraga, por ejemplo, que de joven tenía aspecto de opositor empeñoso (lo que era) y de mayor se fue pareciendo más y más a un mojón de carretera secundaria con el granito medio desmoronado
. Y no se confundan: las mutaciones de las que hablo no tienen que ver con el deterioro inevitable de la edad.
 Los viejos no están condenados a traicionarse a sí mismos físicamente: acuérdense de José Luis Sampedro, por ejemplo; o miren a Ana María Matute
. Ambos han llevado su cara hasta el final. Es como para sentirse orgullosos, me parece.
Porque ahora, además, ese tránsito hacia el rostro interior, hacia la cara del Hyde que nos habita y que un día termina por emerger, está siendo camuflado, alterado y traicionado por el frenesí creciente de las operaciones estéticas
. Ahora a partir de cierta edad ya no sólo tienes el rostro que te mereces, sino también, y en muchos casos, el que te has pagado.
 Caras plásticas, clónicas en sus deformidades quirúrgicas.
 A saber qué rostro hubieran tenido esas personas sin recoserse, pero dudo que pudiera ser peor que esos destrozos que se ven por la calle de ojos perpetuamente pasmados por el bisturí y mejillas tumefactas por los rellenos.
 Me pregunto qué ven esas personas cuando se miran al espejo: ¿Se reconocen? ¿Se gustan? ¿Se creen que están más jóvenes, más guapas? Su evidente incapacidad para verse tal y como son demuestra algo que siempre me he temido: que la percepción que tenemos de nosotros mismos es muy poco fiable y está atravesada por un montón de prejuicios, de deseos y de miedos. Lo cual es inquietante. A veces, cuando me miro en un espejo, no puedo evitar preguntarme si de verdad me veo.
Twitter: @BrunaHusky
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Ay... la familia

Ay... la familia

Por: | 19 de julio de 2013
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La familia puede ser ese flotador naranja que te rescata de la tormenta perfecta; o esa corriente endemoniada que te hunde hasta el fondo del mar, sin miramientos.
 La que forman Meryl Streep, Julia Roberts, Ewan McGregor y Benedict Cumberbatch parece más del segundo tipo. Con la desgracia o la fortuna de la inevitable atracción magnética que los lazos de sangre acarrean. Hoy os adelantamos en exclusiva el tráiler de Agosto, la adaptación al cine de la obra de teatro de Tracy Letts ganadora del Premio Pulitzer y de cinco Premios Tony en 2008, incluyendo Mejor Obra de Teatro.

La película cuenta la oscura y emotiva historia de las mujeres de la familia Weston, reunidas por una crisis familiar, tras años de separación. Streep ejercerá de matriarca disfuncional, con las consecuencias que su condición conlleva, en una gran casa que sirve como escenario. George Clooney produce la película, como ya hiciera con Argo o Los idus de marzo, que dirige John Wells (The company men).
Agosto no llegará a los cines españoles hasta el próximo 10 enero, pero a más de uno le sonara esta historia familiar que el invierno pasado subió a escena el teatro Valle Inclán con dirección de Gerardo Vera y cara visbile de Amparo Baró y Carmen Machi.