Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

25 jun 2013

TU LLEGADA..................de Paco Gor

TU LLEGADA...



Claro que existía el antes
con su memoria de agua
que gateaba en las mejillas
como un beso helado...
Y estaban la garra en los dedos
o la ceniza en los ojos,
terriblemente atenazados
en silencios de días.
O el verde de la esperanza
en amores estériles
que se esfumaban
como volubles ninfas
adormeciendo soledades.

Había en aquella época
una negada transparencia
que cegaba la inocencia
en los espejos.
Y lanzaba piedras al viento
como plumas de gaviota
que humedecen la conciencia
y se esfuerzan por volar lejos.
Era la hora de mojar los sueños
con gotitas de infancia
lloviznando desnuda,
sobre el rubor translucido
de un parque sin dueño.

Pero extendiste la mano,
ahí, sobre el lugar
donde los párpados se secan
y obró el milagro de la sonrisa,
con su realidad de pupilas
siempre abiertas…
Y todo pasó y explotó de prisa,
la sangre en el vaso,
el agua en las venas,
como un murmullo de lava
que emerge y nos quema
hasta cargarnos de razones

para sentir la vida.
Del Blog Escrito con Sentido
http://youtu.be/VomD9m6tbLA

No tengo Edad

http://youtu.be/Ee2kjWpJMsk

Una habitación aún impropia........................Del Blog Mujeres

Por: | 25 de junio de 2013
MUJER QUE ESCRIBE
Disculpen los lectores y las lectoras el guiño facilón del título, pero cuesta abordar el asunto que trato aquí sin citar a santa Virginia Woolf, quien en su día (allá por 1929 en formato libro) ya habló de la necesidad de las mujeres de poseer una habitación propia y quinientas libras al año
. Peculio al margen, en vista de la multiplicación casi infinita del coste de la vida, el espacio propio sigue imponiéndose como una necesidad vital para cualquiera con ganas de tejer un universo literario
. A ese rincón apto para la creación del que debieran disponer en concreto las escritoras voy a referirme.
Me dirán que cualquier escribidora posee hoy en día un pequeño escritorio sobre el que descansa un portátil, junto a una estantería de Ikea que soporta el peso cuanto menos de algunos centenares de libros. Allí la hallamos enfrascada, con mayor o menor ahínco, en la tarea de engrosar esos cerca de 70.000 títulos que anualmente se publican en España (según el Instituto Nacional de Estadística, 69.668 en 2012). Ajena a la imposibilidad del sistema de absorber tamaña producción, son otras las razones que la hacen sopesar a ratos la posibilidad de plegar velas, obedeciendo así tanto a las negativas que atesora en una carpeta (su texto no encaja en nuestra línea editorial y bla bla bla), como a aquellos carcamales a los que oímos decir que si las mujeres no hubieran accedido al mercado laboral no habría nadie en la cola del paro.
Razones para el desaliento no le faltan a esa fémina aguerrida, que tropieza con la dificultad de acceder a los catálogos editoriales, a las antologías, a los suplementos culturales, a los ciclos de conferencias, mesas redondas y demás ocasiones para ganar lectores. Por no hablar de las prebendas y los altos galardones en que desemboca esa accidentada escalera hacia el éxito, resultado de una sabia alianza entre el prestigio y las cifras de ventas.
 Cierto es que no disponemos de un retrato fidedigno desglosado por géneros, nadie se ha molestado en hacerlo en este país nuestro donde la Ley de Igualdad (Ley orgánica 3/2007) goza de una mera función decorativa: hemos pasado alegremente de la legal sumisión de la mujer a la creencia irreal de que ya hemos aterrizado en la igualdad, una leyenda urbana tan falsa como que dormir engorda. Pero no hace falta tener el ojo demasiado entrenado en materia de desigualdad para ver lo evidente.
Que no piensen, pues, en tirar la toalla nuestras queridas autoras (editadas o inéditas, presentes o futuras), la deforestación del planeta no depende de ellas: son tan pocas que de nada serviría que todas y cada una abdicaran de su vocación, pues dicho colectivo parece no contar demasiado en el ya elevado número de mujeres (¡alabado sea el progreso!) que, bajo cualquiera de sus epígrafes, cotizan en la Seguridad Social. Lo dicho, basta echar un vistazo a los escaparates de las librerías, a las listas de los libros más vendidos, a los premios y a los reconocimientos institucionales (o contar con los dedos de una mano a las escritoras que forman parte de la Real Academia Española), para constatar que sin ellas la sobreproducción literaria seguiría siéndolo.
Absténgase ese aproximado 15% de señoras que publica en este país de dejar de hacerlo.
Vayamos, pues, por un instante del espacio particular (el cuarto propio) al general (el ecosistema literario) y preguntémonos si las escritoras poseen aquí y ahora “una habitación propia” en la que desarrollar con plenitud sus capacidades o si “su espacio de creación” sigue siendo un lugar prestado a regañadientes, mal acondicionado, amenazado por injerencias externas y, en definitiva, no del todo ideal.
 ¿Se escribe igual desde un espacio con techo de cristal? ¿Pues cómo si no llamar a esa pequeña prisión cuyos barrotes los varones insisten en no advertir, en especial si forman parte de los poderes fácticos, pero que las mujeres sufren desde los comienzos de sus carreras literarias?
Los escritores exiliados se han dolido siempre de la dificultad añadida que dicha condición implica en su tarea creadora: ¿podemos hablar aquí de exilio interior, son las escritoras exiliadas en su propio país? Al igual que las artistas plásticas y visuales se sienten expulsadas de los centros de arte, que no las acogen como debieran (¡los porcentajes son alarmantes!), las escritoras son siempre una o dos entre diez, cuando son.
Preguntados a propósito de esa presencia minoritaria, desigual y en apariencia inexplicable (dados los altos índices de mujeres sobradamente preparadas que salen de las aulas universitarias), académicos, editores, críticos y colegas escritores tienden a la negación (¡pero si hay escritoras a destajo, mira a Julia Navarro!), los más carpetovetónicos atacan con saña (¡qué más queréis, si ya podéis votar!) y los progresistas agachan la cabeza y nos dan la razón a las feministas.
Estos últimos añaden que algo habrá que hacer para que el panorama de nuestras letras sea más plural y que es tarea de todas y todos, pero hacen bien poco.
Y es que con las leyes que rigen el mundo literario sucede como con la actual Constitución Española, a la que a su vez le pasa como a la Carta Magna norteamericana, sobre la que J.M. Coetzee, parangonándola con la Biblia, escribía a Paul Auster (P. Auster & J.M. Coetzee: Aquí y ahora. Cartas 2008-2011): "La sensación que tengo yo es que el espectáculo de los académicos (o los jueces) intentando sacar algo en claro de lo que tienen que decir unos textos de hace dos mil años sobre la investigación con células madre resulta bastante cómico".
La literatura no es una ciencia y no puede hablarse respecto a ella de obsolescencia, pero no respira al margen de la historia y el progreso
. Diciéndolo con Jauss (permítaseme el sacrilegio), “el horizonte de expectativas” de quienes leemos hoy pasa por un ecosistema más igualitario. O sea que mejor haríamos entendiendo de una vez que el espacio literario debería ser, sí o sí, un espacio compartido.

Mª Ángeles Cabré, escritora y crítica literaria, acaba de publicar Leer y escribir en femenino (Barcelona, Editorial Aresta, 2013).

La historia de una hija oculta persigue al rey belga

Es curioso siempre que se trata de hacer un ADN para que un padre reconozca a su hijo-a, resulta que más parecido no pueden tener son semejantes, ni hace falta el ADN, esa chica es Igual que El Príncipe Alberto, igualita, pero es cierto , menos malque ahora existe ya el ADN.

Alberto de Bélgica y su esposa Paola. / REUTERS

El rey Alberto de Bélgica vive sus últimos meses de reinado, pero la polémica amenaza con acompañarlo hasta el día de su previsible abdicación, que la prensa belga sitúa hacia final de año.
 Pocos días después de que una mujer de 45 años le reclamara la paternidad en los tribunales, la madre de esa supuesta hija ha desvelado en la prensa todos los detalles de su romance con el monarca. Sybille de Sélys Longchamps, una aristócrata de 71 años, se ha decidido a desgranar una historia que se remonta a los años sesenta.
 "Quiero que acabe la discriminación que sufre regularmente mi hija", argumenta.
La baronesa de Sélys utiliza un lenguaje propio de novela rosa para contar al mundo lo que define como "una historia de amor".
 En una larga entrevista publicada el pasado sábado en los diarios belgas Le Soir (francófono) y De Standaard (neerlandófono), Sélys explica que ha guardado silencio todo este tiempo para no dañar a su hija ni a la monarquía, pero cree que ha llegado el momento de contar la verdad.
Alberto (entonces hermano y heredero del monarca, Balduino) y Sybille se encontraron por primera vez en Grecia, en 1966. "Comíamos todos los días juntos, compartíamos la vida diaria", explica la baronesa para añadir que el actual rey le declaró su amor mientras bailaban y que no fue ella -también casada en ese momento- quien lo sedujo
. La relación continuó y en febrero de 1968 nació Delphine. La aristócrata decidió separarse y Alberto le dijo que haría lo mismo, según su pasional relato.
 "Para mi hija, Alberto era un amigo de su madre". "Venía por las tardes y veía a Delphine prácticamente todos los días", describe como prueba de la paternidad.
La situación se mantuvo durante 10 años, un periodo en el que Alberto y Paola, su esposa, "vivían en diferentes pisos del palacio; no se veían prácticamente y no hacían nada juntos"
. Esas palabras agravan la ya deteriorada imagen matrimonial de los reyes belgas.
 Toda la familia real belga es objeto de controversia en Bélgica, aunque también es uno de los pocos elementos que unen al país.
La historia de la hija extramatrimonial del rey se conoce desde 1999 y buena parte de la opinión pública está a favor de que el monarca la reconozca.
 Pero los detalles ofrecidos por la madre de Delphine colocan a la familia real en una posición incómoda. Porque la baronesa asegura que todo estaba listo para el divorcio entre Alberto y Paola, que el rey Balduino ya había dado su consentimiento y que hasta se lo había comunicado al primer ministro.
Sybille asegura haber sido ella quien renunció a hacerlo.
"Las condiciones eran muy, muy duras para Alberto", esgrime.
 Los hijos de su matrimonio con Paola nunca podrían estar con ella, los derechos de visita eran estrictos… "No fui capaz de llevar todo eso sobre mi espalda, soportar todas las críticas y echar por tierra a la monarquía".
 Y, con aires de telenovela, añade: "Los hijos de Alberto y Paola eran todavía pequeños.
Yo tenía la impresión de que iba a ser "la mala".
La baronesa se mudó a Reino Unido con su hija, aunque siguió manteniendo con Alberto "una relación profunda, de amistad y confianza", con una línea de teléfono privada que utilizaban para mantenerse al tanto de sus vidas
. En 1984, de un día para otro, esa línea se cortó y a partir de ahí empezó a sufrir lo que denomina consecuencias negativas de su relación: colegios en los que no admitían a su hija porque ya había un miembro de la familia real, reuniones en las que no era bienvenida por motivos similares…
 Cuando Delphine cumplió 17 años, su madre le desveló la identidad del padre y ahora, con 45 años y dos hijos, ha decidido reclamarle una prueba de ADN para confirmar el parentesco.
La aristócrata dice que no buscan dinero ni quieren hacer daño a Alberto
. Cuando, al final de la entrevista, el periodista le pregunta si aún es monárquica, de Sélys responde: "¡Por supuesto! Mi vida lo demuestra".
Y concluye con el toque novelero que caracteriza todo el relato: "Viví un gran amor, una bella historia que tiene un gran valor.
 Es una pena que termine así, pero he actuado según mi corazón".