Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

23 jun 2013

He regresado a la tierra natal......................Jose Carlos Cataño

Se me daba el privilegio de entrar en la casa natal, momento antes de que desapareciera.

La claridad se extendía por anchas habitaciones intactas.
 Por entre los árboles divisaba la colina de San Roque. Grandes olas furiosas pasaban por el barranco ceñido. Me asomaba al patio interior y ya se percibían techumbres con los cañizos al aire, un aire viejo que perdía su color.

Qué asombro entrar y ver la casa  de nuevo como en una tregua.

La casa en que nací y que se perdió hace tanto tiempo se ha convertido en mi cuerpo.

Supongo --porque abrí los ojos-- que el océano pasó por encima de aquella claridad y se lo llevó todo otra vez.

He regresado a la tierra natal.
Del Diario Virtual de Jose Carlos Cataño

Un cosmos en la cabeza

Esa pulpa fea y arrugada que todos llevamos dentro es el objeto más complejo del que tenemos noticia en el universo.

MARCOS BALFAGÓN

La mayor parte de los científicos coinciden en identificar la gran cuestión no resuelta que tiene planteada la biología contemporánea: el cerebro humano.
 El problema no son sus componentes: al fin y al cabo es un trozo de cuerpo.
 Y como el resto, está hecho enteramente de células y se construye durante el desarrollo según los mismos principios generales que la biología del desarrollo ha descubierto para la generación de los tejidos y órganos del cuerpo.
 El problema con el cerebro son sus números cósmicos
. Con sus 100.000 millones de neuronas —una cifra comparable a las estrellas de una galaxia— y las cerca de 1.000 conexiones, o sinapsis, que cada una de ellas puede formar con las demás, esa pulpa fea y arrugada que todos llevamos dentro de la cabeza puede calificarse como el objeto más complejo del que tenemos noticia en el universo.
El modelo digitalizado del cerebro en tres dimensiones y una resolución casi celular que han dado a conocer hace dos días científicos alemanes y canadienses no supone aún el entendimiento de ese problema monumental, pero es un paso esencial.
 Es el primer mapa completo de los pequeños circuitos que subyacen a nuestra actividad mental.
 Los científicos no saben todavía leer esta información, pero es probable que nunca lleguen a ese logro sin ella
. La historia de la biología muestra que la estructura precede a la comprensión de la función.
El mapa o modelo en 3D, al que los investigadores han llamado BigBrain con cierta pretenciosidad cómica, se puede considerar copia exacta de un cerebro real, el de una mujer fallecida a los 65 años que no tenía historial neurológico o psiquiátrico.
 Los neurocientíficos ya pueden acceder a ese tesoro de forma libre y gratuita.
Nadie espera que la estructura de BigBrain sea exactamente la misma que la de los demás cerebros humanos que pueblan el planeta.
 Para cartografiar esa variación, sin embargo, será imprescindible comparar cada cerebro individual con un cerebro de referencia, y el de la mujer fallecida tiene todas las papeletas para convertirse en la pauta
. Cabe preguntarse por cuánto tiempo seguirá su identidad siendo secreta en estos tiempos donde resulta casi imposible esconder algo.

 

Jóvenes turcos.......................Vicente Molina Foix

Erdogan rechaza el alcohol y detiene a los periodistas que escriben lo que piensan.

Un día de agosto del verano pasado íbamos tres amigos españoles dando un paseo al atardecer por la cornisa marítima de Datça, deliciosa ciudad de la costa suroeste de Turquía situada en una península que separa el Egeo del Mediterráneo.
De repente sonó un cañonazo, y a continuación la voz del almuédano, pero solo ese cántico, después del estruendo, nos devolvió a la realidad religiosa: estábamos en pleno mes de Ramadán, y el doble aviso proclamaba el fin del tiempo de ayuno, aunque en las terrazas y bares de Datça los ciudadanos locales, hombres y mujeres, comían y bebían y fumaban desde la hora en que llegamos nosotros, anterior a la del almuerzo.
Había estado antes varias veces en este bellísimo país, nunca durante el Ramadán.
 Desde que, hace más de 10 años, gobierna el partido AKP, islamista moderado según los politólogos y los periodistas occidentales, la dicotomía entre lo nuevo y lo viejo se dejaba notar en la vestimenta y la geografía. Estambul, y no solo en la llamada parte europea de Gálata, Besiktas y Beyoglu cercana a Taksim, tenía un predominio de mujeres sin velo y muy sueltas de actitud; la mujer es la medida humana de libertad que se ha de sopesar primeramente en las sociedades musulmanas.
 Pero si el viajero se adentraba en Anatolia, en el sur más rústico, y llegaba a la cada vez más turística costa licia, tan atractiva y bien cuidada por las autoridades, el paisaje cambiaba.
 El velo era portado unánimemente y las mezquitas florecían, de un año a otro, a veces plantadas con gran fealdad en descampados y carreteras, como utilitarias estaciones de servicio para reponer el espíritu
. Y eso en un país que tiene algunos de los monumentos religiosos más extraordinarios de su religión, y un arquitecto clásico, Sinán, que destaca mundialmente en un siglo tan lleno de genio constructivo como lo fue el XVI.
Comprobar que la gente
no seguía el ayuno
en Ramadán fue una
sorpresa inesperada
Comprobar, sin embargo, como lo pudimos hacer mis amigos y yo el verano pasado a lo largo de 20 días, que una buena parte de los turcos observados o conocidos, en la tripulación de un barco que nos llevaba por la costa, en los puertos de amarre, en esa poblada ciudad de Datça donde terminó el viaje, no seguía el sacro principio del ayuno en Ramadán, fue una sorpresa inesperada y un indicio de esperanza libertaria; hablo naturalmente como un extranjero laico, laico en todas las religiones existentes, incluida la autóctona.
 Y como lo comprobado en diversos puntos del país durante ese viaje no era secreto ni clandestino, al volver lo conté a amigos musulmanes, en Madrid, en París, en Marruecos, y todos tuvieron que hacer un gran esfuerzo de credibilidad en mi sinceridad para aceptar que lo imposible para los naturales de los países de implantación musulmana mayoritaria, comer y beber en público durante las horas de ayuno anual, en la Turquía gobernada con mano férrea por el santo varón Erdogan era común.
Aquel 11 de agosto, aún en Datça, cenamos los tres españoles al borde de la orilla mediterránea.
 La oferta de restaurantes era grande y el pescado expuesto en los mostradores refrigerados muy apetitoso, pero en vez de mirarles las branquias a los peces hicimos una elección ideológica para la fritura: la tomaríamos en el Atatürk, en el que los camareros servían uniformados con una camiseta negra estampada con la efigie del padre de la república y el maître era una mujer joven con pantalones y largo pelo desparramado que, al interesarme yo por esa conexión entre gastronomía y nomenclatura política (expresándole de paso mi admiración por la figura del histórico estadista), me regaló una camiseta igual a la del uniforme, que conservo y he estado tentado de ponerme estos días como gesto de pronunciamiento.
Esas imágenes esperanzadoras del verano pasado, provenientes de un país que aún aspira a entrar en Europa y sigue gobernado por un partido cuyas ideas sociales y morales, para mí aborrecibles, parecían haberse templado, cobran ahora otra resonancia.
Y se han de poner en el contexto de la terrible desilusión hacia los movimientos de la primavera árabe, que en países de larga tradición civil como Egipto o Túnez corren el riesgo de caer en manos de otros supuestos islamistas moderados que están imponiendo dogmas en lugar de leyes y tolerando crímenes cometidos contra la libertad de expresión y de género
. Claro que el dogmatismo de las religiones de libro no solo late en el islam; pensemos en nuestro propio imán Rouco Varela, que no necesita minarete para lanzar fatuas a las madres gestantes, o en el obispado francés sufragando y organizando, con consignas vaticanas, las manifestaciones de discriminación homosexual.
"Las mezquitas son
nuestros cuarteles", dijo
el presidente poco antes
de acceder al poder
El primer ministro Erdogan, como hemos demostrado, no detiene en los veladores a quienes comen cuando el Corán lo prohíbe.
 Tampoco, que yo sepa, ha quitado de tantísimas plazas públicas de su país las estatuas de Mustafa Kemal, rebautizado Atatürk (Padre de los turcos) desde que lideró las guerras anticoloniales, acabó con el Imperio Otomano y fundó en 1923 la república laica y moderna que presidió hasta su temprana muerte, a los 57 años, en 1938. Atatürk, un hombre apuesto y presumido, da muy bien en las fotos y queda en las estatuas como un galán de cine mudo forzado a posar como héroe sin espada. Pero nadie es perfecto. Dicen que el gran propulsor de los derechos igualitarios de las mujeres turcas, casado cumplidos ya los 40, no se llevaba bien en privado con su esposa; en ceremonias públicas y en viajes de Estado, sin embargo, la instauró como primera dama, algo nunca visto por esas latitudes. Me ha hecho ilusión ver su efigie cosmopolita (le gustaba la pajarita y el cuello duro, aunque sin desdeñar los gorros de cosaco) en las banderas que agitan los jóvenes turcos de hoy. Protestan no solo contra un atropello urbanístico que esconde una manipulación sectaria. También nos recuerdan esos manifestantes que el Gobierno presidido por el moderado Erdogan no quiere que ningún súbdito suyo beba, en ninguna fecha del año, alcohol; que las mujeres recuperen derechos amenazados; que los escritores y periodistas escriban lo que piensan (Reporteros Sin Fronteras y otros organismos de defensa de la profesión sitúan a Turquía, con 75 de ellos actualmente en prisión, en cabeza de los países que reprimen a los informadores).
Quizá sea oportuno para terminar recordar, como lo ha hecho hace unos días en La Vanguardia el periodista español Tomás Alcoverro, gran conocedor de la zona, que el tres veces electo en las urnas Recep Tayyip Erdogan sufrió una condena de 10 meses tan solo cuatro años antes de tomar el poder por difundir este texto:
 “Las mezquitas son nuestros cuarteles, sus cúpulas nuestras lanzas, sus minaretes nuestras bayonetas y la fe nuestros soldados”.
 Lo dicho: un moderado.
Vicente Molina Foix es escritor.

 

Suzy Menkes vacía el armario

Christie's subastará en julio 80 prendas de la mítica periodista de moda en su sede londinense.

 

La periodista de moda Suzy Menkes. / Zoe Hitchen  (SHOWstudio)

Suzy Menkes no ha tirado ninguna prenda desde 1964, el año en el que terminó la universidad.
 La veterana periodista de moda aún guarda los vestidos que llevó durante su luna de miel, la túnica que no se quitaba en sus años de estudiante en Cambridge o ese pañuelo de Hermés que le regaló un novio con dinero.
Tras casi cinco décadas almacenando ropa, la crítica de moda del International Herald Tribune (rebautizado como International New York Times) ha decidido desprenderse de su guardarropa mediante una subasta online organizada por Christie’s. Entre las 80 prendas que se pondrán a la venta entre el 11 y el 22 de julio hay diseños de Yves Saint Laurent, Chanel, Christian Lacroix o Emilio Pucci.
La estrella es una chaqueta de cóctel Yves Saint Laurent perteneciente a la colección “le solei” de 1980 cuyo precio podría alcanzar más de 2000 euros.
No hay ningún artículo fabricado este milenio porque como defensora de la slow fashion, la crítica procura usar a conciencia las prendas. Menkes, doctora honoris causa que ha recibido la orden del imperio británico y la legión de honor francesa por sus servicios a la moda, sigue los pasos de Vivienne Westwood, Daphne Guinness, Erin O'Connor o Anna Piaggi, que vendieron parte de su armario en Christie’s.
Hace tiempo que a Menkes le llueven las ofertas de potenciales compradores, en especial de la modelo Naomi Campbell.
 Sin embargo, la principal razón que empujó a organizar la venta es la falta de espacio en su hogar.
“Hay algo triste en un montón de prendas guardadas en maletas.
Necesitan salir y la subasta ofrece la oportunidad de que mis prendas caminen bajo el sol, bailen toda la noche y ofrezcan a alguien la misma felicidad que me dieron a mi” ha comentado.
La colección devuelve a los años del swinging London, cuando la periodista se peleaba con Bianca Jagger por los mejores vestidos de Ossie Clark.
 Llama la atención su gusto por el color y el estampado, teniendo en cuenta que actualmente viste de manera bastante comedida
. El cambio tuvo lugar mientras desempeñaba su puesto en el International Herald Tribune desde París, una ciudad con poca tolerancia por las excentricidades británicas. Menkes ha asegurado que si una francesa describía tu atuendo como ‘original’ no era precisamente un piropo y tuvo que decantarse por lo minimalista y los diseños más funcionales de Comme des Garçons, Yohji Yamamoto o Issey Miyake.
Entre sus recuerdos no guarda calzado. Según ha declarado a la revista Harper’s Bazaar ningún zapato trabaja tanto como ella.
Quienes la hayan visto pegada a un bloc de notas, corriendo entre desfiles sin que se le mueva su característico tupé, pueden atestiguar que no exagera.