Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

23 jun 2013

Soy lo que soy gracias a él


Ana Belén y Miguel Narros en Segovia en 1967. / KIT TALBOT

Hablar de Miguel como director es hablar de un grande
. El último de los grandes de una generación de grandes del teatro. Un director con una visión que abarcaba todo el escenario.
Con él, te tirabas al vacío sin red, sabiendo que si arriesgabas, él siempre estaba ahí para recogerte, sabiendo que si respirabas a su ritmo, siempre ganarías
. Sintiéndote un privilegiado por estar a su lado, observando cada uno de los pasos que daba desde el comienzo de los ensayos.
Cómo no recordar el montaje de Sabor a miel con Narros en estado de gracia, partiendo de improvisaciones y estrenando tres semanas después.
O aquellos primeros ensayos en el Teatro Español con deslumbrantes actores profesionales (Berta Riaza, Carlos Lemos, José Luis Pellicena, Pilar Muñoz, Julieta Serrano, Guillermo Marín, Mari Carmen Prendes…) y todos los que veníamos del TEM, pueblo numantino por los rincones del escenario, motivándonos…
 Y ese Miguel dando forma a diferentes formas de interpretación.
O el último montaje que hicimos juntos, La Gallarda, de Rafael Alberti, en el Teatro Central de Sevilla, donde Miguel desplegó toda su sabiduría aunando música, texto, baile…
Todos los que hemos disfrutado de él, sabemos lo que era ser maestro de actores en una época en la que eso era tan denostado como incomprendido
. ¡Qué visión de futuro tuvo en los comienzos de los sesenta para con menos de los dedos de una mano, Maruja López y el gran William Layton, crear el TEM!
 Qué generosidad, qué mirada tan alta, tan ancha y tan moderna para empezar a trabajar con el método Stanislavski cuando entre nosotros era poco menos que un desconocido.
¡Qué divertido era como maestro!
 Jugabas aprendiendo el concepto jouer que dicen los franceses.
 Con Miguel, la palabra encontraba su significado pleno y sus clases eran alegres y energéticas.
El regalo de haberle conocido, de haber formado parte de su vida, de tantos viajes compartidos, zozobras, risas, vida libre…
 La mía hubiera sido otra sin duda si no le hubiera conocido.
 Él fue mi segundo padre, la persona que se empeñó, como hacen los buenos maestros, con guante de seda, en que yo creciera intelectualmente
. Él ha sido mi padre artístico y se lo he recordado muchas veces
. En broma, le decía que él había sido mi Pigmalión, y él en broma replicaba, y tú mi Galatea
. Hoy sé, más que nunca, que soy lo que soy gracias a él.

Simpatía..............................Juan Cruz

Hay una fotografía de hace una semana en la que el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, atiende los aplausos de la multitud que se congregó para verle a él con el Príncipe en la clausura de una reunión internacional de alcaldes que tradicionalmente se celebra en Singapur y que el consistorio bilbaíno logró trasladar a la capital vasca.
 Ahí se veía al edil, calificado por colegas suyos de todo el mundo como el mejor alcalde entre todos ellos en una encuesta reciente, herido por la enfermedad que últimamente lo ha llevado y lo ha traído de los quirófanos, en una lucha en la que ha perdido muchos kilos, pero en la que no se ha dejado el sentido común y el sentido del humor.
La foto mueve a la simpatía; en la realidad debió suceder lo mismo, y no solo en la imagen, pues es evidente que Felipe de Borbón, que está a su lado, ha sido movido a la sonrisa e incluso al ademán de ayuda que instintivamente se presta a toda persona, aunque no esté enferma, en una situación como esa: el hombre ha de ser conducido en silla de ruedas, está enfermo y ahora es débil.
La simpatía con la que uno ve a los niños, a los viejos y a los enfermos es instintiva, no tiene que ver con la historia exactamente, sino con alguna entraña que la vida ha fabricado para eso, para hacer que la mirada se mueva y se conmueva hacia una determinada actitud.
 El que está sentado, impedido o es un niño sin otra educación que su instinto, no pide nada, no solicita nada, pero uno le otorga la simpatía porque así lo impone la citada entraña.
No siempre pasa, naturalmente; hay momentos en que esa simpatía no la otorga uno naturalmente, sobre todo si la historia le atañe o es tan turbia que a uno se le tuerce el gesto y guarda silencio, quizá porque el recuerdo vale más que el ejercicio automático de aquella entraña sensible.
 Pero esto ha de ser tan grave, tan imponderable, que difícilmente se alcanza ante una personalidad como la de Azkuna, que ha logrado en su pueblo, como se demostró ese día, un nivel extremadamente mayoritario de aceptación y de simpatía.
Eso creía yo.
 Unos días después de ese aplauso que a Azkuna lo conmovió (él lo dijo, y eso se vio), algunos periódicos que no tienen por qué comulgar con él, con sus ideas e incluso con su trayectoria, se refirieron a la imagen poniendo de manifiesto esas diferencias, precisamente, pero destacando también la gestión singular que había convertido a este alcalde en un verso suelto en el mundo nacionalista del que proviene.
Pero hubo un columnista entre todos ellos, y en uno de los periódicos que más había elogiado al alcalde convaleciente, que eligió buscar en la historia un hecho, que Azkuna aún no ha inaugurado una calle a las víctimas del terrorismo, para explicar su disgusto así:
 “Lo lamento, pero a mí la imagen de este hombre metido en años, enfermo y sentado en una silla de ruedas no es capaz de despertarme un sentimiento de simpatía sino de tristeza”.
 La opinión tenía este otro fundamento:
“Olfateo de lejos, detrás de las canas, el bigote naíf y marchito del entrañable y venerable abuelo de Heidi, esa gelidez, esa soberbia, esa persistencia en no dar el brazo a torcer ni aunque se esté con un pie en la tumba”.
Miré la foto.
 El hombre no pide ni simpatía. Está ahí, con el bastón cruzado sobre los pies.
 El Príncipe lo mira, afectuoso. Es el alcalde de Bilbao
. No se reconocerá en esa descripción que le emparenta con Heidi.

¿Cómo mueren las redes sociales?

Por: | 23 de junio de 2013
Cruzcementerio
                                                                                                           Gloria Rodríguez

Dicen que vaticinar muy seguido la muerte de alguien -en este caso de algo-solo sirve para darle fuerzas. Otros dicen que cuando el río suena piedras lleva. El caso es que es tendencia vaticinar el colapso de Facebook
Lo mismo pasó en su día con Second Life, el primero de los mundos virtuales que conquistó a las multitudes. La prensa y los gurús se aficionaron a pronosticar su muerte, cuyo fallecimiento oficial se sitúa entre 2009 y 2010, aunque en Reino Unido todavía se emplean  sus avatares en los colegios y las universidades.
En el caso de Second Life no ayudó que su propio fundador Philip Rosedale menospreciara la lealtad de sus seguidores diciendo que se trataba de tipos solitarios "que buscaban compañía desesperadamente".
Sin embargo, la muerte de un mundo virtual no es solo cuestión de palabras más o menos desafortunadas de sus fundadores. No ocurre de forma repentina. Hay síntomas que avisan de que las cosas no van bien, y finalmente existen indicadores que indican la debacle definitiva.
¿Cómo se hace la autopsia de una red social?
 La única autopsia conocida de una red social la hicieron en Suiza los investigadores del Swiss Federal Institute of Tecnology. Para ello necesitaban una red social muerta y el destino les puso en las manos a Friendster que tuvo un "colapso modélico".
Para vuestra información, queridos lectores, Friendster fue una red social anterior al universo Facebook. En su día fue el sitio donde todos querían estar, Google llegó a ofrecer en 2003 30 millones de dólares a sus creadores para comprarla. Pero ellos declinaron la oferta y tres años después Friendster sufrió un éxodo general de usuarios que acabó con un "colapso épico". Oficialmente murió en 2006 en Estados Unidos, aunque en el Sur de Asia vivió un par de años más.
Teniendo el cadáver sobre la mesa, los investigadores se dispusieron a analizar las causas de la muerte, con la esperanza de poder prevenir la debacle en otras redes sociales.
El objetivo era averiguar por qué la gente abandona definitivamente sin mirar atrás, y qué debilita una red social. Y estas son las causas de la muerte:
. Los continuados  problemas técnicos y de diseño que hacen la vida más difícil. Hay que mantener un delicado equilibrio entre introducir nuevas prestaciones y la comodidad del usuario. Cada vez que la gente tiene que aprender una cosa nueva en una red social se le pasa por la cabeza marcharse. Según David García, investigador del Swiss Federal Institute of Tecnology, "si los costes (tiempo y esfuerzo) asociados a estar en una red social son mayores que los beneficios se crean las condiciones para un éxodo general.
. No es tan importante el número de usuarios de una red social sino la fortaleza del vínculo que haya entre ellos. Es decir, lo importante es cómo de tupida sea la red. Los investigadores lo llaman el núcleo de la red (K core). Si una persona se va sus amigos son más proclives a irse, y según estos investigadores, es así como se producen las cascadas de salidas de una red social. Si alguien que tiene diez amigos pierde dos se sentirá más inclinado a marcharse que alguien con 80 amigos que pierda la misma cantidad de contactos. El número de amigos por usuario es un factor protector contra las salidas en masa. 
En el caso del cadáver que nos ocupa, la red Friendster, unos meses antes del colapso, los problemas técnicos y los cambios de diseño empezaron a expulsar a los usuarios. Esa circunstancia combinada con un núcleo poco fuerte y la existencia de una nueva red social, Facebook, dispuesta a acoger a los rebotados terminó con la vida de Friendster.
Con los mimbres de esta  historia los fundadores de otras redes sociales intentan no repetir errores. Y no siempre lo consiguen.
Ahora parece haber un éxodo de Facebook a Instagram o ¿son sólo ideas mías? Al menos un éxodo de la actividad aunque no de los usuarios. Pero todo se andará.
He intentado poner en blanco y negro las cosas que me molestan de Facebook por si hay que ir preparando otra autopsia, aunque hay que reconocerle a Zuckerberg que su red tiene un K core verdaderamente fuerte.
A mi me molestan:
(y que conste que esto es una declaración personal e intransferible como el DNI)
. Los continuos cambios en los ajustes de privacidad (y cómo cambian misteriosamente las configuraciones que elijo)
. Los rumores de continuos cambios que a veces nunca llegan a suceder pero que hacen que mi muro se llene de parrafadas con vocabulario seudo jurídico que la gente corta y pega de otros muros con la esperanza de que dicha declaración de intenciones los proteja de la malignidad de Facebook. La verdad es que no creo que sirva para nada y me hace gracia la candidez de mucha gente. Por otra parte, si alguien tiene tanto miedo de lo que pueda hacer Facebook con sus datos, lo mejor es que se salga. Esto no es un secuestro.
. Que haya dejado de ser una red social divertida para convertirse en el sitio del autobombo sistemático. No me molesta un poco de autombombo, ni siquiera un mucho, lo que me molesta es que no se compartan otras cosas y solo se aparezca por la red a darse golpes de pecho. Que esto empiece a ser aburrido es una razón para la estampida general.
. En este mismo sentido, que Facebook se haya convertido en un sitio donde la gente cree que tiene que estar por motivos profesionales o de negocios.
. La sospecha que supone que Facebook salga a bolsa y que sus fundadores tengan obligaciones con los accionistas y tengan por tanto que convertir mis datos y mis Likes en material rentable. Ya sé que es inevitable pero me inquieta. Al igual que el asunto del espionaje. No soy de las que les da igual que lo espíen porque no tienen nada que ocultar. Y no tengo nada que ocultar.
. Que la gente publique lo mismo en Facebook, Twitter, Instagram ... estamos agotados de tanto escarceo digital. Me parece evidente.
¿Esto le pasa a más gente o es que soy sensible y tiquismiquis?
¿Te molesta algo del mundo Facebook? ¿Eres de los que alguna vez ha estado a punto de largarse?Pues si, me aburro bastante y no vale la pena que me moleste la gente va dónde está el Lider del momento.
Es Cansadisimo

Cuando el fin justifica la fama

El ejemplo de Elena Anaya expone la tendencia solidaria de las estrellas.

 

Elena Anaya, durante su viaje a Bambasi, Etiopía.

Los micrófonos están cerrados. Kebene, etíope de 28 años refugiada en España, acaba de leer una carta en la que cuenta su historia, un relato de los que hacen difícil entender cómo puede conservar esa sonrisa.
 Elena Anaya, a su vera durante la lectura, se retira de escena detrás de ella, le toca el brazo y, entusiasta pero despacio, para que no se le escape una palabra, le dice: “Aquí tienes a una hermana”.
 Es en privado, sin intención de que se entere el auditorio.
 Ha finalizado el primer acto de la presentación del documental Welcome to my country (Bienvenido a mi país), dirigido por Fernando León de Aranoa y conducido por Elena Anaya para la agencia de refugiados de la ONU (ACNUR)
. La actriz se acuerda de las palabras durante una charla posterior. No tanto de las suyas, sino de las que le soltó Kebene y que la dejaron algo tocada:
 “Después de cinco años huyendo”, cuenta Anaya, “se ha acercado a mí para decirme: ‘Que sepas que estoy aquí para ayudarte en lo que quieras”.
Hasta hace bien poco, Kebene no tenía ni idea de quién era esa mujer de 37 años que hoy se desvive por ayudarla a leer en público.
 La etíope llegó a España en julio de 2012.
Por entonces, Elena Anaya ya tenía en mente que quería hacer algo para contar lo que había aprendido hacía muy poquito, en el puente de mayo, en las oficinas de ACNUR en Madrid
. Y acabó en Etiopía, en los campos de Dollo Ado y Assosa, donde tampoco la conoce nadie, donde nadie vio Lucía y el sexo o La piel que habito
. Eso da igual. La fórmula pasa por lo siguiente: Anaya viaja, ve, se informa, trabaja y comunica
. Alguien, de este lado, reconoce a la actriz en la campaña, se acerca un poco más, conecta, entiende y, quizá, solo quizá, aporta.
“Es una realidad que supera a la ficción más surrealista”, dice la actriz
Eso, en bruto. El backstage deja otras cosas. “Es una realidad”, relata la actriz, “que supera a cualquiera de las ficciones más surrealistas que haya podido imaginar”.
 Una realidad, dura, que necesita también un rincón para digerir.
“A mí me tocó una noche en la tienda”, tira de memoria la actriz. “Entró Fernando y me vio agachada, casi a oscuras, solo con una luz azul, y me preguntó que me pasaba. Le dije que necesitaba estar sola un rato”.
 El rato duró poco porque a ella se le había ido la mano con el matarratas y, según le sugirió el director, o salía o quizá se quedaba para siempre.
Elena Anaya colabora con ACNUR desde aquel día en el que un pinchazo le hizo toparse con Maricela Daniel, representante de la agencia en España.
 Pero los hay, famosos —en el lenguaje que utiliza la propia organización— que llevan más tiempo
. El presentador de televisión Jesús Vázquez es embajador de buena voluntad de ACNUR desde 2007. Hace un mes estuvo de visita en los campos de Zaatari (Jordania), junto a la frontera de Siria, para alertar de la falta de recursos en la asistencia de los más de 1,5 millones de refugiados de la guerra siria.
Elena Anaya charla con los niños de Bambasi.
Esta semana fue la actriz Angelina Jolie —que si en esto de colaborar con la ONU hubiera rangos ocuparía el mayor, como enviada especial de ACNUR— la que viajó a Jordania.
 La emergencia siria, inmanejable a estas horas, necesita de su tirón y ella, casi como paracaidista, lo presta. Primero de acción, junto a algunas de las familias que un día cruzaron la frontera sur de Siria, y luego de oración: “No podemos imaginar por lo que estáis pasando”, dijo Jolie, junto al alto comisionado de ACNUR, el portugués Antonio Guterres.
 “El conflicto tiene que acabar”, pidió la actriz
. Seguro que sus imágenes, para la audiencia, tienen más vuelo que sus palabras, irrelevantes para la diplomacia.
Y antes, también mucho antes, fueron otros lo que hicieron uso de su popularidad, de ser una cara conocida, para que los que no pasan del anonimato arrimaran el hombro a su causa.
Lo fueron, para diferentes agencias, Peter Ustinov, Sofía Loren, Richard Burton, Audrey Hepburn, Mia Farrow, Susan Sarandon, pero también Riccardo Muti, Giorgio Armani, Nana Mouskouri, Pierre Cardin o incluso Laura W. Bush.
Sofia Loren, Audrey Hepburn y Richard Burton también donaron su imagen para la causa
¿Por qué meterse en un proyecto así?
“Llevaba mucho tiempo intentando buscar la parte útil de ser un personaje conocido”, responde Elena Anaya. “Hay algo con la popularidad que intento evitar y con lo que me peleo porque no lo asumo de forma muy directa”
. Lo que sí aceptó ya es que tiene un privilegio: por ser quién es conoce mejor el trabajo con los refugiados; por ser quién es viajó a Etiopía, y por ser quién es tuvo la oportunidad de conocer y dar a conocer una crisis con más de 45 millones de protagonistas.
Y, además, la fórmula a veces funciona.
 “Me llamaron también para la campaña del Sahel”, recuerda la actriz. “Vi una foto de un niño bebiendo de un charco y dije de inmediato: ‘¿Adónde hay que ir?”.
 La iniciativa de ACNUR tuvo éxito. Es decir, que si Elena Anaya sale, la gente colabora y si no… “La vida me ha colocado en un sitio y a ti en otro”, reflexiona la actriz.
“Espero poder ayudar, ser útil, ser un reclamo si es necesario y utilizar mi popularidad para este tipo de cosas, que creo —dice con sorna— que es para lo único bueno que sirve”.