Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

18 jun 2013

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17 jun 2013

Pollock, instrucciones de uso


Peggy Guggenheim y Jackson Pollock delante de un mural que el artista pintó en 1945 para la casa de la mecenas, en Nueva York. / George Kargar

La sala luminosa que alberga 10 pinturas y un dibujo de Jackson Pollock, en la Colección Peggy Guggenheim de Venecia parece el escenario de un crimen.
 Una cinta impide al público entrar. Hay nueve científicos italianos en plena faena, ocho ordenadores, tres máquinas que disparan rayos de luz infrarroja y un par escáners.
En el pasado han sido analizadas otras piezas de Jackson Pollock (Cody, 1912 - Long Island, 1956); pero nunca antes 11 obras juntas. Las investigaciones científicas que se realizan por estos días en Venecia ayudarán a comprender la escencia de Pollock.
 “Estos son los análisis más importantes nunca antes efectuados en la obra de Pollock
. Es la primera vez que se estudia el pintor de forma tan profunda y con técnicas avanzadas”, explica el director del departamento de conservación de la Colección Peggy Guggenheim de Venecia y coordinador general del proyecto, Luciano Pensabene Buemi.
Dicen que Peggy Guggenheim lamentó toda su vida haber donado muchas obras del máximo exponente del action painting. La mecenas conoció a Pollock en la primavera de 1943. En el verano siguiente ya habían iniciado una relación profesional con tintes amorosos.
Ella regalaba obras de Pollock a coleccionistas que visitaban su galería, Art of this Century, con sede en Nueva York.
Peggy creyó siempre en Pollock.
 Con tal de que se pusiera a pintar y dejase el alcoholismo, le ayudó económicamente, pagándole un salario mensual de 150 dólares estadounidenses
. Y entre 1945 y 1948 el salario pasó a ser de 300 dólares.
 Peggy influenció su carrera y lo estimuló para que experimentase nuevas técnicas.
 Ella lo catapultó a la Bienal de Venecia, en 1945. Y, en 1950 organizó la exposición de 18 cuadros en el veneciano Museo Correr.
 Este último evento coincidió con el debut de Pollock en el pabellón estadounidense, en los Jardines de la Bienal.
Desde el punto de vista histórico, el rastreo de las 11 obras que Peggy quiso conservar en su colección personal es de vital importancia
. Las pinturas analizadas abarcan un periodo vibrante (1943-1947) en la carrera del artista que decía sentirse a su aire pintando en el suelo
. Representan la época en que Pollock adpota la técnica del dripping, o bien, el color que goteaba desde el pincel o directamente desde los contenedores de pintura sobre una superficie horizontal. “Las investigaciones son todas no invasivas
. Revelarán cuáles materiales fueron empleados, lo cual es importantísimo para comprender la evolución de la técnica. Esta información nos servirá en el momento de una eventual rehabilitación”, añade Pensabene Buemi.
Alquimia, una de las primeras obras realizadas por Pollock con la revolucionaria técnica del dripping es analizada con especial interés.
 Sobre Alquimia Pollock derramó ríos de pintura industrial y comunicó al mundo que para él la pintura tradicional y el caballete eran cosa del pasado.
“Es su obra más complicada, porque es la pintura en la cual están presentes diferentes técnicas que usará posteriormente en sus famosas pinturas ”, continúa Pensabene Buemi.
El equipo internacional que participa en las investigaciones científicas lo forman comisarios, conservadores y científicos del Getty Conservation Institute de Los Angeles, del Solomon R. Guggenheim de Nueva York, del Seatttle Art Museum. Los investigadores italianos vienen del Instituto de Ciencias Tecnológicas y Moleculares, el Consejo Nacional de Investigaciones y el Centro SMMArt de Perugia.
El trabajo de campo lo lleva a cabo el laboratorio móvil para la realización de análisis no invasivos (MOLAB) de Perugia. Emplean tres métodos.
 Uno consiste en el análisis de los elementos presentes en las 11 obras. “En el caso de Pollock podremos saber dónde ha usado el tubo con pintura para cuadros o dónde ha empleado pintura industrial”, explica la coordinadora del laboratorio, Costanza Miliani. Utilizan además la luz infraroja y rayos ultravioleta. “Con el fin de descubir la técnica pictórica, analizamos también los materiales usados.
 De esta manera podemos determinar si hay alteraciones”, zanja Miliani.
El método de trabajo poco convencional de Pollock, su “pintura sin límites, solo bordes”, como él mismo la definía, mantendrá por un buen rato ocupados a los científicos.

ARTE » El tesoro de Tàpies sale a la luz.............................Juan Cruz

Fue todo lo que Tàpies, uno de los grandes artistas del Siglo XX, guardó celosamente en vida

Las creaciones que habitaron su casa, su taller, su fundación, y las que recompró para permanecer en compañía del fruto más preciado de su propia trayectoria

La fundación Tàpies y el Museo Nacional de Arte de Cataluña exponen las obras que el pintor catalán siempre soñó con tener junto a él.

Estudio de Tàpies en su casa de Barcelona. / Caterina Barjau

Teresa desciende desde su cuarto hasta esta estancia iluminada en la que ella y su marido, Antoni, soñaron el amor, el arte y la vida
. Él murió hace un año y unos meses, y ella está triste
. Ya estará triste siempre, dice. Ahora conversa sobre su marido con Miquel, uno de sus tres hijos, y con el periodista
. En sus memorias, Antoni recuerda cuando volvió de París y se encontró en la estación con ella, su novia desde la adolescencia. Y esta mujer, que hasta entonces había tenido sombríos sus ojos, como si la mirada se le hubiera quedado en el tiempo en que murió Antoni, exclama para rememorar aquel encuentro como si este hubiera acabado de ocurrir:
–¡Estupendo!
Ella es la viuda de Antoni Tàpies (1923-2012), uno de los grandes artistas del siglo XX.
 Cuando le pedimos que bajara con nosotros a ver la obra ingente que se almacena en el sótano donde él trabajó, Teresa prefiere seguir en la sala, como si aún hubiera que cumplir el rito de no entorpecer las jornadas del artista
. Ella se queda acariciando a Mixa, la gata, es su compañía y su entretenimiento.
 Y en el estudio, que se fue agrandando a medida que Tàpies necesitó más espacio para crear su obra y para tenerla, se percibe en efecto el estallido de la ausencia.
 Tàpies no está, pero está en todas partes; él creía que sus cuadros o sus esculturas debían permanecer a la intemperie, para que el tiempo las continuara haciendo.
 Y aquí, en cierto modo, aquella obra se sigue haciendo, en el silencio que él quiso para trabajar como si fuera siempre de madrugada.
No es conocido, ni mucho menos;
es inédito, o casi,
en gran número de casos
Teresa y Miquel están con Laurence Rassel, la directora de la Fundación Tàpies; ya está todo hecho, casi, para que dentro de nada (el 20 de junio de 2013) se inaugure en Barcelona (en la fundación y en el Museo Nacional de Arte de Cataluña) una exposición doble (y múltiple) que ha preparado minuciosamente el valenciano Vicente Todolí, exdirector de la Tate Gallery. Tàpies, desde el interior
. En 2010, aún en vida del artista, Rassel propuso a Todolí trabajar en esta idea, y el valenciano y Tàpies hablaron de ello.
 Aquí está el resultado. Es una apuesta insólita, como dice el director del museo, Pepe Serra, porque este museo nacional nunca ha tenido en sus salas a un autor contemporáneo, y también porque, hace unos veinte años, los entonces dirigentes culturales de Cataluña vetaron a Tàpies aquí la colocación de una obra (El mitjó, su calcetín más famoso).
 Pero además, y esto lo destaca Serra, porque en este museo precisamente está la raíz rabiosamente románica de la vocación plástica del artista.
 Y sobre todo porque la obra sobre la que ha lanzado su mirada Todolí es la que Tàpies quiso para sí, la que guardó en su casa, en su taller y en su fundación, y la que fue recomprando para estar acompañado por lo que más quiso de su historia.
Así que no todo es conocido, ni mucho menos; es inédito, o casi, en un gran número de casos
. Viendo cómo trabajan el comisario, los directores del museo y de la fundación, y el amplio equipo con el que se reúnen para decidir acerca de la luz, de la secuencia rítmica de los cuadros, para establecer cómo quieren ellos que el público se asome a este Tàpies privado y total, lo que se piensa es que quizá todos ellos juntos en este momento tratan de capturar la mirada del artista sobre la obra que quiso tener.
Por la mañana, antes de ver a Teresa y a Miquel, de 52 años, en la casa en la que Antoni fue el centro, había en la Fundación Tàpies un grupo de niños mirando las obras.
 La maestra les preguntó si aquel calcetín (uno de los grandes calcetines de Tàpies) y otras obras del maestro eran raras o formaban parte de lo que veían en la vida cotidiana. Tàpies es la vida cotidiana, creen los niños. Ah, eso está muy bien, “es lo que él quería”.
Teresa vivió con estas obras. Fue, como dice Miquel, quien ayudó a colgarlas muchas veces porque Antoni prefería que esa labor la hicieran otros.
 “Él decía que no tenía bastante claridad para hacerlo; encontraba que estaba demasiado próximo como para poder colgar las cosas bien”.
Estudio de Tàpies en su casa de Barcelona, con algunas de las obras que ahora se exponen. / Caterina Barjau
De modo que, en cierta manera, ahora Todolí está cumpliendo, en estas reuniones y en todas las que están teniendo, aquella labor que en otros tiempos fue sobre todo de Teresa.
 A Miquel le gusta imaginar cómo va colocando Todolí la obra que su padre quiso más. “Será, seguro, una visión fresca.
 Para mí es emocionante ver la selección que ha hecho Vicente porque las selecciones marcan el conjunto”.
Ni él ni Teresa la han visto aún, claro, se está colocando; esta misma mañana estuvieron Vicente, Pepe y Laurence recorriendo las enormes salas del museo para decidir la colocación, “el ritmo”, como dice el comisario, de esta obra que ahora entrará en el templo románico de Cataluña para sellar un viejo sueño de Antoni Tàpies: hacer convivir su obra con la época de la que parte el Museo Nacional de Arte de Cataluña. “Y aunque todavía no me la imagino expuesta”, adelanta el hijo, “siento esa emoción de poder revivir la obra que él quiso cerca a través de ojos distintos”.
Antoni trabajaba para cuestionarse a sí mismo y para cuestionar a la gente"
Una obra que se quiso como un trastorno.
 En el papel de trabajo que manejan esta mañana en la reunión en la que ya van a decidir cómo va a quedar cada milímetro de la doble muestra hay un resumen de lo que Todolí y los suyos estiman que debe ser el sustento de la apuesta:
 “Desde sus primeras pinturas realizadas en los años cuarenta, Tàpies emprende una búsqueda estética que pasa por la experimentación con materiales y con formas que darán lugar, en los años cincuenta, a una expresión propia, las pinturas matéricas, que le harán merecedor del reconocimiento internacional. En aquella época deposita sus esperanzas en un arte que conlleve un impacto, un trastorno para el público”.
Y esto es lo que busca Todolí: no quiere complacencia, cronología; él está convencido de que la obra de Tàpies fue un puñetazo sobre la mesa, y busca ese impacto, ese trastorno.
 Dice Teresa, hablando de aquel incidente de 1992, cuando él quiso que el calcetín famoso estuviera en el museo: “Antoni sabía que pasaría eso, que la gente se iba a soliviantar”. “Sabía”, dice Miquel, “que su obra provocaba sensibilidades”. “Pero creo que eso le gustaba”, dice Teresa, “quería hacer algo que moviera a la gente”.
A los chicos de Manresa les parecía, esta mañana, que ese calcetín que ahora cuelga ahí “es la vida cotidiana”.
 A eso aspiró Tàpies, a contar lo cotidiano, lo más próximo, y en eso trabaja Todolí, “en convertir esta exposición doble en un espejo que él colocó para que nosotros lo interpretáramos”.
 Trabajaba, dice Miquel, “para cuestionarse a sí mismo, pero sobre todo para cuestionar a la gente. Para provocar. Creía, incluso, en el poder curativo de la obra. Su deseo habría sido que la gente pudiera tocar sus obras”.
A Tápies le habría gustado, cuenta Teresa, “que poniendo la mano encima de sus cuadros se pasara el dolor, por ejemplo”. ¿Y cómo es eso? “Tuvo una experiencia muy curiosa: un señor le escribió diciendo que había estado en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, donde había un cuadro enorme de Antoni; le dio un infarto, estuvo tumbado con un dolor terrible, se volvió, y cuenta que cuando vio el cuadro le entró una especie de paz.
Se le pasó el terror mirando aquel cuadro. A Antoni, esa carta le provocó un efecto tremendo”.
Empezaba eliminando lo intelectual para atacar el lienzo de manera vital"
Interrogaba más que provocaba, corrobora el hijo.
Un pensamiento que rasgaba. En sus memorias hay algunas fotografías del Tàpies joven mirando a través de ventanas brumosas, y él parece abrumado y triste. “Tenía mucha vida interior”, dice Teresa
. Y salía de ahí, apresurado, a dibujar y a pintar. “Siempre fue así, y de abuelo también”, recuerda Miquel. “Tenía una gran capacidad para abstraerse; los niños corrían abajo y arriba y él no se enteraba. Siempre empezaba dando vueltas para eliminar lo intelectual y atacar el lienzo de manera vital, para ir directo a la esencia”.
En esas fotografías del Tàpies joven hay un gesto del que no se despojó ya. Leyó una vez lo que dijo Paul Klee, uno de sus grandes maestros: para ser un artista has de ser antes que nada un ser humano.
De ahí nace su pintura rabiosamente humana, como dice Todolí, ese arte de lo cotidiano que veían los niños de Manresa.
Detalle de un lienzo en el estudio de Tàpies en Barcelona. / Caterina Barjau
La vida descrita desde la experimentación.
 Dice el plan de trabajo que maneja el comisario para explicar, en las exposiciones, la historia más personal del maestro:
“Cuando se le pregunta acerca de qué escuelas han ejercido una influencia sobre él y sobre su obra, reivindica su filiación con la ruptura incansable de las vanguardias.
 Una libre expresión que reivindica sus orígenes en los maestros del pasado oriental que estuvieron en el centro de sus sociedades y que representan un arte que rechaza la idea de un progreso que construiría lo nuevo mediante la destrucción de lo antiguo. A partir de entonces, Tàpies prosigue con su experimentación de forma infatigable, incluso obsesiva, y desarrolla su propia iconografía, su propio vocabulario hecho de signos, de materias, de colores y de objetos reconocibles”.
Todolí ha trabajado con “un corpus de obra inmenso, que desborda las exposiciones museísticas y que halla sus límites en los espacios vitales del artista”. Esa es la materia de un sueño, juntar este Tàpies. Desde el interior, que aquí modela Todolí con sus colegas como si estuviera componiendo un cuadro único que representara a todo Tàpies
. Él conoció apenas al artista, lo vio una vez en el IVAM (donde trabajó durante la época en que lo dirigió Carmen Alborch), cuando se inauguró el museo valenciano y su primer director, Tomás Llorens, adquirió algunas obras muy importantes de Tàpies
. También lo vio al final de su vida, cuando le propusieron hacer esta antológica de lo que él quiso tener. Pero entonces “su estado físico ya era muy frágil y tenía problemas de oído”.
Siempre tuvo el sentimiento de que el románico era la base
de su arte"
Y aquí está Todolí, vestido de oscuro, como siempre, viendo a Tàpies para que lo vean otros, y no necesariamente como lo hubiera visto el propio pintor.
 “He trabajado tanto en exposiciones de artistas vivos como ya fallecidos y mi diálogo es con su obra, no con su persona. Yo ofrezco una interpretación diferente de su obra, ya que si no tengo nada nuevo que decir, no acepto”.
Y tiene algo nuevo que decir
. Los artistas se guardan las obras “que han planteado las preguntas más punzantes, las que atañen a su intimidad, aquellas en las que ha tenido razón, pese a lo que otros puedan pensar, las que forman parte de un proceso de laboratorio y las que se arrepiente de haber cedido y que ha recuperado”.
 Esa es la premisa de la doble muestra que se inaugura ahora, y sobre ella Todolí ha sentido la complicidad de todos los que lo rodean esta mañana en que ya baja, con Laurence y con Pepe, a decidir cómo queda su propia visión de lo que Tàpies tuvo hasta el final bajo su propia mirada.
Pero ahora la mirada será de otros. De Todolí, en primer lugar, y después del museo y de la fundación, el románico y la modernidad, la raíz y la cruz de Tàpies.
Ahora la mujer y el hijo esperan la inau­guración como un acontecimiento mayor en la historia de Tàpies en relación con Cataluña. Cuenta Teresa: “Siempre lo decía:
 ‘Cuando yo inauguro, ¡llueve seguro!’. ¡Ja ja ja! Ha pasado muchas veces”. Eso no va a pasar aquí; el verano de Barcelona va a inaugurarse con Tàpies. Y hablando de esto, de sus exposiciones, ¿cuáles quedan en la retina de Miquel, de Teresa? Dice el hijo: “La segunda que hizo en Nueva York, con Martha Jackson, fue fundamental.
 Es cuando entronca con Franz Kline, Willem de Kooning, Robert Motherwell, Hans Hof­mann, Saul Steinberg y Fritz Bultmann. A algunos los conoce personalmente, cena y toma copas con ellos… A veces no son las grandes exposiciones las que más le marcan, sino pequeñas intervenciones”.
Pero, como a todo artista, las retrospectivas, concede Miquel, “le llegaron a entusiasmar”. Y ante la perspectiva de este acontecimiento, que se fraguó cuando languidecía su vida, pero no su curiosidad ni su entusiasmo, se sentía dichoso, como si eso le prolongara el tiempo. Un museo que acaba en el siglo XIX y al que Tàpies lleva ahora al siglo XXI.
 “Creo que el tiempo no cuenta cuando el arte es bueno, es clásico”, dice Teresa.
Y Miquel agarra el argumento riendo sobre una frase de Dalí que definía a Tàpies desde el título de un artículo que publicó en Art News: ‘Tàpies, Tàpies, classic, classic’, “donde compara”, explica Miquel, “a la manera daliniana, Tàpies con Velázquez”. Y lo era, un clásico, a eso iba, de ahí vienen su relación con el románico, que tanto entusiasma subrayar a Pepe Serra, y sus concomitancias con Velázquez o con Zurbarán. Dice Miquel: “Siempre tuvo el sentimiento de que el románico era la base de su arte”.
Ahí está ahora su obra. “La retrospectiva (…) recorre esos distintos extremos que la historia del arte, en aras del orden, tiende a ignorar”.
 Con ese patrón ha trabajado Todolí. En la fundación estará la etapa histórica de Tàpies.
 En el museo, “la que parte de los años setenta”. Lo que le importa a Todolí no es la cronología; le obsesiona el impacto en el ojo, la aspiración visual de la obra del artista, su música. Y con ese paso va marcando las líneas por donde debe ir la muestra.
Todolí está con Serra y con Rassel. Pepe, el director del museo, conoció a Tàpies cuando él era un chiquillo y su tío abuelo, Eudaldo Serra, le enseñaba al artista su colección de arte africano. “Era un hombre exquisito. Subía y decía: ‘¿les molesto?”.
 Ahora es él quien le abre las puertas del templo románico a aquel hombre tímido que de joven entraba aquí para sentir la raíz de lo que fue su impulso. Para Pepe, ser quien ahora abraza esa puerta “cumple con una ilusión infinita”. En 1992 le dijeron a Tàpies que El mitjó (el calcetín famoso) “no estaba a la altura de Cataluña”. El artista abortó su proyecto de dejarlo ahí. Ahora su obra se adentra en este espacio.
 “Y nadie mejor que Vicente para sellar esta historia de Tàpies con el museo. Vicente lo alejará de lo académico, le explicará a la gente por qué es de veras importante Tàpies”.
Laurence Rassel está con Teresa y Miquel. Ella es belga, vino aquí en 1998, comisionada por Nuria Enguita, la anterior directora de la Fundación Tàpies, para hacer un proyecto dentro de la exposición dedicada a Chris Marker
. Y cuando Nuria quiso irse, Miquel le propuso a Laurence que viniera a Barcelona a impulsar una nueva etapa de la entidad. Fue una de las primeras erasmus que vino a España, estudió en Valencia y ahora sabe catalán casi tan bien como Miquel. Su propósito ha sido, de acuerdo con la familia, “impulsar la fundación para que sea un lugar sin límites en los tiempos o en los formatos”.
 Conoció realmente bien a Tàpies a partir de 2007. Y empezó en la fundación en 2008. “Un señor mayor muy tierno y generoso. Era una combinación de fragilidad y fuerza”.
Ahora le ha tocado revisitar su obra “desde perspectivas distintas”, las que le dan Todolí y Serra. Esta antológica Tàpies. Desde el interior le dará a la fundación, también, “la posibilidad de devolver a Tàpies al uso público”, y esa es la ambición de Laurence Rassel
. Lo que Todolí persigue es lo que ellos también quieren: “Mantener la complejidad de Tàpies”.
Tàpies era el artista que no se quedaba quieto. “Experimentaba, vivía”.
 Hacía que el tiempo fluyera por su obra, encontraba y fijaba. En sus Diez líneas para Antoni Tàpies, su amigo Octavio Paz escribió: “Sobre las superficies ciudadanas, / las deshojadas hojas de los días; / sobre los muros desollados, trazas / signos carbones, números en llamas. / Escritura indeleble del incendio, / sus testamentos y sus profecías / vueltos ya taciturnos resplandores. / Encarnaciones, desencarnaciones: / la pintura es el lienzo de Verónica / de ese Cristo sin rostro que es el tiempo”.
Escritura indeleble del incendio. El tiempo sobre la obra de Tàpies.
Una de las piezas que reinan en la fundación es un conjunto homogéneo de platos sobre los que él quiso que se posara el aire dudoso y sucio de los días. Ahora, un año y medio después de su muerte, se verá en dos lugares de Barcelona la obra que él quiso para sí, el Tàpies “desde el interior”.
 Parecía adivinar José-Miguel Ullán, poeta, amigo de Tàpies, cómo sería esta doble muestra cuando dijo en Soria sobre esta pintura: “Un remontar el vuelo a la fulguración escueta del románico, a la incandescencia prelingüística de la pintura oriental, al negror diminuto y suficiente de la primera hormiga tibetana y a los blancos paréntesis zurbaranescos, situados entre el zumbido de una meditación en convivencia”.
Teresa y Miquel esperan que no llueva el 20 de junio, cuando Antoni Tàpies reine en dos lugares a la vez, en la casa del románico y en su propia casa; ella tendrá aquí motivo, otra vez, para exclamar lo mismo que dijo al rememorar aquel encuentro en la estación cuando eran unos chiquillos que se amaban y el novio venía de su largo viaje a París:
–¡¡Estupendo!!
Él no estará. Ella sí.
 Lo que más quiso.

La tristeza del hombre que lo tiene todo

Stephen Fry, uno de los personajes más populares de Reino Unido, revela sus instintos suicidas.

Con tanto dinero podría dar solución a los parados de toda España, a esos niños que ni desayunan podría hacer tantas cosas para que cualquier pais no termine fuera del Mapa!!!!

Stephen Fry, el 10 de junio de 2013. / Dave M. Benett (WireImage)

En Reino Unido es muy común otorgar el título popular de “tesoro nacional” a la gente de reconocido mérito o simplemente muy reconocida.
 Algunas de esas distinciones son muy discutibles, pero otras tienen una aceptación generalizada.
 Es el caso, sin duda, del actor, escritor, presentador de televisión y poseedor de una de las mentes más brillantes del país, Stephen Fry.
 Hace algo más de un año quedó segundo en un amplio sondeo nacional para designar a los principales tesoros nacionales. Solo lo superó el naturalista David Attenborough y quedó por delante de Sean Connery, Paul McCartney, Stephen Hawking, Bobby Charlton, JK Rowling, Judi Dench, Tom Jones y Richard Attenborough. Todos ellos, probablemente mucho más conocidos en España que Fry.
Aunque es muy famoso desde hace años, su popularidad se ha multiplicado desde que en 2003 presenta el programa QI, un concurso amable, irónico e intelectual en el que Fry tiene a menudo la oportunidad de mostrar su inaudita rapidez mental y su inacabable fondo de cultura.
Sus conocimientos son tales y tan variados que el pianista James Rodhes explicaba hace unos días en la revista The Spectator que cuando queda a comer con él intenta sacar en la conversación algún tema del que espera que Fry, por fin, no sepa nada y despertar así su admiración.
“Ahora mismo estoy aprendiendo a tocar algo de Alkan”, dejó caer Rodhes en una charla. “Su respuesta fue ‘¡Oh, Dios mío, me encanta su Opus 63 Esquisses’, seguido de diez minutos sobre su vida, su obra y sus influencias”, escribe el pianista.
Fry, nacido hace 55 años y desde hace tiempo radicado en Norfolk, en la costa Este de Inglaterra, es fanático “de todo lo que sea digital”, adicto a Twitter (tiene casi seis millones de seguidores que se inquietan cuando pasa algunos días sin enviar mensajes), abiertamente ateo, homosexual con tendencia a la abstinencia… y depresivo. Hace ya tiempo que explicó que sus problemas de bipolaridad lo llevaron una vez al borde del suicidio.
Soy víctima de mis estados de ánimo. Es la primera vez que lo cuento", confesó
Pero en las últimas semanas, sus confesiones de que lo intentó de nuevo hace un año, cuando rodaba en el extranjero una nueva serie documental para la BBC han dado la vuelta al mundo.
 En una entrevista pública con su amigo y humorista Richard Herring, explicó: “Soy víctima de mis estados de ánimo, seguramente mucho más que otra gente, lo que me obliga a medicarme para no estar o demasiado espitado o demasiado deprimido como para llegar al suicidio.
 Voy a ir incluso hasta el extremo de decirte que lo intenté el año pasado, o sea que no siempre estoy feliz. Es la primera vez que cuento esto en público, pero creo que debo hacerlo”.
Fry es presidente de Mind (mente, en inglés), una organización benéfica que ayuda a las personas con problemas psíguicos. “El único sentido que tiene ese papel es, según lo veo yo, no ser tímido y alertar sobre el peligro real de muerte que tienen ciertos desórdenes de los estados de ánimo”, advirtió.
El actor y escritor detalló que se tomó una gran cantidad de pastillas mezcladas con vodka y que vive solo gracias a que, “por fortuna”, el productor del programa lo encontró semiconsciente en la habitación. Fry añadió: “No hay un porqué. Esa no es la pregunta correcta.
 Si hubiera una razón para hacerlo se podría convencer a la gente y argumentales por qué no deberían quitarse la vida”.
Las declaraciones de Fry han tenido un gran impacto en la opinión pública, a la que a veces le cuesta comprender que una persona que, como él, parece tenerlo todo, quiera llegar hasta el extremo del suicidio. Sobre todo porque ayudan a comprender que la depresión es una enfermedad, no un problema de tristeza pasajera que solo afecta a la gente que enfrenta dificultades concretas.
 No es dinero ni éxito ni cariño ni amigos lo que le falta a Stephen Fry, pero nada de eso tiene que ver con el problema de ser bipolar.
“Si no me medico, en ocasiones estoy tan eufórico, tan espitado, que puedo estar tres o cuatro noches sin dormir y estoy escribiendo o estoy haciendo cosas y me siento tan grandioso, tan lleno de autoconfianza que es casi imposible aguantarme.
 No puedo dejar de hablar, es increíble”, explicó.
Otras veces le toca hacer ver que ríe y que es feliz mientras presenta el programa IQ, pero en realidad está pensando en el deseo de morir.