Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 jun 2013

Una semana con Pasolini...................Marcos Ordóñez

He disfrutado enormemente con la exposición Pasolini Roma, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), y con su espléndido catálogo, lleno de cartas, poemas, memorias y ventanas.
He estado viviendo una semana con Pasolini, por así decirlo, con sus textos y sus películas, y no dejo de ver su sonrisa, refulgente como una camisa blanca, porque la muestra exhala felicidad, la felicidad de ver a un hombre imaginando, abrazando, multiplicando, levantando acta de un mundo feroz y construyendo otro mundo posible, con la “desesperada vitalidad” que cantó Laura Betti
. Enorme personaje: poeta, novelista, ensayista, pintor, guionista, cineasta, siempre igual y siempre distinto, gran contradictorio, marxista y libertario, creyente y nihilista, apocalíptico pero nunca integrado, y, por encima de todo, rastreador de lo sagrado, ese pálpito de eternidad “que el laicismo consumista”, escribió, “ha arrebatado al hombre para transformarlo en un estúpido adorador de fetiches”.
Pocos como él encarnaron de forma tan rotunda al intelectual y al artista de los sesenta, aunque al evocarle he acabado pensando en nuestros años treinta y en Lorca, el Lorca popular y visionario, alegre y oscuro, el Lorca fecundísimo y, como él, muerto en circunstancias nunca del todo aclaradas.
 Los dos, cada uno a su modo, pagaron un alto precio por ser tan libres.
 Fueron a por Pasolini fascistas y democristianos y sus propios compañeros comunistas, en distintas épocas pero en significativa unanimidad a la larga, y le brearon a juicios: 33 procesos, por los más diversos motivos, desde homosexualidad a “vilipendio de la religión del Estado”, que siguieron hasta dos años después de su muerte, pero acabó absuelto, conviene señalarlo, de todas las causas.
Esta semana he redescubierto el fulgor vital de sus primeras películas, Accattone y Mamma Roma, y su extraordinaria poesía, y la lucidez profética de algunos de sus Escritos corsarios, tan cercana a Guy Debord. Difiero en muchas cosas, pero al releerle ha crecido mi admiración por su pensamiento encendido, su alegría “estoica y antigua”, siempre cercada por el dolor.
 Tres heridas esenciales: la muerte de su hermano Guido, el jovencísimo partisano caído en 1945; la separación de Ninetto Davoli, el amor de su vida, en 1971, y como un pájaro negro o una negra mancha de petróleo, el fin de una Italia devorada por el neocapitalismo, y muy especialmente la pérdida de aquel pequeño paraíso subproletario, de vida durísima pero mucho más intensa y luminosa que la hormigonación que vino luego: las borgate que conoció a su llegada, arracimadas a las orillas del Tíber y todavía oliendo, como sus gentes, “a jazmín y sopa humilde”.
El Pasolini de los últimos años es un hombre amargo, a menudo desaforado, quizás porque la época, los terribles “años de plomo”, también lo fue; un utopista que pide cosas tan imposibles (y en el fondo tan comprensibles) como la abolición de la televisión y de la escuela secundaria, para empezar de cero. Recuerdo aquellos años, cuando no comprendíamos que la dicha impúdica de la Trilogía de la vida pudiera dar paso a la abjuración, al horror y a la violencia inasumible de aquel Salò que mostraba, como un almuerzo desnudo, la desolación de su quimera.
Escucho de nuevo el impresionante discurso fúnebre de Moravia a las puertas de su casa, el 5 de noviembre de 1975, mientras bajan el cadáver, diciendo, con rabia, con extrema claridad, sin gota de retórica, lo que había que decir:
“Ha muerto un poeta y un testigo, un hombre valeroso, un hombre bueno, de inteligencia lúcida y firme”.
Me vuelve ahora la lejana memoria de Vincenzo Cerami, que habla del Pasolini profesor, en la escuela de Ciampino, aquel profesor de voz dulcísima que vivía en Rebibbia y tenía que tomar dos autobuses y un tren para poder dar la clase, que jugaba al fútbol de manera prodigiosa y regalaba sus libros, y al que no le importaban tanto los errores gramaticales como los errores éticos: “hacer la pelota, decir mentiras”. Y pienso en Accattone cayendo como Ícaro en el poema de Auden, “y luego solo el agua negra que corre, y buenas noches”, pero no solo eso, nunca solo eso, y es así como florece de golpe, primaveral, este recuerdo: la primera vez que me topé con el nombre de Pasolini, en los primeros setenta, en casa de Raúl Ruiz. Tenía sobre la mesa una edición original de Le ceneri di Gramsci, y yo, que no sabía italiano, creí que el título era Las cerezas de Gramsci, y Raúl sonrió y dijo: “Cerezas por cenizas, a Pasolini le hubiera gustado eso”.

Michael Douglas solo quiere una vida normal

Por sus genes corren las adicciones que él superó pero que llevaron a su hijo a la cárcel

Su mujer, Catherine Zeta-Jones, padece un trastorno bipolar. Y él venció a un cáncer de garganta que atribuyó, con el consiguiente revuelo mediático, al sexo oral.

El actor Michael Douglas durante una rueda de prensa en la pasada edición del Festival de Cannes. / Dave J
La vida es eso que pasa mientras llegan las segundas oportunidades.
 De eso va esta historia. Michael Douglas (Nueva Jersey, 1944) se ha hecho un experto en la última década en segundas —y terceras— oportunidades.
 Sobre todo en los últimos tres años, tras superar un muy avanzado cáncer de garganta, apoyar a su mujer, Catherine Zeta-Jones, diagnosticada bipolar, y sobrellevar el encarcelamiento de su hijo mayor, Cameron.
 Y entre todas esas desgracias: paseos en familia por el neoyorquino Central Park, algún rodaje y vacaciones en Mallorca (cada vez más esporádicas), donde el actor se divide las estancias en su finca S’Estaca con su exmujer, Diandra Luker.
Es decir, Douglas realiza denodados esfuerzos por normalizar lo innormalizable desde que nació: su vida.
Tengo la sensación de haberme convertido en un hombre anuncio del cáncer de boca", dijo
Hace unos días soltaba, con toda normalidad, en una entrevista con The Guardian, que su enfermedad se había producido debido al sexo oral. “Este tipo de cáncer está causado por el HPV, que en realidad se produce a partir del cunnilingus”. Y se permitía añadir: “El cunninlingus es también la mejor cura”. Aparte de la evidente controversia, generó todo un debate médico respecto a si es o no factible esa transmisión venérea.
No es que a él le haya pasado, tuvo que matizar
. Hasta su exmujer se vio obligada a negar que ella tuviera el virus
. Él solo lo señalaba como una de las posibles razones y no lamenta haberlo hecho si así se previene, dijo, precisamente, en una gala que la American Cancer Society celebró este lunes en Nueva York. “Tengo la sensación de haberme convertido en las últimas 24 horas en un hombre anuncio del cáncer de boca. No tengo ni idea de qué causó el mío, si lo supiera, me darían un Nobel”, bromeó con los asistentes.
Días antes había recogido en el Festival de Cannes los elogios por encarnar al pianista gay Liberace en Behind the Candelabra. Probablemente, el ambicioso y viril Douglas de los años ochenta,
 el que desde Wall Street jaleaba aquello de “la codicia es buena” y saltaba de mujer en mujer en su trilogía del sexo (Atracción fatal, Instinto básico y Acoso), jamás se imaginaría que su “rejuvenecimiento” artístico llegaría rodeado de adonis rubios y lentejuelas.
Tampoco se imaginaría aquel Douglas que casi lloraría ante la prensa en la presentación de la cinta de Steven Soderbergh en Cannes.
“Para mí…”, se le quebraba la voz al hijo de Espartaco Kirk. Aguantó la respiración, golpeó la mesa y volvió a empezar. “Fue justo después de mi cáncer, este papel es un regalo.
Y estoy eternamente agradecido a todo el equipo por esperarme”.
La prensa respondió con un aplauso. ¿Un actor a punto de llorar? Normal. Quizá para otros
. Pero estamos ante el actor que en septiembre de 2010 confirmó que tenía cáncer de garganta en cuarto grado, terminal, sonriendo, entre bromas, en uno de los programas más vistos de EE UU, el show de David Letterman.
Días después de la revelación apareció en el estreno de Wall Street 2, igual de sonriente, con Catherine Zeta-Jones. El 25 de septiembre de aquel 2010, como cada año desde que se casaron en 2000, la pareja celebró su cumpleaños (los dos nacieron el mismo día, con 25 años de diferencia) en un hotel con ilustres amigos (el alcalde Bloomberg, Barbara Walters, Danny DeVito…).
Fue justo después de mi cáncer, este papel es un regalo. Y estoy eternamente agradecido a todo el equipo por esperarme
Dos meses después, en noviembre, tras ocho semanas de quimio y radioterapia, apareció con Zeta-Jones y sus hijos, Dylan (13 años) y Carys (10), en Disneyworld.
 Estaba bronceado, sonriente y, como dice Soderbergh, “ni siquiera había perdido su pelo”. En enero de 2011 volvió a la tele con razones para reír: estaba curado.
 Y aún lo está. Su mujer, en cambio, el mismo día en que Douglas casi lloraba en Cannes, salía de su segundo ingreso voluntario para tratar su bipolaridad.
 “Ella está bien”, dijo el actor, con normalidad.
“¡Me parezco a mi padre!”, grita horrorizado su Liberace en Behind the Candelabra.
 Por suerte o por desgracia para Michael, él tiene más que asumido que de su padre, de origen judío-bielorruso (Danielovitch era su apellido original), lo ha heredado todo. Por un lado está lo bueno: ese pelazo, la longevidad, la valentía. Kirk Douglas sobrevivió a un accidente de helicóptero, a un ataque al corazón y ahí está, con casi 97 años, y aún se escapa a alguna gala.
Los genes malos, en cambio, son los que transmiten esa (maldita) adicción. Michael lo cree así: él estuvo ingresado por alcoholismo en 1992, lo mismo que intenta superar su hermano, Joel; su medio hermano, Eric, murió de sobredosis en 2004, y su hijo mayor, Cameron, cumple ocho años de cárcel, desde abril de 2010, por consumo y tráfico de drogas.
“Ha sido castigado por su apellido”, recordaba en Cannes.
 “Recibió la sentencia más larga en la historia penal americana por un delito así”.
Fui un mal padre. Cometí errores, mi carrera estaba antes que mi familia
La genética puede tener la culpa, el apellido quizá no ayude, pero, al final, un Douglas tiene que apechugar. “Fui un mal padre. Cometí errores, mi carrera estaba antes que mi familia en aquella época”
. Michael repitió así lo que su padre había hecho con él. Sus ausencias durante la adolescencia de Cameron provocaron que su hijo “no haya estado sobrio desde los 13 años”. Ahora tiene 35.
Por eso cuando la vida le concedió “una segunda oportunidad de ser padre” no la desaprovechó.
“Si pudiera, les amamantaría”, llegó a decir Zeta-Jones de la relación de Michael con sus niños
. Les hace el desayuno, los lleva al cole, los recoge… Rutinas que no abandonó ni durante la enfermedad. Aunque el acoso que sufrían de los paparazi, apostados en la puerta de su casa en Central Park West, les obligó a mudarse a Westchester, a 40 minutos de Manhattan, donde han recuperado algo de la tranquilidad que tuvieron durante casi ocho años viviendo en Bermudas.
Una forzada normalidad, su vida, eso que pasa mientras acude a galas benéficas, eventos deportivos (como su campeonato anual de golf, Michael Douglas & Friends), películas
. Y de repente, un día sin programarlo, casi llora.
 Quizá eso sí que era normal.

 

Carla Bruni: Mi marido no volverá a la Política...


Fobia en el país de la fraternidad

La ley de bodas homosexuales cataliza los odios de la ultraderecha francesa.

Qué le pasa a Francia? Ella que fue Liberté Fraternité Igualité, ella que puso el Gobierno en una Comuna, y naturalmente la que hizo la Revolución Francesa, cantó la Marsellesa y quitó a La Monarquía, porque solo servía para Gastar, y no para reinar y gobernar.

Ella que hizo hasta la revolución de las semanas los meses Ella que iba quitando de enmedio desde Saint Just hasta Danton, pasando por Robespierre, no sale a luchar contra la crisis sino que le ha dado la mania de ir contra las bodas de Homexuales.

Y si hay un pais con mas esquinas y avenidas o Parques Gays es La France.

Los Franceses no dicen "me gusta" sino "amo2 yo amo el chocolate, son muy muy mariquitas para su cocina francesa o sus pasos por el Sena, hasta los clochard , no es igual un sin techo que un clochard.

La bebida ese vino francés y sus qusos  son tb muy mariquitas, de lujo en lujo. Claro que los ricos son tipo glamour y muy de Chanel, el que lo lleva ahora es tan delicado en sus colores gays que no parece la reivindicativa Coco. 

Pues nada que se casen los que quieran peras y manzanas aquí en España somos más bastos, como lo es La Botella y sus símiles.

No hay cosas para preocuparse, y entonces nos metemos con los gays que han dicho "Oui", mon amour.

Ah1 y cuanto más de derechas más hay no deben aparentar .

Aparentar que no lo son, que tortura Monsieur Le Guillotin!!!