"Estoy como Dios”.
A ver quién es el guapo que le lleva la contraria.
Maribel Verdú
tiene razón.
Está como Dios. Fumando uno de sus finísimos cigarrillos
al primer sol de abril.
Recostada sobre un sillón estilo Luis XVI
plantado en el jardín de un distinguido palacete a las afueras de Madrid
que sirve de escenario para una sesión de fotos propiciada por su papel
como embajadora de Rochas
. El translúcido vestidito que lleva para la
ocasión permite contemplar en todo su esplendor las piernas que han
seducido a varias generaciones de españoles… ¡y vaya si lo siguen
haciendo!
Ajena al trasteo a su alrededor de ayudantes de fotografía,
operarios y estilistas, da un golpe de melena al viento y ratifica: “¡Es
que estoy como Dios ahora mismo!”.
Quizá ella sea también una diosa de nuestro tiempo.
Con el debido respeto, es un
pibón
que conoce al dedillo todas sus armas para seducir al personal y
comerse a la cámara.
Lleva haciéndolo en el cine desde que era una niña.
Y ahora que es una mujer de bandera cerca de cumplir cuarenta y tres,
sigue resultando imposible apartar la mirada de ella.
Con la misma
naturalidad con la que se levanta la blusa para enseñar su tatuaje de
pingüinos en el abdomen izquierdo confesaba antes de sentarse en este
butacón afrancesado cómo se siente hoy con su cuerpo. “Noto que para las
generaciones más jóvenes soy una
milf [acrónimo de
mothers I’d like to fuck, que viene a ser algo así como
madres con las que uno se pegaría un revolcón].
Ahora tenemos bastante éxito. Lo sabes, ¿verdad? Las
milf estamos triunfando [estruendosa carcajada]. Luego pasaré a
mature. Ellas también tienen mucho éxito…”.
Para las generaciones más jóvenes soy una 'milf'. Luego pasaré a 'mature'. Ellas también tienen éxito"
–¿Se sigue considerando un icono sexual del cine?
–Ni de coña. Es verdad que lo fui, porque éramos una generación… Emma
[Suárez], Aitana [Sánchez-Gijón], Ariadna [Gil]… ¡Acuérdate de aquellas
cuatro que salimos a la vez! Yo me recuerdo en
Playboy, un año
y otro, como la más deseada.
Todo tiene su tiempo, ahora no me gustaría
estar ahí.
Pero seguir gustando y seguir poniendo es algo que a las
mujeres nos gusta, ¡qué coño!
–¿Se ve más guapa hoy que hace veinte años?
–¡Ay! Yo sí. Siento que tengo una madurez y una mirada más enjuta que
me parece más interesante. No me cambio ni de coña a como era hace
veinte años.
–¿Sigue siendo reacia al bisturí?
–Ya no voy a decir eso… Hace cuatro años, ni muerta
. Pero ahora me
callo. Me dan terror las agujas, si no fuera por ellas me habría hecho
de todo. Pero a lo mejor dentro de un tiempo las agujas ya no existen y
todo es con
roll-ones… Lo que me parece tremendo es que se haga
por presión, por tener que estar estupenda como si fueras Elsa Pataky.
Pues no, hay diez o veinte años de diferencia.
Pasada la etapa
milf y llegado el momento
mature,
caben muchas posibilidades de que Verdú siga levantando pasiones. Parece
imposible imaginar otro desenlace para esta madrileña que perdió la
virginidad en la gran pantalla a los catorce, mucho antes que en la vida
real. Maribel fue la
Lolita del cine español desde los tiempos de
El año de las luces (1986),
La estanquera de Vallecas (1987)
Amantes (1991),
Belle époque
(1992)…
La adolescente que conquistó a directores como Vicente Aranda,
Fernando Trueba, Eloy de la Iglesia, Montxo Armendáriz… La treintañera
convertida en imán para cineastas internacionales de la talla de Alfonso
Cuarón en
Y tú mamá también, Guillermo del Toro en
El laberinto del Fauno y el
pope Francis Ford Coppola en
Tetro…
La mujer de madurez exuberante que ha bordado, entre muchos otros, el
papel de doliente esposa de un republicano acechado por el fascismo en
Los girasoles ciegos y de la ya inolvidable madrastra de la
Blancanieves
de Pablo Berger. Pero también es la ganadora del Premio Nacional de
Cine y plusmarquista de nominaciones a los Premios Goya, en cuya última
gala el pasado 17 de febrero subió a recoger el galardón a la mejor
actriz por
Blancanieves y
pronunció en su discurso de agradecimiento una dedicatoria inspirada en los diálogos del filme El capital, de Costa-Gavras,
“a la gente que ha perdido su casa, su futuro e incluso la vida por un
sistema corrupto y obsoleto que permite robar a los pobres y dárselo a
los ricos”.
A pesar de la que me cayó, volvería a dedicar el premio Goya a la gente que ha perdido su casa y su futuro"
La caverna mediática española tardó poco en arremeter contra Maribel
Verdú por aquellas declaraciones argumentando que en otro tiempo ella
había anunciado hipotecas
. Un par de meses después de aquella polémica,
con un país inmerso en el drama de los desahucios que han intensificado
el enfrentamiento entre el Gobierno del Partido Popular y la oposición
socialista, enfrascada mientras hablábamos en un intento fallido de
incorporar en el Congreso la iniciativa de la Junta de Andalucía sobre
la expropiación temporal a los bancos de viviendas que van a ser objeto
de un desahucio cuando las familias afectadas estén en riesgo de
exclusión social, la actriz sigue manteniendo hoy lo que pensó al leer y
escuchar los zarpazos en su contra: volvería a hacer lo que hizo.
“Antes de la gala de los Goya estaban todo el rato metiéndonos mucha
caña para que habláramos del
21% de IVA en cultura.
La cultura y la educación son fundamentales en un país, pero creo que
es más fundamental tener casa y dónde vivir.
Me daba miedo de que nos
mirásemos el ombligo. A mí me salió aquello.
Salvo EL PAÍS, nadie
recordó que lo que dije era una frase de la película de Costa-Gavras.
Era también una manera de decir que aquí también está el cine.
Lo
volvería a hacer, a pesar de la que me cayó. Es verdad que anuncié
hipotecas, pero fue hace siete años. Ahora mismo no se me ocurriría
hacerlo.
Y por cierto, todos tenemos casa gracias a las hipotecas; otra
cosa es lo que hayan hecho con ellas”.
Maribel suelta palabras a toda pastilla. No deja espacios en blanco
entre pregunta y respuesta. Toca con naturalidad y cercanía al
interlocutor y agarra su brazo para apuntalar pensamientos. Tiene los
reflejos a flor de piel y el verbo
espídico, a pesar de haberse zampado un
lexatín antes de llegar. “Amo la química y ahora estoy tranquilísima. Con un
lexatín de uno y medio, ningún problema. ¡Como si me tomo dos
tranquimazines! Me puedo poner ahora mismo a bailar durante siete horas”.
Los agobios por los preparativos de un inminente viaje a Panamá,
donde iba a proyectarse Blancanieves, la traían un poco de los nervios
aquella soleada mañana de abril. Con los ojos parapetados tras unas
gafas de sol, la prominente y perfecta dentadura sobresalía entre sus
afilados rasgos mientras hablaba.
Y fue empezar a comentar las protestas
ciudadanas y escraches de estos días y olvidarse de todo lo que le
agobiaba para certificar “el hartazgo de la gente, que lo único que
quiere es no quedarse sin casa por culpa de un sistema que ellos no
tienen poder para cambiar. Tienen que escucharles, lo peor de esta vida
es ser un paria.
Mientras no haya violencia, apoyo todo tipo de
protestas”.
–¿Participaría usted en un escrache?
–No me lo he planteado.
–¿Cómo reaccionaría si le hicieran a usted un escrache?
–No quiero ni pensarlo. Ahora mismo no me apetece pensar en eso.
Para quien sí guardaba pensamientos aquel día era para el
recientemente fallecido Bigas Luna.
Ella tuvo ocasión de actuar bajo sus
órdenes en la película
Huevos de oro, donde el cineasta
barcelonés esbozaba un visionario retrato de la España hortera del
pelotazo inmobiliario y en la que la actriz gritaba aquello de
“¡¡¡Miamiiiii!!!” en una genial escena digna del mejor Fellini con la
cabeza de Javier Bardem bajo su entrepierna. “Bigas era el director que
más y mejor amaba a las actrices.
Con él se ha ido una personalidad
única. Por su manera de vivir, de compartir cada placer sencillo…
Yo
tuve la suerte de descubrirle un sitio de cocidos en la provincia de
Alicante durante el rodaje de
Huevos de oro, al que íbamos cada domingo al terminar de grabar. Es cierto lo que dicen de él: era un disfrutón”.
Siempre hago todo con intensidad. Soy de las que arriesgan y se tiran a la piscina"
Bien con consagrados como Bigas Luna o bajo la batuta de noveles como Paula Ortiz en
De tu ventana a la mía,
Verdú nunca ha mostrado reparos en desnudarse en cuerpo y alma en
pantalla ni en lanzarse a proyectos arriesgados
. Haber trabajado con
Coppola –“en un rodaje tremendamente duro tras el que todo era bastante
sufrimiento al ver el resultado, porque nunca había hecho una película
en inglés y me costaba verme así”– no le ha hecho perder la cabeza por
Hollywood ni esquivar osadías como convertirse en madrastra muda y en
blanco y negro para la
Blancanieves de Pablo Berger. “Siempre
hago todo con mucha intensidad. Soy de las que arriesgo y me tiro a la
piscina absolutamente en manos de un director”.
Eso sí, el tren de
Hollywood ha pasado varias veces por su puerta y siempre dijo “no”.
“Ahora sí me arrepiento de cosas que debería haber hecho.
Hoy lo miraría
todo de otra manera
. Siempre decía: ‘Yo aquí, yo aquí, en España’.
Me
pesó la comodidad de estar en mi país, pero hoy me lo pensaría tres
veces antes de rechazar un proyecto”.
La pregunta es si obras cinematográficas tan celebradas como las
concurrentes a la última edición de los Premios Goya podrán seguir
viendo la luz entre recortes varios y el
ivazo a la cultura del
21% decretado por el Gobierno del Partido Popular.
La actriz parece
tener los pies en el suelo y es consciente de la fortuna de haber podido
formar parte de algunos de los últimos proyectos previos a los recortes
y subidas de tasas culturales, como
Blancanieves y la próxima película de Gracia Querejeta,
15 años y un día,
presentada en el Festival de Cine de Málaga y donde Verdú interpreta a
la madre de un chaval con la adolescencia a flor de piel. “Al cine le
afecta todo esto de los recortes, pero es que al teatro también le
afecta muchísimo. ¿Qué va a pasar? Pues lo mismo que en otras
profesiones: gente sin poder trabajar y ganando miserias para intentar
salir adelante.
Para mí la putada es que no sé hacer otra cosa.
Y cuando
eres quien eres, tampoco te puedes poner a hacer algo que no tenga nada
que ver con esto”.
Ella vivió ya su propia travesía del desierto.
En la treintena, tras el pelotazo de
Y tú mamá también.
Y a pesar de los últimos éxitos que apuntalan su carrera, es consciente
de que la suerte de un actor cambia de la noche a la mañana, cuando
menos se lo espera.
“Ya estuve dos años y medio sin rodar una peli y sé
que puede volver a pasar.
Me dejo llevar. Y no lucho contra cosas que sé
que no se pueden cambiar de repente. Ahora no tengo proyectos que poder
contarte. Está todo muy parado. Quiero seguir trabajando en esto, pero
no sé hasta qué punto será posible”.
Para encarar el futuro con cierto
optimismo siempre podrá echar mano del recuerdo de aquello que le decía
el gran Rafael Azcona: “Niña, tú no dejarás de trabajar nunca”.
Hoy encara con esplendor la madurez. Le gusta lo que ve cuando se
mira al espejo y la sesión de fotos da fe de ello
. Pero por encima de
todo, lo que más le gusta es su forma de ser, “algo que pesa más ante la
cámara que cualquier físico”.
Con su marido, el productor Pedro Larrañaga, comparte una
irrefrenable pasión por el teatro. Él producirá, bajo dirección de José
María Pou, una nueva versión de la obra de este último
Los hijos de Kennedy,
que se estrena en otoño conmemorando el 50º aniversario de la muerte de
John F. Kennedy y en la que Verdú será Marilyn, “la puta”.
Llegados a este punto, teniendo en cuenta que son ya casi tres lustros los que esta exitosa
milf
(como a sí misma se considera) lleva casada con su esposo, resultó
imposible resistir la tentación de preguntarle por el secreto del
matrimonio.
Y antes de que la actriz comenzara a posar como una diosa de
nuestro tiempo, esta fue su respuesta
: “Llevo 14 años de felicidad con
mi chico y estoy más enamorada de él que nunca. Hay muchas cosas que lo
hacen posible.
La primera, el respeto. Además, nos admiramos
profundamente. Por otra parte, yo me lo tengo que pasar muy bien con mi
pareja y me tengo que reír mucho…
Y luego no hay que olvidar algo
importantísimo: el sexo.
Pero, vamos, a saco. Fundamental”.