Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 jun 2013

Elogio de la literatura


MARIANA ELIANO

Parecen lo mismo, pero no lo son.
No es lo mismo tragar agua que beber una copa de buen vino, no es lo mismo engullir una hamburguesa que paladear despacio un morteruelo hecho a mano, no es lo mismo pasar cinco minutos en una cabina de rayos UVA que disfrutar de una tarde de pereza en una playa desierta.
 No es lo mismo.
Un año más, comienza la Feria del Libro de Madrid. Lo que siempre ha sido difícil, este año parece insuperable.
 El empobrecimiento de las clases medias, vivero tradicional de los buenos lectores españoles; la asquerosa competencia de los piratas que campan a sus anchas en la impunidad que les ha garantizado la cobardía de sucesivos Gobiernos; la depresión general que induce a la gente a no salir de casa, a no gastar, a guardar sus pocas reservas por si les toca el próximo ERE…
 Siempre ha sido difícil, pero esa es también la buena noticia. Si ­hemos salido de otras, saldremos de esta, y un libro puede ser la mejor munición, una sólida trinchera donde resistir. Por eso es importante aclarar que no todos los libros son iguales.
Todo el mundo tiene derecho a escribir, a publicar lo que escribe
. Desde luego, pues no faltaría más. 
 Todo el mundo tiene derecho a planear una historia, a contarla con palabras y a decir que ha escrito una novela. 
Por supuesto que también, nadie puede arrogarse el título de juez supremo que decide qué es una novela y qué no lo es. Pero existe un plano más profundo, una vocación que desafía a las etiquetas y subyace bajo las estrategias de marketing de las editoriales
. Una ambición, una pasión, un oficio. La voluntad de mirar el mundo y contarlo desde la propia mirada. La necesidad de formular preguntas sin buscar ni ofrecer respuestas. La aventura de inventar una isla desierta, un minúsculo punto capaz de modificar los mapas conocidos para invocar el amoroso naufragio de los lectores. Y eso, sólo eso, es ser novelista.
No se dejen engañar. No caigan en la trampa de lo que parece igual pero es distinto”
Hablo de mis semejantes, mis hermanos.
 Exigentes, perfeccionistas, obsesivos, capaces de dejarse arrebatar por una ficción originada en ellos mismos, de vivir dentro y fuera de su propia vida durante años, persiguiendo una imagen, una idea, el exacto significado de una palabra. 
No salen en la televisión, no son famosos, no tienen más presencia pública que las fotos de las solapas de sus libros. Pero son los guardianes del tesoro, los depositarios de una herencia ancestral, los héroes de estos tiempos de chichinabo, donde cada día más necios confunden valor y precio.
 Y encima, tienen que aguantar que tantos famosos de medio pelo, periodistas, estrellas de la televisión, seudoaristócratas y demás aparezcan en los telediarios exhibiendo esos libros que, dicen ellos, son sus novelas.
No se dejen engañar, escojan la literatura.
 Atrévanse a dejarse seducir por los autores que se juegan la vida en lo que escriben, acepten esa apuesta preciosa, solemne, y no caigan en la trampa de lo que parece igual pero es distinto
. Este año tengo la suerte de poder recomendar con el corazón en la mano, sin trampa ni cartón, tres novelas escritas por mujeres. Nada se opone a la noche, de Delphine du Vigan; Las poseídas, de Betina González; Daniela Astor y la caja negra, de Marta Sanz. Tres miradas diferentes, desde París, desde Buenos Aires, desde Madrid, sobre el universo de las mujeres erróneas, esas que nunca acertamos a ser lo que se espera de nosotras.
 Tres desgarradores relatos sobre la amistad, la relación entre madres e hijas, y la confusión compartida, amores dolorosos, muy diferentes entre sí, pero capaces de inspirar libros espléndidos.
No olvidemos a los hombres. Insisto en Lobisón, de Ginés Sánchez, una asombrosa historia de hombres-lobo situada en la España contemporánea, una primera novela valiente, conmovedora, originalísima. Intemperie, la ópera prima de Jesús Carrasco, ha logrado la proeza de dar que hablar en un territorio, el de la información cultural de ahora mismo, tan hostil como el escenario donde sitúa a su desvalido protagonista. Tenemos además la ocasión de celebrar el retorno a la narrativa de un escritor extraordinario, Felipe Benítez Reyes, que acaba de publicar un excelente libro de relatos, Cada cual y lo extraño.
La literatura es el sudario que la reina Penélope teje de día y desteje de noche desde hace muchos siglos. Desde que ella ideó esa estratagema, mucho antes de que se inventara la televisión, muchos hombres y mujeres han consagrado sus vidas a continuar su labor, tejiendo y destejiendo un relato universal, imprescindible.
Ese tejido está ahora en sus manos.
Por favor, no corten los hilos.

Sentimientos que dañan el alma

La culpa, la envidia, la inseguridad... forman parte de nuestra evolución

Lo inteligente es saber dosificarlos para que cumplan su función y no dejar que nos bloqueen

La envidia hace sufrir, hay que reconocer tenerla para poder llegar a vencerla.

 

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Ilustración de Javier Olivares

Si les pidiera que contestaran a la pregunta: ¿cuál es su misión en la vida?
Seguramente no me darían una sola respuesta, sino muchas.
Todas las personas tienen objetivos diferentes relacionados con su vida familiar, personal, social y laboral. Pero hay un deseo que nos une a todos, y ese es el de ser feliz.
 Todos anhelamos equilibrio interior, paz y tranquilidad.
El bienestar no viene genéticamente predeterminado, sino que se busca, se entrena.
 Las personas se rodean de circunstancias, de otros compañeros de viaje y de momentos que les aportan felicidad, buscan la seguridad y tratan de desprenderse de todo lo que les incomoda y provoca dolor
. De hecho, vivimos en la era de la felicidad.
 Se cultiva y practica una filosofía dirigida a cuidarse y mimarse, y muchas personas dejan de salir de su zona de confort para evitar enfrentarse a sus miedos y no sentir la incomodidad del sufrimiento
. Pero la envidia, la culpa, el remordimiento, la inseguridad, la frustración, la vergüenza…todos esos sentimientos forman parte nuestra evolución.
 Lo inteligente es saber dosificarlos para que cumplan con su función y no dejar que nos bloqueen.
Hay un remedio para las culpas, reconocerlas” (Franz Grillparzer)
Todo tiene su razón de ser y una explicación lógica. Los sentimientos negativos funcionan como un termómetro, nos indican que algo no funciona y se manifiestan a través del malestar.
 Pero tienen su parte positiva: educan, permiten evolucionar y generan aprendizaje. ¿Si no sintiera culpa, cómo sabría que ha herido a alguien?
Si no sintiera frustración, igual no le daría valor al esfuerzo cuando consigue su objetivo. ¿Y qué me dice de la inseguridad?…
También tiene un sentido evolutivo, le protege de las amenazas, aunque muchas de ellas no sean tan aterradoras como imagina.
 Ahora, deje espacio a sus sentimientos y, cuando estime que han convivido con usted el tiempo suficiente, ábrales la puerta y déjeles marchar.
Siente envidia porque anhela aquello que desea y que sí tienen otras personas.
 Siente envidia porque valora el mundo como un lugar injusto en el que usted no está ni tiene lo que desearía. Una de dos, o acepta su realidad o se implica en modificarla.
 Pero sufrir sin invertir tiempo y esfuerzo, no.
Para abrir la puerta de salida a la envidia:

Trampas y miedos

ilustración de Javier Olivares
LA PELÍCULA
– ‘Revolutionary road’, de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Culpa, reproches, miedos…
UN LIBRO
– ‘La trampa de la felicidad’, de Russ Harris. Editorial Planeta.
UNA CANCIÓN
– ‘Irremediablemente, celos’, de Antonio Orozco.
Reconozca su sentimiento. La envidia es un sentimiento que, además de hacerle sufrir, es feo
. Dígase a sí mismo: “Tengo envidia”. Si no lo hace, siempre tratará de justificar su malestar, pero no llegará a vencerlo.
Analice por qué. Esfuércese y acepte lo no controlable
. Las personas suelen tener envidia porque perciben una situación como injusta.
 Los motivos por los que no tiene aquello por lo que suspira (tipo, inteligencia, dinero, poder…) pueden ser muy variados, pero sean los que sean tiene dos opciones: la primera, implicarse y trabajar en lo que dependa de usted para conseguirlo, la segunda, aceptar lo que no puede gestionar.
Si es de los “envidiosos buenos”, compórtese como si no tuviera envidia.
 Pregunte a su amigo qué tal le va en ese trabajo en el que está triunfando y escuchele; dígale a su amiga que la ve más delgada y esbelta, alégrese de forma sincera por el viaje de vacaciones que va a hacer esa pareja de conocidos o familiares.
Y refuércese por haber superado una situación difícil
. Dígase a sí mismo: “Ves, lo haces muy bien, ahora te sientes mejor por haberte interesado por ellos”.
Céntrese en usted mismo. El valor no está en la comparación, sino en su propio yo.
Plantéese un objetivo y piense en qué medida puede involucrarse para alcanzarlo.
A veces pierde más tiempo criticando, desprestigiando y deseando lo de otros que invirtiéndolo en su mejora. Esa energía sería muy productiva si la gastara en evolucionar.
Pida perdón para vencer a la culpa y el remordimiento. Usted siente culpa cuando sabe que ha herido a otra persona, con intención o sin ella.
 Ver que otro sufre por algún comportamiento que ha tenido le hace sentir mal. Ese malestar es el motor que le lleva a reflexionar para que la próxima vez tenga más cuidado.
 Gracias a esta sensación incómoda conseguimos aprender.
 Si cada vez que hiriésemos a alguien no sintiéramos ese dolor, estaríamos hablando de una persona sin empatía, incapaz de ponerse en el lugar de otros, y esto le dificultaría mucho sus relaciones sociales.
Nadie quiere convivir, ni trabajar, ni tener como amigo a una persona que hace daño y que no es consciente del mismo.
Pero sentir culpa no significa que tenga que machacarse toda la vida
. La culpa le permite pensar qué haría de forma diferente la próxima vez, y a partir de ahí, borrón y cuenta nueva.
 Siga estos pasos para deshacerse de su malestar.
Pida perdón de forma sincera. Pero no lo haga de forma cobarde, no utilice el whatsapp, dé la cara. Pronuncie el nombre de la persona y acompáñelo diciendo que lo siente y por qué.
Repare el daño. Pedir perdón es el primer paso, el segundo es tener un detalle
. Si ha roto algo, repárelo; si ha sido borde, tenga el gesto de llevar unos bombones, si no ha sido atento con algo que era importante para esa persona, mande un correo, una canción o algo gracioso que haga sentir especial a la persona herida.
“El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”
(Tito Livio)
Sea el de siempre. Haberse equivo­­cado una vez no le obliga a convertirse en alguien sumiso con esa persona, como si tuviera que estar avergonzado toda la vida.
Todos cometemos errores
. Si el desliz entra dentro de lo razonable y, sobre todo, si no ha tenido una mala intención, tendría que poder perdonarse.
 El rencor y la soberbia de las personas heridas a veces superan su buena intención. Cuando haya hecho todo lo que podía, deje que la otra persona tenga su tiempo.
 Y si le parece excesivo, decida cómo comportarse usted a partir de ahora con esa persona que no tiene capacidad para perdonar y cerrar heridas.
Enfréntese con valentía a su inseguridad y su vergüenza.
La inseguridad, la vergüenza y el miedo son sentimientos y reacciones del cuerpo y de la mente ante lo que usted interpreta como una amenaza
. Siente inseguridad cuando no controla el ambiente, cuando lo que le rodea no es predecible.
 Siente vergüenza cuando percibe la posibilidad de no estar a la altura, de perder, cuando las expectativas le superan.
 Y el miedo se apodera de usted pensando que puede pasarlo mal, puede contagiarse, darle un infarto, perder el trabajo o ser rechazado por esa persona que le atrae.
 ¡Qué más da el miedo que sienta! El verdadero peligro es dejar escapar las oportunidades, no luchar por ellas, porque ahí es donde está la derrota.
Aprenda a convivir con el fracaso y con las emociones negativas, forman parte de la evolución y de la vida. ¿Alguna vez le dijo alguien que esto sería fácil? Cometer errores, ser criticado, sufrir… es parte del camino. Coexis­­ten con la felicidad, la recompensa y el orgullo.
“La felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante”
(Antonio Gala)
Si quiere conseguir salir de su zona confortable:
Busque un motivo. Seguro que lo tiene. Póngalo ahora por escrito, en grande y en un lugar visible.
No piense que puede fallar y centre su atención solo en lo que desea hacer y cómo. Describa su plan de actuación.
Es válido, bueno y fuerte. Tiene ejem­­plos en su vida que lo demuestran. ¿Qué tiene en la cabeza, lo que le debilita o sus fortalezas? Son sus puntos fuertes los que debe potenciar, no los que restan.
Pensar en el éxito. ¿Qué hace pensando en lo que puede fracasar o en lo que no desea que ocurra? ¡Menudo gasto de energía inútil!
 El tiempo es limitado, inviértalo en pensar en lo que ¡sí! desea que pase. Prepárese con la palabra y con el pensamiento para conseguirlo. Repítase: “¡Yo puedo! ¡Estoy preparado! ¡Me lo he trabajado!”.
No a las emociones negativas. No es el único que las tiene, las tenemos todos, pero muchos de nosotros hemos decidido dejar de escucharlas.
 Es lo que nos diferencia. Su vida no es más difícil, ni tiene menos suerte que otros. Solo que los otros, en lugar de escuchar el peligro, lo valoran, y luego deciden enfrentarse a él.
 No se trata de ser temerario, solo valiente.
Actúe. Los cinco puntos anteriores son geniales solo si los pone en marcha. Los propósitos solo tienen sentido si se materializan.
“Solamente aquellos espíritus verdaderamente valerosos saben la manera de perdonar”
(Laurence Sterne)
Los sentimientos negativos le permiten ver el mundo desde otro punto de vista, pero no significa que le tengan que paralizar. Analice y saque una lectura positiva de su emoción y de su presencia
. Aproveche lo que le pueden aportar y, luego, desármelos.
Hay muchas personas con miedo a ser felices
. Hacen extrañas deducciones, como que si se entregan al placer recibirán un castigo.
 Cuando cometen un error se lo reprochan una eternidad, para tomar consciencia del tremendismo de lo que han hecho. Ser sufrido, negativo, sumiso… no es la pócima de la felicidad.
 Nadie le va a recompensar en otra vida por haber sufrido en esta de forma gratuita
. Atrévase a ser feliz y a tener recuerdos de esos que vale la pena almacenar.

Maribel Verdú: el lujo de la madurez

Se mojó en la última gala de los premios Goya y le llovieron rancias críticas por aquello. Pero volvería a hacerlo.

Maribel Verdú lleva vestido joya de alta costura de Zuhair Murad. / Fotografía de NICO. Estilismo de JUAN CEBRIÁN
"Estoy como Dios”.
A ver quién es el guapo que le lleva la contraria. Maribel Verdú tiene razón.
 Está como Dios. Fumando uno de sus finísimos cigarrillos al primer sol de abril.
 Recostada sobre un sillón estilo Luis XVI plantado en el jardín de un distinguido palacete a las afueras de Madrid que sirve de escenario para una sesión de fotos propiciada por su papel como embajadora de Rochas
. El translúcido vestidito que lleva para la ocasión permite contemplar en todo su esplendor las piernas que han seducido a varias generaciones de españoles… ¡y vaya si lo siguen haciendo!
 Ajena al trasteo a su alrededor de ayudantes de fotografía, operarios y estilistas, da un golpe de melena al viento y ratifica: “¡Es que estoy como Dios ahora mismo!”.
Quizá ella sea también una diosa de nuestro tiempo.
 Con el debido respeto, es un pibón que conoce al dedillo todas sus armas para seducir al personal y comerse a la cámara.
 Lleva haciéndolo en el cine desde que era una niña. Y ahora que es una mujer de bandera cerca de cumplir cuarenta y tres, sigue resultando imposible apartar la mirada de ella.
Con la misma naturalidad con la que se levanta la blusa para enseñar su tatuaje de pingüinos en el abdomen izquierdo confesaba antes de sentarse en este butacón afrancesado cómo se siente hoy con su cuerpo. “Noto que para las generaciones más jóvenes soy una milf [acrónimo de mothers I’d like to fuck, que viene a ser algo así como madres con las que uno se pegaría un revolcón].
Ahora tenemos bastante éxito. Lo sabes, ¿verdad? Las milf estamos triunfando [estruendosa carcajada]. Luego pasaré a mature. Ellas también tienen mucho éxito…”.
Para las generaciones más jóvenes soy una 'milf'. Luego pasaré a 'mature'. Ellas también tienen éxito"
–¿Se sigue considerando un icono sexual del cine?
–Ni de coña. Es verdad que lo fui, porque éramos una generación… Emma [Suárez], Aitana [Sánchez-Gijón], Ariadna [Gil]… ¡Acuérdate de aquellas cuatro que salimos a la vez! Yo me recuerdo en Playboy, un año y otro, como la más deseada.
Todo tiene su tiempo, ahora no me gustaría estar ahí.
 Pero seguir gustando y seguir poniendo es algo que a las mujeres nos gusta, ¡qué coño!
–¿Se ve más guapa hoy que hace veinte años?
–¡Ay! Yo sí. Siento que tengo una madurez y una mirada más enjuta que me parece más interesante. No me cambio ni de coña a como era hace veinte años.
–¿Sigue siendo reacia al bisturí?
Pamela y vestido de Saint Laurent por Hedi Slimane. / Fotografía de Nico. Estilismo de Juan Cebrián
–Ya no voy a decir eso… Hace cuatro años, ni muerta
. Pero ahora me callo. Me dan terror las agujas, si no fuera por ellas me habría hecho de todo. Pero a lo mejor dentro de un tiempo las agujas ya no existen y todo es con roll-ones… Lo que me parece tremendo es que se haga por presión, por tener que estar estupenda como si fueras Elsa Pataky.
Pues no, hay diez o veinte años de diferencia.
Pasada la etapa milf y llegado el momento mature, caben muchas posibilidades de que Verdú siga levantando pasiones. Parece imposible imaginar otro desenlace para esta madrileña que perdió la virginidad en la gran pantalla a los catorce, mucho antes que en la vida real. Maribel fue la Lolita del cine español desde los tiempos de El año de las luces (1986), La estanquera de Vallecas (1987) Amantes (1991), Belle époque (1992)…
 La adolescente que conquistó a directores como Vicente Aranda, Fernando Trueba, Eloy de la Iglesia, Montxo Armendáriz… La treintañera convertida en imán para cineastas internacionales de la talla de Alfonso Cuarón en Y tú mamá también, Guillermo del Toro en El laberinto del Fauno y el pope Francis Ford Coppola en Tetro
La mujer de madurez exuberante que ha bordado, entre muchos otros, el papel de doliente esposa de un republicano acechado por el fascismo en Los girasoles ciegos y de la ya inolvidable madrastra de la Blancanieves de Pablo Berger. Pero también es la ganadora del Premio Nacional de Cine y plusmarquista de nominaciones a los Premios Goya, en cuya última gala el pasado 17 de febrero subió a recoger el galardón a la mejor actriz por Blancanieves y pronunció en su discurso de agradecimiento una dedicatoria inspirada en los diálogos del filme El capital, de Costa-Gavras, “a la gente que ha perdido su casa, su futuro e incluso la vida por un sistema corrupto y obsoleto que permite robar a los pobres y dárselo a los ricos”.
A pesar de la que me cayó, volvería a dedicar el premio Goya a la gente que ha perdido su casa y su futuro"
La caverna mediática española tardó poco en arremeter contra Maribel Verdú por aquellas declaraciones argumentando que en otro tiempo ella había anunciado hipotecas
. Un par de meses después de aquella polémica, con un país inmerso en el drama de los desahucios que han intensificado el enfrentamiento entre el Gobierno del Partido Popular y la oposición socialista, enfrascada mientras hablábamos en un intento fallido de incorporar en el Congreso la iniciativa de la Junta de Andalucía sobre la expropiación temporal a los bancos de viviendas que van a ser objeto de un desahucio cuando las familias afectadas estén en riesgo de exclusión social, la actriz sigue manteniendo hoy lo que pensó al leer y escuchar los zarpazos en su contra: volvería a hacer lo que hizo.
 “Antes de la gala de los Goya estaban todo el rato metiéndonos mucha caña para que habláramos del 21% de IVA en cultura.
La cultura y la educación son fundamentales en un país, pero creo que es más fundamental tener casa y dónde vivir.
Me daba miedo de que nos mirásemos el ombligo. A mí me salió aquello.
 Salvo EL PAÍS, nadie recordó que lo que dije era una frase de la película de Costa-Gavras.
 Era también una manera de decir que aquí también está el cine.
Lo volvería a hacer, a pesar de la que me cayó. Es verdad que anuncié hipotecas, pero fue hace siete años. Ahora mismo no se me ocurriría hacerlo.
 Y por cierto, todos tenemos casa gracias a las hipotecas; otra cosa es lo que hayan hecho con ellas”.
Maribel suelta palabras a toda pastilla. No deja espacios en blanco entre pregunta y respuesta. Toca con naturalidad y cercanía al interlocutor y agarra su brazo para apuntalar pensamientos. Tiene los reflejos a flor de piel y el verbo espídico, a pesar de haberse zampado un lexatín antes de llegar. “Amo la química y ahora estoy tranquilísima. Con un lexatín de uno y medio, ningún problema. ¡Como si me tomo dos tranquimazines! Me puedo poner ahora mismo a bailar durante siete horas”.
Los agobios por los preparativos de un inminente viaje a Panamá, donde iba a proyectarse Blancanieves, la traían un poco de los nervios aquella soleada mañana de abril. Con los ojos parapetados tras unas gafas de sol, la prominente y perfecta dentadura sobresalía entre sus afilados rasgos mientras hablaba.
Y fue empezar a comentar las protestas ciudadanas y escraches de estos días y olvidarse de todo lo que le agobiaba para certificar “el hartazgo de la gente, que lo único que quiere es no quedarse sin casa por culpa de un sistema que ellos no tienen poder para cambiar. Tienen que escucharles, lo peor de esta vida es ser un paria.
 Mientras no haya violencia, apoyo todo tipo de protestas”.
–¿Participaría usted en un escrache?
–No me lo he planteado.
–¿Cómo reaccionaría si le hicieran a usted un escrache?
–No quiero ni pensarlo. Ahora mismo no me apetece pensar en eso.
Para quien sí guardaba pensamientos aquel día era para el recientemente fallecido Bigas Luna.
 Ella tuvo ocasión de actuar bajo sus órdenes en la película Huevos de oro, donde el cineasta barcelonés esbozaba un visionario retrato de la España hortera del pelotazo inmobiliario y en la que la actriz gritaba aquello de “¡¡¡Miamiiiii!!!” en una genial escena digna del mejor Fellini con la cabeza de Javier Bardem bajo su entrepierna. “Bigas era el director que más y mejor amaba a las actrices.
 Con él se ha ido una personalidad única. Por su manera de vivir, de compartir cada placer sencillo…
Yo tuve la suerte de descubrirle un sitio de cocidos en la provincia de Alicante durante el rodaje de Huevos de oro, al que íbamos cada domingo al terminar de grabar. Es cierto lo que dicen de él: era un disfrutón”.
Siempre hago todo con intensidad. Soy de las que arriesgan y se tiran a la piscina"
Bien con consagrados como Bigas Luna o bajo la batuta de noveles como Paula Ortiz en De tu ventana a la mía, Verdú nunca ha mostrado reparos en desnudarse en cuerpo y alma en pantalla ni en lanzarse a proyectos arriesgados
. Haber trabajado con Coppola –“en un rodaje tremendamente duro tras el que todo era bastante sufrimiento al ver el resultado, porque nunca había hecho una película en inglés y me costaba verme así”– no le ha hecho perder la cabeza por Hollywood ni esquivar osadías como convertirse en madrastra muda y en blanco y negro para la Blancanieves de Pablo Berger. “Siempre hago todo con mucha intensidad. Soy de las que arriesgo y me tiro a la piscina absolutamente en manos de un director”.
Eso sí, el tren de Hollywood ha pasado varias veces por su puerta y siempre dijo “no”. “Ahora sí me arrepiento de cosas que debería haber hecho.
 Hoy lo miraría todo de otra manera
. Siempre decía: ‘Yo aquí, yo aquí, en España’.
 Me pesó la comodidad de estar en mi país, pero hoy me lo pensaría tres veces antes de rechazar un proyecto”.
La pregunta es si obras cinematográficas tan celebradas como las concurrentes a la última edición de los Premios Goya podrán seguir viendo la luz entre recortes varios y el ivazo a la cultura del 21% decretado por el Gobierno del Partido Popular.
 La actriz parece tener los pies en el suelo y es consciente de la fortuna de haber podido formar parte de algunos de los últimos proyectos previos a los recortes y subidas de tasas culturales, como Blancanieves y la próxima película de Gracia Querejeta, 15 años y un día, presentada en el Festival de Cine de Málaga y donde Verdú interpreta a la madre de un chaval con la adolescencia a flor de piel. “Al cine le afecta todo esto de los recortes, pero es que al teatro también le afecta muchísimo. ¿Qué va a pasar? Pues lo mismo que en otras profesiones: gente sin poder trabajar y ganando miserias para intentar salir adelante.
 Para mí la putada es que no sé hacer otra cosa.
 Y cuando eres quien eres, tampoco te puedes poner a hacer algo que no tenga nada que ver con esto”.
Vestido de lunares de Nina Ricci por Peter Copping. / Fotografía de Nico. Estilismo de Juan Cebrián
Ella vivió ya su propia travesía del desierto.
 En la treintena, tras el pelotazo de Y tú mamá también. Y a pesar de los últimos éxitos que apuntalan su carrera, es consciente de que la suerte de un actor cambia de la noche a la mañana, cuando menos se lo espera.
 “Ya estuve dos años y medio sin rodar una peli y sé que puede volver a pasar.
 Me dejo llevar. Y no lucho contra cosas que sé que no se pueden cambiar de repente. Ahora no tengo proyectos que poder contarte. Está todo muy parado. Quiero seguir trabajando en esto, pero no sé hasta qué punto será posible”.
 Para encarar el futuro con cierto optimismo siempre podrá echar mano del recuerdo de aquello que le decía el gran Rafael Azcona: “Niña, tú no dejarás de trabajar nunca”.
Hoy encara con esplendor la madurez. Le gusta lo que ve cuando se mira al espejo y la sesión de fotos da fe de ello
. Pero por encima de todo, lo que más le gusta es su forma de ser, “algo que pesa más ante la cámara que cualquier físico”.
Con su marido, el productor Pedro Larrañaga, comparte una irrefrenable pasión por el teatro. Él producirá, bajo dirección de José María Pou, una nueva versión de la obra de este último Los hijos de Kennedy, que se estrena en otoño conmemorando el 50º aniversario de la muerte de John F. Kennedy y en la que Verdú será Marilyn, “la puta”.
Llegados a este punto, teniendo en cuenta que son ya casi tres lustros los que esta exitosa milf (como a sí misma se considera) lleva casada con su esposo, resultó imposible resistir la tentación de preguntarle por el secreto del matrimonio.
Y antes de que la actriz comenzara a posar como una diosa de nuestro tiempo, esta fue su respuesta
: “Llevo 14 años de felicidad con mi chico y estoy más enamorada de él que nunca. Hay muchas cosas que lo hacen posible.
 La primera, el respeto. Además, nos admiramos profundamente. Por otra parte, yo me lo tengo que pasar muy bien con mi pareja y me tengo que reír mucho…
 Y luego no hay que olvidar algo importantísimo: el sexo.
 Pero, vamos, a saco. Fundamental”.

 

Cuando el sol atraviesa ...............

Cuando el sol atraviesa el níspero desparrama sobre la pared trasera parte de su color --arriba el azul del cielo mirándose en el azul del mar--, y esto está por encima del todo el horror y la miseria del mundo.
Así quizás algún sol de la infancia, a través de las ramas yertas de nuestra vida, nos proyecta con su luz sobre otra parte.
*
Apunté en una hojita el pasar de los pensamientos que no dejan rastro --como  esa tierra sin sombra bajo las nubes que la atraviesan--, y que nos quedamos sin saber si seguimos siendo un poco más o un poco menos, aunque tengo la sensación de que nos quedamos como estamos.
 Doblé la hojita y la introduje en algún bolsillo. Fui a buscarla para ver qué había escrito, y ya no estaba.
*
Los parroquianos del Okay exteriorizan su monólogo interior... Por el alcohol, los porros o la medicación, si no interviene cada uno de esos elementos, el hablar con el otro es una excusa cuando el espacio de un hogar apenas existe.
 La palabra que tiran al rostro apenas se queda en él, pues enseguida se va afuera, se pierde por encima de los contenedores de basura, atraviesa el almendro reseco que se mantiene en la acera de enfrente, se filtra más allá de las colinas en cuyo cresta reverbera el mediodía.
 Y nosotros nos quedamos escuchando, mezclando sus monólogos al aire con el nuestro propio, el mismo temor en el que nos resguardamos mientras contemplamos el paisaje, el mar como si no existiera, las pistas del aeropuerto, los cruceros a la sombra de Montjuïc, y todo para ir descubriendo que compartimos lo mismo, como si realmente estuviéramos conversando abiertamente, ya que de pronto, sin ilación y sin que venga a cuento, se ponen a hablar de la muerte, todos a la vez, de que venga ya la muerte, de que para esto es mejor estar al otro lado, como si más allá del borde de las colinas fuéramos significativos y todo fuera luz en paz e inextinguible.
Del Diario Virtual de Jose Carlos Cataño