Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

19 may 2013

Sobre un adiós

La periodista Maruja Torres deja el diario. La Dirección le había planteado estudiar un tipo de colaboración que no pasaba por mantener la columna de Opinión.

 

En la tarde del jueves, Maruja Torres colgó en Twitter una nota en la que informaba de que “el director de EL PAÍS me ha echado de Opinión y yo me he ido de EL PAÍS. Tantos años... Pero es un alivio”.

Una noticia que aquella misma tarde fue recogida en las redes sociales, cuyos mensajes básicamente eran de apoyo a la periodista y críticos con el diario.
Maruja Torres empezó a colaborar en este diario en 1981 en el suplemento dominical.
 Realizó tareas tanto de reportera como de columnista. Cubrió, entre otros, conflictos como los de Beirut o Panamá, donde fue testigo de la muerte de su compañero fotógrafo Juantxu Rodríguez, que falleció por los disparos de un soldado estadounidense durante la invasión de aquel país en 1989.
El mismo día en que anunció su marcha publicaba en el diario su habitual columna, titulada en esta ocasión Ignominia, que concluía afirmando que “hay más dignidad en la uña del meñique de un desahuciado que en la cúpula que nos aniebla”
.
"No hay giro ideológico alguno en el diario", afirma Javier Moreno
El contrato de la periodista terminaba en junio y hace dos meses se le comunicó que no podría ser renovado en las mismas condiciones
. El director, Javier Moreno, le anticipó entonces por teléfono que quería hacer cambios en Opinión y que necesitaba que dejara de publicar su columna y aplazaron la consideración de alternativas para una futura entrevista.
El jueves, se celebró.
 Ante la posibilidad de estudiar una participación en el diario ajena a Opinión, la periodista declinó la oferta. Según me ha comentado Maruja Torres, no fue una cuestión de dinero, tema que ni se trató.
“Quise mantener mi autonomía”. Al no poder continuar en Opinión decidió no considerar ningún tipo de oferta alternativa “por dignidad”
. Durante la conversación conmigo, Torres comentó que quedan en el diario muchos periodistas a los que aprecia y a los que seguirá leyendo.
A la hora de cerrar esta edición se habían recibido varios mensajes de lectores críticos, entre la decepción y el enfado, con lo sucedido.
María Esmeralda Casado escribe que “me parece indignante que se le proponga negociar ‘nuevas vías’ y eliminarla de Opinión, que es, a mi juicio, donde debe estar y donde tiene muchos lectores, con lo que demuestran una gran falta de sensibilidad hacia la columnista y quienes la leen”
. José Alberto lee con estupor “la noticia de que también se va Maruja Torres. Cada vez quedan menos”. Esther Martín escribe que “hoy me entero de que no volveré a leer a Maruja Torres en EL PAÍS.
 Le ruego transmita a los responsables del periódico mi preocupación, que supongo no será solo mía. (…) Han de saber que un periódico no es una empresa; es mucho más”.
 Y concluye con un “qué lástima”.
Manel San Nicolás lamenta “que estas cosas ocurran en el periódico que presume de ser un referente del progresismo”.
 Luis Baltés expresa su “profunda tristeza ante la noticia que publicaban otros medios de comunicación de la salida de Maruja Torres.
 Mis actuales preferencias en EL PAÍS están localizadas mucho más en columnistas y articulistas que en la información del periódico”, concluye.
 Remedios Madrona manifiesta su decepción ante la noticia de que la periodista abandona el diario.
 “Las frases aceradas, la libertad infinita que le confieren sus muchos años y su tremenda experiencia, las columnas de Maruja Torres en el diario y su Perdonen que no me levante en el suplemento semanal son imprescindibles para mí, al menos mientras ella siga con las mismas ganas de contar lo que siente y lo que ve”.
Un tema reiterado es la convicción, por parte de quienes manifiestan su desacuerdo, particularmente en las redes sociales, de que la decisión está relacionada con declaraciones de la periodista durante la crisis del ERE en este diario.
 Otros lectores, tras conocer la noticia, aventuran que prescindir de esta firma, aunque no compartan siempre sus posiciones o manera de expresarlas, es un indicio de giro ideológico por parte del diario y una pérdida de pluralidad.
He trasladado al director del diario los citados mensajes. Esta es su respuesta: “No hay relación con el ERE ni giro ideológico alguno en el diario. Que un columnista determinado deje de colaborar en el periódico no tiene absolutamente nada que ver con la línea editorial de este, que se expresa en sus editoriales. Y el responsable último de ellos es el director; también es función mía decidir sobre los colaboradores, entre los que siempre se ha procurado que haya diversidad y pluralidad. Las columnas no son propiedad de los que escriben en ellas
. Hay proyectos que se agotan o que resulta necesario cambiar, no es fácil encontrar el equilibrio entre la renovación y la continuidad.
A lo largo de la historia del periódico son muchos los columnistas que han dejado el diario, otros han vuelto después de un periodo de tiempo, otros se han ido incorporando; ninguno de esos cambios ha supuesto una modificación en la línea editorial de EL PAÍS”.
Los espacios de un diario no son propiedad vitalicia de los articulistas del mismo y es facultad del director su gestión.
Con todo, así lo valoran los mensajes recibidos, la pérdida de una firma tan arraigada en este periódico no es una buena noticia.
Siento Tristeza Maruja Torres me ha acompañado desde hace muchos años y creo que dejar que se vaya corresponde a la nueva linea política de ese Periódico. no sé que pensará Cebrián que yo creo que debería ser el 1º en irse.

El gran Gatsby o no hay lugar para el Recuerdo

Cartel 'The Great Gatsby'

Para fans de quimeras y excesos románticos.

Lo mejor: el reencuentro amoroso
Lo peor: que los fans de 'Moulin Rouge' esperen más fuegos artificiales.

El gran Gatsby

Director: Baz Luhrmann Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Carey Mulligan, Isla Fisher, Tobey Maguire, Joel Edgerton, Callan McAuliffe, Gemma Ward País: Australia, USA Año: 2012. Fecha de estreno: 17-05-2013 Género: Drama

Por Sergi Sánchez

Lo más sorprendente de El Gran Gatsby luhrmaniano es su vocación de película literaria. A la manera del David Cronenberg de Cosmópolis (2012), el cineasta australiano ha sido inmensamente fiel al lirismo decadente de la prosa de F. Scott Fitzgerald. La voz en off de Nick Carraway (Tobey Maguire) se incrusta, desde la literalidad, en las imágenes de la Gran Tragedia Americana de este hombre (excelente Leonardo DiCaprio) que se reinventó a sí mismo a la medida de su megalómana medida; que quiso ser más rico que Dios para recuperar a su primer y único amor (Carey Mulligan); y que aprendió a esperar a que la luz verde del otro lado de la costa iluminara su suntuoso Xanadú, su palacio edénico, su triste torre de marfil. Letras y frases de la confesión de Carraway se incrustan en un libro que parece ilustrado por Peter Greenaway, y la palabra conquista la imagen.
La conquista porque Baz Luhrmann necesita demostrar al mundo que es mucho más que un Vincente Minnelli colgado de ácido, o que un Luchino Visconti adicto a los after hours. Y demuestra con creces que, lejos del decorativismo acartonado de la versión que Jack Clayton firmó en 1974 con Robert Redford y Mia Farrow, ha sabido llevar a su terreno la crónica del declive americano que Scott Fitzgerald escribió en los años 30 sin saber que estaba siendo visionario.

Dinero, fiestas y Visconti

A Baz Luhrmann no le interesa demasiado establecer paralelismos entre la dolce vita pre Crack del 29 y el orgasmo de los mercados pre Lehmann Brothers.
 En su cine, todo es superficie, todo nos habla en plano detalle. Al espectador no le costará demasiado percibir la facilidad con que el discurso socioeconómico de El Gran Gatsby se proyecta en la contemporaneidad.
 La primera parte de la película es una fiesta eterna bañada en Veuve Clicquot, una orgiástica y condensada reformulación de la escena del baile de El Gatopardo (Luchino Visconti, 1963) a ritmo hip-hopero.

Aprender a calmarse

Parece que Luhrmann, el rey de la intertextualidad, el kistch y el anacronismo, estilista que hace de la vulgaridad una radical forma de refinamiento, está dispuesto a repetir la operación estética de Moulin Rouge (2001) hasta que llega el primer encuentro entre Gatsby y Daisy.
 En esta hermosa secuencia, que revisita la escena de la pecera de Romeo + Julieta de William Shakespeare (1996), la película aprende a calmarse y atender a lo que le importa: el amor postergado y sublimado, los obstáculos que el destino coloca entre los amantes, el orgullo de clase como veneno mortal para la pasión verdadera. Nada que no le hubiera gustado escribir a Shakespeare, nada que el propio Jay Gatsby no hubiera suscrito con una sonrisa tensa y un brindis maníaco.


Pero.....no da con el producto adecuado, al margen de Leonardo Dicaprio que se mete en su papel y demuestra una vez más que es un excelente actor todo parece de cartón dibujado con purpurina.
Apenas recuerdo a Roberrt Redford que a paratir de ahí fue Gastby toda su vida, dificil de entenderlo, Mia Farrow estaba mucho mejor de Daisy que esta sosa y fea que han puesto, dificil de creer que Dicaprio pasara su vida pensando en ella.
No sé que diría Scot Fitgerald si la viese.

18 may 2013

Letizia no se corta

Resulta que estaba la princesa reportera inaugurando un seminario de lengua y periodismo en San Millán de la Cogolla, y la lió parda precisamente por llamar a las cosas por su nombre.

 

La princesa Letizia el pasado jueves, en el seminario "Lenguaje y periodismo". / getty

Hoy estoy de capa caída. Y ojalá fuera solo eso lo que me cuelga. Vengo de probarme el biquini del anuncio de Beyoncé para H&M y casi no lo cuento. Sí hombre, ese de 4,95 euros que está en todas las marquesinas con el consiguiente peligro público, no sé cómo la directora de Tráfico no los retira. Soy yo, hetero irredenta, y el otro día casi me como una rotonda como Tamara Falcó en sus buenos tiempos de la impresión que me dio ver semejante Venus de ébano. Qué mujerón, my godness. Yo que Ana Mato, presunta ministra del ramo, prohibía la campaña.
 Eso es violencia estructural contra el resto del mujerío y no la que se ha inventado Gallardón para abolir el aborto libre por sus santas gónadas y las de Rouco Varela. La diva no es que nos maltrate, es que nos fulmina, y no solo con la mirada. Total, que el antedicho dos piezas, sin ese cuerpazo debajo, es lo que es: un pingo de lycra barata.
Y servidora, lo que siempre ha sido: la Venus de Willendorf. Así que aquí me tienes, haciendo abductores hasta que pueda partir nueces con los muslos como la Knowles.
La que me dejó abducida el jueves fue Letizia
. Como que casi no lo cuento, yo, que no callo ni debajo del agua.
 Pero te lo narro, que luego me acusa mi becario de falta de relato, como Feijoo a Rajoy, cría cuervos. Resulta que estaba la princesa reportera inaugurando un seminario de lengua y periodismo en San Millán de la Cogolla, y la lió parda precisamente por llamar a las cosas por su nombre.
 “No es lo mismo decir ayudas que rescate, recesión por crecimiento negativo, o reestructuración en vez de recortes”, soltó por esa boca Su Alteza delante del presidente popular de La Rioja. Toma anatema, colega. Las mismas palabras tabú que lleva evitando todo el peperismo como la cruz el vampiro desde principios de legislatura, perfectamente vocalizadas por la voz de telediario de la heredera consorte. Ni Ana Pastor en sus mejores tiempos de martillo pilón de poderosos, les había metido tanto el dedo en el ojo. De Ana Blanco ni hablamos, pobre, que se la ve descompuestita perdida desde que Somoano la tiene dando noticias de novenas contra el paro y chicas que van por ahí provocando.
Provocar no sé, pero de un tiempo a esta parte, Letizia no se corta un pelo. Así lo lleva, casi por la cintura como la Pantoja, que digo yo que, pasados los 40, o eres Beyoncé, o con media melenita estás más mona. Pero ella no. Ella no se arruga, será por bótox. Ni para ponerse por montera un penacho de corista en la coronación de Máxima, ni para darse un garbeo por las rebajas, ni para presentarse con su escolta en los conciertos más indies del reino. Que va a su bola, vamos. Y yo la entiendo. Soy yo, pobre plebeya, y a veces, por no verle el careto ni a maridos ni a niños ni a jefes ni a suegras, me tiro a la calle sola para no tirarme por la ventana. Qué no hará ella, encerrada en esa urba a tomar viento del centro en la que nadie se habla con nadie y hay más tensiones internas que en el PP y el PSOE de Madrid juntos. Y luego vamos los súbditos y le criticamos los tocados, yo la primera, no tenemos corazón ninguno. Lo que me extraña es que no esté todavía, que se sepa, tocada del ala.

El look de Letizia en la coronación de Guillermo y Máxima de Holanda

El look de Letizia en la coronación de Guillermo y Máxima de Holanda


Letizia en la Coronación.
Letizia Ortiz no ha dejado indiferente a nadie durante los actos de celebración de la coronación de Guillermo y Máxima de Holanda
. Durante las tres ocasiones en las que la princesa española ha podido ser vista ha demostrado con creces por qué es considerada una de las más elegantes de la Realeza Europea.
Su look más desenfadado ha sido el último en salir de la maleta. Un vestido azul vaporoso que se cerraba sobre el hombro izquierdo dejando sus brazos al descubierto
. Combinado con unos zapatos azules de tacón alto y un pequeño bolso de mano, ha servido para demostrar que la princesa sigue siendo una mujer joven, algo que ha resaltado su melena suelta.

El vestido de Letizia en la ceremonia de coronación de Holanda

En el acto religioso que ha dado por fin luz verde al comienzo del reinado de Guillermo y Máxima de Holanda, Letizia confió en el corte habitual de sus vestidosUna propuesta con manga larga de encaje que llegaba hasta sus muñecas definiendo sus brazos a la perfección. Eso sí, como es habitual en la princesa, un mismo corte pero con infinidad de colores, en esta ocasión, el color elegido fue gris con bolso a juego.
No obstante, todas las miradas han ido a parar a lo más llamativo de su outfit, un 'floripondio' que ha lucido en la cabeza como tocado. Aunque de un tamaño quizá un poco exagerado, el principal inconveniente ha sido que estaba demasiado centrado en la cabeza.

Letizia y su vestido de fiesta en la coronación de Guillermo de Holanda

Donde no defraudó Letizia fue en la cena de gala previa a la coronación de Guillermo de Holanda y Máxima Zorreguieta.
Mucho se había especulado con el vestido que escogería la princesa, pero al final confió en su diseñador de cabecera, el español Felipe Varela para brillar con luz propia.
Letizia en Holanda.
El vestido de fiesta de Letizia, en color negro, destacó por ser entallado para acomodarse a la figura de la Princesa de Asturias con un cuerpo de chantilly y manga larga bordada. En la cintura, el diseño lucía unas flores de brillantes que completaron la dosis ya elevada de elegancia.

Letizia en la coronación de Holanda: la tiara de la Reina Sofía

Letizia eligió un recogido y portó una tiara espectacular y sencilla al mismo tiempo con motivos florales que pertenece a la Reina Sofía. La monarca consorte recibió esta joya como regalo del pueblo español y su nuera supo lucirla como nadie.
Los complementos de Letizia estuvieron compuestos por un bolso de cristales negros que también diseñó Felipe Varela a juego con el vestido y una sandalias de ante negras de la firma 'Magrit'.
Para el resto de los actos, el protocolo indica para las mujeres vestido largo y sombrero y en el caso de ellos, los trajes de gala militares con condecoraciones, las más habituales
. En el caso del Príncipe, el Toisón de Oro.