Resulta que estaba la princesa reportera inaugurando un seminario de lengua y periodismo en San Millán de la Cogolla, y la lió parda precisamente por llamar a las cosas por su nombre.
Hoy estoy de capa caída. Y ojalá fuera solo eso lo que me cuelga. Vengo de probarme el biquini del anuncio de Beyoncé para H&M
y casi no lo cuento. Sí hombre, ese de 4,95 euros que está en todas las
marquesinas con el consiguiente peligro público, no sé cómo la
directora de Tráfico no los retira. Soy yo, hetero irredenta, y el otro
día casi me como una rotonda como Tamara Falcó en sus buenos tiempos de la impresión que me dio ver semejante Venus de ébano. Qué mujerón, my godness. Yo que Ana Mato,
presunta ministra del ramo, prohibía la campaña.
Eso es violencia estructural contra el resto del mujerío y no la que se ha inventado Gallardón para abolir el aborto libre por sus santas gónadas y las de Rouco Varela. La diva no es que nos maltrate, es que nos fulmina, y no solo con la mirada. Total, que el antedicho dos piezas, sin ese cuerpazo debajo, es lo que es: un pingo de lycra barata.
Y servidora, lo que siempre ha sido: la Venus de Willendorf. Así que aquí me tienes, haciendo abductores hasta que pueda partir nueces con los muslos como la Knowles.
La que me dejó abducida el jueves fue Letizia
. Como que casi no lo cuento, yo, que no callo ni debajo del agua.
Pero te lo narro, que luego me acusa mi becario de falta de relato, como Feijoo a Rajoy, cría cuervos. Resulta que estaba la princesa reportera inaugurando un seminario de lengua y periodismo en San Millán de la Cogolla, y la lió parda precisamente por llamar a las cosas por su nombre.
“No es lo mismo decir ayudas que rescate, recesión por crecimiento negativo, o reestructuración en vez de recortes”, soltó por esa boca Su Alteza delante del presidente popular de La Rioja. Toma anatema, colega. Las mismas palabras tabú que lleva evitando todo el peperismo como la cruz el vampiro desde principios de legislatura, perfectamente vocalizadas por la voz de telediario de la heredera consorte. Ni Ana Pastor en sus mejores tiempos de martillo pilón de poderosos, les había metido tanto el dedo en el ojo. De Ana Blanco ni hablamos, pobre, que se la ve descompuestita perdida desde que Somoano la tiene dando noticias de novenas contra el paro y chicas que van por ahí provocando.
Provocar no sé, pero de un tiempo a esta parte, Letizia no se corta un pelo. Así lo lleva, casi por la cintura como la Pantoja, que digo yo que, pasados los 40, o eres Beyoncé, o con media melenita estás más mona. Pero ella no. Ella no se arruga, será por bótox. Ni para ponerse por montera un penacho de corista en la coronación de Máxima, ni para darse un garbeo por las rebajas, ni para presentarse con su escolta en los conciertos más indies del reino. Que va a su bola, vamos. Y yo la entiendo. Soy yo, pobre plebeya, y a veces, por no verle el careto ni a maridos ni a niños ni a jefes ni a suegras, me tiro a la calle sola para no tirarme por la ventana. Qué no hará ella, encerrada en esa urba a tomar viento del centro en la que nadie se habla con nadie y hay más tensiones internas que en el PP y el PSOE de Madrid juntos. Y luego vamos los súbditos y le criticamos los tocados, yo la primera, no tenemos corazón ninguno. Lo que me extraña es que no esté todavía, que se sepa, tocada del ala.
Eso es violencia estructural contra el resto del mujerío y no la que se ha inventado Gallardón para abolir el aborto libre por sus santas gónadas y las de Rouco Varela. La diva no es que nos maltrate, es que nos fulmina, y no solo con la mirada. Total, que el antedicho dos piezas, sin ese cuerpazo debajo, es lo que es: un pingo de lycra barata.
Y servidora, lo que siempre ha sido: la Venus de Willendorf. Así que aquí me tienes, haciendo abductores hasta que pueda partir nueces con los muslos como la Knowles.
La que me dejó abducida el jueves fue Letizia
. Como que casi no lo cuento, yo, que no callo ni debajo del agua.
Pero te lo narro, que luego me acusa mi becario de falta de relato, como Feijoo a Rajoy, cría cuervos. Resulta que estaba la princesa reportera inaugurando un seminario de lengua y periodismo en San Millán de la Cogolla, y la lió parda precisamente por llamar a las cosas por su nombre.
“No es lo mismo decir ayudas que rescate, recesión por crecimiento negativo, o reestructuración en vez de recortes”, soltó por esa boca Su Alteza delante del presidente popular de La Rioja. Toma anatema, colega. Las mismas palabras tabú que lleva evitando todo el peperismo como la cruz el vampiro desde principios de legislatura, perfectamente vocalizadas por la voz de telediario de la heredera consorte. Ni Ana Pastor en sus mejores tiempos de martillo pilón de poderosos, les había metido tanto el dedo en el ojo. De Ana Blanco ni hablamos, pobre, que se la ve descompuestita perdida desde que Somoano la tiene dando noticias de novenas contra el paro y chicas que van por ahí provocando.
Provocar no sé, pero de un tiempo a esta parte, Letizia no se corta un pelo. Así lo lleva, casi por la cintura como la Pantoja, que digo yo que, pasados los 40, o eres Beyoncé, o con media melenita estás más mona. Pero ella no. Ella no se arruga, será por bótox. Ni para ponerse por montera un penacho de corista en la coronación de Máxima, ni para darse un garbeo por las rebajas, ni para presentarse con su escolta en los conciertos más indies del reino. Que va a su bola, vamos. Y yo la entiendo. Soy yo, pobre plebeya, y a veces, por no verle el careto ni a maridos ni a niños ni a jefes ni a suegras, me tiro a la calle sola para no tirarme por la ventana. Qué no hará ella, encerrada en esa urba a tomar viento del centro en la que nadie se habla con nadie y hay más tensiones internas que en el PP y el PSOE de Madrid juntos. Y luego vamos los súbditos y le criticamos los tocados, yo la primera, no tenemos corazón ninguno. Lo que me extraña es que no esté todavía, que se sepa, tocada del ala.
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