Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 may 2013

Constantino Romero, la voz de trueno

Constantino Romero, la voz de trueno

 

Clint Eastwood, actor doblado por Constantino Romero, en la película 'El bueno, el feo y el malo', de Sergio Leone.
Es paradójico que quienes no amamos el cine doblado pudiéramos admirar al mismo tiempo el buen hacer de Constantino Romero cuando prestaba su voz, grave y rotunda, a los actores extranjeros. Lo empezó haciendo casi por casualidad hace más de cuarenta años, al principio dando vida en castellano o catalán a intérpretes desconocidos o de poco relieve, mientras también daba vigor a un buen número de spots publicitarios.
 Pero pronto comenzó a doblar a actores populares y, entre ellos, a Clint Eastwood en Los violentos de Kelly y Dos mulas y una mujer, ambas de 1971, lo que siguió haciendo hasta su muerte.
 Creo que no llegaron a conocerse personalmente, pero en las pantallas españolas ambos acabaron siendo una única persona.
Se hicieron tan inseparables actor y doblador que en los últimos tiempos, ya retirado del oficio, Constantino Romero solo se prestaba a doblar a este actor. Cuando Álex de la Iglesia pretendió que Clint Eastwood apareciera en la última secuencia de su película 800 balas (2002) tuvo que conformarse con la espalda de un doble… y la voz de Constantino Romero; solo con ella era verosímil la presencia del actor americano.
Por la reconversión del doblador pasaron, entre muchos otros, nada menos que Stacy Keach, Robert Redford, Roger Moore con sus James Bond, Raf Vallone, Donald Sutherland, Michael Caine, Sean Connery, Kirk Douglas, Orson Welles, Arnold Schwarzenegger, incluso Pier Paolo Pasolini en El Decamerón y, por supuesto, Rutger Hauer en Blade Runner (inolvidable aquella frase en la sonora voz de Romero:
 "Todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia"), el oscuro Darth Vader de La guerra de las galaxias ("Yo soy tu padre"), el mismísimo Rey León ("Simba, el tiempo que dura el reinado de un rey asciende y desciende como el sol")
 La voz y la presencia de Constantino Romero se hicieron igualmente un hueco en la televisión y el teatro. Grandiosa fue su creación de Sweeny Todd, bajo la dirección de Mario Gas, donde cantó con dominio, sonoridad y buen gusto. El director le reclamó más tarde para el espectáculo musical Follies, pero la dolencia en las piernas que padecía Romero le impidió aceptar la oferta dada la cantidad de números que le obligarían a subir y bajar escaleras, incluso bailando.
Ante las cámaras intervino poco en el cine, pero detrás de ellas, en las salas de doblaje, Constantino Romero moduló su voz, a veces de trueno, otras en tono más amable, en un incalculable número de películas, no solo dando presencia hispana a actores extranjeros sino en frecuentes ocasiones también a intérpretes españoles cuya prestancia física no viene acompañada del dominio de la dicción, algo que desgraciadamente no siempre viene unido.

Cambia, todo cambia.........Juan Cruz

Mariano Rajoy ha incurrido en la más inútil de las melancolías. ¿Por qué ha de permanecer todo como estuvo?

 

En su audaz versión de El gran teatro del mundo, de Calderón, Carlos Saura introduce, al principio y al final de la obra que montó para El Matadero, Todo cambia, la canción de Mercedes Sosa.
 Cambia, todo cambia
. Era lógico que esa melodía apareciera en la cabeza cuando el presidente Rajoy explicó a los parlamentarios que no está dispuesto a introducir cambios en la política que sigue, con la que, según él, está cosechando muchos éxitos
. En su lenguaje, pudo haber dicho muchos éxitos excepto algunos.
Negar que todo cambia es negar la esencia misma de la realidad, pues lo cierto es que nada permanece del mismo modo jamás; ni un segundo después de la quietud, la quietud es la misma.
 Antoni Tàpies, que le arrancó al románico la esencia de su discurso sobre la realidad, quería que sus pinturas vivieran a la intemperie, para que la naturaleza las dotara de tiempo
. Para que fueran el tiempo. Todo es tiempo, y el tiempo afecta a todas las cosas; nada se queda quieto, cambia, todo cambia.
La negación del cambio es la más inútil de las melancolías, y en ella ha incurrido el presidente
. Lo que quiere decir, imagino, es que lo que los otros le proponen para hacer un cambio no le satisface, pues está seguro, lo dijo, de que las fórmulas que le llegan le suenan a ocurrencias.
 Pero ¿y por qué no cambiar? ¿Por qué ha de permanecer todo como estuvo si como está parece que está verdaderamente mal, dígalo Agamenón o su porquero?
Es injusto el presidente consigo mismo, pues en el periodo anterior a su presidencia de lo que se quejaba era de la inmovilidad de los que mandaban entonces.
 Ahora el inmóvil es él, dicho sea con todos los respetos para sus facultades locomotrices.
En esto de pararse en un tiempo determinado para que ni el polvo te perjudique hay que anotar a Artur Mas y a los que piensan, como él, que el mundo se paró en 1714 y que el continuará ha de escribirse ahora como si en todos estos siglos que han pasado todo hubiera estado quieto.
 El ritornello en virtud del cual el resto del país ha vivido a costa del país que ellos quieren independiente del yugo de los otros no se sostiene ni en términos económicos ni culturales ni políticos, ni siquiera históricos, pero como es mejor dar por sentado que la verdad es de uno y no del otro, o que existe una sola verdad y esta es arrojadiza, se escribe 1714 y ya está dicho todo; es decir, ya se borran las décadas y los siglos y partimos de cero.
Dice Mercedes Sosa en su canción:
 “Cambia lo superficial / cambia también lo profundo / cambia el modo de pensar / cambia todo en este mundo”. Ahora la evidencia del cambio se parece a algunas obras de Tàpies, violentas tachaduras morales en la superficie de una tierra cansada, una pell de brau expectante y dolorida, que espera de la clase política un golpe de timón, como se decía antes, un acuerdo para el cambio, un aire que limpie el polvo que hay sobre las cosas, la vida y las fechas.
 Dice el profesor Lledó algo que traigo aquí de vez en cuando: “Dentro de todo sí hay un pequeño no, y dentro de todo no hay un pequeño sí”. Ahora estamos dentro de un enorme “no” y es muy difícil introducir un pequeño “sí”.
No es grave cambiar.
 Lo grave es negar que se puede cambiar.
jcruz@elpais.es

La industria alimentaria sucumbe a la crisis del consumo y reduce sus ventas

La facturación de las empresas de bebidas y alimentos caen en 2012 un 2,68%

Desparecen 138 empresas y se reduce el empleo un 1,7%

 

Una clienta frente a las estanterías de un supermercado / EFE

La industria alimentaria, uno de los grandes bastiones frente a la crisis en España, en 2012 no aguantó una segunda recesión y experimentó una caída en las ventas del 2,68%, hasta los 82.298 millones de euros frente a los 88.673 del ejercicio anterior.
 El incremento de un 9,4% de las exportaciones hasta los 22.078 millones de euros no ha sido suficiente para compensar una caída la demanda interior, cifrada en un 3% los hogares y del 4% fuera de los mismos. Desparecieron 138 empresas el año pasado y se redujo el empleo un 1,7%, según datos del Informe Económico 2012 de la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), presentado esta mañana en Madrid.
Este volumen de ventas registrado el pasado ejercicio está por debajo de los niveles de 2008, cuando era de 87.600 millones de euros. La producción industrial en el mismo periodo registró un descenso del 14,9% en alimentación y del 10,8% en bebidas.
La diferencia entre la gran caída en la producción y una más leve en ventas se explica, según FIAB, porque parte importante de ese volumen de ventas ha correspondido en realidad a la salida de stock existencias ya fabricadas con anterioridad.
En la presentación del informe anual participaron también el catedrático de análisis económico de la Universidad Complutense de Madrid Simón Sosvilla y el director del sector agrario de La Caixa, Josep Fernández. Repasaron el estudio y subrayaron la importancia de la internacionalización del sector, pero también apuntaron a la enorme atomización del sector: el 96,2 % de las empresas de esta industria son pymes.
 Solo 59 compañías (el 0,2 % de un total de 29.196) tienen más de 500 empleados.
La industria agroalimentaria, destacó director general de FIAB, Horacio González, pese a estar sufriendo en esta "segunda recesión", ha sabido mantener el empleo, ya que, pese a que las ventas cayeron casi el 2,7% el empleo solo se redujo en 1,7%. Las empresas de este sector empleaban en 2012 en total a 439.675 trabajadores, lo que significa que suponen el 20% del empleo industrial en España.

Un sector líder pese a la caída

A pesar de esta evolución negativa de las ventas, la industria alimentaria se mantiene como uno de los principales sectores en el conjunto de la actividad económica con 440.000 trabajadores que suponen el 20% de todo el empleo industrial. En 2012, a pesar de la crisis, la industria alimentaria se ha convertido en un refugio de empleo con unos niveles de paro la mitad que la media del resto del país.
En 2012 el sector mantiene su proceso de ajuste y concentración con una reducción de empresas del 0,47% hasta 29.196. sociedades. A pesar de ello, se mantiene como una actividad muy atomizada donde solamente 59 firmas tienen más de 500 empleados y el 98,2% son pequeñas o medianas empresas.
La evolución de la marca de la distribución constituye uno de los problemas a los que se enfrenta la industria al suponer en 2012 el 41,5% de las ventas frente al 34,3% de 2010.
 Con este porcentaje, España se sitúa a la cabeza de los países comunitarios en el peso de las marcas blancas, un 5,9% por encima de la media comunitaria.

Agricultura no quiere cargar con más impuestos

La secretaria general de Agricultura, Isabel García Tejerina, que participó en la presentación, expuso los tres pilares sobre los que la Administración está basando su política de apoyo a la industria alimentaria como un sector estratégico de la economía.
 Estas líneas se concretan en un plan para la internacionalización del sector, el desarrollo de una política equilibrada en la nueva ley de la cadena alimentaria y un plan de innovación.
García Tejerina se mostró, además, en contra de una subida de impuestos a las tasas especiales que gravan bebidas alcohólicas. Justificó las medidas del Gobierno, apelando a la herencia recibida en forma de gasto extra del Gobierno anterior. Sin embargo, señaló que preferiría que la necesidad de recursos extra no impactara en el Ministerio del que forma parte.
Según el secretario general de FIAB, Horacio González, para el sector es también fundamental frenar las pretensiones impositivas de varias comunidades autónomas, una recuperación de la confianza de los consumidores en un momento de caída de rentas en los hogares, reformas estructurales como la defensa de la unidad de mercado, un plan de internacionalización y la apuesta por la innovación y la formación.

La penúltima fiesta del gran Gatsby

El cineasta Baz Luhrmann aspira a ofrecer la versión definitiva de una de las novelas más adaptadas

DiCaprio protagoniza la película, que abre el Festival de Cannes.

 

El director Baz Luhrmann, en un hotel de Toronto el pasado 24 de abril. / george pimentel (wireimage)

En unos días, cuando el miércoles El gran Gatsby inaugure la sección oficial del 66º Festival de Cannes, se cerrará un círculo
. Eso siente Baz Luhrmann (Nueva Gales del Sur, Australia, 1962), director de esta nueva adaptación —y van cinco— de la gran novela de Francis Scott Fitzgerald, protagonizada esta vez por Leonardo DiCaprio. “Estoy muy emocionado”, dice sonriendo. “Fitzgerald escribió la novela a 20 minutos de Cannes, en Saint Raphael; yo estrené Moulin Rouge!en el festival en 2001, mi hijo nació en Francia, tenemos familia francesa”.
 De hecho, no se cerrará un círculo sino varios: el que abrió Fitzgerald cuando terminó su libro en 1925 y el que inició Luhrmann en un viaje, a París, hace casi 10 años, en el que decidió lanzarse a esta aventura obsesiva para adaptar la novela que seguía, en su opinión y pese a intentos anteriores con grandes estrellas como Alan Ladd o Robert Redford, sin una película que contara su verdadera historia.
“Iba a juntarme con mi mujer [la diseñadora de vestuario Catherine Martin] en París para el nacimiento de nuestra hija, y pensé: ‘Voy a ir en el Transiberiano”, recuerda en una suite del hotel Plaza en Nueva York. “Era una experiencia fantástica, pero también muy solitaria, por eso, una noche, mientras atravesaba Rusia, me serví una copa de vino, y me puse un audiolibro de El gran Gatsby”.
 En seguida, Luhrmann se dio cuenta de que no recordaba nada de aquella historia que había leído “probablemente de estudiante” y que había visto con 12 años, protagonizada por Robert Redford y Mia Farrow, en el cine de su padre en Australia. “Yo admiraba a Redford: me encantaba en Dos hombres y un destino y en El golpe. Sin embargo, cuando le vi como Gatsby no lo entendí, nada de aquella película se me quedó grabado”.
"La década de los veinte trajo el nacimiento de la cultura moderna"
¿Qué cambió en aquel viaje en tren? “Me di cuenta de que el libro no solo reflejaba el mundo de aquellos años veinte: El gran Gatsby podría haberse escrito hoy”, exclama Luhrmann.
 Pega un salto del sofá en el que se recuesta en esta suite, que podrían haber ocupado Gatsby, Daisy y Nick Carraway, y se va hasta una ventana que mira hacia Central Park.
 “Curiosamente, esta vista es exactamente la que se ve en la película en una secuencia clave. Todos esos edificios que vemos [señala al horizonte], se construyeron o estaban ya entonces.
 La década de los veinte trajo el nacimiento de nuestra cultura moderna, todo empezó allí: la publicidad, la popularización de la música, la fama”.
El director que puso de moda el baile de salón (El amor está en el aire), rejuveneció Romeo y Julieta y reavivó el musical (Moulin Rouge!) no necesitaba más razones para obsesionarse con actualizar esta épica historia de amor entre el nuevo rico Jay Gatsby y la bella Daisy Buchanan, que se estrena en España el próximo viernes.
Hacerla accesible para nuevas generaciones desplegando toda su artillería: actores guapos, cuidadísimo diseño de producción y efectos visuales, vestuario de firma y, por supuesto, una banda sonora superventas gracias al productor musical y marido de Beyoncé, Jay-Z.
Leonardo DiCaprio y Carey Mulligan, en 'El gran Gatsby'.
La fijación de Luhrmann por ser fiel a la novela fue tal que todos los días llevaban el libro al set y, antes de empezar a rodar, él y sus actores repasaban cada escena.
 “Creo que hay una gran reflexión sobre dónde estamos ahora y quiénes somos, a través de cada uno de sus personajes”, insiste. Cuando vuelve a recostarse en el sofá admite:
 “Bueno, y también hay unas fiestas fabulosas”. Fiestas con un anfitrión único, de mirada y sonrisa tan magnéticas como enigmáticas. “Apuesto a que ha matado a alguien”. “Fue espía alemán”, decían los invitados en la novela de Fitzgerald. Alguien tan guapo que da miedo
. Alguien como Leonardo DiCaprio que interpreta a un Gatsby mucho más oscuro, a pesar de sus delicados trajes de lino rosa, que el que encarnó Redford en la versión de 1974.
 “Gatsby no podía ser otro”, afirma Luhrmann sobre DiCaprio, con quien ya trabajó en Romeo y Julieta, cuando solo era un “chico con talento”. “No escribí el guion pensando en él, pero sí me vino a la cabeza pronto, aunque me costó mucho convencerle. Es como si interpretas a Hamlet, vas a recibir demasiada atención”. Junto a DiCaprio, su amigo del alma, Tobey Maguire, que, a la vez, interpreta al único que tuvo Gatsby jamás, Nick Carraway, el narrador de la historia.
 Y, por supuesto, ella, Daisy, la mujer por la que Gastby se convierte en la personificación del sueño americano. “Encontrarla fue muy difícil”, recuerda el director.
“Fue como buscar a una Scarlett O'Hara. Pero Carey Mulligan llegó y en cinco minutos, Leo y yo supimos que era ella: bella y delicada”.
"Yo admiraba a Robert Redford, pero no entendí su papel de Gatsby"
Los vestidos de cristales y pieles que Carey Mulligan lleva a las fiestas de Gatsby los diseñó Miuccia Prada, amiga del director, siguiendo sus pautas.
 Los suyos y muchos más para los 300 extras que bailan y cantan en cada gran velada en la película, rodada en estudios y en 3D, decisión que tomó Luhrmann después de ver Crimen perfecto de Hitchcock en sus proyectores 3D originales.
 “Pero creo que la película funcionaría igual de bien si fuera en blanco y negro y muda”, apunta.
“Y en realidad quería que fuera una película de presupuesto pequeño, de verdad que lo intenté, pero cuanto más lo intento más grandes acaban siendo”
. Es el espíritu inagotable y contagioso de Gatsby que quiere dar su última (o penúltima) fiesta en Cannes.