Para cabalistas y especuladores de la numerología, mucha tela donde
cortar a la luz de varias fechas redondas.
Konstandinos Kavafis nació el
29 de abril de 1863 en Alejandría y murió 70 años después, en 1933, el
mismo día y en la misma ciudad.
Para cerrar (o abrir) el círculo, y
yendo al origen etimológico de capicúa, Kavafis la cuadró a la
perfección, esa misma que le obsesionaba en la escritura.
A finales de 2012 y con las miras puestas en este aniversario, el
Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas
publicó una nueva antología bilingüe de Kavafis con un jugoso estudio
preliminar de Ilinskaia y las traducciones de Alfonso Silván Rodríguez
(Almorox, Toledo, 1948), que ya en 1991 publicara la monumental
Obra poética completa
del alejandrino (Ediciones La Palma, Madrid) hoy ya un codiciado
ejemplar de bibliófilo a pesar de que solo han pasado 15 años. Silván
puntualiza: “En cuanto a la responsabilidad contraída por mí en las
ediciones, son dos casos muy distintos.
Yo asumí enteramente la
responsabilidad en la primera.
La gestación de la
Antología bilingüe
es diferente
. Se parte de un proyecto conjunto de varias universidades
europeas: Ioánnina, Berlín, Nápoles y Granada, para la creación de una
Biblioteca de Autores Clásicos Neogriegos”.
A la hora de elegir un poema de Kavafis, el traductor no duda:
“Yo
salvaría dos, si se me permite
. Uno porque es de los que mejor sirven
para conocer al poeta, y otro porque es de los que más nos ayudan a
realizarnos si le escuchamos.
El primero es
Cesarión.
Creo que ahí se deja sorprender Kavafis en lo más íntimo de su alma y de su método como creador”.
Entonces se adentra en la génesis del poema: “Una pequeña mención
atrae su atención cuando ya iba a cerrar el libro de Plutarco.
Se
refiere a Cesarión, el hijo de César y de Cleopatra mandado asesinar en
su temprana edad por Octavio para evitar la posible amenaza a su poder.
La acción infame motivada por las especulaciones del poder político, que
provoca la desaparición en la profundidad de la historia del ser
recreado, admirado y deseado, resucitado amorosamente en el presente,
proporciona el contraste que realza el firme donde se asienta el ethos
poético de Kavafis”.
El otro poema que motiva a Silván es Ítaca
:
“Es muy conocido y no voy a extenderme, pues seguro que cuantos lo
conocen tienen una percepción muy clara de su mensaje
. Otras son las
riquezas de la apariencia. Ítaca es lo que es por lo que ha provocado en
nosotros.
El viaje hermoso, el goce sensible, el conocimiento de lo
concreto en su multiplicidad de facetas, de su esencia, despidiendo el
engaño.
Al final el poema, con todo su dinamismo interno, se contempla
verdadero como una escultura clásica griega al aire libre, que
necesariamente viene del mar”.
Aquí entra en liza Odiseo: “Quisiera añadir que el tema de la
búsqueda del conocimiento asociado nítidamente al mito de Odiseo no
procede exactamente de la tradición puramente griega del regreso tal
como se refleja a partir de la
Odisea, sino de Dante, en el que
Ulises continúa su viaje a lo desconocido, algo que estudió Kavafis.
Acaba de aparecer el excelente estudio de W. B. Stanford
El tema de Ulises [Dykinson, Madrid, 2013].
Ítaca
ofrece una curiosa solución optimista, gozosa, contrariamente a la
variante peligrosa del conocimiento en la línea del poeta toscano, que
termina siendo esencial en este poema, y muy saludable en el universo
kavafiano; un tipo de solución que la lucidez, en él siempre presente,
normalmente no suele permitirse”.
Kavafis ha superado las modas, incluso la muy rentable vulgarización de icono de
literatura gay.
¿Es más interesante el Kavafis político, observador desencantado de su
tiempo?
Desde el estudio científico, Silván puntualiza: “Él nunca olvidó
la elegancia y la dignidad a la hora de evidenciar su homosexualidad,
que pueden ser elementos conservadores o integrados, pero son los suyos.
Y desde luego jamás hubiera respaldado coartada alguna, ni la hubiera
utilizado como recurso de promoción identitario más o menos velado en
ciertos círculos, como no lo hace tampoco en el aspecto político, que
también a mí me interesa más y donde se muestra muy exigente.
Al Kavafis
político lo considero menos manipulable y más interesante, porque en
ese nivel a fin de cuentas se dirime todo”.
Para cerrar —o abrir— el círculo, como apunta la estudiosa Sonia Ilinskaia, el poema de Kavafis
La ciudad (su Alejandría) se yergue como una gigantesca metáfora de universalidad y vigencia.