Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 abr 2013

Juan Cruz: memoria en claroscuros de un tiempo ido

El autor activa sus recuerdos de editor y periodista en su nueva obra ‘Especies en extinción'.

Juan Cruz, entre Jorge Semprún (izquierda) y Ángel González, en mayo de 2003. / Ricardo Gutiérrez

A Juan Cruz, quienes le conocen cometen el ligero error de considerarle sobre todo un optimista irredento, un cascabel, vital e intolerante con el mundo de los aguafiestas
. Pero él dice que es nostálgico. También se le puede confundir con un hombre de acción.
 Pero mientras marcha sin parar busca obsesivamente la reflexión.
 En lo que no cabe confusión posible es en su manera desgarrada de entregarse al oficio
. A los oficios, mejor. El de periodista y el de editor, con un puente que ha unido a ambos cuando una cosa no le permitía ejercer la contraria: sus libros.
Quizás por eso le guste José Alfredo Jiménez.
 El rey de la canción mexicana aparece a cada paso de Especies en extinción (Tusquets), su nueva obra, su nueva entrega de la memoria casi nada difusa de los tiempos a los que se aferra como un hijo a las faldas de su madre. “Los recuerdos son beneficiosos y traidores.
 La memoria es una hipótesis”.
Lo que resulta palpable son los años transcurridos atrás y ahora.
 Por eso, Especies en extinción le ha salido tremendamente realista. “Porque es un libro sobre el tiempo”, dice, muy consciente de que quizás no haya escrito sobre otra cosa desde que publicó por primera vez Crónica de la nada hecha pedazos, allá por 1973.
Aunque este nuevo libro, a veces, hay que leerlo entre líneas.
 No por mala intención, sino porque el inconsciente le juega sus pasadas y Juan Cruz, a sus 64 años, mantiene un pulso constante contra las cacareadas debacles que no le gustan.
 “No morirá el papel, ni el periodismo, serán otra cosa”, reta a los agoreros. “Lo que me aturde, más que las predicciones, son los estados de ánimo de los periodistas, los libreros, los editores”.
Ha querido ser noble y seguir el consejo de su amiga y maestra para el oficio de hacer libros, la agente Carmen Balcells.
 “Me advirtió que no hiciera ajustes de cuentas”.
 Pero lo que sí debía hacer era reflejar esa hipótesis de la memoria enfrentada contra lo que él considera verdad. Su verdad.
Así aparecen, con sus claroscuros, virtudes y defectos, noblezas y debilidades, todo lo más granado del universo literario mundial: desde J. K. Rowling a Manuel Vicent; de Günter Grass, bailando con una pata de jamón, a Arturo Pérez Reverte, del boom al boomerang, todo el talento latinoamericano que puebla su agenda, escritores en busca de mimo constante y resguardo de la intemperie a la que les someten sus dudas. “Yo entendía que mi trabajo era cuidarlos, darles buenas noticias, ocuparme de ellos, aunque quizás ni me lo pidieran, ni lo necesitaran y pecara de ser pesado.
 Me convertí en un intervencionista de su ánimo”.
Pero lo hizo —lo hace—, porque en el fondo no ha dejado de ser ni una cosa ni otra. Ni editor, ni mucho menos un periodista consciente de la suerte de poder ejercer el oficio más bello del mundo con el temor de que si no cumple con nervio y tensión, dice, “me van a echar”. Sabe diferenciar sus rasgos: “Un editor es quien asume como propia la obra ajena.
 Un periodista, como decía Eugenio Scalfari, director de La Repubblica, es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”.
Pero a Juan Cruz no lo echa nadie. Ni la gente ni las circunstancias.
 Quizás lo aparte algo más de todo su nieto, Oliver, que junto a José Alfredo Jiménez y el tarareo constante de Un mundo raro, son los dos personajes que más aparecen en el libro: “Me aturde no verlo crecer. En él veo al niño que no he dejado de ser.
Nunca me acostumbré al mundo de los adultos”.

 

segundas oportunidades Siete libros que no te conviene rechazar.........Del Blog Papeles Perdidos

POR EDMUNDO PAZ SOLDÁN
Con la abrumadora cantidad de libros que se publican, cada vez es más fácil que un buen título se pierda, un notable autor sea olvidado, la obra “menor” de un grande no sea tomada en cuenta.
Con motivo del día del libro, van estas sugerencias:
Nabokov-pninVladimir Nabokov, Pnin (Anagrama). Una de las mejores contribuciones al subgénero de la “novela de campus”, aunque, como se trata de Nabokov, está claro que trasciende cualquier intento de clasificación.
 Una novela melancólica de ribetes cómicos, sobre las desventuras del profesor Timofey Pnin en Weindell College. Pnin, profesor de ruso que no sabe hablar inglés muy bien, quisiera encontrar la clave secreta de la armonía detrás del caos de la realidad, acaso porque lo marca la pérdida: de la Rusia que dejó atrás, del primer amor, de la esposa que lo abandona.
Francisco Tario, La noche (Atalanta). Pocos han escrito en español tan buenos relatos fantásticos como este autor mexicano. Se especializó en cuentos de fantasmas, pero en ese pequeño espacio logró complejas variaciones. La noche de Margaret Rose es un favorito de García Márquez, pero hay muchos más, entre ellos 'Un huerto frente al mar', 'La noche del féretro' y 'La noche de los cincuenta libros'. Esta antología reúne cuentos de dos libros: La noche (1943) y Una violeta de más (1968).
UnaedaddificilAnna Starobinets, Una edad difícil (Nevsky Prospects). Se ha dicho de ella que es la Stephen King rusa, pero eso no da cuenta cabal de la escritura de Starobinets, que se mueve con naturalidad entre el horror, el género fantástico e incluso la ciencia ficción. “La familia” es un cuento que puede calificarse como “fantasía intelectual”, mientras que “Una edad difícil” es puro terror inquietante.
Heinrich von Kleist, Relatos completos (Acantilado).
 Este escritor alemán está lejos de ser olvidado, pero es conocido sobre todo como dramaturgo y cuando se habla de los grandes narradores europeos del siglo XIX su nombre no es de los primeros que se menciona. Es hora de remediarlo: “Michael Koolhaas” y “La marquesa de O.” muestran su frenético estilo de frase larga, de claúsulas subordinadas, con una tensión que comienza en la primera línea y no decae hasta el final, y preocupaciones temáticas que anticipan líneas centrales de la literatura del siglo XX; no por nada a Kafka le gustaba leerlo en voz alta a sus amigos, y una vez incluso hizo una lectura pública de “Michael Koolhaas” en Praga.
Flannery-oconnorFlannery O’Connor, Novelas (Debolsillo). De esta escritora del Sur profundo de los Estados Unidos se leen hoy, y con razón, sus cuentos excepcionales, pero las novelas son también buenas puertas de entrada a su mundo de predicadores arrebatados y de búsqueda de la gracia en lugares inesperados. Puede que Sangre sabia no sea redonda, pero la historia de Hazel Motes es más memorable que la que cuentan muchas novelas “perfectas”.  
Richard Flanagan, El libro de los peces de William Gould (Mondadori).
Un libro hermoso dentro de un libro, que narra la historia del falsificador William Gould, su paso por la cárcel en la isla de Sarah (Tasmania), allá por el siglo XIX, y su obsesión por pintar peces que le hacen entender de qué va la condición humana.
Lina Meruane, Fruta podrida (Fondo de Cultura Económica).
 Lina Meruane ganó el último premio Sor Juana con Sangre en el ojo; la novela anterior, Fruta podrida, es igual de buena. Con guiños al José Donoso de El lugar sin límites, esta historia de dos hermanas muestra la preocupación de la escritora chilena por el cuerpo enfermo en la sociedad contemporánea; su escritura se inscribe en un código realista con múltiples connotaciones simbólicas, aunque la historia avanza de manera natural hacia un territorio alejado del realismo.

Para ver con detalle su bolso de Loewe


Pantoja, con la 'pashmina', a su llegada a la Audiencia de Málaga. / JORGE ZAPATA (EFE)
Así, cada vez que hablen de Iñaki o de Panto o de Oriol Pujol consigues olvidarte de un desahucio o cualquier otra inmoralidad, dejándote atrapar por la melodía de una canción titulada Así fue.

Historia de una pashmina...................Boris Izaguirre

Siendo pieza tan cotizada, es probable que en todo el meneo a Pantoja alguien aprovechara para llevársela para su uso personal o como 'souvenir'.

 

Pantoja, con la 'pashmina', a su llegada a la Audiencia de Málaga. / JORGE ZAPATA (EFE)

Así fue es el título de uno de los mejores éxitos de Isabel Pantoja
. Compuesta por el mítico cantante mexicano Juan Gabriel, es la historia de un desamor que generó ventas millonarias en toda Latinoamérica.
 En ella, Pantoja exprime su garganta melodramática al grito de “No te aferres… ya no te aferres, a un imposible, no me hagas ni te hagas más daño”.
 La frase hoy día sobrevuela el tremendo zarandeo vivido por la tonadillera a la salida del juzgado donde acababan de condenarla para no encarcelarla.
 Pantoja, Muñoz y Zaldívar se aferraron a un imposible: que la justicia no quisiera dar un castigo ejemplar.
Aferrarse es un intento de supervivencia, así como de tozudez.
 Pantoja se aferró a Julián Muñoz y fue su error.
El Partido Popular se aferra a la idea de que sus cuentas son legales porque el Tribunal de Cuentas las validó, y eso alargará la sombra de Bárcenas sobre sus dirigentes. Nicolás Maduro se aferra al poder en Venezuela de la misma manera que Capriles se aferra a la idea de que el conteo de votos le dará la victoria. Oriol Pujol se aferra a Cataluña como la Infanta Cristina a la Corona.
Todos aferrados a algo porque el mundo no hace más que resquebrajarse.
El áspero juicio del caso Malaya obligó a Pantoja a aferrarse a algo suave: su pashmina color blanco roto. La usó en todas las citas clave, como un fetiche judicial.
 La pashmina es un chal de lana de cachemir, muy de moda en los noventa, que gusta a grandes damas como Carolina de Mónaco
. Recientemente, la princesa la ha llevado en su visita a Londres por el nacimiento de su primer nieto. Se ve que en paraísos como Montecarlo y Marbella la suavidad de la pashmina aporta calidez y bienestar, pero no ahoga
. Lo que a veces se ignora es que vestirla puede provocar roces con la ley: la cabra de Cachemira muda su pelaje invernal cada primavera; esas fibras quedan atrapadas en los arbustos, pero la demanda internacional ha hecho que se esquilme brutalmente a los animales.
 Siendo pieza tan cotizada, es probable que en todo el meneo a Pantoja alguien aprovechara para llevársela para su uso personal o como souvenir
 . O, sencillamente, que Isabel la dejara atrás porque ya no la necesitaba. Probablemente la infanta Cristina no haya podido ver las imágenes de la reina de la copla desmayada, así que tampoco puede imaginar un escenario parecido si acudiese a declarar.
 Nosotros tampoco. ¿Cómo la trataría la gente arremolinada? ¿Le gritarían también a la vez choriza y guapa? Por si acaso, Cristina le ha pedido prestada una pashmina a su madre y un buen abogado a su padre.
Hoy Pantoja está medio ahogada, pero cuando emprenda su gira de resurrección (y no tenga los problemas de insomnio de Michael Jackson), volverá a rugir no solo el lenguaje secreto de las coplas y su dominio de la bata de cola, sino también su maestría en hacernos sentir de nuevo parte de ella, de sus culpas, sus equivocaciones, su necesidad de perdón.
 Con Pantoja lo hemos vivido todo: el arrebato sentimental con Paquirri, la herida de la viudez, el trascendental paso de Paquirrín a Kiko, la adopción de Chabelita y los juegos a la sombra de la espuma con María del Monte (momento realmente feliz en todo el pantojeo).
 Y, de repente, un verano y un Rocío, los bigotes de Julián Muñoz la devuelven a la heterosexualidad contante y sonante
. Al ver cómo el país navegaba en la corrupción, ella también, marinera de luces, quiso probarlo dejándose llevar por la corriente aferrada a un triángulo amoroso. Ahora, condenada y libre, espera renacer en un espumoso momentazo de ave fénix.
No está tan claro que lo mismo pueda sucederle a Francisco Camps, que también desea volver a los escenarios.
 Ni a Luis Bárcenas, otro que se aferró a su partido y sus escritos, del cual todos prefieren desembarazarse como si fuese algo muy pegajoso, pero no hallan cómo.
 En el gimnasio, donde el extesorero y yo compartimos vestuario y donde nos hemos visto con nuestras toallas siempre bien aferradas a la cintura, consideran que su presencia choca con la remodelación de las instalaciones.
 El día de la reapertura, los clientes se aferraban a la barandilla de la escalera pendientes de su llegada.
 Se decía que algunos socios habían pedido su expulsión “porque casi me hace arrepentirme de mi voto al Partido Popular” y exclamaban. “¡Es una vergüenza!”.
 Mientras, en esquinas más discretas y entre bicis estáticas, se comentaba que, pese a la remodelación, las taquillas de Bárcenas y de su enemigo Trías se mantenían peligrosamente próximas.
 Otra idea a la que nos aferramos: la democracia y los partidos también se dirimen en los vestuarios.
Al final, cuando toda esta crisis termine, algún día no antes de 2016, recordaremos a los imputados como los nuevos vips, que rebajaban kilos gracias al deporte y ganaban popularidad según aparecieran en sus paseíllos ante los jueces, como un photocall.
 En realidad esas apariciones se han transformado en el único escapismo que somos capaces de generar en estos meses.
 Así, cada vez que hablen de Iñaki o de Panto o de Oriol Pujol consigues olvidarte de un desahucio o cualquier otra inmoralidad, dejándote atrapar por la melodía de una canción titulada Así fue.