Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

3 abr 2013

La noche que Lady Di se vistió de hombre para visitar un bar gay

La actriz cómica Cleo Rocos rememora en un libro una increíble anécdota de Diana de Gales

Aún casada con Carlos de Inglaterra, la princesa salió de marcha con Freddie Mercury y otros.

 

Freddie Mercury y Diana de Gales, en la época en que solían salir de marcha juntos.

Incluso los personajes más célebres pueden soltarse la melena sin ser reconocidos
. Lo prueba Diana de Gales, que a finales de la década de los ochenta pasó una noche en un bar gay disfrazada con ropa masculina sin que nadie sospechase de su identidad.
 La revelación viene de mano de la actriz cómica Cleo Rocos, que en su nuevo libro, The Power of Positive Drinking, describe una de las noches que pasó con Lady Di, Freddie Mercury y el showman británico Kenny Everett, uno de los favoritos de la princesa.
Todo empezó con el grupo bebiendo champán mientras veían capítulos de la serie Las chicas de oro en la casa de Everett. La noche se fue caldeando cuando decidieron bajar el volumen de la televisión y doblar ellos mismosel programa improvisando diálogos subidos de tono.
A la princesa de Gales, que por entonces tenía 27 años, le fue asignado el personaje de Dorothy. Lo estaba pasando tan bien que quiso continuar la noche junto a sus amigos en Vauxhall Tavern, un pub de ambiente en el sur de Londres.
Dejemos que la chica se divierta”, sentenció el cantante de Queen ante los ruegos de Lady Di, que moría de ganas de visitar un bar gay y camufló su identidad con una chaqueta militar, unas gafas de sol y el pelo escondido bajo una gorra de cuero.
Intentaron disuadirla, alegando que no era un lugar adecuado para ella, que estaba “repleto de hombres peludos” y que a veces estallaban peleas.
Pero, según Rocos, la madre del heredero al trono británico tenía “el día travieso” y estuvo suplicando a Mercury hasta que este cedió.
 “Dejemos que la chica se divierta”, sentenció el cantante de Queen. Lady Di prometió quedarse solo para una copa y camufló su identidad con una chaqueta militar, unas gafas de sol y el pelo escondido bajo una gorra de cuero.
 La pandilla dio su aprobación tras decidir que pasaba perfectamente por “un modelo masculino vestido de manera excéntrica” y tomaron un taxi.
En el local nadie la reconoció, lo que encantó a la princesa. “Tenía el aspecto de un joven muy guapo”, escribe Rocos en su libro. Diana pidió una cerveza y un vino blanco y, cuando los terminó, el clan al completo la acompañó hasta su casa en el palacio de Kensington. Al día siguiente, devolvió la ropa con el mensaje “¡Tenemos que repetir!”.
Se cree que la anécdota tuvo lugar en 1988, cuando Lady Di todavía estaba casada con el príncipe Carlos. La pareja se separó en 1992 y se divorció en 1996, un año antes de que Diana falleciera en un accidente de tráfico en París.
 Tanto Mercury como Everett fallecieron durante la década de los noventa por complicaciones del sida que padecían.
La imagen actual del bar donde acudió Diana de Gales vestida de hombre. / CORDON

El Salto del Angel, Lo incomunicable


Lu cong 10 Invocar el enigma y el misterio de la vida, y de cada existencia singular, puede resultar insuficiente para hacernos cargo de aquello que no acabamos de comprender y sin embargo nos constituye.
Y no parece fácil ni explicarlo, ni describirlo.
 Decir que cada quien guarda su secreto no aclara demasiado.
 Entre otras razones, porque el asunto no es ahora lo que se oculta a los ojos y al sentir ajenos. La cuestión es no pocas veces lo que se hurta a nuestra propia consideración.
 Cuando no hay mucho que decir y todo parece estar dicho, sin embargo es como si algo bien decisivo quedara ausente de cualquier explicitación.
No es que nos lo guardemos para nosotros
. Es que ni siquiera propiamente lo poseemos.
 Es muy  improbable, sin que sea necesariamente de modo sofisticado o grandilocuente, no haber sentido que estamos desbordados por lo que somos, y no sólo por lo que nos pasa, y es frecuente no saber apenas de uno mismo
. Es como si sólo nos dijéramos cuando reconocemos que, puestos a sorprender, somos los primeros sorprendidos.
La falsa tendencia a considerar que esta experiencia es producto de una profunda elaboración teórica ignora que es de una contundencia y de una cotidianidad tan constantes y radicales que en muchos ámbitos ni siquiera es preciso argumentar para convencer. Nos ocurre.
 Y a quien le sucede no precisa demasiadas aclaraciones.
 Pero sí algunas.
No es una extravagancia saber que no nos tenemos del todo y que quizá no nos tendremos nunca. Y ello no sólo constituye nuestra soledad, sino nuestra identidad y nuestra diferencia. Resulta tan trivial, que prácticamente tiene tendencia a desaparecer. Es lo que ocurre con algunas evidencias, que son todo un secreto.
La reiterada cita de Wittgenstein acerca de lo que no se puede hablar, considerando que hay que callarlo, mientras Adorno insiste en que precisamente de ello ha de hablarse, encuentra interlocución en Eco, quien a su modo vendría a decir que de lo que no se puede hablar hay que narrarlo. La cosa es si cabe hacerse. Que Hegel haya puesto, como suele, el asunto en un desafío absoluto, al subrayar que no hay lo inexpresable, no nos alivia ni nos evita ciertas cuestiones.
Ni siquiera está claro que nosotros mismos no seamos en cierto modo de lo que no hay. Y ello es un estímulo
. Entonces, lo determinante es el modo de respuesta, que siempre es un modo de decir.
Ni lo sabemos ni lo podemos todo al respecto, pero precisamente esta escisión es la clave de cualquier comunicación.
Lu cong 60
Aunque contemos cuanto sabemos con todo tipo de detalles, sin pretender ocultar nada, a pesar de que, como suele decirse, nos sinceremos, por más que, entregados, no busquemos guardar ni lo más mínimo, no se expide lo que no resulta transmisible
. Entre otras razones, porque ni siquiera es un contenido conformado y definido. Podría pensarse que, en cualquier caso, se desvela en cada palabra. Y no faltarán quienes buscan dilucidar en lo dicho un sentido que ni reside ni se agota en ello.
Ni se limita a la relación o a la emoción, ni al sentimiento, ni a las impotencias del concepto, ni siquiera sólo a nuestra capacidad. Ni se resuelve con más sinceridad, ni se aclara con más detenimiento. No es cosa de una mayor competencia o voluntad. Sin duda influyen, pero no resuelven la cuestión.
Ni siquiera la desplazan. Quizá precisamente lo incomunicable nos impulse una y otra vez a tratar de comunicarnos.
Y no se diluye con que lo hagamos impecablemente. Más bien con ello se ratifica hasta qué punto el asunto parece no agotarse en la intención de quien considera que basta dar con la expresión adecuada. A veces tratamos de otorgar lo que ni siquiera poseemos, con la confianza de que al hacerlo se nos desvele o se nos presente a nosotros mismos.
Se insiste con razón en lo que un rostro revela. A su vez ofrece un silencio singular. Es una presencia que a la par desvela una peculiar ausencia. Suya, muy suya, sólo suya, y que curiosamente no le pertenece en absoluto. Es como si anunciara lo vivido y al mismo tiempo lo deseado, lo inviable, lo no sucedido, en un espacio inclasificable, como aquello que no se deja recoger en un relato, lo inenarrable, pero que lo perfila y lo concreta.
 No es preciso ni agudizar la vista ni la descripción tratando de captar lo que se impone sin requerir muchas explicaciones. Pero tal imposición tiene más que ver con un impacto que con una concepción. Nos comunica bien lo incomunicable como incomunicable.
No es que simplemente se sugiera, es que en ocasiones lo que se dice no se identifica sin más con lo que se comunica. Y no sólo porque ello implica al otro, a los otros, sino porque no se ajusta al control que el propio lenguaje trata de imponer.
 Sin embargo, se vislumbra de tal modo que no se reduce únicamente a lo que no se transmite, ni a lo que se acalla, sino que es tal su contundencia que constituye una nueva forma y figura. Cada quien es asimismo lo incomunicable en él y por él.
 No es idéntico en todos los casos y en cierto modo en ello reside no poco del atractivo individual. No lo que esconde o acalla, tantas veces inocuo  o, por muy decisivo que parezca, de poco interés.
 Se trata de lo que nunca podría decir, y en este sentido ni ocultar, aunque sólo se preserva con lo que singularmente es. Lo incomunicable forma parte de su insustituible palabra, de lo que nadie vivirá en su lugar. Y gracias a ella pervive. Y viceversa, por serlo, da permanentemente que decir.
Lu cong 5
El afán de desvelar lo que no está oculto y es palmaria superficie, como un enigma sin secreto, el ansia de entenderlo y de explicarlo todo, confirma una vez más la impotencia de un modo de proceder sensato pero insuficiente.
 Cada descubrimiento, cada invención, no sólo generan nuevas tareas, problematizan las labores y abren  nuevas posibilidades, confirman que lo que da que decir ni  se agota ni se clausura con lo dicho.
Atribuir a la falta de espontaneidad o de sinceridad el no exponer permanentemente todo no es una simple desconsideración para con la intimidad o la confidencialidad, es ignorar hasta qué punto no vivimos en la absoluta posesión del contenido y del sentido. Incluso hay quienes creen que sólo es real lo que ellos conocen de primera mano o cosas semejantes.
 Cualquier otra perspectiva, otro alcance u otra orientación les parecen no sólo improbables sino inviables, cuando no falsos. Ellos son la medida de todas las cosas, y más aún, de todo lo factible y de todo lo posible.
No se trata de encontrar en lo inabarcable o en lo inefable una coartada para silenciar o ignorar la verdad. Pero incluso en la más generosa entrega a ella, ha de reconocerse su resistencia a ser masticada y deglutida, ingerida como lo que sucede, hasta convertirlo todo en asumible para nuestro provecho
. En la sociedad de la permanente transmisión nacen otras opacidades y otras soledades.
La supuesta pura y absoluta transparencia y circulación se enfrenta con nuevos reductos, no pocos creados por ese afán, y se encuentra con la impenetrabilidad de lo que en cada quien y en cada vida no se deja atrapar por la entronización de lo comunicable.
LU CONG 15
(Imágenes: Pinturas de Lu Cong)

Inditex, ¿dónde están sus límites?¿sabemos cuanto ganan sus empleados la mayoría a tiempo parcial?


Tienda de Zara en el centro de Madrid. / ÁNGEL NAVARRETE (BLOOMBERG)

El 23 de mayo de 2001 fue un día especial para la Bolsa española. En esa jornada se estrenó en el parqué del edificio de la plaza de la Lealtad de Madrid una compañía llamada Inditex. Entonces ese nombre no era tan conocido como ahora para el gran público. El grupo textil era sobre todo famoso por una de sus marcas, Zara, cuyas tiendas habían copado las calles comerciales de las ciudades españolas en años previos.
Las entidades que llevaron a cabo la colocación en Bolsa de Inditex fueron BBVA, Banco Santander, Morgan Stanley y Salomon Brothers. El folleto de la oferta pública de venta (OPV) fijó una banda de precios para las acciones con un máximo de 14,90 euros y un mínimo de 13,30 euros. En el road show los colocadores percibieron el interés de los grandes fondos de inversión por los títulos, pero prefirieron no forzar la máquina y fijaron un precio de estreno en Bolsa en la parte alta de la horquilla, aunque sin rebasarla: 14,70 euros.
Esta tasación valoraba la compañía en 9.162 millones e implicaba que las acciones cotizarían a un múltiplo PER de 35 veces sobre el beneficio por acción logrado por Inditex en 2000. Era una apuesta arriesgada puesto que la burbuja tecnológica se había pinchado meses antes y los inversores no estaban por la labor de financiar castillos en el aire. Sin embargo, los que acudieron a la OPV acertaron de pleno. Las acciones se han revalorizado un 603% desde entonces, lo que convierte a Inditex en la empresa española más valiosa con una capitalización de 64.452 millones de euros.

Un accionista llamado Amancio

En menos de una década, un desconocido —al que solo se le puso cara cuando Inditex salió a Bolsa gracias a la foto de la memoria anual— se ha convertido en el hombre más rico de España y en la cuarta fortuna del planeta (esta semana le adelantó Warren Buffett). Amancio Ortega, que sigue tan reacio a los focos, es cofundador junto a su exmujer, Rosalía Mera, del grupo y máximo accionista del mismo. Conserva 369 millones de títulos de Inditex, que al precio del mercado actual están valorados en 38.216 millones.
La OPV de Inditex permitió al empresario gallego obtener liquidez. Ortega vendió en la colocación 84,2 millones de títulos que, al precio de venta (14,70 euros), le llevaron a ingresar 1.237 millones de euros. Este patrimonio, en un principio colocado en varias Sicavs para rentabilizarlo, ha permitido más tarde al dueño de Inditex diversificar sus inversiones a través de la entrada en otras compañías cotizadas y, sobre todo, comprando inmuebles emblemáticos en las principales ciudades del país. Ortega no ha vuelto a vender acciones desde que Inditex salió al parqué. No lo necesita. La generación de caja del grupo le asegura unos dividendos estratosféricos. Con cargo a los últimos cinco ejercicios cerrados, esta vía de retribución le ha garantizado 2.864 millones.
En el caso de Mera, la OPV le permitió vender la mitad de su participación, captando 640 millones. En su caso, el reparto de dividendos de los últimos cinco años le ha supuesto unos ingresos extra de 338 millones adicionales.
Los múltiplos de Inditex ya no son tan elevados como en su estreno en Bolsa, pero siguen siendo superiores a los de la media del mercado: el PER a 12 meses vista de la compañía es de 23,5 veces, mientras que en el Ibex la ratio es de solo 11,5 veces, según los datos de Bloomberg. Esta situación provoca que, a medida que la acción va superando hitos, el mercado se cuestione si habrá tocado techo. Estas dudas han reaparecido tras la presentación de los resultados anuales de Inditex. Las cuentas batieron récords en ventas y beneficios a pesar de la crisis, pero se quedaron ligeramente por debajo de la previsión del mercado.
En el caso de Inditex, las valoraciones de las casas de Bolsa han solido ir a rebufo de la cotización. Actualmente, el valor recibe 17 consejos de comprar (el 42,5% de las recomendaciones), 15 de mantener y 8 de vender. El precio objetivo del consenso del mercado tasa los títulos en 108,25 euros, lo que aún concede al valor un recorrido alcista del 4,7% con respecto a su cotización actual.
“Los resultados del cuarto trimestre decepcionaron un poco. Creo que los dos motores del crecimiento, Asia y el comercio por Internet, ya fueron recogidos en el precio de las acciones el año pasado cuando estas subieron un 67%. Ahora mismo vemos otras oportunidades de inversión más interesantes dentro del Ibex. Además, Inditex es un valor muy sensible a la presentación de resultados y cualquier desvio sobre la previsión del mercado es penalizada, lo que conlleva una elevada volatilidad”, argumenta Silvia Merino, gestora de Gesconsult.
Si algo se ha ganado Inditex es un margen de confianza del mercado. Desde que comenzó la crisis en 2007 ha pasado de facturar 10.407 millones por año a obtener unas ventas de 15.946 millones en su último ejercicio, mientras que el beneficio se ha multiplicado por 3,3 veces.
 Además, gracias a su sistema de distribución y a la continua entrada en mercados menos maduros, la compañía es capaz de obtener un margen de ventas sobre Ebitda del 24,5% cuando cuatro años antes este era solo del 21%.
“Gracias a su programa de apertura de tiendas en los mercados de alto crecimiento, principalmente en Asia, esperamos que el grupo continúe generando un crecimiento de las ventas superior al PIB mundial y un beneficio superior a los dos dígitos”, escribía Richard Edwards, analista de Citi, en su último informe sobre Inditex (después de los resultados), en el que mantenía el consejo de comprar acciones y elevaba el precio objetivo de 115 euros a 120 euros por acción.
Uno de los colchones de la cotización, según coinciden los expertos, es la saneada situación financiera de la compañía. Inditex siempre ha contado con una posición neta de caja, pero al cierre de su último ejercicio ha batido su récord: 4.097 millones. Es un cofre del tesoro que la compañía puede usar para acelerar su expansión, para recomprar acciones o para repartir entre sus accionistas. La política de remuneración del grupo ha crecido de manera paralela a los resultados. Con cargo a los últimos beneficios, pagará 2,20 euros por título, un 22% más que un año antes.
Otro de los aspectos de Inditex que gusta al mercado es la calidad de su equipo gestor. El fundador y máximo accionista de la compañía, Amancio Ortega, primero fichó a Pablo Isla y luego le entregó el timón. La cuestión sucesoria está resuelta en Arteixo, cosa que no pueden decir otras empresas a las que ese dilema empieza a llamar a su puerta.

Mujeres para todos los gustos

Se reedita el libro de relatos del colombiano Héctor Abad Faciolince sobre el cuerpo femenino

El escritor escoge sus textos favoritos y obras de arte que mejor los ilustran.

'La muerte de Cleopatra' (1892), de Reginald Arthur.

Hay mujeres mentirosas, con rostros alegres, con miradas impactantes...
 El escritor Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) demuestra en su libro Tratado de culinaria para mujeres tristes (Alfaguara) su amplio conocimiento de la mente femenina. Mientras pasas las hojas descubres que el autor colombiano es capaz en 120 páginas de describir los sentimientos de algunas mujeres con una escritura impecable.
 La lectura de este libro que escribió en 1996 y que se reedita ahora en España es rápida y te incita a llegar hasta el final casi sin pausa.
 Su obra fue valorada en Colombia desde sus primeros trabajos, además de escritor es un reconocido columnista en su país.
 Posee en Medellín una pequeña librería de no más de 12 metros cuadrados inundada de libros que recorren toda la estancia y que solo Héctor Abad es capaz de encontrar.
 Con su novela Basura obtuvo en España el primer Premio Casa de América de Narrativa Innovadora en 2000, y en abril de 2005 logró en China el premio a la mejor novela extranjera del año por Angosta.
 En septiembre de 2010 le fue otorgado el Premio Casa de América Latina de Portugal por El olvido que seremos, como mejor obra latinoamericana.
Faciolince ha elegido nueve relatos de Tratado de culinaria para mujeres tristes por los que tiene especial apego y que recomienda a los lectores:
La coliflor en nieblas que, explica, "es una flor triste, una flor que nunca se regala y que jamás se coloca en un florero. En la comida, por triste que sea gusta".
El vaso de agua: "Cuando no hay solución para nada es lo único que sirve", puntualiza el escritor desde Colombia.
Rostro de mujer: "Cuando peor estás, si ves la cara de un amigo o de una amiga te mejoras", señala.
La mujer adúltera: "¿Quién es capaz de lanzar la primera piedra contra nadie?".
Enfermar de palabras: "Elegir la poesía como única receta para sanar de la enfermedad de las palabras es la única manera de curarse de un mal tan profundo".
Soltería: "Una lotería a veces no tan mala, a veces puede ser como ganarse el gordo".
Esa es la receta que ofrece este creador de palabras.
Niega: "En las relaciones personales no podemos convivir con un exceso de verdad".
Inmortalidad: "¿Quién no ha soñado alguna vez con no morirse nunca?".