Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

1 abr 2013

Las ‘sexies’ sin edad

Las ‘sexies’ sin edad

Han superado la barrera de los 60 años y están encantadas en su piel, esa que muestran sobre la alfombra roja y que ensombrece a las jóvenes estrellas.





Como dice Jane Seymour: «Tengo sesenta [y dos] y soy sexy, lo sé». ¿Alguien es capaz de llevarle la contraria? Silencio absoluto
. Cuando nos estamos acostumbrando a decir swofty –acrónimo en inglés de mujer sexy de más de 50 años– llegan las sposty, como se conocen a las que han superado los 60 y levantan suspiros de deseo
. Un término del que habló por primera vez Janet Street Porter (66 años), periodista del Daily Mail, para reivindicar el poder de las de su generación. En su artículo preguntaba: «¿Por qué la moda, la música o las fiestas deben ser una prerrogativa de la juventud?
Deborah Harry, de 67, está más activa que nunca y se comporta como lo que es: una it lady amante de las tendencias y la provocación dentro y fuera de escena. Como Sonia Braga, que a sus 62 años sorprendió a los asistentes de la semana de la moda de São Paulo al cerrar el desfile de Adriana Degreas y tocar su entrepierna (con las dos manos) al final de la pasarela. O Jessica Lange, quien con 63 años sigue despertando oscuros deseos en American Horror Story.
Sexies sin edad

Eres vieja, por Eva Hache "Si somos jóvenes hasta pasados los 40, lógicamente a los 60 no se puede ser vieja" Eva Hache 30 de marzo de 2013 21:11 h.

A veces pienso que me gustará que me digan «eres vieja».
 Cuando sea vieja, claro. No como aquella vez que mi sobrino me dijo que él tenía siete años y yo le respondí que tenía treinta y seis; a lo que él contestó: «Es que tú tienes muchos años porque eres vieja».
 Y yo no lo era. Pero cuando yo sea vieja, con mis arrugas y mis manías, con más arrugas y más manías, me gustará. Aunque, ¿quién sabe?, a lo mejor cuando yo sea vieja ya no existan las viejas.
 Quiero decir, existirán por edad, pero no por aspecto. De hecho, ahora mismo hay viejas, claro que las hay, pero solo en los pueblos, en los barrios, señoras muy muy mayores que tienen unos doscientos años
. Porque las otras, las mujeres urbanas de sesenta o setenta y pico años, no son viejas
. Tampoco son jóvenes, no. Por poco, que yo recuerdo cuando los bancos obsequiaban con La Hipoteca Joven hasta los treinta y cinco.
Y recuerdo también haber leído cosas como: «En España los jóvenes viven en casa de sus padres hasta pasados los cuarenta».
O sea, que si somos jóvenes hasta pasados los cuarenta (aunque solo sea para que tu madre te haga la comida, la colada y te aplique el tinte para las canas), lógicamente a los sesenta no se puede ser vieja.
 A no ser que, en lugar de cosmopolita y sofisticada, una se haya empeñado en ser paleta y cutre.
Porque entonces, sí; entonces se puede ser vieja a los sesenta y, si te empeñas mucho, a los quince recién cumplidos.
Yo seré vieja, pero no sé a qué edad. Por lo visto, las arrugas ya deben estar prohibidas o hay un anteproyecto de ley para prohibirlas
. A golpe de bisturí, de inyecciones vitaminadas o de paladas de cemento armado con un toque de llana fina. A la vista está que no están
. Las sexagenarias tienen cara y cuerpo de sesentañeras: Diane Keaton, Helen Mirren, Sigourney Weaver, ¡la mismísima Madonna! La verdad es que, incluso sin tanto gimnasio como la mismísima, tienen más de sesenta años pero no son viejas.
 Son muy extranjeras; será por eso.
Españolas que nacieron en la década de los cincuenta: Las Grecas, Amparo Muñoz, Carmina Ordóñez… Vaya, me sale mucha muerta.
 Vamos a ver, en España, vivas y sin mucho indagar, de sesenta y tantos están Isabel Preysler o María Antonia Iglesias. ¡Mira qué dos diferencias tan diferentes! ¡Qué follón!
 A lo mejor no es la edad lo que marca ser o no vieja.
 A lo mejor lo que yo quiero es tener sesenta y tantos años como Mayra Gómez Kemp, pero con el espíritu y la alegría de cuando cantaba «Rema, rema marinero» con el trío Acuario. Y enseñar piernaza por la raja de la falda, pero con clase y mesura.
¿Sabes qué te digo? Que el tiempo es elástico.
 Los embarazos los contamos en semanas; los bebés, en meses; hasta más o menos los cuarenta, en años.
 A partir de ahí, nos soltamos la melena de la imprecisión y contamos en décadas: «Debe de andar por los cincuenta», «sesenta y tantos», «esta no cumple los setenta».
 Como personalmente soy muy partidaria de tocar las pelotas, yo diré tranquilamente: «Tengo 812 meses». Y entre que les hace gracia y practican el cálculo mental ya les da tiempo a darse cuenta de que realmente les da lo mismo saber mi edad y seré vieja cuando yo quiera.


Madonna
Madonna es un claro ejemplo de que la edad no determina la vejez, y, aun con arrugas, todo es cuestión de estilo y actitud.




Guía del glamour ilustrado (español) que no encontrarás en las librerías

Marta Riera ha conseguido con su tesis lo que ninguna editorial se ha atrevido: aunar las figuras clave de dos siglos de ilustración de moda. Desde 'Vogue' al 'New Yorker', la tinta española ha hecho más de lo que imaginas.

31 mar 2013

“Confiaba en la directora de la oficina y nunca pensé que me engañaría

José Luis Serna y Blas Asensio confiaron su dinero en preferentes de Caixa Laietana

La caja se las canjeó por acciones de Bankia que hoy no valen nada.

Blas Asensio (izquierda) y José Luis Serna, delante de la oficina de Caixa Laitania de Mataró. / MASSIMILIANO MINOCRI

Blas Asensio, de 61 años, y José Luis Serna, de 48, son dos de los 15.000 afectados que Caixa Laietana ha dejado en Mataró
. La indignación aún les embarga cuando recuerdan cómo accedieron a unos productos que les han infligido pérdidas gigantescas. “Confiaba en la directora y nunca pensé que me engañaría. Fue una estafa”, afirma Serna.
 “Me dijeron que [las preferentes] eran totalmente seguras”, añade Asensio.
 Él recibió en 2001 una indemnización por un accidente que le dejó una parte de la cara paralizada. Acudió a Caixa Laietana, donde le ofrecieron una cuenta que “era mejor que las otras porque no se tenía que renovar cada año, pero que no tenía otras diferencias”.
Aun así, cuando llevaba los papeles a su mujer para que firmara vio que en el contrato ponía “preferencial”. No sabía qué significaba y volvió a la oficina a preguntar si podría retirar el dinero cuando quisiera. Recuerda que los oficinistas se rieron de él y le dijeron que no debía preocuparse por nada.
 Al principio le ofrecieron cerca de un 3,5% de interés, pero los últimos años fue solo del 1,8%.
 Hasta 2011 no tuvo problemas para retirar su dinero, pero todo cambió a finales de ese año: los 30.000 euros que le quedaban fueron bloqueados.
Empezó entonces un periplo de reclamaciones que no fueron respondidas hasta marzo de 2012, cuando Caixa Laietana le conminó, si quería recuperar el dinero, a canjear las preferentes por acciones de Bankia. “Me dijeron que si no lo hacía, lo perdería todo”, recuerda. Aceptó.
 Ahora se arrepiente y explica que se sintió “forzado a tener acciones”.
 Según cuenta, la caja le aseguró que recuperaría el 75% del importe en poco tiempo, aunque tendría que esperar más de un año para el 25% restante.
 Parecía que poco a poco podría disponer del dinero, pero no fue así. Las acciones han ido perdiendo valor desde que salieron a Bolsa hasta valer solo un céntimo.
 Además, la condición de “accionista obligado”, como él lo define, no le permite acogerse a un arbitraje para recuperar ni tan solo una parte del dinero.
José Luis Serna también se siente impotente. Él y su mujer están en el paro. Tienen tres hijas en edad escolar y viven en casa de sus suegros.
 Todos sus ahorros acumulados gracias a jornadas de trabajo de más de 12 horas están atrapados en Caixa Laietana.
Cree que cuando le vendieron estos productos, a finales de 2010, los banqueros ya sabían que “era una estafa”, pero “les daba igual porque querían cobrar comisiones”.
Como a la mayoría de afectados, le dijeron que no tendría ningún problema para recuperar el dinero cuando le apeteciera.
 El desconocimiento del producto era tal que cuando un familiar le explicó los riesgos de las preferentes y le preguntó si él tenía, Serna respondió que no. No fue hasta unos días más tarde cuando se enteró de que su dinero estaba bloqueado. “No me lo podía creer”, recuerda ahora.
 Desde ese momento él y su mujer han pasado muchas noches sin dormir, tomando medicación para la depresión y el estrés.
 Fuera de las participaciones solo disponían de 2.500 euros, así que durante este tiempo han vivido de trabajos temporales y del paro. Ahora reciben 428 euros de subsidio y sus familiares les ayudan.
En marzo de 2012 Caixa Laietana le ofreció, como a todos los afectados, canjear participaciones por acciones.
 El movimiento no estaba claro, por lo que consultó con un abogado quien le recomendó que aceptara el cambio pero con un documento firmado en el que explicara que lo hacía en contra de su voluntad.
Ahora lucha para poder ser tratado como afectado por las preferentes y no accionista y recuperar así su dinero.
 Se siente “triplemente engañado”: primero por la venta de las preferentes, luego por el canje obligatorio en acciones y ahora por no poder acogerse al arbitraje.