Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 mar 2013

Fuera de España Por la esposa de Muñoz Molina

Una usuaria accede a Facebook desde su ordenador portátil. / Bernardo Pérez

El extranjero ya no es lo que era.
 Por eso, cuando alguien se cree en el derecho de desautorizar tu opinión por aquello de que vives fuera es porque seguramente tiene una idea anacrónica de lo que es el extranjero.
 Yo no he vivido el extranjero cuando estaba en sus momentos de esplendor, es decir, cuando no había manera de combatir la distancia física y uno se comunicaba con los suyos en cartas que tardaban meses en llegar.
Por aquel entonces, no se había inventado la palabra desconectar, pero lo que se producía era, sin duda, una desconexión absoluta de tu mundo de origen.
 El extranjero era un lugar remoto; lo sigue siendo hoy para aquellos que llegan a Europa desde los países pobres.
El primer extranjero que yo viví, por nombrar algunas diferencias con el actual, era ese extranjero al que accedías en vuelos de Iberia en los que viajar en turista era delicioso por el espacio, aunque te llegara el tufo proveniente de los asientos de fumadores.
En aquel extranjero acudías al quiosco internacional en el que se vendían periódicos de tu país que llegaban con uno o dos días de retraso.
 En aquel mundo sin móviles te proveías de unas tarjetas telefónicas que te permitían llamar a la familia
. Las conversaciones eran breves, se iban entre el asombro por la diferencia horaria y las comparaciones sobre el tiempo atmosférico
. El fondo que subyacía bajo estos temas triviales era que nadie había tenido el mal gusto de morirse aprovechando tu ausencia.
Algunos compatriotas de los que viven en el extranjero actual, que cada vez son más, dado que la crisis ha desparramado españoles por el planeta, tienen la posibilidad de leer el periódico antes de que llegue a las manos de un lector en Valencia, y gracias a las redes sociales el chafardeo sobre el último capítulo de los papeles de Bárcenas se produce horas antes.
 No hay un joven emigrante que antes de partir a ese extranjero, que ya no lo es tanto, no le haya explicado a su padre y a su madre, hasta el momento analfabetos digitales, cómo se utiliza el Skype y cómo gracias a esa pantallita mágica van a estar al tanto de sus cambios de peso, de pelo o de orientación sexual, que es algo que a veces ocurre cuando se pone tierra por medio.
 Antes de emprender el camino diario hacia el laboratorio, un alto porcentaje de los 400 científicos españoles que trabajan en Nueva York hablan con sus padres.
Hay incluso madres (sobre todo madres) que, animadas por las ventajas de la tecnología, se abren un perfil en Facebook y acarician la idea de que sus hijos las agreguen a su comunidad de amigos.
 El hijo o la hija se resisten y con razón, porque ante la pantalla del Skype todavía pueden mantener la ficción de buenos chicos que históricamente se representa ante los progenitores, pero en el Facebook, ese Hola a la medida del usuario, la madre podría contemplar en fotos y grandes titulares cómo su hijo se cura la nostalgia como se ha curado la nostalgia desde que el extranjero existe: mojándola en alcohol con otros individuos en la misma situación.
 Y eso a una madre no le gusta. O no “la” gusta, que suena más contundente.
En mi humilde investigación sobre las costumbres del joven emigrante español, la imagen de cachondeo perpetuo que da el Facebook es casi tan engañosa como la de buen chico que favorece el Skype, porque el extranjero (aunque ya no es lo que era) sigue siendo ese lugar donde a menudo uno se siente más solo que la una
. Y ya se sabe que la soledad favorece las fantasías solitarias y que para los delirios Internet es el hábitat perfecto. Acabo de leer en el Times la increíble historia de Paul Frampton, un físico americano que, harto de la soledad del campus (un campus americano es el extranjero para cualquier ser humano), buscó novia en Internet. Nunca se vieron en movimiento ni hablaron, solo chatearon y se mandaron fotos.
 Ella era checa, joven despampanante, modelo de biquinis; él, sesentón y desastroso, pero tan narcisista, ay, que alcanzó la estupidez al creer que ella lo quería de veras.
 Por abreviar: quedaron en conocerse en Bolivia; ella no apareció, pero sí un conocido suyo que dejó al profesor a cargo de una maleta.
 La historia, complicada y fascinante, acaba en Devoto, una cárcel de Buenos Aires, donde el tipo está cumpliendo condena por tráfico de esa droga que llevaba en la maleta. Frampton es tan retorcido mentalmente que no se llega a saber si solo era un ingenuo por no sospechar que la maleta escondía cocaína o si lo era porque participó en el delito imaginando un futuro de amor y lujo con una checa que, seguramente, era virtual.
Sin llegar a tan temeraria credulidad, he conocido casos de seres solitarios que creen haberse enamorado a través de una pantalla, personas brillantes que debieran saber que en la atracción intervienen factores que una imagen no capta, el tacto, el olor, las dimensiones verdaderas. Y han visto cómo el hechizo se rompía cuando la posibilidad de tocarse era real
. Ya lo escribía san Juan de la Cruz: “Mira que la dolencia / de amor que no se cura / sino con la presencia y la figura”. El extranjero es hoy ese lugar donde, a pesar de estar en comunicación permanente con la patria chica, no puedes abrazar a los que quieres; eso sí, tampoco te cruzarás por la calle con los que detestas.

La sencillez Juan Cruz

Si ese rasgo se subraya tanto significa que quizá resulte excepcional.

Ahora que los cardenales han elegido Papa al argentino Bergoglio se ha repetido con una insistencia llamativa que quien ya se llama papa Francisco ha sido hasta ahora un hombre sencillo.
Como Francisco de Asís.
Ese valor se supone en cualquiera, sea laico o sea santo
. Sencillo se tiene que ser, es lo básico del ser humano. Luego vienen las capas de solemnidad y autosuficiencia, y muchos se muestran como dice la canción, antes muertos que sencillos.
Si ese rasgo se subraya tanto significa que quizá resulte excepcional.
 Y, en efecto, tanto en la curia como en la vida civil, y en la vida militar, por hablar de este sistema medieval que subsiste, si la sencillez brilla es porque demasiadas veces no existe.
Es cierto que, en el ámbito de la Iglesia católica, el rasgo que hasta ahora parece haber adornado a Bergoglio no es común.
No lo es, aunque la historia de sus fundadores invoque un ejercicio de humildad que fue, por otra parte, el que subyugó en principio a millones y millones de adeptos.
 De hecho, la jerarquía ha perseguido, entre los suyos, a aquellos que más han pregonado la obligación de la humildad, y por ahí hay, en la cuneta de la historia, muchos expulsados de su seno por haber predicado, entre otros compromisos, la teología de la liberación…
¿Qué pasó para que la Iglesia perdiera ese rasgo que distinguió a Jesús y a un número formidable de sus seguidores?
 Pues que tocó poder.
 Se hizo poderosa y perdió la sencillez; se hizo poderosa y dejó a un lado la humildad.
 Se hizo poderosa y, ay, se alió con los poderosos… En su historia alienta ese fantasma como una losa. Abrazó el boato y se alejó del centro en el que se había sentido fuerte: expulsando del templo a los aprovechados.
Se dice que el nuevo Papa es sencillo y humilde. ¿Cómo? ¿No tendría que serlo? ¿No se lo elige por eso? ¿Es que no lo han sido los otros? ¿Es que no lo fue Juan XXIII, no tendría que haberlo sido el Papa polaco, y no lo fue el alemán que dimitió? ¿No debería ser la humildad un rasgo característico del Papa y de cualquier sacerdote?
No debe serlo, puesto que se recuerda tanto que este Papa es sencillo, que viaja en metro y en autobús, que ha vivido en lugares sencillos, a pesar de su rango.
 ¿A pesar de su rango? Pero, ¿no es su rango el que tendría que haberlo convocado a situaciones en las que su humildad fuera equivalente a los valores que predica?
Sería injusto con la Iglesia y con el Papa (con el nuevo, con el que sigue vivo y dimitido y con todos los que han sido papas, y con los curas, en general) hablar de la sencillez ahora predicada y no insistir en que no es solo un asunto que tenga que ver con los religiosos
. Los políticos, los intelectuales, los escritores, los periodistas, los jueces, los banqueros…, todo el mundo que se acerca al poder, que lo toca o que lo ejerce está tentado para que corrompa la humildad hasta convertirla en un ropaje que se pone para pregonarla y que se quita porque le incomoda el peso de la sencillez.
Se dice que a Juan Pablo I lo aturdió hasta la desesperación la complejidad del cargo, frente a su ansia de humildad.
 Y en las alocuciones últimas de Ratzinger se advierte el reflejo de una perplejidad similar, de modo que se fue por el camino monacal. Jorge Mario iba en metro.
 A ver cómo le sienta el papamóvil a Francisco.
jcruz@elpais.es

 

ANNA KAENINA

Anna Karenina



SINOPSIS:
La preciosa y vivaz Anna Karenina (Keira Knightley) lleva la vida deseada por todas sus contemporáneas: está casada con Karenin (Jude Law), un importante funcionario al que ha dado un hijo, y su posición social en San Petersburgo es envidiable. Viaja a Moscú después de recibir una carta de su hermano, el mujeriego Oblonsky (Matthew Macfadyen), pidiéndole ayuda para salvar su matrimonio con Dolly (Kelly Macdonald). En el tren, Anna conoce a la condesa Vronsky (Olivia Williams), a la que espera su hijo, el elegante oficial de caballería Vronsky (Aaron Taylor-Johnson). Cuando Anna es presentada al oficial, surge una chispa mutua que ninguno de los dos ignorará.


CRÍTICA: El poder de una imagen

El clásico "una imagen vale más que mil palabras" le viene como anillo al dedo al quinto trabajo de Joe Wright, realizador que poco a poco va dejando de lado la relativa corrección narrativa de sus primeros trabajos para, con orgullo y sin prejuicios, ir dando forma a una personalidad marcada, principalmente, por los excesos visuales de quien se hace evidente disfruta mostrando que domina la materia. Como ya ocurría con el thriller de acción 'Hanna' Wright se aleja del convencionalismo del modelo de producción al que se enfrenta, en este caso el de las adaptaciones de apariencia clásica, para dinamizarlo a través de un juego narrativo muy estilizado en el que tal vez se anteponga el virtuosismo a los sentimientos, cierto, pero cuyo indudable poderío remite al Paul Thomas Anderson de 'The Master', otro autor de cuyos encuadres resulta difícil apartar la mirada.



Cuando se le mete mano a un relato del estilo al original de León Tolstói por lo general sus responsables suelen apostar por lo que podríamos llamar una "mirada clásica", sin ir más lejos hacer algo parecido a lo que Mike Newell ha hecho con las 'Grandes esperanzas' de Charles Dickens, otro texto igualmente adaptado hasta la saciedad y que, en sus manos, es una más que correcta y elegante versión que aunque apreciable no evita la sensación de no aportar nada que realmente no hayamos visto ya en cualquier otra versión anterior, síntoma de que en mayor o menor medida se teme más que se respeta al material original. Esto mismo es lo que acertadamente se planteó Joe Wright una vez se encontró con el guión de Tom Stoppard, que para que su 'Anna Karenina' tuviera sentido esta tendría que demarcarse del resto de adaptaciones de alguna manera que resultase evidente más allá de los nombres de su reparto. Y así es, algo para lo que se requiere además de personalidad de valentía... porque lo primero, por supuesto, no es Tolstói sino Wright. Porque por algo es "su" película. Y por algo es distinta, reconocible, particular.

No sé hasta que punto puede ser una apreciación demasiado personal y caprichosa, pero el trabajo de Joe Wright me recuerda mucho al de Paul Thomas Anderson, el reconocible autor de 'The Master', un título cuyo resultado a ojos de quien esto suscribe se aproxima mucho al de esta 'Anna Karenina'.
 O al contrario más bien.
 Ambos filmes, unidos por la en una palabra fascinante puesta en escena de sus responsables que aglutina tanto fotografía como escenografía, vestuario o una excelente banda sonora -en este caso obra de Dario Marianelli-, podríamos decir que funcionan más a un nivel ornamental que a un nivel emocional en donde, y a pesar de las excelentes actuaciones de Joaquin Phoenix en aquella o de Keira Knightley en esta -quien demuestra una vez más que nadie como ella para llorar embutida en un corsé-, los estímulos se encuentran más a gusto con los sentidos provocando una reacción cerebral en vez de emotiva, el principal hándicap tal vez de las que bien podrían exponerse en un museo como frías obras de arte, frías y bellas obras de arte. Una imagen vale más que mil palabras, pero una imagen que me ha dejado sin palabras, vaya.

Wright convierte a la 'Anna Karenina' de León Tolstói en la 'Anna Karenina' de Joe Wright anteponiendo en cierto sentido la imagen a la palabra, la estética a la emoción, la valentía al honor, el artificio escénico a la pureza de las emociones que encontramos sobre el papel
. Un resultado de una belleza plástica tan sugestiva que esta prevalece sobre la relativa indiferencia que, por contra, puede provocar el destino de los distintos personajes (si acaso salvo los de Domhnall Gleeson y Matthew Macfadyen, los dos personajes "más humanos"), si bien es del todo injusto tildar de hueca una propuesta tan interesante como esta porque sus intenciones no se vean refrendadas por el sentimentalismo que sí es capaz de provocar un filme como 'La vida de Pi'.
A diferencia del Tom Hooper de la muy poco atractiva 'Los miserables', Wright sí que sabe como hacer que luzcan sus recursos, un filme precioso y preciosista cuyas dos horas de duración no se hacen largos sin dejar de hacerse largos, en la medida en que su arriesgada propuesta y como ya pasaba con 'The Master' nos hipnotice sin la necesidad de que haya un por qué que lo justifique. Porque una imagen vale más que mil palabras, dicen.

16 mar 2013

Miren ustedes si lo entienden porque realmente si son gays sería una Película de Almodovar

La UE obliga a los ahorradores de Chipre a pagar la mitad del rescate

  • A cambio de la ayuda, la UE impone un corralito parcial en forma de tasa sobre los depósitos bancarios
Colas en los cajeros chipriotas Tras conocerse el bloqueo de parte de los depósitos bancarios, muchos ciudadanos intentan sacar sus ahorros
. En la imagen, cola en una sucursal bancaria en Larnaca. / P. Karadjias (AP)
Luis Doncel Bruselas 1024
Europa cerró anoche el acuerdo para rescatar a Chipre, pero a costa de imponer una tasa a los ahorradores que empuja a las autoridades a decretar un corralito parcial. Todas las cuentas de la isla quedarán sujetas a una tasa del 9,99% para los que superen los 100.000 euros, y del 6,75% para los demás
    .