Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 mar 2013

ANNA KAENINA

Anna Karenina



SINOPSIS:
La preciosa y vivaz Anna Karenina (Keira Knightley) lleva la vida deseada por todas sus contemporáneas: está casada con Karenin (Jude Law), un importante funcionario al que ha dado un hijo, y su posición social en San Petersburgo es envidiable. Viaja a Moscú después de recibir una carta de su hermano, el mujeriego Oblonsky (Matthew Macfadyen), pidiéndole ayuda para salvar su matrimonio con Dolly (Kelly Macdonald). En el tren, Anna conoce a la condesa Vronsky (Olivia Williams), a la que espera su hijo, el elegante oficial de caballería Vronsky (Aaron Taylor-Johnson). Cuando Anna es presentada al oficial, surge una chispa mutua que ninguno de los dos ignorará.


CRÍTICA: El poder de una imagen

El clásico "una imagen vale más que mil palabras" le viene como anillo al dedo al quinto trabajo de Joe Wright, realizador que poco a poco va dejando de lado la relativa corrección narrativa de sus primeros trabajos para, con orgullo y sin prejuicios, ir dando forma a una personalidad marcada, principalmente, por los excesos visuales de quien se hace evidente disfruta mostrando que domina la materia. Como ya ocurría con el thriller de acción 'Hanna' Wright se aleja del convencionalismo del modelo de producción al que se enfrenta, en este caso el de las adaptaciones de apariencia clásica, para dinamizarlo a través de un juego narrativo muy estilizado en el que tal vez se anteponga el virtuosismo a los sentimientos, cierto, pero cuyo indudable poderío remite al Paul Thomas Anderson de 'The Master', otro autor de cuyos encuadres resulta difícil apartar la mirada.



Cuando se le mete mano a un relato del estilo al original de León Tolstói por lo general sus responsables suelen apostar por lo que podríamos llamar una "mirada clásica", sin ir más lejos hacer algo parecido a lo que Mike Newell ha hecho con las 'Grandes esperanzas' de Charles Dickens, otro texto igualmente adaptado hasta la saciedad y que, en sus manos, es una más que correcta y elegante versión que aunque apreciable no evita la sensación de no aportar nada que realmente no hayamos visto ya en cualquier otra versión anterior, síntoma de que en mayor o menor medida se teme más que se respeta al material original. Esto mismo es lo que acertadamente se planteó Joe Wright una vez se encontró con el guión de Tom Stoppard, que para que su 'Anna Karenina' tuviera sentido esta tendría que demarcarse del resto de adaptaciones de alguna manera que resultase evidente más allá de los nombres de su reparto. Y así es, algo para lo que se requiere además de personalidad de valentía... porque lo primero, por supuesto, no es Tolstói sino Wright. Porque por algo es "su" película. Y por algo es distinta, reconocible, particular.

No sé hasta que punto puede ser una apreciación demasiado personal y caprichosa, pero el trabajo de Joe Wright me recuerda mucho al de Paul Thomas Anderson, el reconocible autor de 'The Master', un título cuyo resultado a ojos de quien esto suscribe se aproxima mucho al de esta 'Anna Karenina'.
 O al contrario más bien.
 Ambos filmes, unidos por la en una palabra fascinante puesta en escena de sus responsables que aglutina tanto fotografía como escenografía, vestuario o una excelente banda sonora -en este caso obra de Dario Marianelli-, podríamos decir que funcionan más a un nivel ornamental que a un nivel emocional en donde, y a pesar de las excelentes actuaciones de Joaquin Phoenix en aquella o de Keira Knightley en esta -quien demuestra una vez más que nadie como ella para llorar embutida en un corsé-, los estímulos se encuentran más a gusto con los sentidos provocando una reacción cerebral en vez de emotiva, el principal hándicap tal vez de las que bien podrían exponerse en un museo como frías obras de arte, frías y bellas obras de arte. Una imagen vale más que mil palabras, pero una imagen que me ha dejado sin palabras, vaya.

Wright convierte a la 'Anna Karenina' de León Tolstói en la 'Anna Karenina' de Joe Wright anteponiendo en cierto sentido la imagen a la palabra, la estética a la emoción, la valentía al honor, el artificio escénico a la pureza de las emociones que encontramos sobre el papel
. Un resultado de una belleza plástica tan sugestiva que esta prevalece sobre la relativa indiferencia que, por contra, puede provocar el destino de los distintos personajes (si acaso salvo los de Domhnall Gleeson y Matthew Macfadyen, los dos personajes "más humanos"), si bien es del todo injusto tildar de hueca una propuesta tan interesante como esta porque sus intenciones no se vean refrendadas por el sentimentalismo que sí es capaz de provocar un filme como 'La vida de Pi'.
A diferencia del Tom Hooper de la muy poco atractiva 'Los miserables', Wright sí que sabe como hacer que luzcan sus recursos, un filme precioso y preciosista cuyas dos horas de duración no se hacen largos sin dejar de hacerse largos, en la medida en que su arriesgada propuesta y como ya pasaba con 'The Master' nos hipnotice sin la necesidad de que haya un por qué que lo justifique. Porque una imagen vale más que mil palabras, dicen.

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