Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

12 mar 2013

La iglesia que vuela

Exterior de Notre Dame de Haut, en Ronchamp (Francia). / Hervé Hughes
He querido crear un lugar de silencio, de paz y de alegría interior”.
 Esta es la frase del arquitecto franco-suizo Le Corbusier (1887-1965) sobre la iglesia de Notre Dame du Haut, también conocida como La Chapelle. Palabras que se pueden leer en el interior de la porterie,el nuevo centro de recepción proyectado por el arquitecto italiano Renzo Piano e inaugurado en 2011.
Resulta difícil describir esta obra de Le Corbusier, uno de los ejemplos de arquitectura religiosa más acertados y exitosos del siglo XX, una construcción que puede emparentarse con el Panteón de Roma o cualquier otro icono de la historia de la arquitectura por su capacidad de emocionar. Es como una ilusión inexplicable; mientras se contempla, el tiempo no pasa. Sea por devoción o afición, lo cierto es que cada año visitan el complejo casi 100.000 personas
. El enclave es ahora un santuario doble: allí componen su oración por el semidiós de la arquitectura los amantes del oficio, muchos de ellos laicos, y rezan los católicos, subyugados por un espacio celebratorio de cuyo aura participan.
Interior de Notre Dame de Haute, en Ronchamp (Francia). / Thomas A. Heinz
La construcción está situada sobre una colina de unos 150 metros de altura que se abre al paisaje de Ronchamp, en la Francia del noreste. La colina, con un gran valor simbólico para los habitantes de la zona, fascinó a Le Corbusier como elemento paisajístico cuando la visitó en 1950
. La vio como un poema, rodeada del bosque y flanqueada por montañas.
Le Corbusier dibuja en sus primeros bocetos a lápiz cuatro elementos en los cuatro puntos cardinales de la colina, de los cuales el central es la capilla. En el extremo sur está la residencia de las monjas; en el extremo norte se encuentra una pirámide escalonada como símbolo de paz, construida con los restos de la antigua iglesia bombardeada en la II Guerra Mundial; en el extremo oeste hay una explanada que permite actos litúrgicos para un número elevado de peregrinos, y en el extremo oeste, una estructura metálica que aloja tres campanas.
La iglesia se inauguró el 25 de junio de 1955. Por si había alguna duda, Le Corbusier la resolvió: un buen arquitecto no creyente puede realizar un edificio religioso con grandes valores arquitectónicos
. Empezando por el emplazamiento, que puede relacionarse con la Acrópolis: a los pies de la colina comienza la ascensión hasta la cima, donde se puede ver el edificio en su integridad. ¡Y menudo edificio! Los gruesos muros de mampostería pesada, revocados en blanco, se despliegan sinuosos y sobre ellos surge, repentinamente, una cubierta de hormigón natural a modo de vela.
 Con ella, el edificio, enraizado en la colina, al mismo tiempo vuela. Se hunde en el suelo y nos recoge hacia la tierra; se alza en el cielo y nos levanta hacia el espacio.
Javier Belloso
Los únicos elementos religiosos en su interior son una Virgen y una cruz.
 La sensación es la de una masa escultórica que bebe del cubismo, de Mondrian y también, tal vez, del barroco. Están aquí presentes las formas arquitectónicas orgánicas de los años cincuenta, como el Guggenheim de Nueva York, de Frank Lloyd Wright, o el proyecto del arquitecto estadounidense de origen finlandés Eero Saarinen en la terminal neoyorquina de la TWA. La Chapelle fue concebida con los conceptos del Modulor (sistema de combinaciones armónicas detallado por Le Corbusier a partir de la medida del hombre con la mano levantada: 226 centímetros), y en la plasticidad de la obra el arquitecto trata de expresar esa “joie interieure” (alegría interior) a la que se refiere en sus primeras concepciones arquitectónicas.
La planta se compone de una sola nave con dos entradas en las paredes laterales, un altar y tres capillas con sus respectivas torres. La puerta de entrada principal aparece recubierta por ambas caras con chapas de acero esmaltadas en colores brillantes.
La luz natural es otro de los elementos clave del edificio
. Una raya de luz de unos diez centímetros separa el techo de las paredes, produciendo así en su interior un impactante efecto escenográfico. Las ventanas son el resultado de unos agujeros en las paredes para que el movimiento de las nubes y de los árboles se constituyan en parte integrante del edificio. El sistema constructivo es simple: las paredes, blancas; el techo, gris; el suelo, de cemento y piedra; los bancos, de madera africana. La penumbra se enriquece con los haces de luces.
 En algunos huecos la luz es filtrada por vidrios rojos, azules, amarillos y verdes.

Los Colores en el Vestir......

Los colores en el vestir de la dama y el caballero honorables

Trata de cómo los colores marcan lo caballeril o damesca que es una persona, y de cuales hacen favor y cuales no convienen al uso. (Siempre en la línea palimakística)

Les presento, pues, un listado:

Negro:
El negro es el color por excelencia. Haylos que atacan al negro por falto de color, por ser la negación al color, por ser en exceso sobrio y de luto. No atienda a esas razones, pues están cuanto más en desuso y no tienen valor en este lugar.
De hecho el negro es el color más grande y maravilloso en el vestir. Grande porque le sirve en cualquier momento y maravilloso porque hace maravillas. Usted podrá llevar siempre negro, en la cantidad que quiera, y en el tiempo que quiera. El negro le confortará al mismo tiempo que le hará verse más elegante, profundo, moderno y sobretodo honorable.
El negro deberá caracterizar su atuendo cuanto más posible; nunca habrá un exceso de negro (siempre que usted sea lo suficientemente pálida y bella que es de lo que se trata y en el tema en el que nos encontramos)
Este color le elevará al máximo nivel estético, le dará un aspecto especial y exclusivamente deseable y que podrá hacer corresponder con cualquiera que sea su filosofía, política o sentimiento de cada día.
También es interesante que conozca las posibilidades del negro, mucho más amplias que las de cualquier otro color; se conoce que el negro nunca es total, del mismo modo que no existe el pensamiento perfecto o el camino único, más que enfocado a cada ocasión.

El negro plenamente negro no existe; el negro es una idea perfecta.
Toda prenda que usted pueda conocer jamás será completamente negra, será un “casi negro” vertido hacia un tono u otro al que comúnmente se llama negro, por oscuro e indistinguible que sea. Usted deberá entrenar su ojo para poder distinguir uno de otro, aunque también se da la posibilidad de que tenga esa capacidad innata en cuyo caso tiene mis felicitaciones.
Le indicamos pues, los negros que existen realmente, bástamente clasificados:

-Negro arrojado: se trata del negro que tiende a los tonos rojizos, pudiendo ser estos magentas afresados, fresas amagentadas, carmines buranos o colores más terrosos.
-Negro profundo frío: Sería el conjunto de negros desde el azulado al morado más dramático semana-santil. Siempre en comparación con otro negros, claro.
- Negro ictericia: Aquel que tiende al amarillo o al verdoso. Lo reconocerá fácilmente al compararlo de cerca con los otros, igual que en los casos anteriores.
- Negro grisalla: No se trata de un negro próximo al real, pero puede llegar a entenderse como negro. Comparado un negro correcto podrá ser llamado vulgarmente “negro claro” para personas no muy adentradas en la materia. No debe confundirse nunca con el negro descolorido.
- Negro descolorido: Aquel que antes era negro, únicamente digno en objetos artísticos diferentes de la ropa de vestir (entendemos como ropa de vestir toda la ropa) Un negro indigno, en absoluto recomendado. Lave sus prendas con conciencia y evite el temible sol a toda costa: sépase que engendra mala sangre y ventosidades.
(Buena imagen para afinar la vista en la distinción de tooodos los negros habidos y por haber. Llamámosle, negros cromados)

Ya entendido esto, sólo nos queda por decir que el negro sirve de igual modo a la dama que al caballero, siendo a este último al que favorecerá cuanto más y conformará más distinguido y elegante.

Pues el negro es universal y especial. El negro es el color!!


Ahora abarcaremos el resto de colores con sus tonos correspondientes, que entran dentro de la gama aceptada y que consideramos recomendables en el vestir.

- Rojos profundos:
Los primeros de los elegidos pasionales, que usted ya conoce de sobra (como todo el sermón que aquí tiene lugar siempre) y de los que se beneficia día a día. Es innecesario pues, que le detalle las connotaciones y efectos estéticos (y emocionales, y talvez físicos… ejem, ejem) que acarrean estos tonos. Prácticamente todos son perfectos excepto algunos tono más neutros o tierra. De este modo, dentro de los rojos profundos podemos agrupar algunos como: rojo apagado, granate, Burdeos o color George ( aka color chorch, invención fruto de la pasión y que ha dado muy bueno resultados) e incluso magenta turbio oscurecido.
Muy recomendables en la mujer y en el hombre, aunque en éste deberán limitarse, como el resto de los colores distintos al negro.

- Rojos chirriantes:
Este tipo de rojos han de usarse con verdadero cuidado. Son aptos para detalles, complementos de pequeño tamaño e importancia (por ejemplo calzado NO) En cuestiones de maquillaje o cabellos es otra historia.
Estamos ablando del fucsia claro, magenta puro y el rojo estridente que todos conocen.
Estos colores, aceptables en la dama, resultan poco recomendables para el caballero. Siempre que no se trate de un ambiente fantástico o de celebración acorde, su exceso engendra cólera.

(espantajo de rojos intransigentes)

- Morados y violetas:
Por antonomasia, los tonos dramáticos más importantes de la reducida gama de la elegancia del inframundo. Estas magníficas mezclas son indispensables y débense utilizar con al igual que los rojos profundos, con entrega pero con ojo. Talvez sean un poco más atractivas por su carácter trágico y de misterio. Puede llevarlos templadamente o darles más importancia: una pieza de vestir completamente morada sería de igual modo válida siempre que se hiciese un uso correcto del resto y se abusase (como siempre) del negro.
Perfectos para la mujer majestuosa y para el hombre comedido moderno (pero siempre, restringidos para él)

- Grises incineración:
Los grises no deben de ser dejados de lado. Siempre que no se encuentren en demasía con alguno de los dos grandes (rojos o morados) se encontrarán en sintonía con la persona y el atuendo en general. Es importante utilizar como mucho dos tonos, ya que el exceso siempre es sucio, por no hablar de combinarlos con cualquier otro que no sea proporcionado, jamas! Es que acaso se piensa un arco iris?
Como de grises encontrase gran cantidad de calibres, úsase los de su preferencia siempre en conjunción con el resto. Un gris es elegante en la dama y en el caballero, aunque en éste se torna mucho más agradecido, pudiéndose utilizar más ampliamente sin miedo a parecer un cacharro de cocina. El gris le otorga al hombre (aunque sólo a primera vista), algo de lo que muchas veces carece.

- Blancos desinfectados:
Estos últimos han de utilizarse con mucha, mucha precaución. Son favorecedores por excelencia en motivos o bordados, así como en puños y otros arreglos. Su uso indiscriminado puede conducirnos a un error fatal, a parecer un ser sospechoso y cegador (u otros), y de eso nada.
 También cabe decir, que si se es bien usado, da grandes resultados; pero práctica y únicamente en el plano estético más espectral o de infante maldito (aka. Palia de blanco bien lograda)
Para el hombre, su uso se reduce a discretos motivos ornamentales y a clásicas camisas, no siendo éstas muy elegantes si llévanse solas, más bien con suéter de pico o chaleco abotonado encima.
(caballero elegante en negros fríos)

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Inés declara por Inés

La denuncia por robo de bebé de una afectada lleva a la madre adoptiva ante el juez

Su testimonio es el gancho para la citación del médico al que señalan más víctimas

 

Inés Pérez, en su casa de Almería junto a una foto de su hija adoptada. / FRANCISCO BONILLA

A punto de cumplir 90 años, Inés Pérez acudió el pasado 27 de febrero a un juzgado de Almería, donde vive, para responder a preguntas sobre la adopción de su niña, que recogió en 1969 en la clínica San Ramón de Madrid.
 Su propia hija, Inés Madrigal, la había incluido en su denuncia por robo de bebés, convencida de que fue un bebé robado, que el testimonio de su madre adoptiva es fundamental para el avance de la causa y que su decisión no tendría consecuencias para ella dada su avanzada edad.
 “Yo sabía que nos jugábamos que la imputaran, pero lo hablé con ella, le expliqué lo que podía pasar y me dijo que adelante, que ella hacía lo que tuviera que hacer”, explica.
La mayoría de hombres y mujeres que viven hoy con las mismas sospechas que Inés Madrigal no han incluido a sus padres adoptivos en sus denuncias, es decir, no cuentan con el apoyo de un testimonio tan directo como el que sí ofrece Inés Pérez, que en enero de 2011 reconocía en este periódico no haber dado a luz a su hija, pese a estar inscrita como si así hubiera sido.
 Es una de las pocas madres adoptivas cuyos hijos sospechan ser niños robados que se han atrevido a hablar.
“Me llamaron un día de San Ramón y me dijeron que fuera al día siguiente porque tenían una sorpresa para mí.
 Al llegar allí, el doctor [Eduardo] Vela me dijo: ‘Mira qué regalo. Tengo una niña para ti’.
 El cura, Félix Sánchez, me dijo que era de una mujer casada que se había quedado embarazada mientras su marido estaba fuera de la ciudad trabajando.
Repitió varias veces que era extremeña, como si ser extremeño fuera algo malo”, recuerda.
Inés Pérez trabajaba entonces de voluntaria en un convento donde “madres viudas o solteras” dejaban a sus bebés internos mientras no podían cuidarlos.
 Inés acogió temporalmente a dos de ellos en su casa, mientras esperaba que alguna de aquellas madres en apuros renunciara su hijo para poder adoptarlo, ya que ella y su marido no podían tenerlos.
 Le hablaron entonces de la posibilidad de quedarse con el bebé “de una chica muy joven, de familia bien, que se había quedado embarazada”.
“Los padres no querían que lo tuviera pero la chica sí.
 El doctor incluso me enseñó a fingir el embarazo: me decía que no me pintara, que de vez en cuando hiciera como que tenía náuseas y cómo simular la barriga con un cojín...”. Finalmente, aquella adopción se frustró, pero al poco tiempo la llamaron para entregarle a Inés.
Era un bebé prematuro.
“El doctor Vela me dijo que tenía que ponerle bolsas de agua caliente en el carrito e insistió mucho en que si se ponía mala no fuera a ningún hospital, que le llamara a él directamente”, recuerda Inés.
 “A mí no me llamó la atención porque pensé que era porque se trataba de un embarazo fuera del matrimonio”.
“El doctor Vela escribió muchos papeles, que luego le dio a mi marido. De la clínica salimos directos al registro
. Y después fuimos a una tienda a comprar el carrito, la ropita... porque yo no tenía nada, claro, había sido una sorpresa.
 Así se lo expliqué todo al juez, que me dijo: ‘Sí, si usted tiene todos los papeles en regla. Pero a su hija no la ha parido”.
“Luego en casa, pensé que la niña era prematura porque el marido de aquella señora habría dicho que volvía a casa antes de tiempo y le habían adelantado el parto para que no se enterara de nada. Nació un día 4 y a mí me la dieron al 8”, recuerda.
Su hija Inés acudió ayer al juzgado para ratificar su denuncia.
 “Yo sé que cuento con una ventaja muy importante respecto a otros casos y que puede ayudar a que avancen: el testimonio de mi madre \[adoptiva\]
. Su declaración es el gancho para que se cite a declarar al doctor Vela —al que han denunciado otras madres y posibles niños robados—, que firma mi documentación, falsa.
 Quiero que le citen, que explique por qué falsificó aquella documentación y que diga dónde está, si existe, el documento de renuncia de mi madre biológica”.
Inés Pérez la apoya. “A mí me gustaría que mi hija encontrara a sus padres biológicos. Entiendo que les busque y la ayudaré en lo que pueda.
 He ido a declarar y he dicho la verdad
. Ella está convencida de que es robada.
Yo siempre he creído que aquel cura a mí me dijo la verdad”, zanja. “Mi madre me dijo que era adoptada cuando cumplí los 18 años.
Al ver un artículo en EL PAÍS con la historia de Antonio Barroso —fundador de Anadir, una de las asociaciones de afectados por el robo de bebés— empecé a sospechar.
 Mi madre no pagó nada. A mí me dieron en agradecimiento y ella feliz porque pensó: ‘A esta no me la quitan”, como a los otros niños que había acogido en su casa pero que sus madres sí habían ido a buscar.

La culpa fue del corazón

La culpa fue del corazón

Por: | 12 de marzo de 2013
El corazón delator_1

 
La enfermedad había exacerbado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. El más agudo de todos era el oído. Oía todas las cosas en el Cielo y en la Tierra. Oía muchas cosas en el Infierno. ¿Cómo, pues, puedo estar loco?

El corazón delator_2

Es imposible precisar cómo esa idea entró en mi mente por primera vez, pero, una vez concebida, me acosaba día y noche. Quería al viejo. Nunca me había insultado ni tratado mal. Ni codiciaba su dinero. 

El corazón delator_3
 
¡Sí, eso era! Tenía un ojo de buitre, un ojo azul pálido cubierto de una membrana. Cada vez que lo posaba sobre mí, se me helaba la sangre; y así, poco a poco, muy gradualmente resolví matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Ahora, la cuestión es que ustedes me toman por loco. Los locos no saben nada. Pero deberían haberme visto. Deberían haber visto con cuánta astucia actué, con cuánta prudencia, con cuánta previsión y disimulo me puse manos a la obra.
El corazón delator_4
Cada noche, a eso de las doce, giraba el picaporte de su puerta y la abría […] Y entonces, con la cabeza dentro de la habitación, abría la linterna cautelosamente —¡ay, cuánto!—, (pues las bisagras crujían), la abría de forma que un único y fino rayo de luz cayera sobre su ojo de buitre.
El corazón delator_5
Y esto hice durante siete largas noches, pero siempre encontraba el ojo cerrado, así que era imposible cumplir mi tarea, pues no era el viejo quien me exasperaba, sino su mal de ojo.
La octava noche abrí la puerta con más cautela de la habitual. [...] Ya había metido la cabeza, y estaba a punto de abrir la linterna cuando mi pulgar resbaló sobre el cierre metálico y el viejo se incorporó de pronto en la cama.
El corazón delator_6

Tras esperar pacientemente largo rato, durante el cual no le oí recostarse, decidí abrir una pequeñísima ranura en la linterna. La abrí, pues, hasta que, finalmente, un débil rayo de luz, como el hilo de una araña, salió disparado de la ranura y cayó sobre el ojo de buitre. [...]
¿Y no les he dicho que lo que toman por locura no es sino una exacerbación de los sentidos? Entonces llegó a mis oídos un ruido rápido y apagado, como el que hace un reloj cuando está envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Eso incrementó mi furia, igual que el ruido de un tambor enardece al soldado.
El corazón delator_7
Entretanto, el infernal martilleo de su corazón aumentó. Se volvió cada vez más rápido, cada vez más fuerte. […] ¡Al viejo le había llegado su hora!
En un santiamén lo arrastré al suelo y volqué la cama sobre él. Le puse la mano en el corazón y allí la mantuve varios minutos. Ningún latido. Estaba completamente muerto. Su ojo no me perturbaría más.
El corazón delator_11
Arranqué tres tablas del suelo de la habitación y las deposité entre los escantillones. A continuación las remplacé con tanta maña y habilidad que ningún ojo humano —ni siquiera el suyo— habría detectado nada raro. No había nada que limpiar, ninguna mancha ni rastro de sangre.
Justo cuando el reloj daba la hora, llamaron a la puerta de la calle. Bajé a abrir despreocupado, pues ¿qué podía temer?
El corazón delator_8

Los agentes quedaron satisfechos. Mi actuación los había convencido. Me sentía especialmente cómodo. Se sentaron y, mientras yo respondía alegremente, hablaron de cosas cotidianas. Pero, al cabo de un rato, me sentí palidecer y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y noté como un zumbido en mis oídos. [...]
El sonido seguía creciendo. ¿Qué podía hacer? Era un sonido rápido y apagado, como el que hace un reloj cuando está envuelto en algodón.

El corazón delator_9

¡Más alto... cada vez más alto! Y no obstante, los agentes charlaban tranquilamente, sonriendo.
¿Era posible que no lo oyeran? ¡Dios Todopoderoso! ¡No, no! ¡Claro que lo oían! ¡Sospechaban! ¡Lo sabían!
El corazón delator_12

Dejad de fingir! ¡Confieso mi crimen!..
¡Levantad los tablones!
¡Aquí, aquí! … ¡Donde late su espantoso corazón!



El corazón delator forma parte de Cuentos de muerte y demencia de Edgar Allan Poe. Ilustraciones de Gris Grimly. Traducción de Íñigo Jáuregui. Edición de Nórdica Libros.