Igual reside de un tiempo a esta parte en el barrio jerosolimitano
de las Cien Puertas y no nos hemos enterado.
Uno lo hacía en Madrid,
donde la comunidad judía, como en España
entera, es muy limitada, muy discreta, algunos con mucho oro, y en el
orden intelectual con cabezas poco excelsas
. Pero el amigo anda muy
preocupado. Se ve que tropieza de higas a peras con rebaños conducidos
por
admorim tremendos
. A lo mejor habrá visto la viva reencarnación de Baal
Shemtov.
Será de esos a los que de repente se le descalabra el candelabro ideal
porque
ha tenido noticia de una ramera hebrea, de un estafador, de una calaña
nada
recomendable. Habrá
que sacar al amigo de paseo para que se tranquilice
. Para que comprenda,
con un poco de suerte, que hay una forma de judaísmo cuyo
templo es la intemperie, por si lo del libro como templo le resulta
pomposo.
Y
que puede seguir al aire y libre sin que se le enreden otra vez las
piernas en los conventos.
Del Diario Virtual de Jose Carlos Cataño
15 feb 2013
A la salud de Brad y Angelina
Seis hijos y mucho trabajo cinematográfico n o son suficientes para
Brad Pitt y Angelina Jolie.
La pareja, que lleva meses anunciando una próxima boda, lanzará el próximo 15 de marzo un vino rosado, cultivado en la finca que posee en Francia.
Ambos adquirieron allí un viñedo hace cinco años, al que finalmente han decidido explotar.
“Embotellado por Jolie-Pitt y Perrin”, será el enunciado que aparezca en la botella, de diseño vintage.
El tercero en cuestión es un socio de la pareja, un vinicultor francés que conocieron hace años a través de amigos comunes y que los ha apoyado en esta aventura con las uvas y los bodegones.
Marc Perrin, procedente de una familia de larga tradición vinícola en Francia, compartirá las ganancias con Brangelina de forma igualitaria.
El nombre que los tres socios han elegido para su producto no dice mucho de su originalidad.
Se llamará Miraval, el mismo nombre que posee el palacete que preside la finca de Pitt y Jolie, situada en la pequeña aldea de Correns, en el corazón de la Costra Azul francesa.
“Estamos íntimamente involucrados y muy entusiasmados con el proyecto vinícola que compartimos con nuestros amigos, la familia Perrin”, explicó Brad Pitt a través de una de sus portavoces a Bloomberg.
Por su parte, el socio de la pareja no se ha quedado corto en halagos
. “Si conocieseis a Brad y a Angelina, sabríais que están en una constante búsqueda de la perfección en todo lo que hacen”, declaró a la revista francesa Challenges.
“Hablamos mucho e hicimos la primera vendimia juntos.
Son muy exigentes a la hora de buscar la excelencia en la calidad y el carácter del vino”.
De hecho, la aventura vinícola no acabará en marzo.
La pareja y su socio tienen pensado lanzar una línea complete de vinos tintos y blancos de agricultura orgánica durante los próximos meses de 2013
. Es decir, el rosado es solo el primer paso.
Y su sabor es todo un misterio, aunque el periódico Los Angeles Times se atreve a especular que “tendrá un intenso sabor floral con aromas de azucena silvestre y notas de fresa y frambuesa”.
Solo queda esperar a probarlo.
La pareja, que lleva meses anunciando una próxima boda, lanzará el próximo 15 de marzo un vino rosado, cultivado en la finca que posee en Francia.
Ambos adquirieron allí un viñedo hace cinco años, al que finalmente han decidido explotar.
“Embotellado por Jolie-Pitt y Perrin”, será el enunciado que aparezca en la botella, de diseño vintage.
El tercero en cuestión es un socio de la pareja, un vinicultor francés que conocieron hace años a través de amigos comunes y que los ha apoyado en esta aventura con las uvas y los bodegones.
Marc Perrin, procedente de una familia de larga tradición vinícola en Francia, compartirá las ganancias con Brangelina de forma igualitaria.
El nombre que los tres socios han elegido para su producto no dice mucho de su originalidad.
Se llamará Miraval, el mismo nombre que posee el palacete que preside la finca de Pitt y Jolie, situada en la pequeña aldea de Correns, en el corazón de la Costra Azul francesa.
“Estamos íntimamente involucrados y muy entusiasmados con el proyecto vinícola que compartimos con nuestros amigos, la familia Perrin”, explicó Brad Pitt a través de una de sus portavoces a Bloomberg.
Por su parte, el socio de la pareja no se ha quedado corto en halagos
. “Si conocieseis a Brad y a Angelina, sabríais que están en una constante búsqueda de la perfección en todo lo que hacen”, declaró a la revista francesa Challenges.
“Hablamos mucho e hicimos la primera vendimia juntos.
Son muy exigentes a la hora de buscar la excelencia en la calidad y el carácter del vino”.
De hecho, la aventura vinícola no acabará en marzo.
La pareja y su socio tienen pensado lanzar una línea complete de vinos tintos y blancos de agricultura orgánica durante los próximos meses de 2013
. Es decir, el rosado es solo el primer paso.
Y su sabor es todo un misterio, aunque el periódico Los Angeles Times se atreve a especular que “tendrá un intenso sabor floral con aromas de azucena silvestre y notas de fresa y frambuesa”.
Solo queda esperar a probarlo.
Las musas de Man Ray viajan a Londres
Man Ray, uno de los artistas más imaginativos y versátiles del siglo
XX como exponente de los movimientos dadaísta y surrealista, se
consideraba un pintor por encima de todo.
Solo aprendió el dominio de la fotografía —y de forma autodidacta— para documentar y reproducir sus piezas de arte, pero acabó revolucionando el género con técnicas innovadoras y un estilo muy personal que inmortalizó a una vasta nómina de celebridades de su tiempo.
La National Portrait Gallery ha conseguido reunir en Londres (hasta el 27 de mayo) una destacada muestra de esa colección de retratos, con un centenar y medio de imágenes que abarcan desde su amistad de juventud con Duchamp y Picasso hasta su desembarco en un Hollywood repleto de estrellas.
La primera exposición que brinda Reino Unido al Man Ray retratista incluye fotografías conocidas, puesto que muchas pasaron a la posteridad por la destacada personalidad de sus protagonistas y aparecieron en las portadas de publicaciones de su tiempo, aunque también suma imágenes inéditas para el público británico.
Nacido en el seno de una familia de inmigrantes ucranianos de Filadelfia, el encuentro de Emmanuel Radnitzky (1890-1976) con el artista francés Marcel Duchamp embarcó al antiguo estudiante de arquitectura y pintor vocacional en el experimento dadaísta y escoró su incipiente carrera hacia el arte de vanguardia. Duchamp, su mentor y gran amigo de los tiempos de Nueva York, aparece retratado en 1916 de espaldas a la cámara, la parte posterior del cráneo rasurada en forma de estrella.
Solo la enorme pipa que sobresale tras la cabeza permite identificarlo.
Aquella alianza artística y personal animó a Man Ray, desde entonces su nombre de guerra, a trasladarse a París en 1921, una época de la que datan sus primeras fotografías de Pablo Picasso, a quien definió como “un hombre que reacciona violentamente a todos los impactos, pero tiene un único medio para expresar sus sentimientos: la pintura”.
El Picasso de aquellos tiempos posa con la cabellera repeinada, corbata y chaleco, un atuendo formal que solo aparece desbaratado por un jersey de lana clara que sustituye a la chaqueta.
En años sucesivos volvería a ser el centro del objetivo de Ray, con una actitud especialmente distendida en compañía de Jacqueline.
El poeta, dramaturgo y director de cine Jean Cocteau o el arquitecto Le Corbusier destacan entre los modelos del fotógrafo, así como la escritora Virginia Woolf (portada de la revista Time) durante una escapada del autor a Londres, si bien la gran protagonista de su etapa parisina es la amante, modelo y posterior colaboradora Lee Miller, personaje esencial en la singladura de Ray.
La enorme reproducción del perfil de Miller abre la exposición de la galería. La imagen de esa belleza rubia y de corta cabellera invierte parcialmente las zonas de luz y las oscuras, con un reborde que subraya el contraste. Los numerosos retratos que el artista ejecutó de su musa proyectan una modernidad por encima de los años treinta en los que fueron ejecutados, o ilustran la fascinación de los surrealistas por las formas femeninas.
El estallido de la II Guerra Mundial forzó el regreso de Ray a su tierra natal y la inmersión en los estudios del cine hollywoodense, donde él mismo se autorretrató.
Allí conoció a la que se convertiría en su compañera durante los siguientes 37 años, Juliet Browner, y fotografió a la “absolutamente cautivadora” Ava Gardner, vestida con el atrezzo de la película Pandora y el holandés herrante (1951)
. Se trata de imágenes que distan mucho de los proyectos experimentales que definieron su primera etapa, en unos tiempos donde ya se había consolidado como reclamado fotógrafo.
El juego artístico e irónico a base de “objetos encontrados” que cultivara con Duchamp reaparece en la imagen que cierra la exposición, tomada tras el regreso de Ray a París, donde falleció a los 86 años: Catherine Deneuve, recién filmada la cinta Belle de Jour con Buñuel, posa en 1968 para la cámara de Man Ray rodeada de objetos personales del autor, de símbolos de su vida y de una obra singular.
Solo aprendió el dominio de la fotografía —y de forma autodidacta— para documentar y reproducir sus piezas de arte, pero acabó revolucionando el género con técnicas innovadoras y un estilo muy personal que inmortalizó a una vasta nómina de celebridades de su tiempo.
La National Portrait Gallery ha conseguido reunir en Londres (hasta el 27 de mayo) una destacada muestra de esa colección de retratos, con un centenar y medio de imágenes que abarcan desde su amistad de juventud con Duchamp y Picasso hasta su desembarco en un Hollywood repleto de estrellas.
La primera exposición que brinda Reino Unido al Man Ray retratista incluye fotografías conocidas, puesto que muchas pasaron a la posteridad por la destacada personalidad de sus protagonistas y aparecieron en las portadas de publicaciones de su tiempo, aunque también suma imágenes inéditas para el público británico.
Nacido en el seno de una familia de inmigrantes ucranianos de Filadelfia, el encuentro de Emmanuel Radnitzky (1890-1976) con el artista francés Marcel Duchamp embarcó al antiguo estudiante de arquitectura y pintor vocacional en el experimento dadaísta y escoró su incipiente carrera hacia el arte de vanguardia. Duchamp, su mentor y gran amigo de los tiempos de Nueva York, aparece retratado en 1916 de espaldas a la cámara, la parte posterior del cráneo rasurada en forma de estrella.
Solo la enorme pipa que sobresale tras la cabeza permite identificarlo.
Aquella alianza artística y personal animó a Man Ray, desde entonces su nombre de guerra, a trasladarse a París en 1921, una época de la que datan sus primeras fotografías de Pablo Picasso, a quien definió como “un hombre que reacciona violentamente a todos los impactos, pero tiene un único medio para expresar sus sentimientos: la pintura”.
El Picasso de aquellos tiempos posa con la cabellera repeinada, corbata y chaleco, un atuendo formal que solo aparece desbaratado por un jersey de lana clara que sustituye a la chaqueta.
En años sucesivos volvería a ser el centro del objetivo de Ray, con una actitud especialmente distendida en compañía de Jacqueline.
El poeta, dramaturgo y director de cine Jean Cocteau o el arquitecto Le Corbusier destacan entre los modelos del fotógrafo, así como la escritora Virginia Woolf (portada de la revista Time) durante una escapada del autor a Londres, si bien la gran protagonista de su etapa parisina es la amante, modelo y posterior colaboradora Lee Miller, personaje esencial en la singladura de Ray.
La enorme reproducción del perfil de Miller abre la exposición de la galería. La imagen de esa belleza rubia y de corta cabellera invierte parcialmente las zonas de luz y las oscuras, con un reborde que subraya el contraste. Los numerosos retratos que el artista ejecutó de su musa proyectan una modernidad por encima de los años treinta en los que fueron ejecutados, o ilustran la fascinación de los surrealistas por las formas femeninas.
El estallido de la II Guerra Mundial forzó el regreso de Ray a su tierra natal y la inmersión en los estudios del cine hollywoodense, donde él mismo se autorretrató.
Allí conoció a la que se convertiría en su compañera durante los siguientes 37 años, Juliet Browner, y fotografió a la “absolutamente cautivadora” Ava Gardner, vestida con el atrezzo de la película Pandora y el holandés herrante (1951)
. Se trata de imágenes que distan mucho de los proyectos experimentales que definieron su primera etapa, en unos tiempos donde ya se había consolidado como reclamado fotógrafo.
El juego artístico e irónico a base de “objetos encontrados” que cultivara con Duchamp reaparece en la imagen que cierra la exposición, tomada tras el regreso de Ray a París, donde falleció a los 86 años: Catherine Deneuve, recién filmada la cinta Belle de Jour con Buñuel, posa en 1968 para la cámara de Man Ray rodeada de objetos personales del autor, de símbolos de su vida y de una obra singular.
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