Igual reside de un tiempo a esta parte en el barrio jerosolimitano
de las Cien Puertas y no nos hemos enterado.
Uno lo hacía en Madrid,
donde la comunidad judía, como en España
entera, es muy limitada, muy discreta, algunos con mucho oro, y en el
orden intelectual con cabezas poco excelsas
. Pero el amigo anda muy
preocupado. Se ve que tropieza de higas a peras con rebaños conducidos
por
admorim tremendos
. A lo mejor habrá visto la viva reencarnación de Baal
Shemtov.
Será de esos a los que de repente se le descalabra el candelabro ideal
porque
ha tenido noticia de una ramera hebrea, de un estafador, de una calaña
nada
recomendable. Habrá
que sacar al amigo de paseo para que se tranquilice
. Para que comprenda,
con un poco de suerte, que hay una forma de judaísmo cuyo
templo es la intemperie, por si lo del libro como templo le resulta
pomposo.
Y
que puede seguir al aire y libre sin que se le enreden otra vez las
piernas en los conventos.
Del Diario Virtual de Jose Carlos Cataño
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