Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 feb 2013

Marisol.....Pepa Flores

Pepa Flores cumple 65 años

La actriz y cantante, niña prodigio en los sesenta, vive en Málaga sin esconderse pero al margen de cualquier protagonismo o proyección pública

04.02.2013 | 05:20
Pepa Flores, segunda por la izquierda, con sus hijas María Esteve, Celia y Tamara y su nieto Curro, en un reciente acto en Málaga. | arciniega Pepa Flores, segunda por la izquierda, con sus hijas María Esteve, Celia y Tamara y su nieto Curro, en un reciente acto en Málaga. | arciniega
Víctor A. GÓMEZ
El sábado por la noche, una joven cantante malagueña, Celia Flores, entonaba la nueva versión del himno del Carnaval sobre un escenario montado en la plaza de la Constitución
. Abajo, perdida entre la muchedumbre, seguramente estaría Pepa, una mujer a la que, como siempre que acude a algún acto protagonizado por sus hijas, le brillarían de orgullo sus ojos azules
. Pepa se siente ahora más cómoda en el papel que eligió para su vida, el de madre de la artista. Pepa fue Marisol y hoy cumple 65 años
. Lo hace como siempre, en estos días de Carnaval; en plena fiesta en la que todo el mundo huye de la cotidianidad eligiendo las máscaras de lo extraordinario, ella se reafirma en su compromiso con su propio rostro y en el adiós a la careta que le impusieron, la de la pizpireta niña prodigio.
Porque el mundo del espectáculo también es, en cierto modo, una fantasía de disfraces imposibles, de luz y de color, sí, pero falsos.
 Allí vivió como una extraña Pepa Flores desde cría hasta que en 1985, tras filmar la que a la postre sería su última película, «Caso cerrado» -título premonitorio- decidió decir «Basta ya».
La niña que le había dado el color azul de sus ojos a la gris sociedad franquista se había cansado de alegrar a los demás a costa de llevar una máscara, un rostro ajeno y ficticio, de plástico: «Cuando vives en el mundo del espectáculo, estás inmerso en un universo que no es cierto, no vives la realidad; y cuando ese mundo se desmorona, puedes llegar al suicidio» es una frase que se le atribuye a Pepa durante este exilio en su propia ciudad que dura ya casi treinta años.
Pero es incorrecto hablar del «misterio de Pepa Flores»: sus vecinos de la Malagueta la ven casi todos los días paseando a su perro frente al paseo marítimo; muchos nerjeños aún recuerdan sus escapadas en moto junto a su marido, el italiano Massimo Stecchini; y si se fija usted bien, quizás en alguna procesión de la Semana Santa la vea porque ella, aunque se defina «comunista, comunista», no puede desprenderse del brillo y la majestuosidad de los tronos.
 Jamás va de incógnito y no rehúye la mirada de nadie; su vida es tan misteriosa como la de cualquier vecino. Vive tranquila, arropada por los malagueños, con quienes firmó sin firmar un pacto de respeto y silencio: cuando camina por las calles, nadie se acerca para pedirle un autógrafo o una foto; sólo, como máximo, se dan la vuelta al pasar para certificar: «Sí, es ella».
Pero discretamente, para que el fogonazo de curiosidad no dañe a la mujer privada.
Privada, pero no hermética.
 Una de sus últimas apariciones públicas fue en la inauguración del estreno como fotógrafa de otra de sus hijas, la también actriz María Esteve.
 Un reportero gráfico le pidió a la hija si podía posar para su cámara con su madre; la intérprete le contestó: «Eso se lo tengo que preguntar a ella».
 Se lo consultó y Pepa no puso ningún problema, sino su mejor sonrisa para una preciosa instantánea: la de una madre con sus tres hijas -las citadas Celia y María, y Tamara, la menos conocida, la que no actúa cara al público- y su nieto, Curro, hijo de Celia.
Lástima que en nuestro país el silencio sea considerado la excusa perfecta para el engaño y la difamación. Hace un par de años se rumoreó que padecía cáncer, lo que motivó un desmentido inaudito por parte de su marido -«desde que la conozco nunca ha caído enferma, a sus 63 años está mejor que nunca», declaró a «El Mundo»- y últimamente suena mucho la rocambolesca teoría según la cual la auténtica Marisol es una mujer llamada Remedios Olaya: ella filmó las dos primeras películas del mito infantil,
 «Un rayo de luz» y «Ha llegado un ángel», hasta que Manuel Goyanes decidió reemplazarla por una chiquitina malagueña llamada Pepa Flores.
 En fin, como aquella leyenda urbana según la cual Paul McCartney murió en un accidente en 1966, siendo reemplazado desde entonces por un tal William Campbell. Rocambolesco.

Cuando la bandeja es Yolanda

Miguel Ángel López, del Sushi Club Spain, coloca los tradicionales alimentos japoneses sobre el cuerpo de una modelo. / Pepe Olivares

Yolanda B. tiene 33 años y tablas de actriz
. Su fotogénica presencia ha despuntado en dos cintas de serie B. Ni la interpretación ocasional ni su bar en Alicante le permiten enfilar el mes con holgura. Completa su esquilmada economía con el llamado sushi corporal
. Percibe 200 euros por permanecer desnuda, inmóvil como una estatua durante una hora y media
. Una veintena de comensales, hombres en su mayoría, degustan con palillos sobre su frágil figura minúsculas porciones de comida japonesa.
Su cuerpo depilado y silente se transforma en una bandeja humana una vez al mes. Y confiere el calor necesario para mantener la comida a 36 grados.
Yolanda se abstrae. Ignora las pícaras ocurrencias que planean entre taco de maki y dentellada de sashimi. “Me dicen que me comerían otra cosa”, confiesa remarcando la “dignidad” de su trabajo, donde no se produce el contacto más allá de leves roces.
La modelo se muestra desconcertada por la polvareda levantada por un restaurante de Vila-real (Castellón, 51.200 habitantes) que anuló a mediados de enero una sesión de este supuesto ritual gastronómico.
 La decisión incendió las redes sociales y provocó un agujero en la caja registradora de 1.600 euros. Los ingresos previstos de 40 reservas se esfumaron.
La Consejería de Bienestar Social del Gobierno de Alberto Fabra desaconsejó la iniciativa.
 El Observatorio de la Publicidad No Sexista, un órgano consultivo de la Generalitat sin capacidad de imponer sanciones, recomendó al propietario del restaurante El Bodegón de Carlos suspender la sesión prevista para marzo. Se recibieron 137 quejas por “sexismo”, según este departamento, que ha declinado hacer declaraciones al respecto.
Los modelos se tumban desnudos sobre las mesas y su temperatura corporal mantiene los alimentos a 36 grados
Abrumado por la polémica, el gerente del establecimiento, el veterano hostelero Carlos Sales, dio marcha atrás. “Solo quería ofrecer un servicio extra para llegar a fin de mes y mantener a mi plantilla.
Vila-real es muy conservadora, no quiero problemas”, zanja este hombre que rechaza de plano las acusaciones de sexismo. Asegura que en su sesión no accedían menores y participaban modelos masculinos (nantanimori) y femeninos (nyotaimori). También, que las condiciones higiénicas estaban garantizadas. La comida se servía sobre blondas y el contacto físico con los cuerpos desnudos resultaba “imposible”
. Los magreos y pellizcos estaban prohibidos. Un cocinero nipón elaboraba en el momento la comida. Su propuesta nada tenía que ver con las burdas despedidas de soltero con final feliz.
La controversia de Vila-real ha destapado otra realidad, el limbo legal del sushi corporal.
 La iniciativa no existe para la Administración. Carece de regulación sanitaria estatal y autonómica.
 Se rige por la normativa general de manipulación de alimentos, según la Consejería de Sanidad valenciana.
En el corazón de un moderno edificio modular de Alicante, Miguel Ángel López, de 57 años, pilota Club Elite Spain. Desde que desembarcó en el atenazado sector del ocio nocturno hace cuatro años, este antiguo operario de fábrica no ha parado de “innovar”
. El sushi corporal a domicilio es su producto estrella en la organización de despedidas de soltero, cuya demanda se ha desplomado a la mitad desde la crisis.
No acierta a explicar cómo concibió la idea. Dice que el negocio marcha.
 Ya ha montado diez sesiones con sus tres modelos. Cada cliente paga 60 euros.
 No admite malentendidos. “Soy tajante cuando me ofrecen dinero por hacer algo más con la chica”, confiesa.
 Despoja el ritual de sordidez. “En nuestras despedidas se puede contar todo”.
“El sushi corporal está de moda”, añade el encargado del restaurante Pele Mele de Madrid, Antonio Dorado. El local recibe un centenar de peticiones al mes para organizar el manjar nipón, que se incluye en un menú que roza los 60 euros.
Pero el servicio cambia en las despedidas de soltero: los pedazos de maki se sustituyen por jamón, chorizo y queso, que reposan sobre cuerpos desnudos de plastificados modelos de uno y otro sexo.
Los expertos dicen que no existe constancia de que se trate de una tradición centenaria japonesa
Poco se sabe del origen de esta enigmática práctica gastronómica plasmada en 2009 por Isabel Coixet en El mapa de los sonidos de Tokio
. El profesor de Arte Japonés de la Universidad de Zaragoza, David Almazán, rechaza su procedencia milenaria. Relaciona la actividad con una extravagancia de ricos y mafiosos de los sórdidos cenáculos nipones (yakuzas).
“Ni es una tradición centenaria, ni está relacionada con la cocina japonesa”, apunta para arremeter contra la “mala imagen” que su ejecución proyecta de la mujer. Muriel Gómez, del departamento de Asia Oriental de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), remarca que estas sesiones interesan solo en Occidente. Distorsionan, sostiene, la percepción de la cultura nipona.
La controversia está servida. ¿Trato vejatorio femenino o exceso de celo?
La diputada autonómica de Compromís Mónica
 Oltra defiende la práctica. Alude a la libertad individual para justificar la asistencia de modelos y comensales.
 Y provoca: “Hay críticas envueltas de progresismo que alimentan un discurso pacato y castrador”. Marina Albiol, de Esquerra Unida (EU), arremete con dureza. Cree que la iniciativa convierte a la mujer en un objeto.
 Para ella, el sushi corporal no es un plato de buen gusto.

Ana rosa.....AR

Ana Rosa Quintana contra el frío de Finlandia

Por: | 04 de febrero de 2013
Anarosa

Twitter tiene, en nuestra aparentemente cálida y apetecible España, una vocación de superhéroe que en otros países resultaría difícil de explicar: se acepta con más o menos agitación que un cargo público como Durán i Lleida tuitee que él cree lo que dijo Rajoy en su marciana intervención del sábado sobre los papeles de Bárcenas, cuando el clima general en la red social era de indignada incredulidad, pero en cuanto un famoso como Paula Vázquez, Russian Red, Amaia Montero o, ahora, Ana Rosa Quintana, tuitean algo que suena ridículo, la masa acude rauda a vestir, como es su derecho, la toga de juez colectivo para corregir públicamente el error con el ruido de quien alerta de un crimen contra el Estado.
La veterana de la programación matutina en esta disfrutona España debía andar viendo el monográfico de la educación de Salvados, el programa de La Sexta que ayer se centraba en comparar el sistema educativo español con el finlandés, como otros 4.307.000 españoles, cuando se le debió venir a la cabeza el siguiente silogismo:
 "Estupenda la educación en Finlandia, y el frío, los suicidios y no poder sentarte en una terraza a tomar unas Cañas y unas tapas?"

Valentino Deslumbra