Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

3 feb 2013

La agonía del comercio


Primer día de rebajas en Madrid. / S. SÁNCHEZ

Los Ruiz aguantan como jabatos en su zapatería de la calle de Bravo Murillo, en Madrid.
 A precios de rebajas, de guerrilla —o para ser más exactos, de segunda recesión en cuatro años—, la tercera generación de la familia está liquidando su calzado deportivo para cuadrar las cuentas.
 “Estamos sacando el género a veces a precios de coste o incluso a pérdida, si piensas en la subida del IVA, porque necesitamos liquidez para afrontar pagos”, explica María Luisa Ruiz en su establecimiento
. El negocio, antes ubicado a unos portales de distancia, nació hace un siglo, así que ha sobrevivido ya a varias crisis.
 Para María Luisa, “la de los noventa fue muy dura, pero empezamos muy pronto a ver la salida, y ahora no; las ventas han bajado más del 50% desde que comenzó”.
Ha sido un año triste para el comercio, el quinto con la caja registradora en fase menguante
. La bajada de ventas de 2012, del 6,8%, ha resultado la más aguda en lo que va de crisis, según los datos que hizo públicos esta semana el Instituto Nacional de Estadística (INE), coincidiendo con la recaída de España en la recesión, una tasa de paro de récord, del 26%, la rebaja de salarios y la subida del IVA.
 Como guinda, los miedos particulares (perder el empleo) y los macroeconómicos (el fantasma del rescate a España y sus inciertas consecuencias).
Así funciona el círculo vicioso de una economía de consumo: cuanto menos dinero entra en una casa, menos se gasta, y cuanto menos se compra, peores resultados para las empresas.
Así que estas optan entonces por eliminar puestos de trabajo, en unos casos, rebajar salarios en otros, y también cortar las inversiones.
 Así que muchos trabajadores ven caer sus rentas y compran menos, y así sucesivamente.
 Los Ruiz, con sus ventas a la baja desde hace años, también se ajustan el cinturón. “Si nosotros no vendemos, tampoco podemos comprar y nadie vende”, apunta la comerciante madrileña.
 Y los precios en España no han menguado como lo han hecho las rentas.
Los españoles se han retirado a organizar más fiestas en casa y menos en restaurantes; los productos de bajo coste y tiendas de descuento de las firmas han impuesto su ley, y lo considerado superfluo (como por ejemplo, cambiar de automóvil sin que sea estrictamente necesario), apenas aparece en la lista de la compra.
Ha sido el peor diciembre para las ventas al por menor en 20 años
Los comerciantes no ven el fondo
. Su patronal, la Confederación Española del Comercio (CEC), que agrupa básicamente a las pequeñas y medianas empresas, aseguró esta semana que sus socios han vivido el peor diciembre en ventas de los últimos 20 años. “Hemos vendido menos que el año anterior, pero más que este. Esta frase lleva camino de cumplir ocho años y lo malo es que no sabemos cómo lo vamos a resistir”, se queja Manuel García-Izquierdo, presidente de la CEC. Desde 2008, el comercio minorista ha perdido 40.000 empresas y 103.890 autónomos, según la organización. La campaña navideña no ha ayudado esta vez.
“Hemos notado perfectamente esa paga extra de Navidad que los funcionarios han dejado de cobrar y se iba a dedicar a la compra de regalos”, continúa. “También ocurre que mucha gente, en lugar de comprar cosas, ha regalado aguinaldo a los suyos y estos no lo han gastado en las tiendas”.
Si se mira a precios constantes, es decir, descontando el efecto de la inflación, la crisis ha fulminado 10 puntos porcentuales de consumo privado, que alcanzó su cenit en el cuarto trimestre de aquel dorado 2007. “Hay una parte de la corrección del consumo que no era sana por el alto nivel de endeudamiento que se había producido años antes y que las familias no lograban refinanciar, pero ahora la caída de la demanda alimenta la recesión y aún no hemos terminado”, explica Ángel Laborda, director de coyuntura de Funcas, la fundación de análisis económico de las cajas de ahorros.
Corregido el efecto de la inflación, en 2012 el consumo bajó un 1,9%, frente al 1% en que se contrajo el anterior.
 En el comercio minorista no hay sector que se salve, pero los distintos grados de caída reflejan las prioridades: las ventas de alimentación han descendido una media del 2,5%, mientras que equipamiento personal bajó un 7% y el del hogar un 10%. Y estos datos excluyen el gasto en servicios como el ocio, una de las primeras partidas de las que recortaron los hogares en plena economía de guerra.
El consumo ha cambiado y en el futuro será diferente a aquel en el que cabalgó la economía española antes del estallido inmobiliario y financiero, porque algunas particularidades han llegado para quedarse. Cuando acabe la crisis, hay parte del consumo que muchos economistas y expertos creen que nunca volverá. Uno de ellos es Josep Oliver, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, quien advierte del efecto de algunas medidas estructurales: “Veremos qué ocurre con el consumo de las familias, salimos de estas crisis con un mercado laboral más flexible, pero también más inestable, que genera más incertidumbre en la gente, y con un sector público a la baja [pensiones y otras prestaciones de menor cuantía], así que hay un parte estructural de cambio”
. Oliver no cuestiona la necesidad de las reformas emprendidas, pero sí señala que “no son en ningún caso neutrales, tienen consecuencias”. “Yo les digo a mis alumnos que sus pensiones serán más bajas que las de sus padres, así que ¿cuál será su reacción? Ahorrar más de cara al futuro tiene lógica”, añade.
También hay un efecto demográfico fundamental que analizar, a juicio del profesor Oliver, y es que el ritmo de creación de nuevos hogares se detendrá por motivos ajenos al ciclo económico: hasta 1997, aproximadamente, lo habitual en España era una creación de 150.000 o 170.000 familias anuales, pero desde mediados de la década de los noventa, con la madurez de la llamada generación del baby boom (la explosión demográfica de los sesenta y setenta) y la ola migratoria, la velocidad de crucero se disparó a entre las 400.00 y 450.000 nuevas familias anuales, apunta. “El cese de estos efectos hace que la tendencia se revierta, y a no ser que tengamos otro choque migratorio, la demanda no podrá crecer tanto. Las proyecciones para 2022 implican que el grupo de edad de los 16 a los 30 años se habrá reducido en un 20%”, apunta Oliver.
El precio ha ganado terreno en esta crisis a cualquier otro criterio a la hora de decidir una compra, algo que explica en buena parte el auge de los negocios de bajo coste y, sobre todo en alimentación, de esas cadenas de supermercados de descuentos. Los establecimientos de precios bajos y fuertes en marcas propias, como Mercadona, han pasado de una cuota de mercado del 22,2% en 2004 a cerrar 2012 con el 32% del pastel, según los datos de la consultora Kantar Wordpanel, mientras que los hipermercados han cedido terreno del 17% al 14,6% y los supermercados del 23,6% al 21,7% en el mismo periodo. Y la cuota de mercado de las marcas blancas en alimentación y droguería, entre otros, ha aumentado del 22,3% al 33%. Estas marcas del distribuidor parecen tener aún recorrido de crecimiento, porque el año pasaron aumentaron en dos puntos.
El precio ha ganado terreno a la hora de decidir qué se compra y donde, lo que explica el crecimiento de los modelos de bajo coste
Estas tendencias también se han percibido en el balance del INE. Las grandes cadenas de distribución —Mercadona, Dia o Zara, por ejemplo— son las que mejor han salvado los muebles en 2012, con una caída anual del 4,4%, mientras que las grandes superficies han perdido un 12,5% en ventas, las pequeñas cadenas el 13,8% y las empresas unilocalizadas, es decir, las tiendas individuales o de barrio, el 11,6%.
No son las mismas cifras que probablemente diría Iñaki, de 26 años, desde el mostrador de una mercería con solera, que aguanta desde hace décadas en el mercado Maravillas del barrio de Cuatro Caminos, en Madrid. Sus padres, que poseen otra tienda del ramo en Villaverde, se animaron el pasado diciembre a reabrir este comercio que llevaba un tiempo cerrado. Hilos, pasamanerías, batas, fajas, lanas y camisetas interiores en medio de una crisis colosal. “Va más bien mal, vamos justos para cubrir gastos y recuperar la inversión. Las ventas en general han bajado muchísimo, pero se trata de aguantar. Este negocio es bueno porque hay muy poco ya y el barrio lo esperaba”, explica el joven, que dejó su trabajo como repartidor hace unos meses porque las cuentas no le salían.
El comercio familiar lo ha pasado especialmente mal en esta crisis, pero la zapatería de los Ruiz sigue en la brecha, viéndoselas con la competencia de grandes superficies y el barato calzado de producción asiática. Y los establecimientos muy especializados, con un nicho de mercado muy definido, tienen más oportunidades. También le ha ido bien a negocios de reparación porque los consumidores están optando por intentar salvar muchos productos que antes directamente sustituían por otros nuevos.
La socióloga Belén Barreiro, fundadora de la forma de investigación social Myword, coincide en que “hay una serie de actitudes que sobrevivirá a la crisis: los negocios relacionado con el llamado low cost (bajo coste) saldrá reforzados y seguirán comprándose articulos de lujo, pero de forma mucho más consciente”. Además, “modelos de negocio como los outlet (tiendas de normalmente de moda firmas selectas de otras temporada y descuentos notables) van a seguir”.
Así funcionan los contrapesos de la economía doméstica: durante la bonanza económica, entre 2004 y 2008, el consumo de las familias estuvo creciendo por encima de la renta disponible a costa del crédito y de reducir la tasa de ahorro, que se encontraba algo por encima del 10%.
 La confianza en la economía española era tal que no había inquietud por tener la hucha llena, pero la brusca caída de finales de 2008 y 2009 provocó un frenazo del mismo calibre y la corrección del gasto engordó la tasa de ahorro precisamente en plena recesión, hasta una tasa del 17,8%. Es obra y gracia del miedo, de la precaución, de todos esos factores psicológicos que mueven la economía.
 El problema de esta segunda recesión es que, aunque el consumo se ha ralentizado frente a los ejercicios anteriores, la renta bruta disponible ha bajado tanto (un 2,3% en 2012, según las estimaciones de Funcas) que no da de sí para los gastos corrientes y la tasa de ahorro ha quedado en un magro 8,4%.
La caída de salarios empeora aún más las ventas, un círculo vicioso que la retomada del crédito podría romper
La propia patronal de la gran distribución, Anged, firmó esta semana con sindicatos del sector un convenio colectivo que, entre otras medidas, rebaja sus salarios y deja de pagar extra por trabajar domingos o festivos
. El personal del sector afectado por el convenio, unos 230.000 empleados, trabajará 26 horas más al año con el sueldo congelado hasta al menos 2016, lo que implica una caída práctica del 1,4%.
 Además, el pago de los domingos se sustituirá por un complemento de entre 350 y 500 euros para aquellos empleados que en 2012 hayan trabajado los festivos suficientes como para haber cobrado más de 350 euros. Si se recupera la facturación a los niveles de 2010, el repunte sería muy similar a la rebaja sufrida tras la firma del convenio con un tope del 1,5%.
Estos trabajadores han perdido capacidad de gasto en los mismos establecimientos para los que trabajan, y así se retroalimenta el ciclo.
 Fuentes de Anged, que agrupa a 17 grandes compañías como El Corte Inglés, Ikea o Carrefour, responden que “el convenio que se ha firmado es aquel que permitía mantener el empleo, porque los costes laborales no podían seguir subiendo mientras bajaba la facturación”.
La ruptura del círculo vicioso puede venir de la mejora de los mercados financieros.
 “El problema de esta crisis, a diferencia de la de 1991, es que aquí hay también una crisis financiera que ha secado el crédito y ha sido básicamente lo que ha provocado la segunda recesión”, apunta Ángel Laborda. El crédito a las familias lleva más de dos años bajando.
 En el tercer trimestre del año se contrajo un 4% respecto al mismo periodo de 2011, hasta quedar en 843.945 millones, lo que supuso regresar a un nivel de hace seis años.
Se consume menos de todos eso que producen las empresas españolas, pero también de lo que viene de fuera, sobre todo de esto último.
 Hay una derivada macroeconómica positiva en todo esto: las exportaciones, pese a los altibajos, han aguantado el tipo en los últimos años y las importaciones están bajando tanto —alrededor de un 19% el volumen desde que comenzó la crisis— que el déficit comercial se redujo en noviembre hasta apenas 776 millones de euros, uno de los niveles más bajos de la serie estadística, que arranca en 1990.
La mejora de este indicador fue posible incluso pese a que en la recta final del año se contrajeron las ventas al exterior.
 Esta tendencia, ya en 2011, permitió a España lograr el primer superávit comercial de la historia con los países de la zona euro. Y el año pasado, con la recuperación de entrada de capitales del extranjero, la balanza española por cuenta corriente (el saldo entre las operaciones de bienes, servicios y transferencias con el resto del mundo) logró el mayor superávit en 30 años, de 1.777 millones.
Otra complicación adicional de esta crisis respecto a otras estriba en que es la primera con una destrucción masiva de empleo público
. Y 2013 es una incertidumbre, porque seguirá la crisis y, tras ella, un escenario de postcrisis muy diferente a aquel dorado 2007.

Todos eran brujos.....por la Sra. de Antonio muñoz Molina

Los ciudadanos también deben exigir a Mariano Rajoy que se explique en el Congreso.

 

Manifestación, el pasado jueves, frente a la sede nacional del PP, en Madrid. / Cristóbal Manuel

Con las seis horas de retraso de rigor a las que obliga el encontrarse al otro lado del océano me enfrenté a la primera plana del periódico y me quedé unos minutos mirándola
. Mi mente aún no había alcanzado la velocidad de crucero así que había algo de ensoñación en lo que veía y en lo que pensaba
. El momento recordaba esa escena de La semilla del diablo en la que Mia Farrow, frágil y desamparada, interpreta, gracias a la ayuda de un amigo que muere intentando advertirla, un anagrama que contiene el siguiente mensaje: “Todos eran brujos”.
Todos eran brujos. Esa es la frase que se instaló de manera espontánea en mi mente y que todavía sigue ahí, sin que haya conseguido sacudírmela, molesta como un moscardón, negro, gordo, implacable.
 Tampoco es que el titular fuera absolutamente inesperado, porque ya es costumbre que el pueblo soberano se desayune con una de café con filtraciones, de tal forma que llevábamos días esperando o temiendo que algo apestoso iba a salir a la luz desde que se supo que el tesorero Bárcenas era un hombre con papeles.
Hemos demostrado que somos torpes a la hora de expresar un rotundo e innegociable “hasta aquí hemos llegado”
 España, ese país en el que los dictadores mueren en la cama de viejos y en el que las informaciones que llegan a los ciudadanos no son el producto de una investigación judicial, a menudo entorpecida o castrada por los propios partidos políticos, sino de lo que alguien se dedica a filtrar a un medio o a otro, no tiene por costumbre reaccionar.
 Gritar, gritamos; encabronarnos, nos encabronamos; nos damos golpes de pecho o pegamos puñetazos en la mesa y muy a menudo nuestra ira confunde a los justos con los pecadores, pero hemos demostrado que somos torpes a la hora de expresar un rotundo e innegociable “hasta aquí hemos llegado”.
 Hasta aquí deberíamos haber llegado. No basta con que el líder de la oposición, Rubalcaba, pida una comparecencia del presidente en el Congreso (una petición que en mi opinión no suena todo lo contundente que debería).
La exigencia debería ser ciudadana, aunque tengo una gran curiosidad por observar cómo los medios próximos al Gobierno se apresuran a enmarañar el asunto a fin de asistir a los votantes del Partido Popular de razones para que les sigan votando.
 Cuando Felipe González se vio tocado por los escándalos de corrupción tuvo enfrente a un contumaz Aznar que convirtió el “váyase, señor González” en un mantra y lo repitió sin descanso hasta que consiguió que los ciudadanos también ejercieran su derecho a echarle.
 No sé, por cierto, cómo explicaría ahora José María Aznar que aquel intachable aspirante a presidente podría ser el mismo (si llega a probarse) bajo cuyo liderazgo se aceptaban sobrecillos-regalo.
 Pero no es ese el asunto, lo que aterra es que este Gobierno no tenga enfrente una oposición a la altura de la gravedad de estas circunstancias, una oposición que no se ahogue ni se achante cuando escuche desde la bancada contraria aquello de “y tú más”, porque digo yo que alguna vez habrá que centrarse en el orden del día, sin dejarse enredar en debates estériles que embarullan y jamás resuelven.
Hay algo en todo este aquelarre que te espanta y te sorprende, por mucho que España sea un país de costumbres laxas, y es hasta qué punto todos ellos asumían, con naturalidad, que en política es aceptable el comprar las voluntades ajenas y el vender las propias.
Y cómo engatusaron al electorado para que creyera que cualquiera en su situación haría lo mismo, que ese aprovechamiento del poder es parte intrínseca de la naturaleza humana o de la cultura nacional, y que tampoco había que desbancar a un presidente por un quítame allá esos trajes. Es sorprendente, observando al tesorero o al casi exduque de Palma que se aprovechaba de la falta de ética de los políticos, que jamás se les pasara por la cabeza que alguna vez les podían pillar con la mano dentro de la caja. ¿No hubieran vivido ustedes aterrados ante la sola amenaza de ser descubiertos? ¿O es que la honradez en España es solo cosa de cobardes?
Este Gobierno no tiene enfrente una oposición a la altura de la gravedad de estas circunstancias
Mientras los españoles seamos tan prisioneros del sesgo partidista y aceptemos con resignación la codicia cuando esta se da en nuestras filas; mientras no abramos los ojos para comprender que hay otros países donde la corrupción, las corruptelas o los tráficos de influencias no solo se castigan sino que son comportamientos despreciados socialmente, como está mal visto mentir, porque la mentira puede costarle la carrera a un político, a un ensayista, a un escritor o a un presidente; mientras un comportamiento ilícito no nos haga cambiar nuestra voluntad de voto y nos anime a un juicio crítico más allá del encogimiento de hombros o del consabido “todos son iguales”; mientras no haya mecanismos de supervisión económica que corten de raíz la fea costumbre de muchos (son muchos) políticos de recibir dinero que no les corresponde; mientras permitamos que quienes han de dar explicaciones eludan su obligación y la justicia resuelva a paso paquidérmico y pase el tiempo y no veamos que nadie va a la cárcel ni nadie abandona la política ni nadie dimite; mientras eso siga ocurriendo, no habrá razones para creer en la democracia española.
¿Qué hacer?
De momento, exigirle al presidente del Gobierno que comparezca en el Congreso
. Que hable. Explíquese, señor Rajoy.

Cortafuego Manuel Vicent

El ideal de la derecha es el orden en la calle y la caja llevada hacia el negocio redondo.

En teoría la derecha es el poder y al poder le pertenece por naturaleza el cortijo, el caballo y la pistola.

 La derecha en este país a lo largo de la historia ha sido apalancada por la iglesia, por los banqueros y empresarios, por la barra de la justicia y un acendrado equipo de periodistas y leguleyos

. La ideología de la derecha es el dinero, huidizo como un corzo o voraz como un tiburón, según venga la baraja, a veces redimido por las obras de caridad y perfumado por la erudición académica.

 El ideal de la derecha es el orden en la calle y la caja llevada hacia el negocio redondo.

 A la hora de robar legalmente se sirve de las notarías y el atraco a los bancos lo ejecuta desde los despachos del propio consejo de administración. 

La patria es su coartada. 

La serpiente le ofrece la manzana envenenada, la muerde y no le pasa nada. Puede que esto no sea más que un cúmulo de lugares comunes, pero explica por qué la corrupción de la derecha, por muy obscena que sea, en lugar de afectar a la esencia del poder se detiene en unas personas corruptas concretas. 

Entre el poder y los políticos del Partido Popular siempre habrá un cortafuego.

 Por el contrario, la izquierda en teoría no es un poder sino un sueño de igualdad, de fraternidad y de justicia. 

Trata de despertar lo más noble del individuo para ponerlo al servicio del bien común.

 El afán de redención de los desheredados la lleva a veces a asaltar el Palacio de Invierno a sangre y fuego, pero parece gozar más poniendo la otra mejilla, según manda del evangelio. 

Puede que esto no sea más que un cúmulo de frases gastadas, pero explica por qué no se precisa que la corrupción de la izquierda sea muy grave, como a veces lo es.

 Basta con que un concejal socialista meta mano en la caja para que todo el viejo idealismo y la moral se pudran de raíz hasta dejar a la izquierda en medio de la ciénaga. 

No necesita morder la manzana; con solo olerla es expulsada del paraíso.

 El escándalo del Partido Popular aun podría llegar más lejos. Si mañana convocara elecciones lo seguirían votando diez millones de ciudadanos, mientras la gente culpabilizada de izquierdas se quedaba en la cama. Hasta que un día se rompe el equilibrio. 

La corrupción se hace asfixiante, se produce la rebelión y de repente todo estalla.

La burla nacional...................Juan Cruz

Este país ya tiene asentada en la comisura de los labios la mueca del desengaño
. Pasa con las personas y pasa con los materiales, se oxidan, cómo no va a pasar con los países.
Un país oxidado que requiere el reciclaje de su ánimo
. El ánimo nacional está maltrecho; demasiadas evidencias de que lo que ocurre no es solo una crisis que se descorrerá cuando cambie el ciclo
. Le dan muchas vueltas, en el Parlamento, en la prensa, en la calle, a lo que sucede.
En el Parlamento, el presidente dice que esto que pasa (la corrupción, por ejemplo) ya le pasó a los que ahora se lo recriminan.
 En la prensa, burleteros antiguos exhiben en público los materiales de los que se ufanan y ocultan cómo han usado la mentira y la calumnia desdeñosa para hacer un país peor, más desconfiado, menos seguro, donde la dignidad de las personas no importaba si el desdén podía usar el peso de las cinco columnas.
Y en la calle lo que se oye ya es el lugar común que más ennegrece: todos son iguales.
 En esa maldita igualación se ha trabajado con ahínco, y han trabajado también los perjudicados.
Ahora hace falta fregar el piso, limpiar las paredes, abrir las puertas y las ventanas, quitarle el hollín a las cuentas, decir “lo siento” donde debe decirse y empezar de nuevo; si es preciso, empezar como si nunca antes hubiéramos tenido un país tan triste.
Muñoz Molina dice en su último libro, que aún no ha aparecido, que hubo un tiempo en que todo parecía sólido; había convicciones, gente que las llevara adelante, confianza.
 Y de pronto todo eso resultó ser nada, y ahora se desmigajan las pocas piedras que teníamos.
Al contrario de lo que expresó en las Cortes, es deseable que el presidente del Gobierno ofrezca una hoja de ruta, un síntoma de que tiene una perspectiva, la seguridad de que ha visto cajones que otros no han visto y que se dispone a limpiarlos para que ya no queden ni sombras ni dudas, para que no quede ninguna sombra de duda.
No es un tiempo de reproches mutuos; la oposición lo hizo peor que nosotros, qué dice ahora; eso ya se nos ocurrió, qué hacen ahora, quieren aparecer en la foto, pues que vayan esperando sentados.
 Este país se ha contagiado de esos burleteros capaces de jugar con el prestigio de otros, incluso con sus sentimientos, con tal de quedar por encima exhibiendo su vanidoso desdén.
Un país así, que padece esos contagios, es un país obligado a pararse como el sol que invocaba Espronceda.
 Y a partir de ese instante en que todos recuperemos la respiración para seguir andando es probable que se perciba en la calle, como cuenta Juan Antonio Masoliver Ródenas que decía Joyce, que ya es hora de cambiar de conversación porque el país está siendo otro. Mientras tanto, este país se hace pegajoso, a veces cruel, como esas mujeres que quieren borrar el rostro de los otros, para robarles, por cierto, en la impresionante versión que de El malentendido de Camus hace Cayetana Guillén Cuervo en el Centro Dramático Nacional.
Un país sobrecogedor, en sentido lato y también simbólico, un país de burla que ahora o se hace serio o no será nada más que un país de sobreentendidos y de malentendidos.
jcruz@elpais.es