3 feb 2013
2 feb 2013
Google pagará 60 millones de euros a los editores franceses para evitar el canon
Google pagará 60 millones de euros a los editores franceses para evitar el canon.
Desde diciembre, Google se había reunido varias veces por semana con un mediador del Gobierno francés, Marc Schwartz.
Las asociaciones de editores de prensa reclamaban a Google el pago de un nuevo "derecho" similar a los derechos de autor al considerar que el motor búsqueda en Internet canibaliza sus contenidos y se lucra con ellos
. Ese mismo mes, Google llegó a un acuerdo en Bélgica, según el cual el buscador proporcionará a los editores de ese país sus sistemas publicitarios para que obtengan más ingresos en Internet.
En la raíz de la disputa se encuentra la remuneración por la difusión de los contenidos incluidos en los diferentes productos de Google, cuyo buscador es una valiosa e imprescindible fuente de tráfico de lectores para la prensa
. Ese tráfico en sus páginas web se traduce en audiencia –la principal variable que determina las tarifas de publicidad– y en visibilidad para sus anuncios, terreno en el que Google ha arrebatado el protagonismo a la prensa.
El acuerdo, calificado de histórico por Schmidt, prevé que la compañía abone un fondo de ayuda a la transición digital de la prensa para financiar proyectos de "cambios estructurales", bajo la supervisión de una comisión. Google "ha propuesto acompañar este cambio con sus ingenieros y sus conocimientos técnicos", según precisó el intermediario de las negociaciones.
La entente cordial alcanzada en Francia abre la puerta a acuerdos similares en otros países, y revela que cuando la presión se canaliza a través de los Gobiernos funciona mejor que si no hay apoyo oficial. Los editores galos no han hecho sino replicar las iniciativas de sus pares en otros países europeos, que reclaman desde hace tiempo, en una estrategia que algunas voces críticas han calificado de suicida, el pago por la difusión de sus contenidos en las diferentes plataformas de Google, ya se trate de Google News u otros productos similares.
Hollande, que se había reunido con Schmidt a finales de octubre, había presionado a la compañía con sede en Mountain View (California) al anunciar que si sus negociaciones con los editores fracasaban, el Gobierno aprobaría una ley para obligar a Google a pagar una tasa.
El acuerdo pone también de manifiesto que la mayor compañía de Internet se ha convertido en un actor ineludible para los editores, puesto que si cumpliera sus amenazas de no indexar los contenidos de los medios, el tráfico e influencia de éstos se verían gravemente afectados.
Además de querer cobrar por el uso de las cabeceras nacionales en su buscador de noticias, muchos Gobiernos europeos están tratando de aumentar la presión internacional contra Google y otras multinacionales similares por sus prácticas de ingeniería fiscal.
De momento, esa presión no ha hecho la menor mella en Google, que en 2012 destinó solo 430 millones de dólares (unos 320 millones de euros) a impuestos por los beneficios de 8.075 millones de dólares (unos 5.980 millones de euros) que logró fuera de Estados Unidos, según las cuentas anuales depositadas esta semana ante la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (la SEC, por sus siglas en inglés).
Eso supone una tributación de solo el 5,3%, en contraste con el 41% que tributó por las ganancias de 5.311 millones de dólares logradas en Estados Unidos
. Así y todo, la tasa fiscal en el exterior ha aumentado desde el 3,2% de impuestos que Google pagó el año anterior por su beneficio fuera de Estados Unidos. Google logra rebajar su factura fiscal con maniobras que considera legales, pero que están sujetas a investigación de las autoridades en Reino Unido, Francia, Australia, Italia, Suiza y España. La compañía señala que no espera que esas investigaciones tengan un efecto relevante sobre sus cuentas.
La ingeniería fiscal es una práctica generalizada entre las grandes multinacionales tecnológicas como Apple, Facebook, Microsoft, Amazon o Yahoo! El G-20 y la OCDE han puesto en marcha grupos de trabajo para combatir esas prácticas fiscales abusivas. En realidad, Google ni siquiera paga en Irlanda el 12,5% que es el tipo del impuesto de sociedades.
Una investigación realizada por Bloomberg en 2010 demostró que traslada su beneficio desde Irlanda a paraísos fiscales pasando por una firma de Holanda que no tiene empleados y sin apenas tributar.
Los pagos de la filial irlandesa a la firma de las Bermudas, domiciliada en un despacho de abogados, alcanzaron en 2011 los 9.800 millones de dólares (cerca de 7.300 millones de euros al cambio actual). En las Bermudas no hay impuesto sobre beneficios.
Niños Grandes y perros.....
Niños grandes y perros viejos...
Como lo presencié en Las Palmas, en enero, durante la visita al estudio del pintor R.
Y es, casi, lo que puedo ver observando a Minish, que está mayor y
suplica, aunque luego se pase horas en silencio mirando el brazo de una
butaca.
O a saber qué mira, o si en realidad no es que mire o vea, sino
que tiene los ojos semiabiertos ahí en el borde, y todo su cuerpo es una
gran resignación, una sabiduría tampoco sé si impuesta por la genética,
solo un estar callado, esperando el corte final.
Y así andamos nosotros. Pendientes de la marejada y pendientes de las
cuadernas de la barca. Avanzando y al mismo tiempo tratando de hacer
posible el avance, de momento sin saber para qué vale la pena avanzar.
La otra mañana, en la barbería, como un almendro trasquilado, toda la sombra por los suelos de ricillos canos.
De momento, levantamos los huesos al viento, como en desafío. Sería
hermoso terminar así, de pie, avanzando los huesos al vendaval que nos
desbarate. Como la misma furia calmada con la que virábamos el rostro
para recibir el golpe de la Madre.
Blog Virtual de Jose Carlos Cataño
Blanco de almendro, como si antes de florecer soñara con nieve.
Y amarillo de ginesta, laderas de colina hacia la luz que se va acercando
. El azul entre los cirros de cielos oblicuos.
Y las fachadas italianizantes de las pocas villas que siguen en pie por la zona baja de Sarrià; algún jardín abandonado, los cañizos rotos. Las torres residenciales y escuálidas, ateridas, entre bloques de ladrillo moderno. De un lado para otro.
La ciudad salvaje en los barrios limítrofes con los Encantes, que dentro de poco ya no estarán. La relativa tregua de las viviendas por Can Baró, al amparo de la montaña. Pinto impresiones, colores en el aire barrido por el viento. De fondo, y tan en superficie, lo que ha venido siendo un barniz de modernidad salta hecho añicos. Dijeron que por aquí no existía corrupción. El oasis
. Que la corrupción se pudría en el Sur, y en Madrid
. Ah, los malos siempre están afuera
. Nosotros, tan europeos, tan distintos, tan genoveses; pero con tan poco memoria como para olvidar los versos de Espriu: "Oh, que cansat estic de la meva / covarda, vella, tan salvatge terra, / i com m’agradaria allunyar-me’n, / nord enllà, / on diuen que la gent és neta / i noble, culta, rica, lliure, / desvetllada i feliç!". Con tan poco memoria para todo.
Como para volver a cerrar la ciudad al mar. Para seguir destruyendo fachadas nobles y sobrias, las pocas que continúan en pie.
Todo ha sido una pátina, un entusiasmo y un engaño consentidos poco después del asentamiento de la democracia. Porque estos pueblos ibéricos, con diseño y arte modernos, no han dejado de ser rudos y sanguinarios, amantes de la destrucción y del oro fácil.
Así que yo me voy mientras tanto a la piscina, como el praguense escribió que se fue el día que estalló la Gran Guerra.
Mi piscina, en la tarde de ayer, eran los laboratorios fotográficos en los que se empezarán a imprimir las imágenes de Cristales de ultramar, muestra de treinta fotomontajes que el 20 de febrero se inaugura en una galería de Sarrià.
Y amarillo de ginesta, laderas de colina hacia la luz que se va acercando
. El azul entre los cirros de cielos oblicuos.
Y las fachadas italianizantes de las pocas villas que siguen en pie por la zona baja de Sarrià; algún jardín abandonado, los cañizos rotos. Las torres residenciales y escuálidas, ateridas, entre bloques de ladrillo moderno. De un lado para otro.
La ciudad salvaje en los barrios limítrofes con los Encantes, que dentro de poco ya no estarán. La relativa tregua de las viviendas por Can Baró, al amparo de la montaña. Pinto impresiones, colores en el aire barrido por el viento. De fondo, y tan en superficie, lo que ha venido siendo un barniz de modernidad salta hecho añicos. Dijeron que por aquí no existía corrupción. El oasis
. Que la corrupción se pudría en el Sur, y en Madrid
. Ah, los malos siempre están afuera
. Nosotros, tan europeos, tan distintos, tan genoveses; pero con tan poco memoria como para olvidar los versos de Espriu: "Oh, que cansat estic de la meva / covarda, vella, tan salvatge terra, / i com m’agradaria allunyar-me’n, / nord enllà, / on diuen que la gent és neta / i noble, culta, rica, lliure, / desvetllada i feliç!". Con tan poco memoria para todo.
Como para volver a cerrar la ciudad al mar. Para seguir destruyendo fachadas nobles y sobrias, las pocas que continúan en pie.
Todo ha sido una pátina, un entusiasmo y un engaño consentidos poco después del asentamiento de la democracia. Porque estos pueblos ibéricos, con diseño y arte modernos, no han dejado de ser rudos y sanguinarios, amantes de la destrucción y del oro fácil.
Así que yo me voy mientras tanto a la piscina, como el praguense escribió que se fue el día que estalló la Gran Guerra.
Mi piscina, en la tarde de ayer, eran los laboratorios fotográficos en los que se empezarán a imprimir las imágenes de Cristales de ultramar, muestra de treinta fotomontajes que el 20 de febrero se inaugura en una galería de Sarrià.
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