En lo público y en lo privado la mentira es un instrumento de seducción y de engaño
En ella caen todos, incluso los que afirman ser dueños de la verdad, y los que la esgrimen contra otros.
"La verdad no tiene dueño”, dice el poeta Pedro Lezcano en su Romance
de la verdad y de la mentira
. De Antonio Machado es la advertencia más famosa en contra de toda certidumbre: “Tu verdad, no, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdala”.
La mentira abunda, la verdad escasea; pero por la mentira se va a la verdad.
Pasó, en este tiempo, desde la Transición, con los casos Gal, Filesa, Roldán, Naseiro, Gürtel, Bárcenas, Pallerols..., hasta el último que tuvo como nombre propio un nombre falso, Amy Martin...
Mentiras dichas por grandes personajes, mentiras piadosas, mentiras dichas por delincuentes o por altos dignatarios.
El debate es viejo como los siglos. En La Celestina se dice: “Mal me quieren mis comadres porque digo las verdades”. Y en el Libro del Buen Amor: “Por las verdades se pierden los amigos, y por las no decir se hacen desamigos”.
Albert Camus dijo: “No hay una verdad, sino muchas mentiras”. Probablemente conocía el Nobel lo que había escrito Machado sobre la verdad: no existe la de cada uno, hay que buscar La Verdad.
¿Existe? Existen las verdades, dice el psiquiatra Jorge Tizón
. “Las verdades y la verosimilitud. Tanto en ciencia como en psicoterapia, lo que intentamos no es llegar a una verdad idealizada, sino a aproximaciones más verosímiles, más ajustadas a la realidad”. ¿Y por qué se miente? “Mentir tiene que ver con juegos cognitivos y emocionales
. El bebé y el niño introyectan el mundo y las relaciones a través del juego y el juego, en último extremo, es una media verdad-media mentira: es un comportamiento en modo simulativo.
Es una no-verdad que precisamente nos permite diferenciarnos del otro y construir una de las primeras verdades (relativas): nuestra identidad para nosotros”.
Explica el psiquiatra: “El cu-cu, tras-tras, uno de los juegos más tempranos, universales y primitivos, promueve la difusión de una posible verdad (tus padres te defenderán siempre) a partir de una mentira (tu padre y tu madre se han ido, no volverán)
. Obliga a construir las primeras verdades, sobre uno mismo y sobre los demás: ¿de verdad te abandonan, son capaces de abandonarte? ¿O es una mentira que puede dar lugar a la construcción de la relación más compleja, de la propia mente y la propia identidad con ella y, más allá, de relaciones más desarrolladas?”.
El profesor Carlos García Gual, catedrático instruido en las culturas clásicas, recuerda que fueron los griegos “los que más hicieron por buscar la verdad por debajo de las apariencias”; aquellos filósofos consideraban la verdad como el instrumento más precioso para apreciar la vida
. Ahora es muy difícil, concede el profesor, “saber si la verdad significa lo mismo para todo el mundo. Muchas veces”, dice, “no se aprecia tanto la verdad como el provecho”.
Lo que sucede es que vivimos en el dominio de “la ilusión de ser más, del vivir un poco a la ligera… Ese es el mundo del placer, que entra en contradicción con la verdad.
La verdad puede ser áspera y dura y el ser humano gusta mucho de las ilusiones y de las fantasías”.
Eso es lo que buscaba Platón: frente a la opinión, los hechos.
La opinión, la Doxa, puede ser una, pero los hechos la pueden contradecir. Las apariencias engañan, es cierto, por tanto hay que buscar la verdad de los hechos”.
¿Imposible resguardarse de esa sospecha, de que nos mienten? Nos responde el filósofo Ángel Gabilondo, que fue ministro de Educación en el último Gobierno socialista. “Lo que sí está claro es que la verdad está unida al poder; hay una producción de verdad, un régimen de verdad, hay discursos y técnicas para que lo que se dice suene a verdadero…
Como es lógico, detrás de esas técnicas hay intereses, luchas, y cada uno hace valer su verdad”. El amor por la verdad hay que confrontarlo, dice el filósofo, con la mentira.
¿Y qué es la mentira?
“No es exactamente decir lo contrario de lo que uno piensa: en realidad, es vivir lo contrario de lo que se habla. Eso es la mentira. La verdadera palabra de uno es su forma de vivir
. La forma de vivir es el verdadero vivir. Faltar a la verdad es hacer ostentación de unos valores y luego vivir de otra manera, eso sí que no es verdad”.
¿Y por qué tiene tantos dueños?, como sostiene el poeta Lezcano. “Porque cada uno tiene que justificar su forma de vivir. Todos quieren apropiarse de una ficción, de un relato de la verdad…”. No puede haber una idea dogmática de la verdad; a ello nos ayuda la libertad.
“La libertad genera sentidos de la verdad”. Hay que huir del dogma, pero también del que afirma tenerla. “Los que gritan la verdad en general sienten la debilidad de no tenerla en absoluto, por eso chillan a ver quién es más rotundo afirmándola”.
¿Qué pasa en un juicio, donde la verdad parece que debe prevalecer?
Responde Manuela Carmena, jueza. “No, no es fácil saber la verdad cuando declara un presunto culpable
. Para llegar a ella has de crear una relación entre la persona a la que interrogamos, que nos abra una puerta”.
La verdad, dice, “requiere un clima”.
Por ejemplo, si el fiscal, el juez, el que interroga, muestra un interés burocrático por el sujeto que declara, este tiene muy fácil la puerta por la que escaparse con su verdad.
“Pero si el interrogador se lo toma en serio, la verdad termina sabiéndose, probablemente”.
“Para mí la clave es establecer una estructura de relación que haga difícil al delincuente tomar un camino liberador…”. ¿Se le ve en la cara a los mentirosos que lo son?
“Los buenos mentirosos saben fingir muy bien
. Pero pueden desprender una sensación, puede notarse en los gestos, en la entonación”.
Lo difícil es mentir, una vez que lo consiguen ya adquieren esa naturalidad.
“La mentira”, afirma Manuela Carmena, “expulsa de la relación a una persona; supone una burla, es caricatura, deja en ridículo cualquier argumento”.
La verdad, como afirmaba Machado, es un cúmulo de subjetividades, “por eso el proceso que propone para llegar a la verdad es tan hermoso: renunciar cada uno a su verdad, buscar la verdad entre todos”.
Tan hermoso y tan utópico. El diputado socialista Ramón Jáuregui, que fue ministro de la Presidencia con Zapatero, considera que “la verdad es la condición necesaria del ejercicio de la política; es convencer, y eso no se puede hacer si no tienes credibilidad
. La credibilidad es el elemento necesario para que en la política puedas resultar útil
. La credibilidad implica honestidad y coherencia personal.
No podemos contemplar la verdad en la política sino como un requisito de honestidad intelectual para dirigirte a la ciudadanía”.
¿No toda la verdad es posible? “En la política la verdad no es un absoluto.
Hay otras disciplinas (la investigación, la ingeniería u otras materias) que manejan verdades más absolutas.
En política solo son verdad los hechos y ni siquiera las motivaciones…
Piense en la violencia asociada a la política, hay quienes la interpretan según unos códigos morales muy peculiares…”.
Este espacio en el que nos movemos no tiene tan definidos los perfiles de la verdad, por eso hay tantas interpretaciones de los hechos”.
Jáuregui señala “las verdades ocultas” en política “por la inconveniencia, la impopularidad que conllevan”; las “verdades a medias”, que aconsejan contar solo lo que interesa (lo que pasó con la guerra de Irak o con el 11-M)...
Existen “las mentiras necesarias” porque el sentido común político aconseja que no se adelanten cuestiones estratégicas (“la formación de un Gobierno, reuniones delicadas cuya difusión iría en contra de la eficacia de las mismas”)...
En cualquier caso, precisa el político, “no hay verdades absolutas en política; no relativizo la verdad, pero en el ejercicio largo y honesto de la política estas circunstancias que hay en torno a la verdad existen...”.
“Yo creo”, explica, “en la verdad ligada a la honestidad personal”.
Preguntas parecidas para su colega José María Lassalle, ensayista, secretario de Estado de Cultura.
Según él, “la verdad es uno de esos conceptos que se te escapan de las manos, dependen de una vivencia y de una percepción interior”.
Los nominalistas decían que eran “soplos de voz que se los llevaba la tempestad de la existencia”. La verdad, en todo caso, “nace de un consenso social, de la fiabilidad que te producen las palabras o los hechos”.
Es, como advertía Machado, tentativa, “y solo puede llegar a parecer objetiva si se dan los elementos de veracidad y de contrastabilidad”.
Mientras, señala, “todo es complejo, todo es confuso” en relación con la verdad. “Todo es poliédrico”.
A él le asustan “los ortodoxos de la verdad, los que llaman relativistas a todos aquellos que no comparten sus certezas”. ¿Mienten los políticos?
“Los judíos hablaban de la eumená, la fiabilidad. La fiabilidad está en el origen de la verdad política; si el gobernado lo cree y el gobernante cumple entonces se habrá establecido la veracidad”.
Es muy complicado hoy hallar “un poso de veracidad” en medio de tantos discursos contrapuestos. ¿Dónde advierte usted el engaño? “Cuando se elude la desnudez de uno mismo; cuando aprecio eso me siento engañado. Cada uno evita mostrarse en su propia fragilidad” y ahí surge la tentación de la mentira.
Victoria Camps, catedrática de Ética:
“La verdad es la adecuación de lo que uno piensa con la realidad. Es la definición clásica y yo creo que no se ha superado”. ¿Por qué parece que nos mienten siempre, en particular los políticos?
“Porque lo cuentan mal, porque lo que ocurre nadie lo conoce del todo.
Porque nadie puede decirnos toda la verdad, porque todo nos viene desde puntos de vista parciales...
Eso sucede en la información política, económica.
Todos tratan de ocultar y la gente no puede confiar, no podemos confiar porque no nos dicen todo casi nunca y sospechamos”.
En el espacio público, dice Victoria Camps, “la desconfianza es absoluta. No nos creemos a nadie. Las consecuencias son malísimas”. ¿Cuáles?
“Es muy difícil así construir un mundo común, una cohesión social”.
¿Es imposible encontrar la verdad, profesora? “No debería serlo. Al menos sería posible llegar a establecer una sensación de veracidad, la que se da en la vida privada.
Pero si nos mienten, cómo vamos a creer que nos dicen, a veces, la verdad? ¿Cómo creerlos si han dicho que dimitirán si se establece que su partido es corrupto y luego siguen ahí, escurriendo el bulto? ¿Cómo creerles si sus verdades son medias verdades, y a veces ni siquiera eso?”
La verdad no tiene dueño, pero su manejo sí.
. De Antonio Machado es la advertencia más famosa en contra de toda certidumbre: “Tu verdad, no, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdala”.
La mentira abunda, la verdad escasea; pero por la mentira se va a la verdad.
Pasó, en este tiempo, desde la Transición, con los casos Gal, Filesa, Roldán, Naseiro, Gürtel, Bárcenas, Pallerols..., hasta el último que tuvo como nombre propio un nombre falso, Amy Martin...
Mentiras dichas por grandes personajes, mentiras piadosas, mentiras dichas por delincuentes o por altos dignatarios.
El debate es viejo como los siglos. En La Celestina se dice: “Mal me quieren mis comadres porque digo las verdades”. Y en el Libro del Buen Amor: “Por las verdades se pierden los amigos, y por las no decir se hacen desamigos”.
Albert Camus dijo: “No hay una verdad, sino muchas mentiras”. Probablemente conocía el Nobel lo que había escrito Machado sobre la verdad: no existe la de cada uno, hay que buscar La Verdad.
¿Existe? Existen las verdades, dice el psiquiatra Jorge Tizón
. “Las verdades y la verosimilitud. Tanto en ciencia como en psicoterapia, lo que intentamos no es llegar a una verdad idealizada, sino a aproximaciones más verosímiles, más ajustadas a la realidad”. ¿Y por qué se miente? “Mentir tiene que ver con juegos cognitivos y emocionales
. El bebé y el niño introyectan el mundo y las relaciones a través del juego y el juego, en último extremo, es una media verdad-media mentira: es un comportamiento en modo simulativo.
Es una no-verdad que precisamente nos permite diferenciarnos del otro y construir una de las primeras verdades (relativas): nuestra identidad para nosotros”.
Explica el psiquiatra: “El cu-cu, tras-tras, uno de los juegos más tempranos, universales y primitivos, promueve la difusión de una posible verdad (tus padres te defenderán siempre) a partir de una mentira (tu padre y tu madre se han ido, no volverán)
. Obliga a construir las primeras verdades, sobre uno mismo y sobre los demás: ¿de verdad te abandonan, son capaces de abandonarte? ¿O es una mentira que puede dar lugar a la construcción de la relación más compleja, de la propia mente y la propia identidad con ella y, más allá, de relaciones más desarrolladas?”.
El profesor Carlos García Gual, catedrático instruido en las culturas clásicas, recuerda que fueron los griegos “los que más hicieron por buscar la verdad por debajo de las apariencias”; aquellos filósofos consideraban la verdad como el instrumento más precioso para apreciar la vida
. Ahora es muy difícil, concede el profesor, “saber si la verdad significa lo mismo para todo el mundo. Muchas veces”, dice, “no se aprecia tanto la verdad como el provecho”.
Lo que sucede es que vivimos en el dominio de “la ilusión de ser más, del vivir un poco a la ligera… Ese es el mundo del placer, que entra en contradicción con la verdad.
La verdad puede ser áspera y dura y el ser humano gusta mucho de las ilusiones y de las fantasías”.
Eso es lo que buscaba Platón: frente a la opinión, los hechos.
La opinión, la Doxa, puede ser una, pero los hechos la pueden contradecir. Las apariencias engañan, es cierto, por tanto hay que buscar la verdad de los hechos”.
¿Imposible resguardarse de esa sospecha, de que nos mienten? Nos responde el filósofo Ángel Gabilondo, que fue ministro de Educación en el último Gobierno socialista. “Lo que sí está claro es que la verdad está unida al poder; hay una producción de verdad, un régimen de verdad, hay discursos y técnicas para que lo que se dice suene a verdadero…
Como es lógico, detrás de esas técnicas hay intereses, luchas, y cada uno hace valer su verdad”. El amor por la verdad hay que confrontarlo, dice el filósofo, con la mentira.
¿Y qué es la mentira?
“No es exactamente decir lo contrario de lo que uno piensa: en realidad, es vivir lo contrario de lo que se habla. Eso es la mentira. La verdadera palabra de uno es su forma de vivir
. La forma de vivir es el verdadero vivir. Faltar a la verdad es hacer ostentación de unos valores y luego vivir de otra manera, eso sí que no es verdad”.
¿Y por qué tiene tantos dueños?, como sostiene el poeta Lezcano. “Porque cada uno tiene que justificar su forma de vivir. Todos quieren apropiarse de una ficción, de un relato de la verdad…”. No puede haber una idea dogmática de la verdad; a ello nos ayuda la libertad.
“La libertad genera sentidos de la verdad”. Hay que huir del dogma, pero también del que afirma tenerla. “Los que gritan la verdad en general sienten la debilidad de no tenerla en absoluto, por eso chillan a ver quién es más rotundo afirmándola”.
¿Qué pasa en un juicio, donde la verdad parece que debe prevalecer?
Responde Manuela Carmena, jueza. “No, no es fácil saber la verdad cuando declara un presunto culpable
. Para llegar a ella has de crear una relación entre la persona a la que interrogamos, que nos abra una puerta”.
La verdad, dice, “requiere un clima”.
Por ejemplo, si el fiscal, el juez, el que interroga, muestra un interés burocrático por el sujeto que declara, este tiene muy fácil la puerta por la que escaparse con su verdad.
“Pero si el interrogador se lo toma en serio, la verdad termina sabiéndose, probablemente”.
“Para mí la clave es establecer una estructura de relación que haga difícil al delincuente tomar un camino liberador…”. ¿Se le ve en la cara a los mentirosos que lo son?
“Los buenos mentirosos saben fingir muy bien
. Pero pueden desprender una sensación, puede notarse en los gestos, en la entonación”.
Lo difícil es mentir, una vez que lo consiguen ya adquieren esa naturalidad.
“La mentira”, afirma Manuela Carmena, “expulsa de la relación a una persona; supone una burla, es caricatura, deja en ridículo cualquier argumento”.
La verdad, como afirmaba Machado, es un cúmulo de subjetividades, “por eso el proceso que propone para llegar a la verdad es tan hermoso: renunciar cada uno a su verdad, buscar la verdad entre todos”.
Tan hermoso y tan utópico. El diputado socialista Ramón Jáuregui, que fue ministro de la Presidencia con Zapatero, considera que “la verdad es la condición necesaria del ejercicio de la política; es convencer, y eso no se puede hacer si no tienes credibilidad
. La credibilidad es el elemento necesario para que en la política puedas resultar útil
. La credibilidad implica honestidad y coherencia personal.
No podemos contemplar la verdad en la política sino como un requisito de honestidad intelectual para dirigirte a la ciudadanía”.
¿No toda la verdad es posible? “En la política la verdad no es un absoluto.
Hay otras disciplinas (la investigación, la ingeniería u otras materias) que manejan verdades más absolutas.
En política solo son verdad los hechos y ni siquiera las motivaciones…
Piense en la violencia asociada a la política, hay quienes la interpretan según unos códigos morales muy peculiares…”.
Este espacio en el que nos movemos no tiene tan definidos los perfiles de la verdad, por eso hay tantas interpretaciones de los hechos”.
Jáuregui señala “las verdades ocultas” en política “por la inconveniencia, la impopularidad que conllevan”; las “verdades a medias”, que aconsejan contar solo lo que interesa (lo que pasó con la guerra de Irak o con el 11-M)...
Existen “las mentiras necesarias” porque el sentido común político aconseja que no se adelanten cuestiones estratégicas (“la formación de un Gobierno, reuniones delicadas cuya difusión iría en contra de la eficacia de las mismas”)...
En cualquier caso, precisa el político, “no hay verdades absolutas en política; no relativizo la verdad, pero en el ejercicio largo y honesto de la política estas circunstancias que hay en torno a la verdad existen...”.
“Yo creo”, explica, “en la verdad ligada a la honestidad personal”.
Preguntas parecidas para su colega José María Lassalle, ensayista, secretario de Estado de Cultura.
Según él, “la verdad es uno de esos conceptos que se te escapan de las manos, dependen de una vivencia y de una percepción interior”.
Los nominalistas decían que eran “soplos de voz que se los llevaba la tempestad de la existencia”. La verdad, en todo caso, “nace de un consenso social, de la fiabilidad que te producen las palabras o los hechos”.
Es, como advertía Machado, tentativa, “y solo puede llegar a parecer objetiva si se dan los elementos de veracidad y de contrastabilidad”.
Mientras, señala, “todo es complejo, todo es confuso” en relación con la verdad. “Todo es poliédrico”.
A él le asustan “los ortodoxos de la verdad, los que llaman relativistas a todos aquellos que no comparten sus certezas”. ¿Mienten los políticos?
“Los judíos hablaban de la eumená, la fiabilidad. La fiabilidad está en el origen de la verdad política; si el gobernado lo cree y el gobernante cumple entonces se habrá establecido la veracidad”.
Es muy complicado hoy hallar “un poso de veracidad” en medio de tantos discursos contrapuestos. ¿Dónde advierte usted el engaño? “Cuando se elude la desnudez de uno mismo; cuando aprecio eso me siento engañado. Cada uno evita mostrarse en su propia fragilidad” y ahí surge la tentación de la mentira.
Victoria Camps, catedrática de Ética:
“La verdad es la adecuación de lo que uno piensa con la realidad. Es la definición clásica y yo creo que no se ha superado”. ¿Por qué parece que nos mienten siempre, en particular los políticos?
“Porque lo cuentan mal, porque lo que ocurre nadie lo conoce del todo.
Porque nadie puede decirnos toda la verdad, porque todo nos viene desde puntos de vista parciales...
Eso sucede en la información política, económica.
Todos tratan de ocultar y la gente no puede confiar, no podemos confiar porque no nos dicen todo casi nunca y sospechamos”.
En el espacio público, dice Victoria Camps, “la desconfianza es absoluta. No nos creemos a nadie. Las consecuencias son malísimas”. ¿Cuáles?
“Es muy difícil así construir un mundo común, una cohesión social”.
¿Es imposible encontrar la verdad, profesora? “No debería serlo. Al menos sería posible llegar a establecer una sensación de veracidad, la que se da en la vida privada.
Pero si nos mienten, cómo vamos a creer que nos dicen, a veces, la verdad? ¿Cómo creerlos si han dicho que dimitirán si se establece que su partido es corrupto y luego siguen ahí, escurriendo el bulto? ¿Cómo creerles si sus verdades son medias verdades, y a veces ni siquiera eso?”
La verdad no tiene dueño, pero su manejo sí.