Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 ene 2013

“¿Es Angela Merkel el Anticristo?”

Vicente Verdú contrasta la descomposición de la sociedad con las profecías bíblicas de San Juan

El ensayo 'Apocalipsis now' reflexiona sobre el fin de etapa política, económica y moral.

El escritor Vicente Verdú, en la AC Gallery. / CRISTÓBAL MANUEL
 E incluso los que no saben ni quieren de fútbol tienen su propia —y errática— teoría sobre lo que eso significa. ¿Un país ciclotímico que un día masca la gloria y otro se enloda? ¿Un país pupas? Vicente Verdú (Elche, 1942), sociólogo, ensayista, articulista de EL PAÍS y que sí sabe de fútbol, considera que los países gozan (o padecen) de rasgos anímicos.
 Ve a Estados Unidos optimista y advierte sobre una Alemania que se siente escogida para dirigir los destinos de otros. De España, lo dicho: “Tiene tendencia al pesimismo y a la desdicha. Como el Atlético de Madrid. Ahora somos periferia y carne de rescate”.
Por si no bastara con el rasgo específico, España pertenece a un continente poco amante de la comedia, como el americano
. “Europa se abraza a la tragedia como demuestra una retahíla de hechos: ha sufrido guerras fronterizas, religiosas, civiles, de 30 años, cruzadas, dos guerras mundiales”, cita. En este preciso momento escasean tanto los asideros vitalistas que el autor ha encontrado un espejo contundente en el que cotejar la realidad, escrito cuando no existían las primas de riesgo: el Apocalipsis de San Juan.
A partir del texto bíblico, Verdú analiza el desmoronamiento y la incertidumbre que gobiernan la sociedad actual. Su ensayo Apocalipsis now (Península) rezuma provocación. “Cuarenta y dos meses es el equivalente al tiempo que la crisis necesitó para establecerse con procacidad y penetrarnos individualmente, siempre a los pies de la Bestia o la Suprema Señora Merkel que desde 2005 ejerce su poder en la segunda Alemania imperial (…) ¿Merkel, el Anticristo?”, se pregunta en el libro, que incluye la edición íntegra del clásico de San Juan.
La canciller es una metáfora. Verdú expone su análisis:
“Alemania está repitiendo un papel que ya desempeñó en la Primera Guerra Mundial y en la Segunda.
Se sintió líder de Europa, la que conducía a todos los países hacia su destino.
 Con las medidas de la crisis están reproduciendo eso”.
Abismos, tormentas perfectas, debacles, imperios del mal, depresiones… desde 2008 la prensa se construye a diario sobre un lenguaje extremo, radical, apocalíptico.
Y esa fue la primera conexión que llevó a Verdú a rebuscar en el texto de San Juan. Que los zombis estén de moda es, además, otro aviso. “Refleja una plástica y asquerosa idea de la situación”, esgrime.
Así que las profecías bíblicas se acomodaban a la perfección a los titulares del día. “Estamos ante el fin de un tiempo, y de eso habla el Apocalipsis”, explica. Fin de etapa —enumera— en lo económico, en lo político y, acaso, en lo moral.
 “El Apocalipsis parece escrito para nosotros, los europeos. Para recibir el bien y precaverse inútilmente del mal”, afirma en la obra.
“La primera causa que lo explica es la descomposición política, el hundimiento del sistema democrático y de los controles que protegen a los ciudadanos.
 De ahí se deriva todo lo demás. Los valores de referencia no sirven.
 Hay una sensación de que la inmoralidad no tiene castigo”, reflexiona.
¿Habrá reinicio tras el fin. Verdú observa signos de esperanza?
“Esta situación de crisis está creando movimientos de solidaridad muy importantes tanto en las redes sociales como fuera, es una situación similar a la posbélica en la que la gente se ayuda”.

 

Seguidores del 15-M y la cultura libre en Internet ponen en marcha el Partido X


Partido X, partido del futuro. / EL PAÍS

Wikigobierno, Iniciativas Legislativas Populares, participación directa de los ciudadanos en la elaboración de las leyes, transparencia...
 E Internet como herramienta de trabajo.
Con estos mimbres ve hoy la luz el Partido X-Partido del Futuro, una nueva formación política alumbrada por seguidores del 15-M y de los movimientos que preconizan la cultura y el software libres. Su programa lo sintetizan en una frase: Democracia y punto
. La formación fue inscrita en el registro de partidos políticos del Ministerio del Interior el pasado 17 de diciembre
. Hoy será presentada en el espacio en el que se ha gestado: la red.
El Partido X nace con la vocación de trasladar a España experiencias de intervención ciudadana en la gestión política como los gabinetes digitales de Rio Grande do Sul, en Brasil, y de la capital islandesa, Reykjavik (Better Reykjavik). “Las migajas de la democracia no son suficientes”, dice por teléfono una integrante de esta plataforma, que no quiere ser identificada como portavoz.
Los que impulsan este partido abogan por el anonimato.
 Esconden sus identidades hasta que llegue el momento de presentarse a unas elecciones.
 “No queremos caer en la lógica personalista de los partidos”, proclaman.
Defienden que lo importante son las propuestas y el trabajo.
 Pretenden catalizar iniciativas y propuestas de la sociedad civil (incorporan en su programa aportaciones de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca en materia de Vivienda o la propuesta alternativa a la privatización del Comité Profesional Sanitario de Madrid en materia de Sanidad). Quieren construir su programa de forma colaborativa.
Entre las 90 personas que llevan más de un año en el proyecto hay gente muy activa de los movimientos ciudadanos.
 “Somos hijos de un momento histórico en el que hay dos grandes revoluciones: el 15-M, y la red como espacio para organizarse”, dice la no portavoz.
Dejan claro que no son el partido del 15-M. “El 15-M no quiere ser un partido”, afirman en el vídeo que hoy presentan. “Ni quiere, ni puede ser representado”.
Ni diputados, ni señorías. Empleados públicos al servicio del bien común”
Más que ideología, propugnan un método: “Una forma de hacer abierta, horizontal, transparente, cooperativa y respetuosa”, dicen en su web (http://partidodelfuturo.net), que se activará a las diez de la mañana de hoy.
 Abogan por las demandas sociales que recorren las mareas de protesta en España, pero también recogen “demandas liberales de sistemas más eficientes”.
“Para que nos hicieran caso los políticos teníamos que ser una competencia real para ellos”.
No es seguro que vayan a presentarse a las próximas elecciones, depende de los apoyos que recaben. ¿Puede acabar todo en un mero fuego artificial de Internet?:
“Es un riesgo que asumimos”, responde la no portavoz.
 En el vídeo de presentación definen cómo deberían ser los políticos: “Ni diputados, ni señorías. Empleados públicos al servicio del bien común”

7 ene 2013

Chanel Nº 5 y Brad Pit


Brad Pitt, en la campaña publicitaria del mítico perfume femenino Chanel Nº 5 / CORDON PRESS

Promocionar una fragancia es una tarea complicada. ¿Cómo explicar mediante un formato visual las virtudes de un olor? El recurso más simple y efectivo es asociar el perfume a un famoso y venderlo incluso antes de que entre en juego el olfato.
 Durante la temporada navideña no solo se sufren indigestiones alimenticias, cada año nos trae un empacho de celebridades poniendo cara a diferentes perfumes.
 Estas fiestas hemos visto a Gwyneth Paltrow en Hugo Boss, Charlize Theron y Natalie Portman en Dior, Kristen Stewart en Balenciaga, Julia Roberts en Lancôme y Brad Pitt en Chanel Nº 5, este último con un spot que ha sido uno de los más ridiculizados de 2012.
 A esta tendencia publicitaria se une el boom de las fragancias diseñadas (o algo parecido) por alguna cara conocida. Justin Bieber, Lady Gaga, Madonna, Jennifer Lopez o David Bustamante son algunos de los que últimamente han lanzado sus propios aromas.
El fenómeno se puso en marcha en 1991, con White Diamonds de Elizabeth Taylor, un clásico todavía hoy récord de ventas.
 En algo más de veinte años se ha transformado un negocio lucrativo que tienta a todo tipo de figuras.
 Desde la estrella de telerrealidad Kim Kardashian con el simple y floral Glam a Jane Birkin, que colaboró con la casa británica Miller Harris en la creación de L’Air de Rien, para reproducir olores tan poco comunes en la industria como el de las bibliotecas polvorientas, el pelo de su hermano, la pipa de su padre y las casas antiguas
. Según la base de datos Fragrances of the World durante el año que acaba de finalizar se han puesto a la venta 73 perfumes creados o respaldados por un famoso.
 Hace una década el panorama era muy diferente, con una media de nueve perfumes en el mercado por año.
Es inevitable que muchos de estos perfumes acaben languideciendo en los saldos de los grandes almacenes, pero un pequeño grupo consigue mantenerse como constantes súper ventas
. Dos ejemplos son Lovely de Sarah Jessica Parker y la línea de Jennifer Lopez producida por Coty, que con ganancias de unos 60 millones de euros en los últimos diez años le ha proporcionado más beneficios que los conseguidos a través de su larga trayectoria como actriz y cantante.
La oferta hoy es tan amplia y competitiva que no basta con sonreír, hacerse una foto bonita y sentarse a hacer caja.
 Hay quien en un mercado más asequible que el de las firmas de lujo prefiere posicionarse en la franja más alta del mercado.
 Este el caso de la diseñadora y mujer de Mick Jagger L’Wren Scott, que comercializa su fragancia a unos 150 euros. Otros han descubierto el tirón dentro del público masculino: David Beckham y Justin Bieber y el 007 de Daniel Craig venden sus olores favoritos y el atleta paralímpico Oscar Pistorious es la imagen de A*Men Pure Shot de Thierry Mugler.
Por otra parte, las maniobras publicitarias se vuelven aún más elaboradas
. Lady Gaga se tatuó la parte de atrás de la cabeza durante el lanzamiento de Fame en el museo Guggenheim de Nueva York frente a cientos de invitados y la rapera Nicki Minaj no quiso lanzar su fragancia hasta que sus fans no convirtiesen su nombre en trending topic de Twitter.
Logró su objetivo en 10 minutos.
 Unas argucias que no serán las últimas sorpresas en este campo. Para este año que acaba de empezar están programados los perfumes de los ídolos adolescentes One Direction y la estilista y ex directora del Vogue Paris Carine Roitfeld.

"los Miserables" entre romper el ritmo bruscamente y la sensación triste de un proyecto convertido en fracaso

Canción sin emoción

Anne Hathaway en 'Los Miserables'
Soy el primero en dejarme llevar en ocasiones por el poder del hype, pero las expectativas que soy consciente que algunas personas tienen con ‘Los miserables’ se sale de toda escala, siendo una decepción todo aquello que no equivalga a un segundo advenimiento de Jesucristo, y ya siento deciros que el nuevo trabajo de Tom Hooper está muy lejos de estar a ese nivel.
 De hecho, no tengo reparo alguno en asegurar que la indiferencia fue el sentimiento que más despertó en mi persona, algo difícilmente perdonable en un largometraje en el que las canciones son la gran estrella de la función. Es cierto que la función emocional de la música varía mucho según nuestro estado de ánimo, pero me cuesta creer que ninguna buena canción busque dejar indiferente a su oyente.
Nada más lejos de mi intención está el criticar las canciones originales de la obra teatral, ya que son extremadamente pegadizas y en sus letras hay material suficiente para que
‘Los miserables’ hubiera conseguido su objetivo de tocarnos la fibra sensible, pero no es el caso. ¿Qué es lo que sucede?
 Puede sonar contradictorio, pero las canciones son al mismo tiempo omnipresentes y – relativamente- secundarias
. Hooper no parece confiar lo suficiente en el poder de la música y aligera el dramatismo de la mayoría de ellas. Tal vez sea un peaje de rodar las escenas en directo y los protagonistas no quisieron dejarse llevar por el torrente emocional de los temas que interpretaban, pero en muchas ocasiones son simplemente actores que cantan en lugar de recitar sus diálogos.
 Hay excepciones, ya sea gracias a la persona que lo interpreta, porque alguna situación sigue funcionando perfectamente así o porque Hooper finalmente se deja llevar por la fuerza de las canciones, pero esos oasis ocasionales sólo sirven para refrendar la extraña indiferencia que despiertan el resto.

Una dirección del montón

Russell Crowe en 'Los Miserables'
Los trabajos previos de Tom Hooper no invitaban a pensar en un trabajo de puesta en escena memorable. Acusado por algunos de telefílmico por su académico trabajo en ‘El discurso del rey‘ (The King´s Speech, 2010) e ignorado por muchos en ‘The Damned United‘ (2009), aún hoy su mejor película – aunque más por el trabajo de los actores y la fuerza de la historia-, no tengo el placer de haber visto su ópera prima, pero todo indica que está totalmente alejado de la grandilocuencia característica de los musicales.
 ¿Cuál fue entonces el motivo de su contratación más allá del sorprendente Oscar que se había llevado para casa? Aún tengo mis dudas, pero lo que queda claro tras ver ‘Los miserables’ es que los productores se equivocaron al elegirlo.
No todo son pegas en el trabajo de Hooper, ya que sí demuestra su capacidad en instantes ocasionales, en especial cuando apuesta por la intimidad en ciertas canciones a través de los primeros planos sostenidos – una forma previsible pero efectiva para resaltar su componente emocional- o algunos momentos para resaltar la superioridad de Javert sobre Valjean, pero ahí acaban sus logros.
 La tónica dominante del resto se balancea entre pasar completamente desapercibido y los movimientos de cámara alocados que restan empaque a lo que vemos en lugar de insuflar esa energía que la película suplica cada dos por tres, por no mencionar los instantes en los que está a punto de provocar innecesarios mareos en el espectador.