Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 ene 2013

Moda de cine... y de libro


Fotograma del desconocidísimo filme Falbalas, de Jacques Becker, incluido en el ciclo de la Filmoteca de Cataluña.
Los vestidos pueden llegar a ser una obsesiva locura, como fue el caso de la literaria madame Bovary, que se lanzó al lujo de los tejidos como una salida, y un fin, a su angustia existencial. En la eterna discusión entre arte y moda, pocas veces se plantea cuantos millones de centímetros cuadrados ocupa el textil a lo largo de la historia de la imagen. De la antigüedad al siglo XX, todo lo que no aparece desnudo, en pintura, dibujo, escultura o grabado, va vestido. Y todo lo vestido es moda o anti-moda. Se habla de la influencia de Velázquez o Zurbarán en las creaciones de Cristóbal Balenciaga, pero no era tanto la pintura si no los ropajes majestuosos que aparecen en los cuadros lo que influía al modisto vasco.
 El cine, heredero legítimo de la pintura, no es ninguna excepción, incluso representa la apoteosis del indumento. Hasta marzo, la Filmoteca de Cataluña proyecta 30 apetecibles títulos alrededor de la moda. El ciclo, bajo el epígrafe El film a l’agulla (filmoteca.cat), incluye películas tan emblemáticas como Qui êtes-vous Polly Magoo?, filme desmitificador obra del famoso fotógrafo de Vogue William Klein; o el sofisticado clásico L’année dernière à Marienbad, de Alain Resnais, con vestuario de Coco Chanel. También está el musical Cover Girl, de Charles Vidor, con Rita Hayworth, Gene Kelly y coreografía de Stanley Donen, o, entre otras, la desconocidísima Falbalas, de Jacques Becker, culpable de que un jovencito y travieso Jean Paul Gaultier se lanzara con desparpajo a ser modisto.
‘El film a l’agulla’
está acompañado
de una exposición
y documentales
El ciclo viene acompañado por una exposición, sin grandes pretensiones, en la misma Filmoteca. Dividida en ocho capítulos temáticos (disfraz, transgresión, mitomanía, moda…), la muestra contiene también una serie de documentales como el impagable El modista (1966), de Pilar Miró, o el más selecto que hiciera Jaime Camino para los Puig en 1970. La IED (Instituto Europeo di Design) da calidez al conjunto con trabajos de sus alumnos, entre los que destaca una serie de complementos y bisutería deliciosos hechos con celuloide. Se exhibe, también, el vestuario de Bruc, la llegenda, de Ariadna Papió, mientras el Museu de la Perruqueria de Raffel Pagès aporta un saloncito con imágenes icónicas de Marylin Monroe, Liz Taylor, Jean Seberg y Grace Kelly; de ésta se expone, además, un postizo auténtico, ideal para mitómanos.
Igual que Emma Bovary, a Maria Brillas de Ensesa le chiflaban los vestidos pero nunca le llevaron a la perdición; su marido, propietario y promotor de la exclusiva urbanización de S’Agaró, se los compró gustoso y ella los coleccionó como oro en paño en sus espaciosos armarios. Eligió a Pedro Rodríguez, que en los años 30 se había consagrado como el modisto más importante de la capital catalana con proyección en París, y le fue fiel toda la vida. Éste la vistió de mil maneras de día, de noche, de ceremonia, de fiesta y hasta de abulia y, claro, de baño.
Los vestidos
del ‘couturier‘
eran de
Maria Brillas
de Ensesa:
compró 300
Brillas dejó a su nieta Hilda Bencomo su preciado tesoro, quien lo ofreció al desaparecido Museu Rocamora de la calle Montcada, hace unos diez años, dado que su directora, Rosa María Martín Ros se había preocupado de crear una sala permanente dedicada a Rodríguez.
 Pero la dirección general del Museo de las Arts Decorativas, que ya había emprendido la cruzada del DHUP para fagocitar los museos del textil, cerámica y artes gráficas, desestimó tal donación, y no sería hasta siete años después, coincidiendo con la campaña para la preservación del malogrado museo barcelonés, que se decidió aceptar el legado.
El tesón de Hilda Bencomo conseguiría que, además de aceptar los más de 300 vestidos y un sinfín de sombreros, el DHUB organizara hace dos años una exitosa exposición; ahora se acaba de publicar el legado completo de su abuela: Pedro Rodríguez. Catàleg dels vestits de Maria Brillas (Ajuntament de Barcelona / Museu Tèxtil i de la Indumentària, DHUB).
Un volumen hecho, quizás, con poca pasión y en la que los estupendos vestidos y sombreros no lucen como debieran. Aún así, glamour no falta. Como pide el tema.

Quino: “Los chicos fueron mis mejores lectores”

El creador de Mafalda presenta '¿Quién anda ahí?'', una mirada desde el humor sobre los miedos contemporáneos.

 

Viñeta recogida en '¿Quién anda ahí?'.
r
"Conozco a una señora en mi Mendoza natal que cuando se enojaba con su perro lo trataba de usted”, cuenta al teléfono Joaquín Salvador Lavado, Quino, y reímos ante la originalidad de ese desdén, que le sirve al papá de Mafalda para dibujar un chiste en el aire.
Es la tercera conversación telefónica que mantenemos y falta una aún para que acceda a un encuentro cara a cara en su apartamento de Buenos Aires, a pocas calles del Obelisco, donde pasa la mitad del año (“mi mujer Alicia y yo seguimos al invierno: cuando el calor empieza aquí, volvemos a Italia”).
No resulta sencillo entrevistar al humorista gráfico más global y más querido de Argentina: es casi un tímido profesional.
 A pesar de haber cumplido 80 años y de ser homenajeado en cada ciudad que pisa por haber creado a esa niñita sabihonda, internacionalmente famosa y políticamente comprometida, que Umberto Eco calificó en 1969 como “una heroína iracunda”, las entrevistas le gustan tan poco como que le pidan autógrafos.
 Pero quiere la suerte que la cronista se llame como la mamá de Mafalda (“le puse Raquel en homenaje a mi dentista de muchos años”, contará luego el autor) y ese detalle sumado a la publicación en España de su nuevo título, ¿Quién anda ahí? (Lumen), justifican la excepción.
En ese libro Quino reflexiona desde el humor sobre los miedos de nuestro tiempo a partir de las últimas páginas que publicó en medios “y de algunos inéditos”. Irónico como siempre, pasa revista con agudeza y sensibilidad a situaciones tan diversas como reveladoras de la topografía contemporánea
. Viñetas de muestra sobran: la oración nocturna de una señora —más consumidora compulsiva que creyente— que le ha conseguido a su Cristo un par de cascos conectados al micrófono desde el que reza, para que no pierda palabra de su ristra de peticiones; un terrateniente ante una videowall que vigila con cámaras la productividad de cada rincón de su campo; un detective que duda ante el puñal clavado en el ombligo de la víctima si está ante un caso de body piercing; un matrimonio desavenido porque el “hobby” de él consiste en “imaginar gorditas” o un alto ejecutivo que ve cómo el recambio generacional define que su puesto lo ocupe un crío que aún usa chupete
. La selección incluye además una rareza: los escasísimos dibujos en color realizados en la carrera de alguien que, devoto del cine mudo, se ha expresado en blanco y negro.
Sentado frente a su escritorio —un tablero de dibujo rodeado de libros, retratos de sus afectos y una pequeña escultura de su criatura más famosa (“la hizo el mismo artista que realizó la estatua de Mafalda que hoy está en el barrio de San Telmo”)— , Quino nos recibe finalmente una mañana.
Es amable, habla lentamente, le gusta reír y no escatima ternura cuando recuerda cómo llegó al dibujo: “Yo heredé el nombre y el oficio de mi tío Joaquín.
Ver que de su lápiz salían montañas, árboles, personas… me maravillaba. Todos los chicos dibujan, pero yo seguí. Estudié un poco en Bellas Artes y dos años después cometí el error de creer que a los 15 ya lo sabía todo y abandoné.
 De eso me arrepiento cada vez que puedo”.
PREGUNTA. El título de ¿Quién anda ahí? sale de una página de humor en la cual un hombre habla del miedo: primero a salir de su ciudad, luego de su casa y, finalmente, de sí mismo. ¿Percibe el temor como una clave de esta época?
RESPUESTA. Sí, la situación de la seguridad se ha puesto muy problemática en la Argentina y el título del libro es una frase común, quizás la primera que pronunciamos cuando estamos en casa, de noche, y escuchamos un ruido que nos preocupa, que introduce cierta idea de peligro.
Pero también sirve para uno mismo, para pensar y cuestionarse más allá de un hecho concreto: “Quién es este que soy, que da vueltas y anda”.
P. Entre escritores suele decirse que un autor tiene en verdad pocos temas que reelabora a lo largo de su vida. ¿Se da también entre humoristas gráficos?
R. En mi caso sí y esas preocupaciones resurgen en la selección que hicimos para este libro
. Vuelvo recurrentemente a algunos temas que me preocupan.
 La injusticia, la desigualdad social, la vejez… Y temas políticos no coyunturales como la corrupción o el ansia de poder, cosas eternas que ya estaban en la Biblia.
Hay otros que no toco por miedo a hacerlo mal. Nunca he dibujado sobre deportes, por ejemplo
. Quizás porque no he practicado ninguno y tengo miedo de equivocarme.
Vuelvo recurrentemente a algunos temas que me preocupan. La injusticia, la desigualdad social, la vejez…
P. ¿Equivocarse cómo?
R. Por falta de documentación o de cultura.
 Me he preocupado siempre por documentarme.
 Dos grandes del oficio, mi amigo Oscar Conti, Oski, y Hugo Pratt, me inculcaron eso. Antes existía el preconcepto de que los dibujantes de humor podían dibujar sin investigar.
 Pero cuando yo empecé a publicar en 1954, un lector mandó una carta quejándose de los errores que yo había cometido en un dibujo, uniendo un peinado del siglo XV con un vestido del siglo XVII. Eso tuvo en mí un impacto muy fuerte. ¡Es como hacer a Mozart hablando por teléfono!
P. ¿Sigue percibiendo errores en lo que dibuja?
'¿Quién anda ahí?, de Quino.
R. Yo no dibujo ya, por problemas de vista, aunque estoy intentando hacerlo de nuevo. Mi médico me ha dicho que no quedaré ciego sino hasta dentro de 10 años, pero para entonces probablemente no voy a estar por aqu
í. Considerando lo jóvenes que murieron mis padres, ¡ya soy un milagro de la biología! Pero volviendo a la pregunta, más que errores, soy muy sensible a dibujar cosas innecesarias: nubes de más o elementos que no suman a la idea que uno quiere transmitir.
 De chico vi mucho cine mudo —Chaplin, Buster Keaton— y aprendí a hacer cosas sin texto.
 Pero cuando llegué de Mendoza a Buenos Aires y comencé a trabajar en redacciones me dijeron que los lectores querían leer y que no se podía hacer humor mudo.
 Hay ideas, además, que sin texto son difícilmente expresables.
Pero incluso hoy, en los aviones, veo películas
 sin audio para comprobar si sólo la imagen cuenta el argumento.
 Un buen filme debería poder pasar esa prueba.
 Cuando uno ve una película como El puerto, del finés Aki Kaurismaki, filmada con mucha economía de medios, comprueba que no hace falta mostrarlo todo para decir con elocuencia.
P. Volvamos a lo suyo. Sé que su personaje favorito de la tira es Libertad, pero Mafalda es su hija más famosa. ¿Le pesa Mafalda?
P. No, me acompaña mucho y en dos años cumplirá medio siglo.
  Se quedó en el corazón de la gente, probablemente porque habla de temas eternos: las relaciones entre padres e hijos, entre amigos.
 La suya es una familia como la que muchos chicos tienen. Aunque la clase media ha cambiado mucho.
 Si la dibujara hoy, probablemente, Mafalda sería hija de una familia ensamblada
. Es una problemática que me atrae: hijos de dos papás o dos mamás, ver cómo se crían.
 La idea me recuerda un poco esa tira en la que otro personaje de la historieta, Miguelito, ve un cartel que dice: “La familia es la base de la sociedad”, y pregunta: “¿La familia de quién? La mía no tiene la culpa de nada”
. Pero en cualquier caso, las preferencias del público son misteriosas. Yo jamás la dibujé para chicos y sin embargo fueron los lectores más agradecidos.
 Pasa también con la música.
 Muchos compositores no se explican por qué una canción pega y otra no
. Si Beethoven se enterara de que Para Elisa es una de las músicas de espera telefónica preferidas, con toda la obra que tuvo, seguramente le llamaría la atención.
 Todo humorista lo sabe: hay dibujos que uno entrega lleno de vergüenza porque no se le ocurría otra cosa ese día, y sin embargo pegan, se comentan.
Yo no dibujo ya, por problemas de vista, aunque estoy intentanndo hacerlo de nuevo.

...y la nuestra, es como un Atila por dónde pasa arruina todo y a todos. L Hasta que llegó su hora

Rodrigo de Rato Figaredo es biznieto de Faustino Rodríguez-San Pedro, ministro con Alfonso XIII y alcalde de Madrid, entre otros cargos, e hijo de Ramón de Rato y Aurora Figaredo, que le entronca con dos familias empresariales asturianas de raigambre
. Su padre quiso ser, como su abuelo, ministro de Hacienda de una monarquía restaurada y uno de los grandes banqueros del país
. No logró ni lo uno ni lo otro.
 El biznieto (e hijo) logró lo primero y estuvo a punto de lo segundo como presidente de Bankia, entidad creada por la fusión de siete cajas de ahorros cuyo tamaño la ponía en el podio del sector financiero español. Sin embargo, la enorme carga de morosos e impagados por el peso de ladrillo supuso una losa que no pudo levantar.
Rato no explicó las razones de la dimisión. Se limitó a reseñar en un comunicado que “una vez cumplidos los hitos [salida Bolsa, ajuste de la red, reducción de costes...] he decidido pasar el testigo a un nuevo gestor por estimar que es lo más conveniente”
. Pero, lo que se guardó es que la presión recibida desde distintos frentes a la vez (Gobierno, Economía, Banco de España, Fondo Monetario) pudo más que su aguante y sus deseos de continuar.
Precisamente, una de las exigencias del Banco de España (BE) fue que descargara el peso político del equipo gestor y lo hiciera más profesional, algo que compartía su antiguo subordinado Luis de Guindos, hoy ministro de Economía, quien no creyó hasta el último momento que fuera a irse.
No obstante, resultó un alivio para él y para el Gobierno, que no sabían cómo sacarse el problema de encima siendo uno de los suyos.
Rato, seguramente, entendió que la exigencia iba directamente a él por no haber acertado en la formación del equipo y no haber conseguido enderezar la nave, por lo que decidió precipitar su salida.
 Quizá todo se resume en que cometió dos errores de bulto: fusionar dos entidades con muy graves problemas (Caja Madrid y Bancaja) para entrar en el club de los grandes y crear un comité de dirección con muchos políticos y pocos expertos financieros.
 “Que Rato fuera político no era problema, lo era que no supo crear un buen gobierno corporativo”, apunta un observador del sector que añade: “Caja Madrid era asequible sin Bancaja, pero la ambición por ser grande lo cegó”.
A los 63 años (los cumplió el 18 de marzo) este hombre aún tiene recorrido, aunque después de sus abandonos abruptos de la política y de la banca, parecía difícil buscarle ubicación, por lo que ha sorprendido su pronta reubicación en Telefónica como asesor y tras pasar como imputado por la Audiencia Nacional por el caso Bankia.Bueno que igual echaron a Urdangarin para meter a Rato, no sé si será de los que te ofrece el Pack de Tf, Adsl y Movil, todo por 50 Euros, no lo sé, pero ya los robará todos, es un Ladrón Profesional, siempre quiso ser Califa en lugar del Califa.
Comenzó en política en 1979, en la Alianza Popular creada por Manuel Fraga.
 Después, convertido ya en PP, fue un peso pesado del grupo en la oposición y se convirtió en uno de los delfines del patriarca gallego hasta que este eligió primero a Antonio Hernández Mancha, a quien se enfrentó, y después a José María Aznar, con quien compartió ideario. En 1996,
 Aznar le dio la cartera que había sido de su bisabuelo(muy buena piel debe tener esa cartera, Dura, y Flexible, depende de a quién le toque, yo pensaba que Las Carteras era "algo virtual" vaya, que te la comprabas tu,) y, además, una vicepresidencia; pero, cuando todo apuntaba que era el candidato para sustituirle al frente del partido en 2004, aquel eligió a Mariano Rajoy.
Rato trató de superar el zarpazo.
 Aceptó ir de segundo en la lista de Madrid; pero ya entonces tenía el compromiso de Rajoy de apoyarle para dirigir el FMI.
Toma ya.
 El PSOE lo respetó y también le apoyó. Asumió el cargo en mayo de 2004
El Psoe a vecs parece tonto.
. Pero se cansó a los tres años y cuatro meses. Volvió “por motivos personales”, aunque algunos cercanos, como Aznar, sostuvieron que era “por aburrimiento” y otros críticos, como Luis Ángel Rojo, porque quizá “vio venir lo que se le venía encima”.
 El caso es que entonces empezaban a estallar casos, como el rescate que hizo el banco Bear Steams de dos fondos en quiebra por culpa de las hipotecas basura, en lo que empezaba a ser el principio de la actual crisis y que el FMI no había previsto.
Tanto el PP como el PSOE afearon su conducta, agravada por el hecho de que recibía una pensión vitalicia. El regreso se interpretó como un intento de rescatar al PP tras la derrota de 2004.
 Rato lo descartó categóricamente
. Se dedicó a tareas de asesoramiento, mejor remuneradas. Lazard Brothers, Santander y La Caixa, le hicieron asesor.
Hasta que llegó la hora de hacerse banquero
. La reordenación financiera le dio la oportunidad, en enero de 2010, de presidir Caja Madrid apoyado por el aparato del PP, ya que Esperanza Aguirre quería colocar a su vicepresidente, Ignacio González.
 También se habló de Guindos. Luego llegó el crecimiento a base de sumar activos.
 Pero muchos de ellos eran tóxicos.
* Este artículo está basado en un perfil realizado en mayo tras la dimisión de Rato de Bankia.
Yo de Rato sé que arruina todo por dónde pasa, que su sobrina angelical, se casó coontra la voluntad de su familia con Espartaco, no el romano sino el Torero, del que después de años se ha separado, que habla como una niña de Colegio de Monjas y que parece del Opus.

4 ene 2013

Nobel al escritor menos malo, Todos lo merecían.


John Steinbeck, en una imagen de 1965. / AP

“Por sus obras realistas e imaginativas, que combinan humor simpático y una percepción social incisiva”. Oficialmente John Steinbeck ganó en 1962 el Nobel de Literatura por estas razones. Aunque, de facto, hubo otro motivo, quizás incluso más importante: no había nada mejor.
El autor de Las uvas del ira derrotó ese año a los otros 66 candidatos porque era el menos malo, según unos documentos hasta ahora desclasificados del Comité del Nobel de la Academia sueca que recoge el diario Svenska Dagbladet, del mismo país.
De hecho, el Comité consideraba que el propio Steinbeck no se encontraba en el mejor momento de su trayectoria literaria.
 Pero los otros finalistas, el dramaturgo francés Jean Anouilh, la escritora danesa Karen Blixen, el británico Lawrence Durrell y el poeta inglés Robert Graves, tampoco convencían a los cuatro expertos encargados de la elección.
Uno de ellos, Henry Olsson, dijo que «no hay candidatos obvios y el comité se encuentra en una situación poco envidiable», según los documentos citados por el Svenska Dagbladet.
 En concreto, Blixen, autora de Memorias de África, desapareció de la lista porque falleció; Anouilh tenía pocas posibilidades debido a que su compatriota Saint-John Perse ya había ganado el galardón en 1960; y Durrell no entusiasmaba al cuarteto que decidió “mantenerlo bajo observación para el futuro», tal y como recoge The Guardian, citando al redactor de Svenska Dagbladet Kaj Schueler.
Quedaban dos posibilidades: Steinbeck o Graves.
 Pero el comité no quería premiar al que consideraba sobre todo un poeta (pese a que Graves ya había escrito y escribiría varias novelas históricas) y, además, el entonces secretario permanente de la Academia, Anders Osterling, creía que Steinbeck tenía "más posibilidades de ganar apoyo sin objeciones".
Aún así la elección del Comité suscitó polémicas y muchas voces en contra.
 Y el propio Steinbeck, en su discurso de agradecimiento, afirmó: “En mi corazón puede que haya duda de si merezco el Premio Nobel en vez de los otros hombres letrados por quienes siento respeto y reverencia”.