Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

10 dic 2012

El test del 'glamour' del Blog El Viajero

Kate Moss, Londres (2006). Museum of Fine Arts. / Mario Testino
Es uno de los fotógrafos de moda más conocidos del mundo
. Las mejores modelos y artistas internacionales han posado frente a su lente y ahora, por primera vez en Estados Unidos, un gran museo se ha interesado por su obra y le ha organizado una retrospectiva.
 Estamos hablando del peruano Mario Testino (Lima, 1954), el artista que se encuentra detrás de muchos reportajes fotográficos de revistas como Vogue y Vanity Fair y de campañas publicitarias de grandes marcas de lujo.
Desde el pasado mes de octubre se pueden ver más de un centenar de fotos de Testino en el Museo de Bellas Artes de Boston (MFA por sus siglas en inglés) en dos muestras distintas.
 La más grande se llama In your face (En tu cara) y estará abierta hasta el 3 de febrero. En ella vemos impresionantes retratos de modelos como Kate Moss, Stephanie Seymor y Gisele Bündchen; actrices como Gwyneth Paltrow y Nicole Kidman; músicos como Mick Jagger, Madonna y Lady Gaga, y atletas de la talla de David Beckham y Tom Brady, jugador de fútbol americano y marido de Gisele Bündchen.
 La muestra es impactante, tanto por el contenido como por la dimensión de las imágenes.
 Algunas de las fotografías están impresas en aluminio y miden casi 2,5 x 2 metros.
 Hay desnudos, poses provocativos y mucho estilo y belleza.
En la otra muestra, mucho más pequeña e íntima, los protagonistas son la familia real británica. Llamada Retratos de la Familia Real Británica, la exposición se podrá ver hasta el 16 de junio del próximo año.
 En ella vemos la preciosa y ya icónica foto en blanco y negro, publicada en Vanity Fair, que Testino hizo a Diana de Gales en 1997 y que se convertiría en su último retrato oficial antes de su muerte ese mismo año. También figuran los ya famosos retratos del compromiso en 2010 entre el Príncipe Guillermo y Kate Middleton, los hoy Duques de Cambridge.
Estas dos instalaciones repasan la dilatada y exitosa carrera de Testino a lo largo de 30 años, desde que se mudó a Londres en 1976 desde su Perú natal hasta el día de hoy.
 Se trata de una muestra muy especial para el fotógrafo ya que él mismo ha elegido las 122 obras que se muestran en la capital de Massachusetts.
Una muestra “deliciosamente provocativa”, como ha dicho Vogue, que aúna el mundo del arte y de la moda como en pocas ocasiones se ha hecho.

Los nazis escondidos en España


EL PAÍS
Eran espías o nazis protegidos por Franco
.Verlos pasear por Madrid en los cincuenta, por lugares muy concretos de la ciudad – restaurantes y bares como Chicote, Horche, Lhardy, Pasapoga: o sitios como el jardín botánico, el Museo del Ferrocarril, la estación de Atocha, las plazas Mayor o Santa Ana-, no resultaba nada extraño.
 Alemanes que colaboraron activamente con Hitler encontraron cobijo, una vez acabada la II Guerra Mundial, en la España del dictador.
 Se convirtieron en hombres y mujeres que vivían sin problemas en un país empobrecido por los resquicios de la Guerra Civil.
 La historia de estos personajes y el periodo que va de las décadas de los treinta a los años cincuenta del siglo XX siempre les han resultado atractivos al escritor Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969), una atracción que le llevó a investigar durante años esa etapa de la historia europea para escribir El violinista de Mauthausen y ahora la novela El silencio de tu nombre, que acaba de publicar Plaza&Janés
. En ella el autor ahonda en la implicación española en el Holocausto y los negocios que mantuvieron empresarios afines al régimen con los nazis.
“El gobierno de Franco dejó que los alemanes sacasen de las minas wolframio, elemento químico estratégico, para aplicarlo en su maquinaria bélica y aprovechar sus características para endurecer proyectiles, especialmente los misiles antitanque, y el armamento”, cuenta Pérez Domínguez
. Antes de empezar la II Guerra Mundial, en España había seis empresas que se dedicaban a la extracción de ese elemento químico y al finalizar la contienda se contabilizaron un centenar.
 El Gobierno consiguió a cambio 87.422 kilos de oro: de hecho, muchos de los lingotes que llegaban a España tenían grabada la cruz gamada.
La cantidad que pagó el dictador a los alemanes fue de cerca de 140 millones, 100 de ellos obtenidos de las zonas ocupadas
. Parte de este oro se fundió y desapareció, o al menos no hay datos que certifiquen cuál fue su destino final. "Los alemanes no podían haber sacado wolframio porque Franco creó en 1939 una ley por la cual ninguna empresa extranjera podía tener más del 25% del capital en España.
Para sortear los problemas legales, los alemanes se dedicaron a buscar testaferros españoles que figuraban como propietarios en las las empresas
. Entre éstos destacaba José María Martínez Ortega, padre de Cristóbal Martínez Bordiú, yerno de Franco", puntualiza el autor de El silencio de tu nombre.
El escritor Andrés Pérez Domínguez.
En esta novela, en la que se entremezclan aventura, intriga y romance, se refleja con nitidez cómo quedó Europa después de la Segunda Guerra Mundial, arrasada por la intolerancia y el fanatismo político
. El escritor inicia su historia en 1950 en París cuando Erika Walter, viuda de un agente secreto alemán, huye a Madrid con importantes documentos que implican a altos cargos nazis en el exilio.
 Su amante en la capital francesa, el español Martín Navarro, ex miembro del PCE, abandona la ciudad y decide seguirla, a pesar de saber que si la policía le encuentra le meterá en la cárcel
. En medio de esta historia, los amantes se verán envueltos en una trama en la que están implicados policías, nazis, comunistas y agentes de la CIA..
En El silencio de tu nombre, Pérez Domínguez tenía interés por contar los negocios que algunos españoles realizaron con los nazis: “No tuvieron escrúpulos de abastecerse con el dinero saqueado en los países ocupados por los alemanes y de proporcionales refugio o facilitarles la huida a terceros países”.
 De hecho, en España vivieron varios nazis hasta que murieron ya ancianos.
 “Era una manera de contar a través de la ficción que este país no fue neutral durante la Segunda Guerra Mundial. Hubo personas, vinculadas al poder franquista, que se aprovecharon y beneficiaron del expolio que los seguidores de Hitler cometieron en los países que fueron ocupando
. Me gusta adentrarme en el pasado de mis personajes y que el lector contemple cómo su presente está condicionado a los actos que cometieron años atrás”, defiende el escritor.

¿Y si Van Gogh no se suicidó?

Steven Naifeh y Gregory White Smith sugieren que murió por un disparo accidental

Los estudiosos son autores de la última y monumental biografía del maestro holandés.

 

Autorretrato con oreja vendada y pipa, de Vincent Van Gogh. / Getty images / the bridgeman art l
Una de las escenas más desgarradoras de la historia del arte, hasta hace poco incuestionada, señala el 27 de julio de 1890, como la culminación de la vida atormentada de Vincent van Gogh
. Con solo 37 años se disparó un tiro en el pecho mientras paseaba por la mismas tierras que acababa de pintar en Campo de trigo con cuervos (julio de 1890), una obra considerada premonitoria del drama que se cernía sobre el artista.
 Pero la escena, inspiradora de incontables homenajes, podría no ser exactamente así: hubo un disparo, pero no hubo suicidio
. Las balas que acabaron con su vida procedían de la escopeta de unos jóvenes cazadores. Al menos eso es lo que mantienen dos historiadores y expertos norteamericanos, Steven Naifeh y Gregory White Smith en la monumental biografía Van Gogh. La vida (Taurus) que se acaba de poner a la venta en España y en la que en 830 páginas traducidas por Sandra Chaparro se desvelan muchos misterios aún hoy siguen envolviendo a uno de los artistas más admirados –y cotizados- de la historia.
Steven Naifeh y Gregory White Smith, ganadores de un Pulitzer por una biografía de Jackson Pollock, publicaron su investigación sobre Vincent van Gogh hace un año.
 No solo aportan una versión sobre los últimos momentos del artista, sino que, gracias a documentos inéditos enriquecen la visión que hasta ahora se tenía sobre su visión sobre el arte, el peso de la religión, su azarosa vida sentimental y sus insoportables depresiones. Naifeh y White Smith explican sus investigaciones en esta entrevista realizada por correo electrónico.
En contra de lo que suele ocurrir con las certezas universalmente extendidas, esta nueva interpretación de la historia ha sido con escasas reticencias por parte de la comunidad científica.
 Los dos autores advierten que su estudio no descarta radicalmente ninguna opción. “Nunca decimos categóricamente que Van Gogh no se suicidó.
 Lo que decimos es que, dado el peso de la evidencia, un disparo accidental es mucho más probable.
 En la comunidad científica, este descubrimiento lo han recibido muy bien.
Algunos psiquiatras nos han dicho que creen que la nueva explicación de la muerte de Van Gogh tiene mucho más sentido dado el estado mental de Van Gogh”.
Naifeh y White creen que su tesis ha sido bien acogida porque es más acorde con el carácter de Van Gogh y más halagador hacia él como persona que la versión tradicional de suicidio. “Uno de los aspectos más fuertes de la personalidad de Van Gogh era su extraordinaria voluntad de seguir viviendo y trabajando a pesar de una vida calamitosa.
De hecho, en algunas de sus cartas decía que el suicidio era un acto de cobardía.”
Lejos de los manuales de arte convencionales, el libro de Naifeh y White se lee como una pieza literaria cuyo protagonista es uno de los artistas más venerados por el público.
 Además, todo el contenido ha sido minuciosamente investigado a lo largo de una década durante la que los autores han podido trabajar con un material de primer orden.
 Además del tema de la muerte, el libro está lleno de nuevas revelaciones obtenidas entre los cientos de documentos que dejaron Van Gogh y sus familiares.” Dejaron tal archivo que su vida se puede reconstruir al detalle
. Hemos podido recrear con todo detalle su conciencia artística como si hubiéramos podido estar dentro de su cabeza .
Muchos lectores nos han comentado que se han sentido emocionados compartiendo las incertidumbres del artista”.
Las nuevas tecnologías han sido esenciales para reconstruir la vida del artista.
 Una aplicación de software creada especialmente para ellos, les permitió digitalizar el archivo entero. No solo las cartas de Van Gogh y otras fuentes primarias, también todas las fuentes secundarias y toda la literatura que leyó Van Gogh.
 Él era un lector prolífico para quien la literatura era una fuente casi tan importante para sus dibujos y pinturas como la obra de los muchos artistas que admiraba.
Después de este amplísimo y detallado estudio, solo hay un periodo que no ha podido ser detalladamente estudiado.
 Son los años que vive con su hermano Theo en París, entre 1886 y 188.
 Es un tiempo sin apenas cartas a la familia y, por supuesto, al hermano
. En la biografía se reconstruye este periodo crítico en su vida con material de otros expertos en el artista, no
¿Qué hubiera sido de Vincent sin Theo? Steven Naifeh y Gregory White Smith no tienen dudas. “Sin Theo, no habría habido ningún Vincent. Theo le proporcionaba a Vincent su único soporte financiero y emocional. Vincent jamás habría sobrevivido, mucho menos creado su magnífico cuerpo de trabajo, si Theo no lo había apoyado tan generosamente”.
Tampoco tienen dudas sobre la perplejidad con la que el artista hubiera contemplado su éxito.
 “ Habría sido incomprensible para él. A lo largo de su vida solo vendió una pintura, y esa fue a la hermana de un conocido.
Durante el último año de su vida, un joven escritor simbolista llamado Albert Aurier escribió un artículo en el que le llamaba “genio desconocido”.
Van Gogh estaba inmensamente sorprendido con el artículo y lo mostró a su familia y a todos sus conocidos. Estaba convencido de que el éxito no procuraba felicidad y ese primer artículo laudatorio le dio un poco de susto porque podía significar que su vida podía ser aún más pobre y miserable de lo que era.
 Pocos meses después estaba muerto”.

 

Los sablazos de Díaz Ferrán a sus amigos en El Tártaro

El expresidente de la CEOE citaba a sus víctimas en el restaurante de un hermano.

Cuando dejó la presidencia de la CEOE (diciembre de 2010), Gerardo Díaz Ferrán instaló una especie de oficina en El Tártaro, el restaurante de su familia ubicado en Madrid, muy cerca de la sede de la patronal. Allí recibía, al más puro estilo de un patrón a la antigua usanza, a gente de su entorno, dirigentes empresariales, amigos y conocidos con posibles a los que, tras declararse arruinado, solicitaba ayuda para hacer frente a los procesos judiciales como consecuencia de su gestión en el grupo Marsans. Siempre prometía devolver hasta el último euro.
Con ese carácter afable y positivo que siempre le ha caracterizado, preparaba sus sablazos y a todos se mostraba convencido de que ganaría el pleito a Argentina en el conflicto de la expropiación de Aerolíneas Argentinas —debe decidir la Corte de Arbitraje Internacional—, lo que le retribuiría 900 millones de euros. De esa forma, devolvería el dinero y, aseguraba, comenzaría de nuevo la carrera empresarial.
 Llegó a decir que un fondo buitre quería comprar el pleito para sacar tajada.
Seguramente, todo era pura ilusión de un hombre con los pies de cristal, que había montado con su socio, Gonzalo Pascual, un imperio turístico que resultó ser un castillo de papel creado a base de operaciones especulativas y que les llevó a auparse a la cúpula de la patronal sectorial, primero, a la de Madrid (CEIM), después, y finalmente a la gran patronal CEOE, en la que Pascual era vicepresidente.
 Todo mientras la empresa hacía aguas.
Su ritmo de vida le contradecía: seguía yendo a la ópera y a cacerías
Por el cepillo de El Tártaro, pasaron viejos amigos de esa etapa de ascenso vertiginoso, a los que en algún momento ayudó, como Arturo Fernández, José Antonio Segurado, Celso García, Jesús Núñez, Enrique Cerezo… Otros rechazaron participar. Díaz Ferrán les aseguraba que tenía que hacer frente a unos pagos urgentes o que estaba preparando su defensa y que eso le costaba un dinero que no tenía porque se lo habían embargado todo: su vivienda en la selecta urbanización de Conde Orgaz, la de veraneo en Mallorca, un yate, la finca en Toledo…. De hecho, vivía de alquiler en su propia casa y, según sus palabras, se lo pagaban sus hijos.
 Pero, poco a poco, fue perdiendo relación con ellos.
Los amigos le fueron dando la espalda porque no cumplía las promesas de devolver los préstamos, ni hacía atisbos de intentarlo.
 Además, cambió el número de móvil y se lo dio a muy pocos. Todo un síntoma.
Mientras tanto, veían que mantenía un ritmo de vida contrario a sus afirmaciones de vida austera “sin apenas salir de casa”.
 Aunque con mucha menos asiduidad, asistía de vez en cuando a la ópera y a cacerías en los montes de Toledo, y hay quien dice que a algunas fuera de España.
 No era como en los tiempos de esplendor, en los que era asiduo a safaris en África (a la caza del rinoceronte o del elefante en Botsuana), a la captura del oso en Rumanía o del rebeco en Ucrania, además de explotar la finca El Alamín —junto al río Alberche en Toledo, que fue cuartel de mando de Almanzor—, que había comprado al marqués de Comillas y donde montaba concentraciones de la élite madrileña, a las que llegó a asistir Esperanza Aguirre y, en alguna ocasión, el Rey.
Aunque reconocen la pérdida de relaciones, a todos les parece un hombre entrañable.
 Cuando se ha conocido que supuestamente guardaba dinero en su casa, nadie quiere ahondar en la herida.
Posiblemente porque sabía que alguien le podía atosigar, desde después del verano bajó la frecuencia de visitas a El Tártaro y se reunía en su casa con personas de su nuevo entorno: los responsables de Possibilitum Business, la instrumental que adquirió Teinver (propietaria de Marsans, Air Comet y otras empresas del complicado entramado que montó en su grupo), y sus abogados.
Durante su mandato en la patronal —que hace medio año le retiró la seguridad y en la que no llegó a cristalizar el nombramiento de presidente de la Fundación CEOE al que se comprometió Juan Rosell—, hizo cosas feas.
 Sus colaboradores de entonces subrayan que siempre trató de separar sus responsabilidades empresariales de las patronales; pero eso no es excusa para que cometiera errores de bulto para alguien que ocupa el sillón de patrón de patronos y que usó el cargo como trinchera defensiva: dejó en tierra a miles de clientes latinoamericanos de Air Comet en plena Navidad; no pagaba los créditos concedidos, uno de ellos de Caja Madrid, de donde, para más inri, era miembro del consejo de administración; realizó servicios en su agencia de viajes cuando la Asociación Internacional de Transporte Aéreo le había prohibido vender billetes por no pagar a proveedores; vació la caja y se quedó con dinero de los clientes; hizo cosas tan peregrinas como alistarse como empleado para entrar en la lista del paro, y, para remate, recurrió a la venta a Possibilitum en lo que todo el mundo vio como un alzamiento de bienes manifiesto.
Ha dicho (ahora y antes) que él no daba órdenes en el grupo, que recaía en su socio y los hijos de este.
“Era una forma de huir hacia adelante cuando lo que tenían que haber hecho era cortar el brazo de raíz para que el cáncer no se convirtiera en metástasis”, dice un empresario, recordando que la pareja de socios ya había mostrado sus credenciales cuando adquirió por una peseta Aerolíneas Argentinas a la SEPI (sociedad estatal) y luego compró créditos a los acreedores con una posterior quita para quedarse con la compañía.
Dejó de pagar a sus amigos y cambió el número de móvil: no se lo dio a casi nadie
Ante esa situación, no extrañó que los procesos se fueran acumulando y que a los proveedores, bancos y clientes se les acabara la paciencia.
Algunos casos acabaron en la Audiencia Nacional: reclamación por apropiación indebida de 4,4 millones de euros correspondientes a billetes adquiridos por clientes; crédito impagado por valor de 35 millones a Caja Madrid y la querella por impago de 45 millones presentada por AC Hoteles, Meliá, Pullmantur y Orizoni. Otros están hibernados, como la deuda con el despacho de abogados Uría y Menéndez, que dejó de prestar servicios al grupo por impago de la minuta después de cuatro años de trabajo.