6 dic 2012
Silvina Ocampo
Acerca de Silvina Ocampo
Silvina Ocampo no es la mujer de Adolfo Bioy Casares. ¿Por qué continuamos presentando a nuestras artistas de la mano de sus esposos? Es cierto que estuvo casada con él, sin embargo ella no fue “eso”; sino una magnífica escritora que, pese a ser hermana de Victoria, que siempre tuvo una mayor popularidad, supo hacerse su espacio en el mundo de las letras de forma indiscutible.
Sobre la autora
Silvina Ocampo es mayormente conocida por sus cuentos, sin embargo también ha escrito un magnífico número de poesías y se ha caracterizado por mostrar un estilo pulido y absolutamente entregado.
Era la menor de las “chicas Ocampo” y nació en Buenos Aires en 1906, en el seno de una familia relacionada con los círculos culturales argentinos.
A una edad temprana se sintió atraída por el mundo de las letras, incentivada por su hermana mayor, y comenzó a cultivar sus dotes literarias. Además, gracias a Victoria conoció a importantes autores como Borges y Bioy Casares, con quien se casó, pese a llevarle 11 años de edad.
La relación entre Silvina y Adolfo no era para nada convencional, ella sabía que él salía con numerosas mujeres y, pese a mostrarse celosa en reiteradas ocasiones, lo permitía y continuaba con su vida. Escribía, leía y tenía un mundo en el que Adolfo no entraba… y también amaba.
Durante años mantuvo una relación sentimental con Alejandra Pizarnik, a quien le dedicó cuentos y poemas y de quien recibió un afecto sin igual. Alejandra le escribía profundas y confesas cartas de amor donde mezclaba palabras en francés y le expresaba su calurosa pasión. En una de ellas le dice:
Los primeros cuentos que vieron la luz y que la colocaron en el epicentro del panorama literario argentino fueron “Viaje olvidado” y “Enumeración de la patria”. Este último fue un libro de poemas donde se noto una clara tendencia de la autora por la poesía antigua; podríamos decir que en general su lírica se caracterizó por ello, por una férrea defensa de los modelos clásicos, así puede comprobarse en otras de sus obras como “Espacios métricos”, “Poemas de amor desesperado” y “Los nombres”.
Supongo que la obra poética de Silvina no recibió el espacio que se merecía, por eso su nombre siempre quedó ligado a la narrativa y posiblemente por eso tampoco cultivó en demasía el género lírico, siendo su último poemario “Amarillo celeste”, publicado en 1972.
En lo que respecta a la narrativa, su aporte a la misma fue apostar por una ficción donde lo fantástico y lo policial confluyeran y le dieran a los relatos un carisma único.
Al igual que Silvina, otros autores contemporáneos a ella también apostaban por la narrativa fantástica, buscando nuevas formas de expresividad; entre ellos podemos mencionar a Adolfo Bioy Casares o Enrique Anderson Imbert. Por otro lado, junto a Bioy Casares y Jorge Luis Borges realizó una Antología de literatura fantástica que fue publicada en 1940. Además, con el primero colaboró en numerosas oportunidades, aportando ideas para sus historias y brindando su cuota de ingenio a la literatura de éste.
Sus cuentos se destacan por presentar numerosos seres fantásticos y hechos sobre naturales pero encarados desde un punto realista, lo que los vuelve más llamativos y atrapantes. Sin embargo, Silvina no se queda en contar historias con un tinte irreal, sino que a través de ellas ofrece una crítica tajante a los convencionalismos sociales y las normas literarias establecidas.
La relación entre las hermanas Ocampo, según lo narra la historia, siempre fue estrecha pero regada de tiranteces. Había muchas cosas que las ligaba, el amor por la naturaleza, las viejas casonas de la familia tanto en Buenos Aires como en Mar del Plata, y, por supuesto, la misma pasión por la literatura.
Cabe mencionar que sus obras literarias fueron muy diferentes, así como también los gustos de cada una. Mientras Victoria siempre sintió admiración y atracción por la literatura francesa, a Silvina le atrajo la americana y, sobre todo, las historias con carácter fantástico o policial. Desde pequeñas fueron por caminos absolutamente opuestos.
Según lo han comentado diversas fuentes, tenían la relación típica de hermana mayor y menor; donde la segunda intenta bromear y tomarse la vida más a la ligera y la primera es tan exigente que, incapaz de expresar de verdad sus emociones, se recluye en la posición de proteger a la otra, como si todavía fuera una niña.
Pocos días después del fallecimiento de Victoria, Silvina le dedicó unos extensos versos, titulados “El ramo”, donde mencionaba ciertos elementos de la infancia y su amor, pocas veces asumido, hacia su hermana mayor. Algunas de sus palabras fueron:
Silvina Ocampo falleció el 14 de diciembre de 1993; después de padecer durante dos años una enfermedad que la separó rotundamente de las letras. Su obra es uno de los legados literarios más importantes del siglo pasado y su nombre figura entre los más indiscutibles de las letras argentinas.
Lee todo en: Acerca de Silvina Ocampo > Poemas del Alma http://www.poemas-del-alma.com/blog/especiales/acerca-de-silvina-ocampo#ixzz2EJWJB0SJ
A veces.....Silvina Ocampo
A veces te contemplo en una rama,
en una forma, a veces horrorosa,
en la noche, en el barro, en cualquier cosa,
mi corazón entero arde en tu llama.
en una forma, a veces horrorosa,
en la noche, en el barro, en cualquier cosa,
mi corazón entero arde en tu llama.
Y sé que el cielo entre tus labios me ama,
que el aire forma tu perfil de diosa
de oro y de piedra, sola y orgullosa,
que nadie existirá si no te llama.
que el aire forma tu perfil de diosa
de oro y de piedra, sola y orgullosa,
que nadie existirá si no te llama.
Entre tus manos quedaré indefensa,
no viviré si no es para buscarte
y cruzaré el dolor para adorarte,
no viviré si no es para buscarte
y cruzaré el dolor para adorarte,
pues siempre me darás tu recompensa,
que es mucho más de lo que te he pedido
y casi todo lo que habré querido.
que es mucho más de lo que te he pedido
y casi todo lo que habré querido.
El gozo de la crítica destructiva
¿Qué críticas producen más placer leer, las
positivas o las negativas? Lo siento por todas las personas bondadosas
de este mundo, pero mi opinión es tajante: mientras las primeras
satisfacen sobre todo a los autores del objeto criticado, a sus amigos y
a sus fans,los comentarios negativos llevan todas las de ganar a la
hora de entusiasmar al resto de los humanos.
Llámalo morbo, envidia o rechazo innato al
éxito ajeno, pero el gustito que da un buen estacazo no lo genera un
meloso parabién.
En el cine, el teatro, la música o el arte, los
críticos más reverenciados han sido siempre los que no se han cortado ni
medio pelo en fundir obras con el ácido sulfúrico de sus palabras
. En
mi época de periodista musical, nunca recibí tanto feedback
aprobatorio como cuando me cargaba un disco. Sin embargo, el último gran
ejemplo de reseña demoledora, y por tanto, exitosa, viene del campo en
el que trabajo ahora, el gastronómico.
El especialista del New York Times
Pete Wells publicó hace un par de semanas su opinión sobre el nuevo
restaurante en la Gran Manzana de Guy Fieri, uno de los chefs
televisivos más populares de Estados Unidos. Fieri es un señor de
mediana edad con pelo teñido y camisas negras con dibujos de llamas que
parece salido de un festival de rock alternativo de los noventa.
Practica una cocina un tanto burra, de mucho jalapeño y salsa barbacoa,
capaz de encandilar al macho medio americano y enfurecer a los cocineros
de aspiraciones más elevadas.
“Guy Fieri, ¿has comido en tu nuevo restaurante en Times Square?”,
comenzaba la crítica.
A partir de ahí, una retahíla de preguntas a cuál
más hiriente e hilarante: “¿Alguna idea de por qué la margarita de
sandía sabe a una mezcla de líquido para radiadores y formaldehído?”.
“¿Cómo los nachos, uno de los platos más difíciles de estropear del
canon americano, son tan profundamente desagradables?”. “¿Por qué la
zanahoria de tu cerdo asado combina el crujido de lo crudo con el sabor
mortecino y recocido de las verduras de comedor de colegio?”.
Como era de esperar, el artículo arrasó.Más de mil comentarios en su versión online y una difusión masiva en las redes sociales.
No habiéndole gustado en absoluto el Guy’s American Kitchen and Bar, Wells se enfrentaba a la disyuntiva clásica del crítico: podía moderar su tono para quedar bien con el cocinero y no meterse en líos, o divertirse pegándole un palo destructivo.
Eligió la sangre, y los sádicos lectores lo agradecimos.
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