¿Qué críticas producen más placer leer, las
positivas o las negativas? Lo siento por todas las personas bondadosas
de este mundo, pero mi opinión es tajante: mientras las primeras
satisfacen sobre todo a los autores del objeto criticado, a sus amigos y
a sus fans,los comentarios negativos llevan todas las de ganar a la
hora de entusiasmar al resto de los humanos.
Llámalo morbo, envidia o rechazo innato al
éxito ajeno, pero el gustito que da un buen estacazo no lo genera un
meloso parabién.
En el cine, el teatro, la música o el arte, los
críticos más reverenciados han sido siempre los que no se han cortado ni
medio pelo en fundir obras con el ácido sulfúrico de sus palabras
. En
mi época de periodista musical, nunca recibí tanto feedback
aprobatorio como cuando me cargaba un disco. Sin embargo, el último gran
ejemplo de reseña demoledora, y por tanto, exitosa, viene del campo en
el que trabajo ahora, el gastronómico.
El especialista del New York Times
Pete Wells publicó hace un par de semanas su opinión sobre el nuevo
restaurante en la Gran Manzana de Guy Fieri, uno de los chefs
televisivos más populares de Estados Unidos. Fieri es un señor de
mediana edad con pelo teñido y camisas negras con dibujos de llamas que
parece salido de un festival de rock alternativo de los noventa.
Practica una cocina un tanto burra, de mucho jalapeño y salsa barbacoa,
capaz de encandilar al macho medio americano y enfurecer a los cocineros
de aspiraciones más elevadas.
“Guy Fieri, ¿has comido en tu nuevo restaurante en Times Square?”,
comenzaba la crítica.
A partir de ahí, una retahíla de preguntas a cuál
más hiriente e hilarante: “¿Alguna idea de por qué la margarita de
sandía sabe a una mezcla de líquido para radiadores y formaldehído?”.
“¿Cómo los nachos, uno de los platos más difíciles de estropear del
canon americano, son tan profundamente desagradables?”. “¿Por qué la
zanahoria de tu cerdo asado combina el crujido de lo crudo con el sabor
mortecino y recocido de las verduras de comedor de colegio?”.
Como era de esperar, el artículo arrasó.Más de mil comentarios en su versión online y una difusión masiva en las redes sociales.
No habiéndole gustado en absoluto el Guy’s American Kitchen and Bar, Wells se enfrentaba a la disyuntiva clásica del crítico: podía moderar su tono para quedar bien con el cocinero y no meterse en líos, o divertirse pegándole un palo destructivo.
Eligió la sangre, y los sádicos lectores lo agradecimos.
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