Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 dic 2012

“El Gobierno se ha asustado a la hora de cambiar la legislación hipotecaria”

Entrevista con el juez que ha logrado meter una china en el sistema de desahucios.

hivado en:

El juez José María Fernández Seijo / Caterina Barjau
Tiene un hablar cálido, y tan quedo, que a veces cuesta oírlo. Pero el discurso que desgrana es nítido, y su actitud, tan humilde como firme. No parece un juez, al menos no parece un juez como el que ha poblado el imaginario colectivo durante muchos años: un ser distante, acomodado en el pedestal de un poder intocable, insensible a la realidad y más preocupado por aplicar la letra de la ley que por hurgar en su espíritu. El magistrado José María Fernández Seijo está en las antípodas de ese cliché. Es titular del Juzgado Mercantil Número 3 de Barcelona, al que llegan más de ochocientos asuntos cada año, algunos de ellos muy complejos. Miembro de la asociación Jueces para la Democracia, lleva su juzgado al día y no escatima esfuerzos para defender las reformas que considera necesarias.
Durante la entrevista se explaya en las respuestas, pero llegado un momento comienza a mirar el reloj. Se acerca la hora de recoger a los niños, “de conciliar”, dice, aunque es un término que no le gusta. “Porque parece que vayas forzado, y es al contrario, a mí me gusta ir a buscar a los niños al colegio y jugar con ellos en el parque”. Tiene una hija de 20 años, de un primer matrimonio, que estudia Medicina, y otros dos de 3 y 5 años. Y aún le queda tiempo y ganas para mantener un blog que presenta como “una propuesta subjetiva, desordenada y poco rigurosa” sobre el mundo de la cocina.
Fernández Seijo es uno de los principales responsables de que la normativa española sobre ejecución hipotecaria esté ahora mismo en la picota, pese a los intentos del sistema bancario para que todo quede como está. Fue él quien planteó al Tribunal de Justicia de la Unión Europea el caso de Mohamed Aziz, un desahuciado que pidió amparo judicial por entender que los términos del préstamo eran abusivos, y se espera sentencia para antes de Navidad. De momento, el informe de la abogada general de ese tribunal considera que la legislación española es abusiva e incumple la normativa europea de protección de los consumidores.
PREGUNTA: Cuánta injusticia tiene que haber en las ejecuciones hipotecarias para que los propios jueces, entre ellos 47 decanos, hayan tenido que salir a denunciar los abusos que permite la ley. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?
"La situación es muy grave y los jueces estamos en primera línea de fuego"
RESPUESTA: Es que el problema es muy grave, y nosotros estamos en primera línea de fuego. Nos sentimos como si estuviéramos sentados sobre una olla a presión. El proceso de ejecución hipotecaria viene cuestionándose desde 1978, porque no garantiza el derecho de defensa de los afectados. En los 22 años que llevo de juez se ha modificado varias veces, pero todas en aspectos accesorios. El artículo 9 de la Constitución consagra al juez como el garante de que la ciudadanía pueda ejercer de manera efectiva sus derechos, pero tenemos una Ley de Enjuiciamiento Civil del siglo XIX que en estos procesos concede al juez una intervención residual, de manera que quienes hemos querido ejercer esa función de garantes hemos tenido que hacerlo de forma forzada, buscando los poros del sistema.
P: ¿En qué momento se sintió usted interpelado por esta situación?
R: Bastante antes de la crisis. Ya en mayo de 1991, al poco de llegar a mi primer destino, en Esplugues de Llobregat (Barcelona), un día me llamó la agente judicial porque iban a desalojar a un matrimonio muy joven, y la chiquita, que ya tenía dos hijos, se había subido a un tejadillo de un sexto piso y amenazaba con tirarse. Ese fue el primer contacto que tuve con un desalojo. Yo tenía 25 años, y la chica, 21. Intenté disuadirla: “Baja, que no te quieres matar, pero al final vas a hacerte daño”. No se creía que fuera el juez. Después de aquello he intentado siempre hacer un seguimiento personalizado de las ejecuciones. En el sistema español, el juez, si no quiere, ni siquiera llega a conocer al afectado.
P:¿Está cambiando el modelo de juez?
R: En el ideario del siglo XIX, el juez debía ser una figura “desafecta” al mundo, en el sentido de no dejarse influir por el entorno. Esa idea napoleónica ha ido desapareciendo. Los jueces tenemos ahora los mismos problemas que cualquier ciudadano, hemos sufrido recortes como los demás y cada vez tenemos un mayor anclaje en la realidad social. Por otra parte, la de juez ya no es una carrera de élite, como la gente cree. Formamos parte de las clases medias.
P:Decidir sobre la vida de los demás es algo muy serio. Siempre he pensado que para ser juez hacía falta una gran vocación. ¿Cómo nació la suya?
El sistema funcionaba con la idea de que el suelo y el ladrillo se revalorizarían siempre
R: Pues la verdad es que no pensaba ser juez. Inicialmente pensaba dedicarme a la filología, pero luego me decanté por Derecho, y aquí estoy. Es un trabajo muy bonito, pero no soy un juez vocacional.
P: Pues para no serlo…
R: Mi padre era secretario judicial y accedió a la judicatura en Madrid. Yo era el mayor de cuatro hermanos, y la verdad es que cuando empecé la carrera de Derecho, lo que me planteaba era la opción académica, salir dos o tres años al extranjero y enseñar en la Universidad. Pero, al terminar, la carrera judicial me pareció una buena opción. He de confesar que las materias en las que sacaba peores notas durante la carrera eran las de procesal y mercantil, que son a las que ahora me dedico.
P: ¿Le hubiera gustado más dedicarse al ámbito penal?
R: No elegí penal porque tuve una experiencia vital muy curiosa.
 Cuando llevaba tres años de juez me tocó hacer la prestación social sustitutoria y pedí trabajar en la cárcel de mujeres. Estuve 13 meses. Guillem Vidal, que entonces presidía el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, me decía: “José Mari, cuando salgas de la cárcel no podrás ser nunca juez de lo penal, porque has mostrado tanta empatía con la gente de ahí dentro, que no serías un buen juez”. Por otra parte, pensé que la izquierda se había preocupado mucho más por el Derecho Penal que por el Civil, y me pareció que en este ámbito había muchas cosas que hacer.
P:¿Porque considera que el juez tiene también un deber social?
R: Sí, claro. Yo pertenezco a la asociación Jueces para la Democracia, y en mi vida privada soy votante de izquierdas, no me importa decirlo. Soy independiente en mi trabajo, pero a la hora de votar siempre me he identificado con planteamientos progresistas.
P: ¿Cómo le llegó el caso de Mohamed Aziz?
R: El mismo día en que estaba previsto que se ejecutara el lanzamiento de su casa por un juzgado de Mataró, en un intento desesperado de parar el proceso acudió al juzgado para pedir amparo judicial por contrato abusivo. Cuando se inició la ejecución hipotecaria, en 2009, la entidad bancaria le reclamaba los 139.000 euros de la hipoteca, más 41.000 de intereses de demora y costas. Cuando se ejecutó la subasta, en 2010, la caja se quedó con la vivienda por el 50% del valor de tasación y, después de perder la casa, Mohamed Aziz seguía debiendo 40.000 euros de la hipoteca y otros 42.000 de intereses de demora y costas. No pude evitar el lanzamiento, pero empecé a darle vueltas. No podía ser que si tenía razón, si el contrato era abusivo, no tuviera posibilidad de reparación. Entonces decidí plantear la cuestión ante el Tribunal de Justicia de la UE.

 

Vaya, miren por donde me la encuentro

Una pequeña venganza, de Elvira Lindo.

Es sabido que los seguidores más fieles de los medios de comunicación son los de la radio
. Aunque no se diga, esa fidelidad está relacionada con la manera en que nos relacionamos con el mando. Mientras lo visual y el mando a distancia propician que el usuario vaya cambiando compulsivamente de canal, la radio, que consiste en amar una voz concreta, familiar, que rompa el silencio o haga más llevadera la soledad, la radio, digo, suele estancarse en un punto del dial y no moverse en años Sobre todo si es en la que usted participa.
. Por eso es tan difícil aumentar la audiencia, porque esas fluctuaciones indican algo tan inusual como que haya un número significativo de oyentes que han decidido vencer su pereza y mover el sintonizador para que en su casa irrumpan nuevas voces
. De un modo extraordinario, la radio nos retrotrae a un mundo oral, más antiguo, y nos hace comportarnos como lo hacían nuestros abuelos. Eso es definitivamente mágico. De pronto, nos comportamos como los viejos personajes de Historias de la radio de Sáenz de Heredia o los de Días de radio de Woody Allen. Siempre he pensado que el sentimiento que provocan los presentadores de radio es el de enamoramiento. Cuando el oyente permite que entre una voz en su vida es porque hay un cuelgue sentimental.
No es broma. He visto a presentadores saliendo por la puerta de atrás de la emisora para esquivar a oyentes con la cabeza perdida.
Pienso en ello desde que ese gran hombre de radio que es Toni Garrido mantuvo conmigo una charla tan informal como pública en el festival EÑE.
 Íbamos a hablar de libros, pero acabamos hablando de radio.
No sé qué tipo de virus inocula ese medio, pero los que hemos trabajado en él tenemos serias dificultades para desprendernos de su recuerdo y en cuanto nos encontramos con otro enfermo no somos capaces de hablar de otra cosa.
 Le contaba yo a Toni que es el medio del que me han echado más veces, debido siempre a cambios políticos.
 Él me preguntó con sorna, “pero, si te ofrecieran algo, ¿volverías?”; a lo que le respondí, “claro, no tengo dignidad, ¿y tú?”. Y contestó sin pensarlo, “¡también!”. Risas del público
. Y era cierto, los que hemos trabajado en lo público hemos vivido absurdamente resignados a que nos defenestraran según los resultados de las elecciones generales, las autonómicas, las locales o incluso si se producía un cambio ideológico dentro del mismo partido que ostentaba el poder.
 Triste, ¿no es cierto?
Pero en este caso Toni añadió un detalle insólito que comparto aquí ya que nuestra conversación no era privada. Dijo, “lo extraordinario en esta ocasión es que nadie me ha echado”. ¿Perdona??? “Como lo oyes, nadie me ha echado. Terminó mi contrato y simplemente yo dejé de ir, pero nadie tuvo la cortesía de comunicarme que ya no pensaban contar conmigo”
. Risas del público. Risas con contenido melancólico. Ese es nuestro país. Resulta que hay un tío o varios, porque también estaba Lucas, que rompen la inercia de los oyentes (que como saben los teóricos, somos de naturaleza conservadora), nos enamoran, sus voces entran en nuestra cocina, en nuestro baño, en nuestro sueño, nos imponen una cita diaria y se vuelven portavoces de tantas cosas que queremos afirmar, pero no tenemos tribuna para hacerlo; resulta que hay una serie de profesionales que tienen el don de la radio, un don tan raro como el del humorista, que no consiste solo en modular una voz bonita o en ser un gran entrevistador, sino en convertirse en voz de compañía, en algo más que un amigo o una amiga; resulta que ese milagro sucede y unas cuantas voces conquistan nuestro espacio más íntimo y… ¿qué ocurre? Ocurre que hay un cambio de Gobierno y todo ese logro se va a la mierda.
 Ya sé que escribí sobre esto hace unos meses, pero es que esta semana han aparecido los resultados de aquel disparate en el estudio general de medios. ¿Con qué nos encontramos? Con que de la misma manera que aumentó la audiencia en los últimos dos años y la radio pública conquistó una audiencia que se le había ido marchando, en cuatro meses escasos todo lo ganado se ha perdido.
 Y ¿cómo es posible que se produzcan cambios tan radicales en un medio que registra el aumento o el descenso de oyentes de una manera mucho más paquidérmica? Pues a que la radio pública que practicaban estos profesionales no era sectaria, no era partidista, tenía un aire mucho más dinámico y se hacía eco apasionadamente de que lo que pasaba en la calle. Era un tipo de radio que se parecía a la que se realizaba durante los años ochenta. La feliz consecuencia de ese estilo fue que la audiencia rejuveneció drásticamente; la desgraciada consecuencia de expulsar de la radio a personajes tan carismáticos es que esos mismos oyentes se han vengado de lo que han considerado una inadmisible intromisión política.
¿Eran muy caros estos profesionales? Sé que no. Podíamos permitirnos el gasto. Eran molestos, eso sí. ¿Y? Qué lejos estamos de esa BBC en la que el director ha dimitido por dos escándalos de los que no había sido directamente responsable, pero que tenía que asumir.
Pero algo está cambiando: los oyentes que han abandonado la radio pública han podido rumiar esta semana su pequeña venganza. Yo sigo preguntándome, ¿por qué en España la ideología pesa tanto como para despreciar el talento?El que usted piense eso demuestra un gran desconocimiento y entiendo que se haga cienes y cienes de veces esa tonta pregunta.

Juego a que hoy soy Princesa....y ¿Tú?

Seguir jugando

Belén Esteban ha sabido realimentar la expectación sobre su personaje: ¿cuánto tardará en estallar?

Artículos | 02/12/2012 - 00:00h
Víctor - M. Amela
 TEATRO. El negocio de la tele tuvo anteanoche verbena, juerga con pirotecnia: Belén Esteban volvió al plató tras tres meses de silencio. 
Se había largado hace tres meses tras broncas monumentales con sus compañeros, desquiciada, intoxicada, casi anoréxica, peleada consigo misma y con el mundo y con una depresión royéndola.
 Y anteanoche volvió. 
Buena jugada: ausencia, expectación, retorno. Jorge Javier Vázquez la entrevistó en Sálvame de luxe (Telecinco) para documentar su heroicidad: está dejando la droga, acude a terapia con una psiquiatra, ha regulado sus horarios, atiende a los estudios de su hija, ha reorientado su nariz, ha retocado sus orejas, ha aprendido a coser en punto de cruz, ha engordado dieciséis kilos y se ha divorciado de su marido.
 "Si yo puedo, ¡todos podéis!", ha clamado Belén Esteban, mirando a cámara.
 Ha contado también cómo habla con los vecinos de su pueblo y con su familia, cómo va a comprar en bicicleta el pan y la ropa y, sobre todo, que ahora lleva faja: "¡Llevo faja, me hace ilusión decir que llevo faja!".
 O sea, que todo cambie para que nada cambie.
 Se trata de que esta mujer, de cuya vida lo sabemos todo de todo, siga rindiendo beneficios a la cadena y a sí misma. Y así será. El programa cebó el reencuentro con Kiko Hernández, el que fue su mejor amigo y con el que tuvo la bronca más gorda: funcionó, dramáticamente hablando
. Beso, abrazo, lágrima
. La televisión es el teatro de nuestro tiempo, el teatro del pueblo: Shakespeare envidiaría Sálvame de luxe y se admiraría de su astuta administración de pasiones, de la gestión de las emociones, de la escenografía del sentimiento.
 Un personaje principal de esta comedia se ha rediseñado para seguir dando juego (lo confesó: lo que más temía era perder el favor del pueblo que mira la tele), y la función continúa.
 El personaje ha sabido realimentar la expectación: el telespectador querrá saber ahora hasta qué punto Belén Esteban se ha redimido de sus pulsiones o volverá por sus viejos fueros.
 La psiquiatra le ha dado el alta para volver a la tele. ¿Resistirá la presión cotidiana del plató? Por eso la gente seguirá mirando.
 Esa incertidumbre es el petróleo de su cotización televisiva.
 No hay mayor tesoro para el espectáculo televisivo que alguna dosis de incertidumbre. ¿Cuándo volverá a estallar, a llorar, a hundirse, a reír, a gritar?
 Lo dicho: todo ha cambiado para que nada cambie, porque lo que no puede cambiar es la rentabilidad televisivo

La vida desenfadada y loca de Zelda y Scott Fitzgerald, en viñetas

Esta apasionante biografía desvela y descubre a la mujer que inspiró muchas obras de Fitzgerald, su musa.

  Zelda Fitzgerald, además de ser la esposa de F. Scott Fitzgerald, el máximo exponente de la llamada Generación Pérdida, y autor de El gran Gatsby, también fue una mujer rebelde y moderna, que en los años veinte reivindicó la vida "desenfadada". 

Ahora una novela gráfica narra y pone luz a su vida.

Una vida intensa y aventurera en los locos años veinte, marcada por los viajes por toda Europa, la literatura, las fiestas, la creación, los altibajos económicos, y regada por el alcohol.
 La bebida, la ginebra, acabaría con Scott Fitzgerald en 1940, año en el que murió tras sufrir un ataque al corazón en Hollywood, donde vivía escribiendo guiones y narraciones breves.
Ella, Zelda, murió en 1948, a los 47 años, en el incendio del hospital psiquiátrico de Highland, en Aheville, en Carolina del Norte, donde estaba internada en los últimos tiempos diagnosticada, de "esquizofrenia", una enfermedad que llenó de altibajos la vida emocional de esta mujer que bailó, escribió, pintó, bebió, experimento y se comió el mundo a bocados, pero que también estuvo a la sombra "de un grande".
Así, esta apasionante biografía que desvela y descubre a la mujer que inspiró muchas obras de Fitzgerald, su musa, como en Suave es la noche, cuya protagonista Nicole es calcada a ella, ha quedado trazada en viñetas, mezclando pura literatura y cómic, en Superzelda, un libro creado con los italianos Tiziana Lo Porto y Daniele Marotta, y que publica en España y Amarica Latina 451 Editores.
Para el editor del libro, Samuel Alonso, esta obra tiene la función de "reivindicar a Zelda, que perteneció a una generación, a la Jazz Age, pero que como fue mujer quedó en la sombra, como ocurrió con en el boom latinoamericano que ahora celebra sus 50 años, y que nunca habla de grandes mujeres escritoras, como Elena Garro, la ex de Octavio Paz, y que quedó en su sombra o a María Luis Bombal o Clarice Lispector", subraya.
Zelda reivindicó por todo el mundo el club de los desenfadados, la forma de vida de los años veinte
. Quería vivir y eso se lo quería trasmitir a su hija -"porque los hijos nunca tienen que ser una molestia"-decía-, un amor por la vida aventurera."Dentro de su familia era una out sider y en este cómic se descubren muchas anécdotas de su biografía que no se conocían mucho".
Una vida con mucho humo, jazz y ginebra, con el acelerador pisado, libérrima, con separaciones y abundante correspondencia por medio; con peleas, escándalos, salidas por la puertas traseras de los hoteles de lujo en Nueva York, muchas infidelidades; pero eso sí, con mucho amor.
Y una mujer, que fue acusada por Hemingway, otro miembro de la Generación Pérdida, junto con Dos Passos, de haber destrozado la vida de Scott.
Esta novela gráfica que acaba de salir a las librerías coincide con la publicación de una reedición ilustrada por el artista norteamericano Jonny Ruzzo de El gran Gatsby, publicada por Sextopisoilustrado.
El gran Gastby, considera como unas de las mejores novelas de la historia de Estados Unidos, fue todo un símbolo de esa época, de esos años locos de una generación pérdida.
En ella, Jay Gastby que representa "lo mejor y lo peor del sueño americano" solo tiene un objetivo acumular dinero y gastarlo de forma sonora para conseguir el amor de la frívola pero hermosa Daisy Buchana, otra vez Zelda.
Y esta fiebre por los Fitzgerald, que comenzó con la publicación hace unos años de Alabama Song, del escritor Gilles Leroy, la novela publicada por RBA y en la que se daba voz a Zelda, se completará con la película El gran Gatsby, que protagoniza Leonardo DiCaprio, dirigida por Baz Luhrmann, el mismo de Mouline Rouge, que estrenará en 2013