Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 nov 2012

“No tengo que pedir perdón por haber hecho cosas populares”

Ya es casualidad que  la presentación de sus libros Manolito, que es como Harry Potter pero peor escrito, sea su marrido quien le de publicidad, que seaa la RAE quien detrás de él tenga contactos, no deja de ser graciosilla y no es peligro para ningun escritor y menos fuera de España.

En una céntrica librería madrileña, un centenar de ilusionados fans de Manolito Gafotas, el chaval más famoso de todo Carabanchel (Alto), se han agolpado, o casi, para asistir a la presentación de su última entrega de aventuras cotidianas, Mejor Manolo (Seix Barral), de la mano de su autora, Elvira Lindo. Pero, al contrario de lo que muchos podrían pensar, ninguno era niño. No solo porque en esta nueva novela, la octava de la serie, Manolito ha ganado unos años y ha perdido el diminutivo, sino, sobre todo, porque sus hilarantes historias son aptas y recomendables para cualquier edad. “Es un crossover, lo pueden leer todas las generaciones”, ha apuntado el periodista Manuel Rodríguez Rivero, que ha acompañado a la escritora en el acto, y que ha arrancado recordando que, tras apenas dos semanas en venta, el libro ya va a tirar su segunda edición, después de una primera de 30.000 ejemplares.
Manolito, al ser Manolo, se concede licencias que antes no hubieran sido posibles, algo a lo que ayuda el hecho de que ya no se haya publicado en una colección infantil. “Que sea más adulto me permite aumentar el registro del humor”, ha explicado la autora, que ha reivindicado al periodismo cultural una cobertura de la literatura mejor y “con más emoción”. También se da más incorrección política, una cuestión que, ya desde el principio de la saga, ha supuesto una traba para su reconocible expresión, especialmente en lo que se refiere a las traducciones. En Francia, por ejemplo, el matón de la pandilla tuvo que dejar de llamarse Yihad para no herir sensibilidades, y el abuelo tuvo que dejar de dormir a solas con el niño. En los países nórdicos, las collejas que el protagonista recibe de su madre fueron suprimidas. En EE UU, se eliminó una imagen de las Tres Gracias, de Rubens, que formaba parte de una de las ilustraciones, por estar desnudas. “Todo país ha tenido su perita”, ha contado Lindo entre las risas del público.
Como Manolito ha crecido, también lo han hecho en paralelo el resto de los personajes, a los que se ha añadido un nuevo nombre, La Chirli, la hermana pequeña del clan García Moreno. “Representa el optimismo de la familia. Es diferente, porque expresa la alegría con más espontaneidad, no es miedosa, no siente celos…”, ha contado. “Y las historias de Manolito están muy basadas en eso, en los celos, algo que los que somos de familia numerosa tenemos muy vivo”.
 Si el universo de Manolito siempre ha hecho referencia al mundo personal de la autora (ella misma ha admitido ser el protagonista), en esta ocasión también está estrechamente ligado a la actualidad, no solo en lo que respecta a la insoportable situación económica, sino también en cuanto a personajes culturales o a cuestiones sociales.
“Me gusta incluirla, pero sin que pase de moda”.
Llegado tras diez años de parón, en los que Lindo (Cádiz, 1962) ha estado haciendo “muchas otras cosas”, Mejor Manolo también se ha beneficiado de lo aprendido en este tiempo. “Lo he hecho escribiendo mejor”, ha asegurado.
 “Ha estado bien esperar este tiempo, porque te das cuenta de que todo tenía su razón, y en este caso, el libro lo he escrito durante la crisis, lo que lo convierte en otra cosa”. Para ponerse a trabajar, la escritora ha reconocido que tuvo que repasar los siete libros anteriores, porque había olvidado muchos de los detalles. “Al releerlos, vi cosas que me gustaron mucho, como la sencillez con la que estaban escritos o que no habían pasado, a pesar de muchas cosas que se decían de ellos, como que son muy locales”.
Tan locales son los personajes, que tienen su propio parque en el barrio de Carabanchel, con placa incluida. “Yo quería poner una estatua de Manolito, además con pose antigua, dieciochesca”, ha explicado divertida. “Pero en este país es imposible donar algo, siempre hay pegas”.
Pero aunque son de un barrio popular de Madrid, Manolito y sus amigos han sido capaces de dar el salto al mundo, una cuestión que ha defendido el escritor y marido de la autora, Antonio Muñoz Molina, que ha estado presente en el acto: “Es la obra literaria de ficción más universal que hay ahora mismo”.
 Arropada igualmente por el ilustrador, Emilio Urberuaga, Lindo ha concluido la presentación con un turno de preguntas que ha resultado ser más bien de halagos y agradecimientos, a los que ha respondido emocionada. “En el mundo de la cultura he sido rara. En algunos momentos no me he sentido bien tratada, porque he hechos cosas como escribir cine, humor, libros infantiles… y es como si fueras restando puntos”, ha concluido.
“Pero haber hecho cosas populares es algo por lo que no tengo que pedir perdón”.
Siempre hay que halarga porque tiene muchos padrinos, no sé si madrinas, pero otras mujeres escribir y publicar les resulta muy dificil.
Dice que ha hecho muchas cosas, no sé, solo he visto su vestidor, con mal gusto como es ella que se cree que va lo más !in" pero ni su tipo ni su cara aceptan cualquier modelito tirando a cursi, como es ella naturalmete.

Ser o no ser noble, he ahí la obsesión

EL 'MINISTERIO DE LOS NOBLES'. Los Reyes de España y los Príncipes de Asturias, posando el pasado noviembre en el palacio de la Zarzuela junto a los representantes de la Diputación Permanente y el Consejo de la Grandeza de España, presididos por Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart, duque de Aliaga (a la izquierda de don Felipe). 
El órgano agrupa a los Grandes de España y Títulos del Reino, que constituyen la única nobleza legalmente regulada. Asesoran a la Administración pública y al Rey sobre honores y distinciones, y sobre sucesión y rehabilitación de títulos nobiliarios. / SERGIO BARRENECHEA (EFE)
Diecinueve años después de convertirse en duquesa de Fernandina, María Pilar González de Gregorio y Álvarez de Toledo, de 55 años, segunda de los tres hijos de la fallecida duquesa de Medina Sidonia, también conocida como la Duquesa Roja, ha pasado a engrosar la lista de los plebeyos, o, por lo menos, de los nobles sin título.
 Una reciente y escueta orden del Ministerio de Justicia la desposeía del ducado, “en trámite de aplicación de sentencia firme”, y anulaba la carta de rehabilitación del mismo, fechada en 1993.
La sentencia en cuestión, una más del medio centenar dictadas en la última década por el Tribunal Supremo sobre sucesiones nobiliarias, respondía a una demanda de su hermano mayor, Leoncio-Alonso González de Gregorio, de 56 años, actual duque de Medina Sidonia, que le puso un pleito nada más obtener ella el título. Y es que si los millonarios pelean por sus herencias, los nobles españoles —apenas 2.200 personas que se reparten cerca de 3.000 títulos— lo hacen por sus escudos y blasones, y con igual ferocidad.

El noble falsificador

La pasión por los títulos nobiliarios ha dado lugar a algunos casos de picaresca. 
Alfonso de Figueroa y Melgar, duque de Tovar, fue procesado, y condenado, en 1997 por falsificar, en los años ochenta, documentos para conseguir la rehabilitación de una serie de títulos nobiliarios.
Por sumas que oscilaban entre las 50.000 y las 250.000 pesetas (entre 300 y 1.500 euros), el duque, que contaba con un colaborador para sus manejos, se ocupaba, según quedó probado, no solo de la tramitación del expediente de rehabilitación, sino que confeccionaba también las instancias y los árboles genealógicos y conseguía las partidas de nacimiento, matrimonio y defunción, si el caso lo requería.
Gracias a estos manejos, logró la rehabilitación de unos 40 títulos.
 Títulos que el Ministerio de Justicia revisó de oficio para hacer limpieza. En esa etapa era posible rehabilitar un título aunque llevara siglos en desuso. El incidente provocó el endurecimiento de las normas de rehabilitación. Actualmente, los títulos que llevan más de 40 años en desuso no pueden ser rehabilitados.
En uno y otro caso parecen contar poco los lazos de sangre. El propio duque de Medina Sidonia tardó dos años en heredar los marquesados de los Vélez y de Villafranca del Bierzo, dos títulos agregados a la casa ducal, porque sus hermanos, Pilar y Gabriel, el menor, impugnaron la sucesión alegando que eran títulos incompatibles. Las instituciones competentes le dieron la razón al duque, que invocaba una tradición de más de dos siglos, para permitirle ostentar los títulos, los tres con Grandeza de España (máxima dignidad nobiliaria, creada por Carlos I, que llevan unas 400 personas)
. A sus dos hermanos, pese a haber nacido en una de las familias con mayor solera nobiliaria de España, no les ha tocado nada.
Otro noble damnificado por las peleas familiares es Íñigo Moreno de Arteaga, marqués de Laula durante nada menos que 49 años, hasta que su primo Íñigo de Arteaga y Martín, duque del Infantado, le quitó el título en 2010, después de una batalla de una década en los tribunales. Moreno de Arteaga, un estudioso de la Constitución de 1812, casado con Teresa de Borbón dos Sicilias, prima del Rey, tuvo la suerte de que el monarca compensara la pérdida haciéndole marqués de Laserna.
 El duque del Infantado quería el título para su hija menor, Carla, que es desde el año pasado la nueva marquesa de Laula, un título creado por Carlos I en el siglo XVI, vacante durante siglos, hasta que lo rehabilitó en 1913, el bisabuelo de la actual marquesa, Joaquín Ignacio de Arteaga y Echagüe.
Y es que los nobles viven pendientes del árbol genealógico, al acecho de títulos vacantes o dinastías al borde de la extinción, porque los títulos siguen siendo un bien preciado. Por más que ya no vayan acompañados de privilegio alguno (el último, el derecho de los Grandes de España a llevar pasaporte diplomático, desapareció en 1984) y estén desvinculados del patrimonio desde el siglo XIX. “Pero son importantes socialmente.
 En estos tiempos en los que triunfa el igualitarismo más total, un título es algo que distingue.
 Ninguna condecoración, ni siquiera la más alta, como el Collar de la Orden de Carlos III, vale tanto como un título que el Rey da. Los títulos están fuera del comercio y son intemporales”, dice Carlos Texidor, abogado experto en la materia que ha defendido a muchos nobles en sus pleitos familiares.
BATALLA EN LA CASA DE MEDINA SIDONIA. La hija de la llamada ‘Duquesa Roja’, María Pilar González de Gregorio y Álvarez de Toledo, el pasado marzo, en Madrid
. Una demanda de su hermano mayor, Leoncio, actual duque de Medina Sidonia, la ha desprovisto del título de duquesa de Fernandina, que ostentó durante 19 años. / GTRESONLINE
Algo de cierto tiene que haber cuando son tantos los que se pelean por los títulos, y tanta la seriedad con la que las instituciones estudian las solicitudes.
El Consejo de Estado, el máximo órgano consultivo del Gobierno español, es el encargado de realizar dictámenes sobre cada uno de los casos en litigio. En el último cuarto de siglo ha realizado 362, que, aunque no sean vinculantes, están avalados por el peso orgánico de la institución.
En manos del Consejo está decidir quién tiene más derecho a convertirse en marquesa de Arcos y condesa de Santa María de Loreto al morir sin descendencia la última poseedora. Las pretendientes, hasta noviembre del año pasado, eran la hija de la empresaria multimillonaria Esther Koplowitz y una dama llamada Emma de Zea que falleció al mes siguiente.
 Su hijo, el abogado Alfonso Caro de Zea, ha decidido mantener la solicitud.
“El título ha estado en manos de cuatro o cinco familias de Cuba con las que estamos emparentadas muchas personas”, explica por teléfono Caro de Zea, que justifica su interés en ser marqués “en el cariño a mis antepasados y a la tradición”.
 Una frase que suscribirían seguramente las dos hermanas Koplowitz, hijas de Esther Romero de Juseu y Armenteros, una aristócrata cubana. Desde que falleció su madre, en diciembre de 1968, han ido recomponiendo uno a uno los títulos del denso árbol genealógico familiar.
 Heredaron tres marquesados y un condado, y en largas peleas judiciales se hicieron con otro marquesado y un condado.
La pelea por ser marquesa del Real Socorro, un título en desuso que rehabilitó en 1930 Fernando Sainz de Incháustegui y García Moreno, conde de Alacha, la inició la madre de las Koplowitz, pero no se saldó con la victoria hasta 1971, cuando Alicia Koplowitz recibió el título.
 Su hermana Esther consiguió ser condesa de Peñalver (último título en discordia) en 1988.
PUGNA POR UN TÍTULO CREADO POR CARLOS I EN EL SIGLO XVI El duque del Infantado, Íñigo de Arteaga y Martín, le arrebató en los tribunales el título de marqués de Laula a su primo Íñigo Moreno de Arteaga, que lo ostentó durante 49 años, y se lo cedió a su hija Carla en 2011.
 En la imagen, el duque del Infantado junto a su familia en el funeral de su hijo Íñigo, que murió el pasado 14 de octubre en un accidente de avioneta. / EUROIMAGEN
Los títulos rehabilitados son, con cierta frecuencia, una presa fácil en los tribunales.
 Una vez que alguien desempolva los blasones tras mover un ingente papeleo y pagar una tasa que oscila entre los 3.000 y los 10.000 euros, surgen como por arte de magia los aspirantes con más derecho al título. “Gracias a la rehabilitación, los parientes pueden obtener esa gracia cuando no la han pedido las personas a quienes corresponde en primer lugar”, explica José Antonio Martínez de Villarreal y Fernández-Hermosa, conde de Villarreal, que preside la Real Asociación de Hidalgos de España (RAHE). “Con el tiempo, los descendientes de esas personas de derecho preferente ponen pleito a los descendientes de quienes obtuvieron la rehabilitación”.
 Y los ganan. Aunque, como en el caso de las Koplowitz, sea para ceder los títulos a los hijos.
Muchos nobles han hecho lo mismo para compensar de alguna manera la injusta ley sucesoria que reserva todo para el primogénito. Hasta el siglo XIX, la tendencia era más bien a acumularlos.
 “Era así porque las grandes casas nobiliarias se unían mediante matrimonios”, comenta Texidor. “El duque de Sessa, Vicente Pío Osorio de Moscoso, que vivió en el siglo XIX, llegó a ostentar 109 títulos”.
 Todavía hoy hay rastro claro de esa acumulación por bodas y herencias. Las 10 grandes casas ducales del país (Medinaceli, Alba, Osuna, Villahermosa, Alburquerque, Infantado, Borbón, Medina Sidonia, Fernán Núñez y Peñaranda) suman conjuntamente casi 200 títulos.
Aun así, las peleas más frecuentes han sido por el título principal de la casa, que históricamente se reservaba al varón mayor
. El duque del Infantado, Íñigo de Arteaga y Martín, ha distribuido títulos entre sus tres hijas, pero reservó los principales para el único varón, Íñigo de Arteaga y del Alcázar, fallecido en un accidente de avioneta hace poco más de un mes
. La heredera del ducado será la primogénita, Almudena de Arteaga, escritora y defensora de la ley de octubre de 2006 que equipara los derechos de hombres y mujeres en la sucesión nobiliaria, dominada hasta ese momento por el Código de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, del siglo XIII.
La periodista Mercedes Milá acaba de renunciar al título de condesa de Montseny, con el que sucedería a su padre, José Luis Milá y Sagnier, recientemente fallecido
La ley de 2006 provocó una revuelta sin precedentes entre los nobles sin primogénitos varones, anclados en una tradición discriminatoria, que reaccionaron casi como si les quitaran los títulos. Lo que más les indignó es que se aplicara con carácter retroactivo, lo que permitió que algunas herederas empantanadas en pleitos sin esperanza consiguieran sus títulos.
 Por ejemplo, la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada, que se convirtió en 2010 en baronesa de Santa Pau y marquesa de Castelldosrius, apeando a su tío de un título creado por Carlos II en el siglo XVII.
O la marquesa de Isasi, Isabel Hoyos, hoy duquesa de Almodóvar del Río, marquesa de Hoyos y de Almodóvar.
Otras, como Natalia Figueroa, aspirante a marquesa de Santo Floro, perdieron el tren porque la justicia les denegó el derecho de primogenitura antes del cambio legislativo.
“Pero la ley no ha acabado con la discriminación, porque al final heredan solo los primogénitos”, dice Vanessa Gil Rodríguez de Clara, profesora de Derecho en la Universidad CEU de Madrid y experta en Derecho Nobiliario.
“Y no hay manera de resolver el problema, porque los títulos son indivisibles. Salvo que se aplique el modelo alemán en el que todos los hijos heredan el título. Por eso hay tantos aristócratas. Aunque carecen de reconocimiento legal porque Alemania es una República”.
HERMANAS, EMPRESARIAS MILLONARIAS Y NOBLES. Las Koplowitz, marquesas por partida doble cada una, han acaparado títulos para repartirlos entre sus hijos. Alicia Alcocer, hija de Esther (ambas, en la imagen, en 2000), pugna por obtener otros dos títulos al fallecer la señora que los usaba, en disputa con un joven abogado que ha heredado la batalla de su madre. / KORPA
Indiferente a una legislación que le favorece, la periodista Mercedes Milá, la mayor de seis hermanos, que podría haberse convertido en condesa de Montseny, sucediendo a su padre, José Luis Milá y Sagnier, recientemente fallecido, ha renunciado al título, según se ha conocido esta semana.
 Y lo mismo han hecho las dos hermanas que le siguen en el orden sucesorio, que han dejado el condado en manos del cuarto hermano, José María Milá Mencos.
El caso de Mercedes Milá es infrecuente, pero no excepcional. José Antonio Ozores Souto, de 78 años, pintor y marqués de San Martín de Hombreiro desde 1998, entregó el año pasado los tesoros de la familia al museo provincial de Lugo y renunció a un título que concedió el rey Fernando VII en 1817 a su antepasado José María de Prado y Neira.
 “Me avisó de un día para otro. Fue una sorpresa. No sé por qué lo hizo”, dice Fernando Salorio Ozores, su primo, que, espoleado por la familia, solicitó la sucesión. Diez meses después se la concedían, previo pago de una tasa de más de mil euros.
 “Mi vida no ha cambiado en absoluto”, explica por teléfono el nuevo marqués de San Martín de Hombreiro, abogado coruñés de 74 años. “Si solicité el marquesado fue porque a la familia le parecía mal que se quedara vacante.
Tampoco yo quería que se perdiese un título con mucha tradición en Galicia. Pero yo sigo con mis paseos y las mismas rutinas. Tampoco me trata nadie de manera distinta. Solo aspiro a llevarlo con la dignidad debida”.

Giro inesperado en la leyenda negra de O.J. Simpson

Fue absuelto de asesinar a su exmujer, pero siempre le acompañó la sombra de la duda

Ahora un condenado a muerte se perfila como posible culpable.

Que fragil es la linea entre Inocente o culpable y cuantas veces preferimos una condena sin justificación suficiente LeX est dura sed lex, hay que saber que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario.

Simpson, durante el proceso por asalto en Las Vegas que finalmente lo llevó a la cárcel en 2008. / REUTERS
¿Y si de verdad no lo hizo? ¿Y si O. J. Simpson no asesinó a su exesposa y al novio de esta? ¿Y si lo que parecía un veredicto de inocencia teñido de racismo resultó ser lo ajustado a la verdad?
 O. J. Simpson no pasó ni un solo día en la cárcel por aquel crimen
. Fue absuelto en 1995 tras 134 días de juicio después de menos de tres horas de deliberaciones del jurado –compuesto por ocho hombres negros, dos hispanos, un hombre de origen indio y una mujer blanca, la única que pertenecía al mismo grupo racial que las dos personas asesinadas, Nicole Brown y su pareja, Ronald Goldman–.
 Y, sin embargo, en un sector de la sociedad –el blanco– quedó la sensación de que no se había hecho justicia
. Tanto fue así que dos años después, en un juicio civil, a O. J. se le declaró culpable de la muerte de Goldman y fue condenado a cubrir una multa de más de 30 millones de dólares.
 Nunca pagó esa sanción.
Si lo que declara el hermano de un asesino en serie que en estos momentos espera fecha para ser ejecutado en el corredor de la muerte de California es cierto, O. J. Simpson ha cargado injustamente con la etiqueta de asesino durante casi 20 años y no mató a su exmujer y al amigo de esta.
 Glen Rogers lo hizo
. A pesar de haber asesinado a sangre fría a más de 70 personas –puede que 80–, Rogers es uno de los asesinos en serie menos conocidos de este triste capítulo de la historia americana.
 La pasada noche del miércoles, un canal de televisión estadounidense ofrecía un documental titulado Mi hermano, el asesino en serie.
 Según explica Clay Rogers –que enseñó a su hermano a robar, pero que también fue quien le entregó a la policía el día que descubrió el cadáver descompuesto de un vecino–, su hermano fanfarroneó sobre una relación con Nicole Brown.
 No solo contó en su momento que trabajó para ella y salieron de fiesta juntos, sino que explicó a quien le quiso escuchar que Brown “estaba podrida de dinero” y se la “iba a cargar”.
Familiares y amigos pensaban que Glen Rogers era un mentiroso compulsivo.
 Pensaron que faltaba a la verdad cuando se jactaba de haber acabado con la vida de varias personas.
 Por supuesto, no creyeron ni una sola palabra de su relación con la mujer rica y famosa de O. J. Simpson. Años después de los asesinatos que cambiaron la vida del jugador de fútbol americano y actor ocasional –mal actor–, cuando Rogers ya estaba condenado en el corredor de la muerte, el desconocido asesino en serie confesó a un experto en conducta humana que él era el responsable de la muerte de Brown y Goldman.
 Según el documental, hay pruebas que corroboran esta afirmación. Rogers ha descrito paso a paso el asesinato y parece conocer detalles que solo el asesino podía saber.
En una vuelta más de tuerca, resultó que Rogers conocía a Simpson.
 Según el asesino confeso, el deportista le pagó para que asaltara la casa de su exmujer y robara un par de pendientes de diamantes valorados en más de 20.000 dólares que le había regalado cuando todavía reinaba el amor entre ellos.
 Rogers asegura que Simpson incluso le dijo que si era necesario matara “a esa puta”.
Según el asesino confeso, Simpson le pagó para que asaltara la casa de su exmujer y robara un par de pendientes de diamantes
Hay casos que se niegan a morir
. Casos que elevan las audiencias televisivas a cotas históricas y se instalan en la conciencia popular como referente de lo justo o lo injusto, dependiendo de a quién se consulte.
 En 1995, Simpson protagonizó el llamado juicio del siglo un proceso que marcó una nueva era en la televisión y reabrió la herida cerrada en falso del racismo en EE UU.
 La lectura del veredicto la vieron por televisión más de 150 millones de espectadores.
En libertad, Simpson vivió los siguientes años en una dudosa cresta de la ola.
 Dejó de tener ingresos conocidos. Incluso vio cómo un juez le embargó los percibidos por firmar autógrafos para pagar su deuda con la justicia.
Simpson se difuminaba en el anonimato.
 Necesitado de reconocimiento –y, por qué no, de liquidez–, escribió un libro para venderse en plena campaña navideña de 2006 que nunca llegó a las librerías a pesar de que miles de ejemplares salieron de la imprenta y acabaron en la incineradora. News Corporation, del magnate Rupert Murdoch, decidió dar marcha atrás y retirar el volumen en el que el deportista relataba el crimen del que había sido absuelto.
El titular no dejaba lugar a la duda y resultó ofensivo y cruel para los familiares de las víctimas. Si lo hubiera cometido, así es como sucedió.
Después de toda una década negando ser responsable de aquellos asesinatos, un arrogante Simpson quiso pasearse por los platós de televisión de la Fox para presentar el libro que describía cómo habría llevado a cabo los asesinatos
. El público se quedó sin confesión a posteriori y no volvió a oír del ídolo caído hasta que, una vez más, pasó de ser un héroe deportivo a un villano.
O. J. Simpson había coqueteado con la cárcel más tiempo del que le permitió la suerte.
 El banquillo de los acusados finalmente le devolvió un veredicto de culpabilidad en 2008 tras ser condenado por robo a mano armada a dos coleccionistas de objetos deportivos en Las Vegas. Casi en un acto de ensañamiento, el deportista escuchó hasta 12 veces el veredicto de culpabilidad.
A sus 65 años y con las rodillas devoradas por la artritis, O. J. cumple hoy una condena de entre 9 y 33 años en una cárcel de Nevada. Simpson podría morir en prisión con esa sentencia.
 Aunque la suerte puede sonreírle de nuevo
. Un juez aceptó a finales de octubre reabrir el caso por robo con arma de fuego y secuestro que le llevó a la cárcel por haber carecido de la defensa adecuada.
O. J. Simpson podría quedar en libertad y afrontar un nuevo juicio.
 Entonces subiría al estrado de los testigos por primera vez. En el anterior proceso no lo hizo porque su abogado no lo consideró necesario, algo que ahora juega a su favor
. La tesis del juez es que tuvo una defensa plagada de fallos.
La tarea es titánica.
 De su testimonio depende volver a ser un hombre libre o consumirse en la cárcel hasta el fin de sus días.

23 nov 2012

Muere el cineasta José Luis Borau

José Luis Borau, fotografiado en noviembre de 2008. / BERNARDO PÉREZ
Ha muerto José Luis Borau (Zaragoza, 1929 - Madrid, 2012).
 Se dice pronto, pero el calado de la noticia es profundo. Guionista, director, profesor, escritor, actor, expresidente de la Academia Española de Cine,de la SGAE, miembro de la RAE y del patronato del Reina Sofía, y, sobre todo, oráculo del cine español. Borau es un referente para varias generaciones de cineastas que vieron en él a un símbolo de modernidad primero y de ética después.
 Hombre tan complejo y misterioso como el arte para el que decidió entregar su vida, Borau trabajó para una industria que siempre trascendió gracias a su enorme valentía y sabiduría. 
Un tuit de José Luis Cuerda escrito al calor de la noticia quizá sirva como ejemplo: "Borau ha sido un maestro apasionado y tenaz del que todos aprendimos una mirada y expresión ajustada. 
Un gran ejemplo del mejor cine español".
“Al cabo de un siglo largo de vida, el cine ha marcado la forma de hablar y de escribir con huellas más abundantes y profundas de lo que pudiera parecer a simple vista”.
Así arrancó en 2008 su discurso de entrada en la RAE, donde ocupó la letra 'b' y donde defendió su eterno amor por el cine.
Su muerte hoy, con 83 años, no solo obligará a repasar su filmografía, sino a recordar su enorme compromiso con la libertad de expresión: en 1975 se negó a realizar los 40 cortes que la censura de un franquismo agonizante le exigía para dar luz verde a Furtivos, quizá su película más reconocida. 
Borau venció en la pugna y aquel drama sobre un oscuro tiempo no tan pasado ganó la Concha de Oro en San Sebastián.
Casi 20 años después, otro episodio marcaría para siempre su imagen pública: el 31 de enero de 1998, siendo presidente de la Academia de Cine, sorprendió con otro gesto que le identificará siempre con su integridad moral. Borau  subió al escenario de la gala de entrega de los Goya con sus manos pintadas de blanco para condenar el asesinato del concejal sevillano del PP Alberto Jiménez Becerril y a su esposa.
 La foto convirtió al venerable presidente de la Academia en un hombre consecuente con su tiempo.
Solitario militante, siempre se quejó de el exceso de atenciones que recibía su persona.
“Soy un solitario frustrado, siempre hay gente alrededor, pero mi afán es la soledad. Tengo amigos, me invitan, me agasajan, y yo siempre estoy con una reserva: A ver si me dejan en paz",  señaló en una larga entrevista con este periódico."Y no quiero que me dejan en paz para volver a la mecedora, no", decía en referencia al mueble heredado de la casa de su padres que le acompañó todo su vida. "La tengo en casa, es un amuleto, pero no me siento en ella por si la rompo
. Pero, sí, lo que me gusta hacer es lo que hacía en la mecedora: darle vueltas a todo, a la vida, a mis amigos, a la familia de entonces"
. Hoy, la vieja mecedora de Borau se detuvo. La impronta de su memoria seguirá acunando el cine español.

FILMOGRAFÍA


DIRECTOR:
Leo (2000)
Niño nadie (1996)
Tata mía (1968)
Río abajo / On the line (1984)
La Sabina (1979)
Furtivos ( 1975)
Hay que matar a B (1974)
Crimen de doble filo (1965)
Brandy (1963)
En el río (1960)