Siete años después de meditarlo muchísimo, el Tribunal Constitucional
ha decidido que sí,
que casarse es constitucional.
Ahora ya no hay duda.
Los ciudadanos y
contribuyentes, gais o no, podrán casarse y divorciarse como les
parezca
. Allá ellos y ellas.
En cualquier caso es un alivio para todos;
para el Alto Tribunal, que ahora podrá dedicarse a pensar en otra cosa,
y, particularmente, para los miles de personas gais y lesbianas que
trabajan para el PP o coinciden políticamente con el partido.
Que ya
podrán (si lo desean) vivir abiertamente y casarse sin más problemas que
los que, por naturaleza, trae el matrimonio.
En siete años, el matrimonio se vuelve una cosa
rara, como la vida misma. Tenemos una vez más en la palestra al
matrimonio Aznar-Botella.
La alcaldesa decidió mantener su calendario
familiar en el puente de Todos los Santos, pese a los
trágicos sucesos
del Madrid Arena.
Fue, volvió, regresó, retornó entre Madrid y Lisboa
sin que nadie, ni su marido, le dijera que lo mejor sería suspender o
aplazar el recreo y dejar para otro momento lo del ir y venir al spa
de lujo cuando varias familias madrileñas entierran a sus hijas menores
por algo en lo que el Ayuntamiento tiene responsabilidad, y la
alcaldía, al menos, algo de sensibilidad.
Se han calificado de cínicas las idas y venidas
de la alcaldesa señora Botella, la regidora no ha sido elegida
directamente, sino que heredó el cargo por su ubicación en la lista
electoral.
Difícil ubicación ahora entre Lisboa y Madrid. Entre
diversión y devoción.
Devota a su interpretación de mujer con capacidad
para enfrentarse a su propio fantasma, Botella acudió a la rueda de
prensa sola, recién llegada y a punto de salir, vestida como un árbol en
pleno otoño, deshojada y sobria en sus palabras y gestos.
Hasta que la
investigación no concluya, no se aceptará ninguna renuncia ni dimisión,
informó. Sin ofrecer tampoco más explicaciones sobre esos viajes a
Portugal; son privados.
Pero declaró que pensaba mucho en las familias
de las víctimas durante el viaje. ¡Eso! Entre una oración, una copa de
vino portugués y un masaje. Y es que en público su comunicación no es
fluida.
Todos recordamos aquella indigesta compota de peras y manzanas
que ahora se ha vuelto constitucional.
Es más que probable que la señora
Botella, próxima a los Legionarios de Cristo, mantenga mejor
comunicación con Cristo y con Bankia que con los que sufren y los
desahuciados
. Tan cerca, tan lejos.
Pasa mucho en los matrimonios longevos: crees
que dices lo que no has dicho, imaginas que propusiste lo que en
realidad olvidaste.
Puede ocurrir que a Aznar le complazca ver cómo su
esposa se mete y sale de aprietos en su vida política
. Cuando un
cónyuge, por más a gusto y relajado que esté en una bañera con
burbujitas saludables, observa cómo se agita estresada haciendo y
deshaciendo maletas su media naranja o manzana o pera, ese cónyuge
intenta ayudar, encontrar una solución.
Ir hacia su atribulada señora
(porque la imaginamos atribulada: venga que voy y vuelvo de Madrid, del
entierro a la conferencia de prensa y de la morgue al spa) y que, como todo buen marido, le dijera: “Ana, ya haremos este puente en otro momento, mujer”.
Pero no, a lo mejor es que a nuestros
políticos, sean presidentes o alcaldes o funcionarios, un puente les
parece algo inamovible. Sagrado.
Los funcionarios y políticos establecen
matrimonios indisolubles con sus cargos, porque sienten que estos les
absuelven.
De una crisis como la desatada por las jóvenes muertes en la
noche de las brujas o el hazmerreír en el Congreso de los Diputados por
las tabletas electrónicas perdidas o rotas.
El amor es loco, proclive a accidentes y
traiciones.
Y fusiones, como la de Darth Vader con Blancanieves, ahora
que Disney es propietaria de La guerra de las galaxias.
Peras
con manzanas.
Otra pareja sin papeles, ni necesidad de sentencia del
Tribunal Constitucional, fue aquella de Julián Muñoz e Isabel Pantoja.
Isabel no ha tenido suerte con los hombres y debe ser porque los busca
con demasiado bigote, y el bigote, sabemos todos, no siempre sienta
bien.
Eso también lo sabe
Ana Botella
por su marido. Su amor con Muñoz la ha hecho asidua de juzgados. Acaba
de pasar el mal trago de saberse abuela mientras un testigo sorpresa
desmontaba sus argumentos para demostrar su inocencia.
No hay guionista
de culebrón que imagine esa secuencia: Pantoja mirando de ladito su
móvil y llorando casi a escondidas porque la vida la había hecho abuela y
presunta a la vez
. Eso sí, apenas pisó la calle, se vino arriba
organizando coches y jeeps, subiendo y bajando gente a ir a acompañar a Kiko y Jessica en la buena nueva.
Otro ir y venir.
Los gestos son muy importantes en los
matrimonios, incluso cuando dejan de serlo, como en el reencuentro esta
semana de Isabel Preysler y Julio Iglesias en la boda de su hijo mayor
.
En una de las fotos más pequeñas del megarreportaje, Preysler alcanza a
tocar dedos de su primer marido en un gesto mínimo que acaricia 40 años
de historia reciente.
Fueron y son.
Al igual que Portugal, están tan
lejos y tan cerca asumiendo ese rito de vida que es casar a los hijos.
El amor sigue siendo natural; el matrimonio, constitucional.